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5,6
2.001
6
13 de septiembre de 2014
13 de septiembre de 2014
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia a la mayor gloria de Zach Braff, quien la dirige, escribe, produce y protagoniza. Entre lo divertido y lo horriblemente empalagoso.
Ojalá estuviera aquí tiene nombre propio: Zach Braff. Protagonista de la serie televisiva Scrubs (en la cual también intervenía como director, productor y guionista) ya había probado, con éxito de crítica, unificar todos esos oficios cinematográficos en la tragicomedia Algo en común. Esta vez tenía una excusa para el egocentrismo: Ojalá estuviera aquí ha recurrido a la financiación a través del crowdfunding, por lo que era evidente que debía a los fans que habían aflojado la mosca una ración desmesurada de su ídolo. Es decir, de sí mismo.
Como cualquier exceso, tiene sus pegas. La película es divertida, sobre todo si la entendemos como un homenaje paródico del humor recurrente de Woody Allen sobre los judíos (no olvidemos que Zach Braff debutó en la película de aquél Misterioso asesinato en Manhattan). Pero cae demasiadas veces en los estereotipos del drama humano al estilo de Hollywood, ése que tanta tabarra nos da con los conflictos paterno filiales, la lucha por ser fiel a los sueños y bla bla bla.
Es ese aspecto dramático lo que no dosifica correctamente, en apariencia por una imaginación limitada a la hora de abordar el género. Se le dan bastante mejor la comedia chistosa, las situaciones burlescas y los guiños a su público adicto. El film reúne con este fin algunos escenarios reconocibles (la Comic-Con de San Diego) y rostros famosos para los seriéfilos: Mandy Patinkin (Homeland) es el padre exigente; Jim Parsons (The Big Bang Theory), un competidor en los casting (no se ilusionen: no aparece mucho); incluso el benjamín de la familia, Pierce Gagnon, también es ya una estrella de la pequeña pantalla dando vida (es un decir) a un niño robot en Extant, de la cadena estadounidense CBS, entre otras intervenciones fílmicas y televisivas.
En definitiva: para fans de Scrubs y los chistes sobre judíos que quieran pasar el rato.
Publicado en blog fascinoscopio.
Ojalá estuviera aquí tiene nombre propio: Zach Braff. Protagonista de la serie televisiva Scrubs (en la cual también intervenía como director, productor y guionista) ya había probado, con éxito de crítica, unificar todos esos oficios cinematográficos en la tragicomedia Algo en común. Esta vez tenía una excusa para el egocentrismo: Ojalá estuviera aquí ha recurrido a la financiación a través del crowdfunding, por lo que era evidente que debía a los fans que habían aflojado la mosca una ración desmesurada de su ídolo. Es decir, de sí mismo.
Como cualquier exceso, tiene sus pegas. La película es divertida, sobre todo si la entendemos como un homenaje paródico del humor recurrente de Woody Allen sobre los judíos (no olvidemos que Zach Braff debutó en la película de aquél Misterioso asesinato en Manhattan). Pero cae demasiadas veces en los estereotipos del drama humano al estilo de Hollywood, ése que tanta tabarra nos da con los conflictos paterno filiales, la lucha por ser fiel a los sueños y bla bla bla.
Es ese aspecto dramático lo que no dosifica correctamente, en apariencia por una imaginación limitada a la hora de abordar el género. Se le dan bastante mejor la comedia chistosa, las situaciones burlescas y los guiños a su público adicto. El film reúne con este fin algunos escenarios reconocibles (la Comic-Con de San Diego) y rostros famosos para los seriéfilos: Mandy Patinkin (Homeland) es el padre exigente; Jim Parsons (The Big Bang Theory), un competidor en los casting (no se ilusionen: no aparece mucho); incluso el benjamín de la familia, Pierce Gagnon, también es ya una estrella de la pequeña pantalla dando vida (es un decir) a un niño robot en Extant, de la cadena estadounidense CBS, entre otras intervenciones fílmicas y televisivas.
En definitiva: para fans de Scrubs y los chistes sobre judíos que quieran pasar el rato.
Publicado en blog fascinoscopio.

6,3
5.262
8
21 de diciembre de 2014
21 de diciembre de 2014
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para entender esta crítica voy a citar una breve anécdota. Una noche en el teatro, durante el descanso de la ópera Madama Butterfly, de Puccini, oí a un caballero el siguiente comentario: «Está muy bien, pero me gustaría escuchar unos Gavilanes o una Francisquita». Respondí, sin dar posibilidad a una más que probable y poco elegante réplica: «Si viene a la representación de una ópera italiana no se queje por escuchar una ópera italiana. Vaya a ver Los Gavilanes. Y todos felices». Si se pide ternera, ¿a son de qué quejarse porque sepa a ternera y no a pollo? A quien no le gusten los largos dramas biográficos sobre personajes del siglo XIX, que no los vea. Y todos felices.
No voy a decir que Mr. Turner sea una película fácil: un larguísimo metraje y una narración que se basa en la descripción y en la construcción de personajes suponen, sin duda, un reto para la atención. Pero esa descripción y esa construcción son tan absolutamente maravillosas que con la mínima predisposición el placer está asegurado. El film huye de los recursos literarios que tantas veces transforman las biografías en ficciones irrelevantes. Mike Leigh se ha asegurado, en cambio, de crear un profundo retrato del protagonista a base de pequeñas anécdotas y situaciones, que nos dan una visión más rica que cualquier hazaña novelesca.
Timothy Spall tiene una grandísima responsabilidad que sabe dominar y aprovechar al máximo con una interpretación magnífica, capaz de ser a la vez sobria y extravagante. Da vida a un artista peculiar y consecuente, con tantos matices como un ser de carne y hueso. El resto del elenco es asombrosamente creíble, desde la callada Dorothy Atkinson, que con dos miradas dice más que muchos actores con diez párrafos, hasta el extrovertido Paul Jesson.
¿Vamos a caer en el tópico de la calidad fotográfica? Pues sí. Si una película se merece que todos caigamos, pero de rodillas al admirarla, es ésta. La fotografía es elocuente, grandiosa, intimista, soñadora, casi siempre pictorialista, pero nunca igual: unas veces académica, otras costumbrista, algunas, sorprendentemente, cercana al impresionismo, o al romanticismo. Pero tan coherente en cada escena que mantiene la personalidad del film. La música apoya las imágenes, las reafirma en su preciosismo y deja fluir los diálogos (y más los silencios) con una contención elogiable.
Naturalmente no es una obra perfecta: es arriesgada en su pausa, en el ritmo constante pero sin dirección aparente, en la estructura homogénea que hace difícil distinguir valles, picos e inflexiones. Un riesgo que deja un gusto dulce, pero que expira tan pronto termina el film.
Drama biográfico, lento y descriptivo, pero de argumento magnético y visualmente atractivo, muy recomendable para adictos a las narraciones de época pausadas y muy, muy británicas.
Publicado en blog www.fascinoscopio.com
No voy a decir que Mr. Turner sea una película fácil: un larguísimo metraje y una narración que se basa en la descripción y en la construcción de personajes suponen, sin duda, un reto para la atención. Pero esa descripción y esa construcción son tan absolutamente maravillosas que con la mínima predisposición el placer está asegurado. El film huye de los recursos literarios que tantas veces transforman las biografías en ficciones irrelevantes. Mike Leigh se ha asegurado, en cambio, de crear un profundo retrato del protagonista a base de pequeñas anécdotas y situaciones, que nos dan una visión más rica que cualquier hazaña novelesca.
Timothy Spall tiene una grandísima responsabilidad que sabe dominar y aprovechar al máximo con una interpretación magnífica, capaz de ser a la vez sobria y extravagante. Da vida a un artista peculiar y consecuente, con tantos matices como un ser de carne y hueso. El resto del elenco es asombrosamente creíble, desde la callada Dorothy Atkinson, que con dos miradas dice más que muchos actores con diez párrafos, hasta el extrovertido Paul Jesson.
¿Vamos a caer en el tópico de la calidad fotográfica? Pues sí. Si una película se merece que todos caigamos, pero de rodillas al admirarla, es ésta. La fotografía es elocuente, grandiosa, intimista, soñadora, casi siempre pictorialista, pero nunca igual: unas veces académica, otras costumbrista, algunas, sorprendentemente, cercana al impresionismo, o al romanticismo. Pero tan coherente en cada escena que mantiene la personalidad del film. La música apoya las imágenes, las reafirma en su preciosismo y deja fluir los diálogos (y más los silencios) con una contención elogiable.
Naturalmente no es una obra perfecta: es arriesgada en su pausa, en el ritmo constante pero sin dirección aparente, en la estructura homogénea que hace difícil distinguir valles, picos e inflexiones. Un riesgo que deja un gusto dulce, pero que expira tan pronto termina el film.
Drama biográfico, lento y descriptivo, pero de argumento magnético y visualmente atractivo, muy recomendable para adictos a las narraciones de época pausadas y muy, muy británicas.
Publicado en blog www.fascinoscopio.com

5,4
4.258
5
19 de septiembre de 2014
19 de septiembre de 2014
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mia (Chloë Grace Moretz) es una portentosa intérprete de violonchelo, cuyos padres roqueros (Mireille Enos y Joshua Leonard) adoran, su novio roquero (Jamie Blackley) adora, su amiga del alma (Liana Liberato) adora, su hermano pequeño (Jako Davies) adora, su abuelo (Stacy Keach) adora… Pero un accidente la deja en coma. Dramón. No obstante, la magia de Hollywood lo puede todo, y el espíritu de Mia recorre el hospital decidiendo si despierta o no.
Con sinceridad, la excusa argumental de cómo el alma es sometida a la prueba de decidir si la vida merece la pena es buena. Casi brillante. Desgraciadamente la película Si decido quedarme la desaprovecha absolutamente, porque en lugar de profundizar en el sentido de la vida se limita a contarnos la historia de siempre: chica conoce a chico y se enamoran. Punto final.
¿Y como drama romántico funciona? A medias. La labor actoral es solvente, incluso caen simpáticos en general. Dirección y guion en cambio son más bien aburridos. Los flashback empleados para valorar la vida de la protagonista son contados en un tono amable, con elementos cómicos y dramáticos repartidos por igual, buscando la identificación con el target de este film: las chavalas adolescentes. El resultado es efectivo, pero demasiadas veces visto. Y es que el guion pretende dar su do de pecho en los regresos al presente del hospital, donde intenta originar puntos de inflexión de una gran carga emocional: es aquí donde la película patina. Tanto giro argumental que ataca directamente al lacrimal del espectador termina agotando.
Para fans del romance adolescente y la lágrima fácil que perdonen una realización e interpretaciones rutinarias.
Publicado en blog www.fascinoscopio.com
Con sinceridad, la excusa argumental de cómo el alma es sometida a la prueba de decidir si la vida merece la pena es buena. Casi brillante. Desgraciadamente la película Si decido quedarme la desaprovecha absolutamente, porque en lugar de profundizar en el sentido de la vida se limita a contarnos la historia de siempre: chica conoce a chico y se enamoran. Punto final.
¿Y como drama romántico funciona? A medias. La labor actoral es solvente, incluso caen simpáticos en general. Dirección y guion en cambio son más bien aburridos. Los flashback empleados para valorar la vida de la protagonista son contados en un tono amable, con elementos cómicos y dramáticos repartidos por igual, buscando la identificación con el target de este film: las chavalas adolescentes. El resultado es efectivo, pero demasiadas veces visto. Y es que el guion pretende dar su do de pecho en los regresos al presente del hospital, donde intenta originar puntos de inflexión de una gran carga emocional: es aquí donde la película patina. Tanto giro argumental que ataca directamente al lacrimal del espectador termina agotando.
Para fans del romance adolescente y la lágrima fácil que perdonen una realización e interpretaciones rutinarias.
Publicado en blog www.fascinoscopio.com

4,3
6.527
4
6 de enero de 2015
6 de enero de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El séptimo hijo es uno de los títulos que pasará a engrosar la lista de películas que dan mala fama al género fantástico. No llega a ser terrible porque Julianne Moore aún consigue que todo metraje en el cual aparezca no sea condenado inmediatamente a una hoguera pública en la plaza mayor. Alguna escena de acción y el presupuesto (mal) invertido en efectos digitales tratan de compensar un guion nefasto con una de las peores actuaciones de Jeff Bridges jamás vista. Sí, incluso peor que en Tron Legacy.
Ben Barnes, que ha ofrecido rentabilidad interpretando al príncipe Caspian en la saga que adapta al cine las novelas Las crónicas de Narnia y que, incluso, tenía un punto a su favor en papeles protagonistas (Dorian Gray), aquí trata de salvar los trastos enfundándose en un héroe de tintes legendarios algo tópico, pero pasable. Lamentablemente, este dudoso soporte no es suficiente para salvar una historia tan mal contada. Y menos aún si la réplica se la da una caricatura de Jeff Bridges en el papel (también tópico) de mentor. Es de suponer que a Julianne Moore la convencieron enseñándole alguno de los modelitos de reina malvada, que iban a hacerle sentir una diva, y prometiéndole un duelo interpretativo con Bridges (como si el actor, con sus ridículas líneas, tuviera alguna posibilidad). Si no, es incomprensible que se prestara a este disparate.
Si el elenco se tambalea, la dirección artística y los efectos digitales son un auténtico despropósito, con algún aspecto realmente brillante combinado con auténticas majaderías que, siendo benévolos, parecen sacadas de una película porno, pero que siendo malpensados intentan imitar, en una burda falsificación, la labor en este apartado de cualquiera de los episodios de Tolkien llevados al cine por Peter Jackson.
Lo peor, sin embargo, es una historia tan trivial, tan exenta de magia y de pasión, tan vista ya en cien ocasiones mil veces mejor narradas, que es difícil verla sin acercarse al aburrimiento absoluto.
Perdón. Eso no es lo peor. Lo peor es que hubiera una segunda parte.
Publicado en blog www.fascinoscopio.com
Ben Barnes, que ha ofrecido rentabilidad interpretando al príncipe Caspian en la saga que adapta al cine las novelas Las crónicas de Narnia y que, incluso, tenía un punto a su favor en papeles protagonistas (Dorian Gray), aquí trata de salvar los trastos enfundándose en un héroe de tintes legendarios algo tópico, pero pasable. Lamentablemente, este dudoso soporte no es suficiente para salvar una historia tan mal contada. Y menos aún si la réplica se la da una caricatura de Jeff Bridges en el papel (también tópico) de mentor. Es de suponer que a Julianne Moore la convencieron enseñándole alguno de los modelitos de reina malvada, que iban a hacerle sentir una diva, y prometiéndole un duelo interpretativo con Bridges (como si el actor, con sus ridículas líneas, tuviera alguna posibilidad). Si no, es incomprensible que se prestara a este disparate.
Si el elenco se tambalea, la dirección artística y los efectos digitales son un auténtico despropósito, con algún aspecto realmente brillante combinado con auténticas majaderías que, siendo benévolos, parecen sacadas de una película porno, pero que siendo malpensados intentan imitar, en una burda falsificación, la labor en este apartado de cualquiera de los episodios de Tolkien llevados al cine por Peter Jackson.
Lo peor, sin embargo, es una historia tan trivial, tan exenta de magia y de pasión, tan vista ya en cien ocasiones mil veces mejor narradas, que es difícil verla sin acercarse al aburrimiento absoluto.
Perdón. Eso no es lo peor. Lo peor es que hubiera una segunda parte.
Publicado en blog www.fascinoscopio.com
MiniserieDocumental

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9
22 de diciembre de 2021
22 de diciembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por fin una serie de fútbol que toma a las futbolistas como lo que son: estrellas del deporte. Eso sí, sin olvidar todo el contexto. Lo que más me ha gustado: que reúne la perspectiva de 3 generaciones distintas en 6 países distintos. Te permite ver la evolución del fútbol femenino, las cosas que tienen en común las distintas jugadoras y países, pero también sus diferencias o peculiaridades. Cada episodio es diferente: España es muy emotivo con Kubalita, Suecia e Italia, llenos de energía, Reino Unido, desde mi punto de vista, con declaraciones muy impactantes... Como lo han rodado durante la pandemia, algunas reuniones no se pudieron hacer físicamente entre las jugadoras, y es una lástima, porque hay encuentros que me parecen mágicos. Espero que hagan más episodios.
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