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8
12 de enero de 2021
12 de enero de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es natural que Hooper comenzase su brillante carrera con este largometraje mitad retrato de una época mitad experimento no narrativo que lejos de ser una película de terror presenta el germen de algunas de las ideas visuales e inquietudes temáticas que más tarde extendería y perfeccionaría en la que sería directamente su siguiente película y su mayor logro estilístico, The Texas Chainsaw Massacre.
La imagen granulosa y brillante, la utilización de ángulos bajos y amenazantes, el empleo del espacio y la iluminación, el montaje agresivo de cortes secos y rápidos y el uso expresivo de los primeros planos ya estaba aquí, al igual que daba muestras de su talento único para crear expectación y construir estados de ánimo muy específicos a través del solo acto de observar el entorno, algo todavía más presente en su anterior cortometraje, Down Friday Street, otra joya no narrativa de escasos 10 minutos en la que Hooper captura espacios rutinarios y comunes que impregna a través de su mirada de un halo misterioso y aterrador.
Eggshells no solo adelanta mucho de su estilo y su temática posterior sino que además llena el hueco no tan evidente para algunos entre el cine de vanguardia americano de los años 60-70 y sus posteriores obras de terror, en las que Hooper ya mostraba un entendimiento perfecto y una depuración máxima de algunos recursos con los que aquí trabaja de forma más primeriza y que incluso en esta primera fase remiten de manera nada lejana a la obra de cineastas tan fundamentales como Stan Brakhage, Takashi Ito o Carolee Schneemann.
Más cerca de un ejercicio de aprendizaje sinuoso que de una obra sólida y consistente, Eggshells no es una película redonda, pero en términos de talento e imaginación se encuentra perfectamente a la altura de algunas de las piezas no narrativas más importantes de su época y sobre todo sirve para dar cuenta, una vez más, de la inmensurable creatividad e inventiva de un cineasta que comenzó, continuó y finalizó su carrera cuestionando todo lo establecido con cada obra llevando constantemente el medio cinematográfico a un nuevo e inexplorado lugar.
La imagen granulosa y brillante, la utilización de ángulos bajos y amenazantes, el empleo del espacio y la iluminación, el montaje agresivo de cortes secos y rápidos y el uso expresivo de los primeros planos ya estaba aquí, al igual que daba muestras de su talento único para crear expectación y construir estados de ánimo muy específicos a través del solo acto de observar el entorno, algo todavía más presente en su anterior cortometraje, Down Friday Street, otra joya no narrativa de escasos 10 minutos en la que Hooper captura espacios rutinarios y comunes que impregna a través de su mirada de un halo misterioso y aterrador.
Eggshells no solo adelanta mucho de su estilo y su temática posterior sino que además llena el hueco no tan evidente para algunos entre el cine de vanguardia americano de los años 60-70 y sus posteriores obras de terror, en las que Hooper ya mostraba un entendimiento perfecto y una depuración máxima de algunos recursos con los que aquí trabaja de forma más primeriza y que incluso en esta primera fase remiten de manera nada lejana a la obra de cineastas tan fundamentales como Stan Brakhage, Takashi Ito o Carolee Schneemann.
Más cerca de un ejercicio de aprendizaje sinuoso que de una obra sólida y consistente, Eggshells no es una película redonda, pero en términos de talento e imaginación se encuentra perfectamente a la altura de algunas de las piezas no narrativas más importantes de su época y sobre todo sirve para dar cuenta, una vez más, de la inmensurable creatividad e inventiva de un cineasta que comenzó, continuó y finalizó su carrera cuestionando todo lo establecido con cada obra llevando constantemente el medio cinematográfico a un nuevo e inexplorado lugar.

5,6
76
8
7 de diciembre de 2020
7 de diciembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un asesino a sueldo tiene que matar a un niño de dos años porque la mafia que le ha contratado teme que cuando el niño pueda hablar lo termine delatando. Para ello iniciará una relación con su madre e intentará idear la manera de orquestar un accidente.
Coge esta premisa y haz todo lo que puedas con ella, sácale todo su enfoque divertido, explora cualquier posible idea de terror y suspense, llévala hasta el final, exprímela hasta sacarle todo el jugo... Esto es más o menos el cine de Larry Cohen, un autor tan increíblemente imaginativo escribiendo guiones como lo era detrás de las cámaras.
Su cine es áspero y de apariencia imprecisa, como si todas las aristas quedasen sin limar y nada estuviese adecuadamente perfilado, además el reparto mayoritariamente amateur –lleno de figuras ya míticas– y la manera descuidada –pero intencionadamente divertida– de mostrar y resolver algunas secuencias no ayudan a que la gente termine de tomarse en serio sus películas.
A mí personalmente esta aspereza y falta de cuidado por su particular manera de tomar forma me resulta muy entrañable y graciosa y no le resta ni un ápice de interés a la increíble inventiva que derrocha a lo largo de todas sus obras. Esta, que no es ni de sus cinco mejores, cuenta con la habilidad de tenerme intrigado, divertido y sorprendido todo el tiempo, ofrece un retrato muy especial de la ciudad de Nueva York y tiene como cinco o seis secuencias fascinantes a nivel cinematográfico.
Coge esta premisa y haz todo lo que puedas con ella, sácale todo su enfoque divertido, explora cualquier posible idea de terror y suspense, llévala hasta el final, exprímela hasta sacarle todo el jugo... Esto es más o menos el cine de Larry Cohen, un autor tan increíblemente imaginativo escribiendo guiones como lo era detrás de las cámaras.
Su cine es áspero y de apariencia imprecisa, como si todas las aristas quedasen sin limar y nada estuviese adecuadamente perfilado, además el reparto mayoritariamente amateur –lleno de figuras ya míticas– y la manera descuidada –pero intencionadamente divertida– de mostrar y resolver algunas secuencias no ayudan a que la gente termine de tomarse en serio sus películas.
A mí personalmente esta aspereza y falta de cuidado por su particular manera de tomar forma me resulta muy entrañable y graciosa y no le resta ni un ápice de interés a la increíble inventiva que derrocha a lo largo de todas sus obras. Esta, que no es ni de sus cinco mejores, cuenta con la habilidad de tenerme intrigado, divertido y sorprendido todo el tiempo, ofrece un retrato muy especial de la ciudad de Nueva York y tiene como cinco o seis secuencias fascinantes a nivel cinematográfico.
2 de diciembre de 2020
2 de diciembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más doloroso de esta película no son los tristes y desoladores eventos que tienen lugar en ella sino la manera particular en que sentimos pasar el tiempo, tan calmado, tan suave, tan silencioso pero presente en todo momento, despacio pero inexorable, como una delicada brisa que sigilosamente va empujando a todo el mundo hacia el final de sus días.
Pero antes de la muerte está la vida. Tiempo de morir, pero también tiempo de vivir. Cuando más aterrado me he sentido ante la irremediable certeza de la muy próxima no existencia, siempre he encontrado el mismo sendero a la calma y la esperanza que Hou parece encontrar aquí para los personajes de su historia que continúan el camino, que no son más que él mismo y su propia familia.
Con absoluta precisión retrata y observa la belleza de lo cotidiano, prestando atención a los pequeños detalles en lugar de a los grandes momentos, al tipo de cosas que realmente recordamos de nuestra infancia, no tanto los grandes hitos siempre, sino también los eventos insignificantes, los instantes cotidianos en los que no necesariamente pasan demasiadas cosas y que son los realmente importantes al final de los días.
Es el tipo de película que siempre he querido desesperadamente que sea Boyhood, una obra que hablaba de mi tiempo, de mis días, de mi pasado, de mi contexto de niño privilegiado de occidente, pero que con sus pequeños y brillantes momentos para mí sin embargo carece totalmente de naturalidad y de naturaleza, meticulosamente fabricada, tan centrada en su idea de filmar el tiempo pasando que el tiempo en ella nunca pasa realmente.
Aquí se siente instante a instante esta carga, el pesar de ver acercarse segundo a segundo el momento de la muerte, pero también está el alivio y la calma de los hermosos instantes y la esperanza por la alegría de la propia existencia, la sonrisa de un padre, el cariño de una madre, la lluvia cayendo fuera observada a través de una ventana abierta...
El título es abiertamente expresivo, casi como ningún otro lo ha sido nunca con el tema y el tono de una película: El tiempo de morir inevitablemente llega, pero no importa, el tiempo de vivir es ahora.
Pero antes de la muerte está la vida. Tiempo de morir, pero también tiempo de vivir. Cuando más aterrado me he sentido ante la irremediable certeza de la muy próxima no existencia, siempre he encontrado el mismo sendero a la calma y la esperanza que Hou parece encontrar aquí para los personajes de su historia que continúan el camino, que no son más que él mismo y su propia familia.
Con absoluta precisión retrata y observa la belleza de lo cotidiano, prestando atención a los pequeños detalles en lugar de a los grandes momentos, al tipo de cosas que realmente recordamos de nuestra infancia, no tanto los grandes hitos siempre, sino también los eventos insignificantes, los instantes cotidianos en los que no necesariamente pasan demasiadas cosas y que son los realmente importantes al final de los días.
Es el tipo de película que siempre he querido desesperadamente que sea Boyhood, una obra que hablaba de mi tiempo, de mis días, de mi pasado, de mi contexto de niño privilegiado de occidente, pero que con sus pequeños y brillantes momentos para mí sin embargo carece totalmente de naturalidad y de naturaleza, meticulosamente fabricada, tan centrada en su idea de filmar el tiempo pasando que el tiempo en ella nunca pasa realmente.
Aquí se siente instante a instante esta carga, el pesar de ver acercarse segundo a segundo el momento de la muerte, pero también está el alivio y la calma de los hermosos instantes y la esperanza por la alegría de la propia existencia, la sonrisa de un padre, el cariño de una madre, la lluvia cayendo fuera observada a través de una ventana abierta...
El título es abiertamente expresivo, casi como ningún otro lo ha sido nunca con el tema y el tono de una película: El tiempo de morir inevitablemente llega, pero no importa, el tiempo de vivir es ahora.
30 de noviembre de 2020
30 de noviembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras que muchos de los cineastas que experimentan y trabajan de manera expresiva con el color lo emplean principalmente como un medio para transmitir emociones, Ōbayashi en su lugar se sirve de él aquí casi como si de un fin en sí mismo se tratara.
Los cambios de formato, los cortes, los ralentíes y las repeticiones... cada pequeña experimentación con la imagen tiene un vínculo inquebrantable con el relato y el estado de ánimo de los personajes y del espectador. Uno siente que existen porque no podría ser de otra forma en cada momento y no por azar ni tampoco por estar sometidos a ningún riguroso estudio de las cosas.
El color es un termómetro emocional de la imagen, fluyendo de un estado a otro al tiempo que esta cambia, no como una manera de describir lo que está ocurriendo o cómo debemos sentirnos, porque no le encontraríamos sentido, sino como una consecuencia inevitable de ambas, tanto a un nivel estético como a un nivel narrativo. La música por su parte cuando brilla en sus momentos diegéticos es capaz de golpear con la fuerza de un musical.
Es difícil explicar cómo una película en apariencia tan caótica, áspera, alocada y desbordante de vida puede sentirse al mismo tiempo tan minuciosamente pensada, orquestada, diseñada y estructurada, así que aunque la planificación de los encuadres, cortes y movimientos sea tan cuidadosa, por momentos es más fácil creer que cada sorprendente decisión es meramente intuitiva, arbitraria o caprichosa.
Sin embargo, todo dentro de ella fluye con tal armonía y se siente tan ajustado, delicado y perfecto que habría que ser un genio tanto para conseguir algo así de forma casual como para lograrlo de manera intencionada. No conozco todavía mucho de la manera de trabajar de Ōbayashi ni vi aún muchas de sus obras, pero para mí está claro que en cualquiera de los casos esta es una película increíble, muy compleja en su aparente sencillez y enormemente hermosa en cualquier sentido.
Los cambios de formato, los cortes, los ralentíes y las repeticiones... cada pequeña experimentación con la imagen tiene un vínculo inquebrantable con el relato y el estado de ánimo de los personajes y del espectador. Uno siente que existen porque no podría ser de otra forma en cada momento y no por azar ni tampoco por estar sometidos a ningún riguroso estudio de las cosas.
El color es un termómetro emocional de la imagen, fluyendo de un estado a otro al tiempo que esta cambia, no como una manera de describir lo que está ocurriendo o cómo debemos sentirnos, porque no le encontraríamos sentido, sino como una consecuencia inevitable de ambas, tanto a un nivel estético como a un nivel narrativo. La música por su parte cuando brilla en sus momentos diegéticos es capaz de golpear con la fuerza de un musical.
Es difícil explicar cómo una película en apariencia tan caótica, áspera, alocada y desbordante de vida puede sentirse al mismo tiempo tan minuciosamente pensada, orquestada, diseñada y estructurada, así que aunque la planificación de los encuadres, cortes y movimientos sea tan cuidadosa, por momentos es más fácil creer que cada sorprendente decisión es meramente intuitiva, arbitraria o caprichosa.
Sin embargo, todo dentro de ella fluye con tal armonía y se siente tan ajustado, delicado y perfecto que habría que ser un genio tanto para conseguir algo así de forma casual como para lograrlo de manera intencionada. No conozco todavía mucho de la manera de trabajar de Ōbayashi ni vi aún muchas de sus obras, pero para mí está claro que en cualquiera de los casos esta es una película increíble, muy compleja en su aparente sencillez y enormemente hermosa en cualquier sentido.
6
7 de enero de 2021
7 de enero de 2021
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las imágenes son sorprendentemente hermosas para provenir de donde provienen y el concepto general es muy interesante, pero en última instancia no me ofrece a un nivel esencial nada que me parezca lo suficientemente especial o único para terminar de resultarme estimulante ni ningún enfoque nuevo sobre nada que me resulte remarcable, algo que a veces hasta los artefactos más sencillos y con muchas menos pretensiones a nivel conceptual son capaces de lograr casi sin esfuerzo.
Por decirlo de otra forma, creo que está muy bien pensada y muy bien ensamblada, pero un adecuado manejo del material o de las ideas del material no siempre hacen para mí una gran película si le falta ese componente de magia y de misterio que hace vibrar las mejores obras y que es tan difícil de explicar o definir, el tipo de componente que te hace vivir en las imágenes más allá de meramente observarlas pasar, aunque sea con el máximo aprecio y la suficiente admiración, como me ocurre a mí aquí.
Por decirlo de otra forma, creo que está muy bien pensada y muy bien ensamblada, pero un adecuado manejo del material o de las ideas del material no siempre hacen para mí una gran película si le falta ese componente de magia y de misterio que hace vibrar las mejores obras y que es tan difícil de explicar o definir, el tipo de componente que te hace vivir en las imágenes más allá de meramente observarlas pasar, aunque sea con el máximo aprecio y la suficiente admiración, como me ocurre a mí aquí.
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