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Críticas 150
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
15 de mayo de 2009
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo muchos fines de semana durante mi adolescencia en los que la visita al cine era sustituida por una tarde de sesión de videoclub entre varios amigos. En un periodo de tres o cuatro años alquilamos todas las películas de terror disponibles, era nuestro genero fetiche, aunque uno de los de la panda, que por aquel entonces se había apuntado a un gimnasio, se empeñaba a veces en romper el ritual a base de pelis de Bruce Lee o de Chuck Norris que él veía con sumo interés aunque a mi siempre me han provocado un poco de risa, si bien hay que reconocer que el colega Bruce al menos sabía repartir como es debido. Salvo estas incursiones en el kung-fu y similares, lo que nos gustaba de verdad eran las pelis de miedo, todas aquellas que se fabricaron a decenas en la década de los 80, unas mejores, otras peores pero siempre con un toque sangriento y divertido muy cercano la mayoría de las veces a la serie B, con historias casi siempre entretenidas, originales y macabras.

Dispuestos en el salón, apiñados en un sofá, la mamá de turno nos preparaba con sumo cariño algo de picoteo que se disponía a dejar muy atenta encima de la mesa, mientras acto seguido salía de la estancia cerrando la puerta guiñándonos un ojo. Que labores más importantes realizaban las madres de antaño, aprovecho desde aquí para reivindicarlas y mandarles un beso a todas ellas. Una vez acomodados en nuestra sala de cine particular, se apagaban las luces y uno de nosotros corría raudo a introducir la cinta de VHS en el reproductor. Puede pensarse hoy en día que esto resulta obsoleto pero en aquellos tiempos una cinta de video era el colmo de la modernidad y la veíamos como un ente casi cercano a la ciencia ficción.

Recuerdo que aunque intentábamos estar al tanto del cine de terror que iba saliendo muchas películas las desconocíamos y decidíamos alquilarlas en base a la sinopsis y a la carátula. De esta manera un día nos encontramos en una de las estanterías con Noche de Miedo. El aspecto de ambos criterios antes mencionados era inmejorable. Unas nubes que configuraban un inquietante espectro, una caserón fantasmagórico asediado por dicha presencia demoníaca, un título prometedor y una historia que además era de vampiros!! Noche de Miedo ya se había ganado nuestro respeto antes de verla. Y nos gustó, claro que sí, nos gustó mucho. Adolescentes persiguiendo supuestos vampiros con la ayuda del estrafalario y carismático Peter Vincent, sin duda nuestro modelo a seguir durante los meses venideros. Terror, risa y buen gusto, de la mano de una película que solo pretendía entretener sin ninguna pretensión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Con el tiempo la cinta de Holland se ha convertido en un pequeño clásico del terror de los 80, y se mantiene viva en muchos de nosotros como un ejercicio meramente nostálgico. Para un adolescente actual probablemente no signifique nada más que una peliculilla que no asusta lo más mínimo pero a pesar de que ha envejecido sigue teniendo algo especial, llámese inocencia, llámese artesanía o tal vez mimo hacia lo creado, cosas que no pueden quebrarse con el mero paso de los años.

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19 de mayo de 2013
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La muerte: Harold tiene 19 años y solo quiere morir. Entre sus aficiones destacan la asistencia a funerales de gente desconocida, conducir un coche fúnebre, matar las horas observando la metafórica demolición de edificios ruinosos o practicar de manera tan elaborada como sangrienta diversos métodos de suicidio a cual más pintoresco y artesanal. Las posibilidades de que Harold decida de una vez tomarle el pulso a la vida son del todo exiguas pues las pocas personas con las que tiene que relacionarse, aunque sea por obligación, constituyen todo un catálogo de mutiladores emocionales. Ahí tenemos a su madre, posesiva, castradora y dominante. A su tío, un militar chiflado que intenta llenar la cabeza de Harold de todo tipo de fantasías belicistas. Y a su psicoanalista, totalmente incapaz de sacar de su singular paciente poco más que una frase lapidaria o un cortante monosílabo con el que dar por cerrada la sesión correspondiente. El mundo de Harold da paso así a un vacío existencial en toda regla y la muerte se presenta para él como la vía más atractiva a elegir de entre todas las alternativas posibles.

La vida: Maude está a punto de cumplir 80 años y solo quiere vivir. En su largo recorrido es probable que haya aprendido mucho sobre la muerte y ha sabido apreciar por ello cada instante, cada segundo, cada brote de vida. Maude respira a través de cada árbol y cada flor, fluye en armonía de la mano de la música y el arte, y está abierta a toda nueva experiencia sensorial. Vive a su vez ajena a lo convencional, a la autoridad, a las normas. Juega con ventaja porque sabe que le queda poco tiempo. En cierto modo se destila también en ella una imperiosa necesidad de ganarle la partida a la soledad y a la melancolía, al pozo del recuerdo que suele inundar de manera irremediable el alma humana en el otoño de los últimos días.

El amor: Los caminos de Harold y Maude se cruzan. El encontrará en Maude todo aquello que probablemente ansió conocer pero que nadie jamás le mostró. Ella encontrará en Harold no solo un alumno a quien enseñar los múltiples milagros de la vida, si no también una última cadena a la juventud. Y de una relación tan descabellada para el entorno que les rodea como coherente para ellos mismos surgirá el amor. Un amor que se nos presenta optimista y hermoso, donde la vida y la muerte conexionan de manera tan natural como lúcida, lejos de discursos moralizantes o espirituales.

Y la peculiar historia de Harold y Maude se cierra de una manera maravillosa. El plano final resume todo lo visto y disfrutado antes. Es muy probable que esboces una sonrisa mágica al verlo. Y tal vez esta película te acompañe siempre. Puede que Hal Ashby solo tuviera esa intención, hacer una película inmortal a través de las ganas de vivir que trasmite su visionado en todo tipo de espectadores.

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11 de julio de 2009
24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entre los no demasiado numerosos recuerdos cinéfilos que conservo de los 90, brilla con luz propia el extraordinario segundo film de Alex de la Iglesia, una de las mejores películas de aquella época marcada por la Universidad, la bohemia, la noche y el rock and Roll. El Día de la Bestia me cogió en el momento justo, en un cine repleto de veinteañeros con unas ganas tremendas de continuar la fiesta en la que llevábamos inmersos desde sólo el diablo sabe cuando y aquello fue el no va más de la carcajada y la diversión. Claro que sí, había ganas de juerga y Alex nos dio exactamente lo que queríamos.

Esta película es sin duda un ente maligno programado para que te lloren los ojos durante todo el metraje, cada personaje, cada frase, cada giro de guión, todo es tan descacharrante que no tienes otra opción que entrar en su juego y romper a reír, descubrirte ante Alex y salir del cine con unas ganas tremendas de quemar los bares con los colegas mientras se recuerdan una y otra vez pasajes del film, cosa que nosotros hicimos durante semanas, porque la sombra de la película se extendió por todas partes como estandarte de lo más cool, cuando ser cool aún molaba de verdad y no se había desvirtuado su significado.

El Día de la Bestia funcionaba tan bien como comedia que podías repetir la experiencia la semana siguiente y partirte la caja aún más que la primera vez porque aguanta varios visionados en un plazo corto de tiempo. Recuerdo haberla visto unas cuatro veces en el periodo de un año y salir siempre entusiasmado del cine. Desde luego que el trío protagonista con un Santiago Segura absolutamente demoledor a la cabeza no podrá igualar jamás lo que aquí se logró, y de la Iglesia, aunque sigue siendo un gran cineasta, probablemente tampoco, mera cuestión de lógica cuando el futuro de tu propia obra se enfrenta a algo tan difícilmente superable.

Como anécdota les contaré que en plena fiebre provocada por el film Alex Angulo fue invitado al Festival de Cine de Gijón y durante su estancia en la ciudad salió de copas con varios amigos míos aunque yo supe de ello después porque no sé donde me encontraba ese día. Lo que me contaron fue que en medio de una cogorza de proporciones descomunales agobiaron a Angulo con todo tipo de preguntas y detalles sobre la película y no hacían más que señalarle y decir en voz alta: Es él!!! Es él!!! Supongo que esto puede parecerles estúpido pero deben achacárselo al alcohol, a la juventud, y sobre todo a la influencia misma que El Día de la Bestia consiguió causar en aquella generación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Háganse un favor si no la han visto aunque hay cosas que me desconciertan como ese raquítico 7,1 que luce en Filmaffinity.


"-¿Ha leido usted a Tritemio?

- ¿A Tritemio? No, creo que no

-Pues es fundamental"

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22 de enero de 2009
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sinceramente hacía muchísimo tiempo que el visionado de una película no me dejaba con las tripas rotas, pero así ocurrió con El Truco del Manco. Cuando los créditos finales hicieron acto de presencia yo era un manojo de piel y huesos que se estremecían en la butaca. Como un puñetazo en el estómago, sin ninguna concesión al cine comercial, durísima y sobrecogedora historia de perdedores olvidados y malditos pero al mismo tiempo llenos de vida, con el sueño de poder echar a volar entre tanta miseria en una Barcelona que no existe en las guías turísticas, donde el día a día es un manual de supervivencia.

La escena inicial ya nos avisa de que el viaje que nos mostrará Zannou en su excelente ópera prima será tan duro como tú quieras que sea, un combate cuerpo a cuerpo entre nuestra acomodada vida y el infierno en el que se mueven las personas que ha retratado en este film. Es imposible no empatizar durante todo el metraje deseando que las cosas les salgan bien al dúo protagonista que intenta abrirse camino en medio del desolador escenario en el que trascurre su existencia. Pero no quiere Zannou mostrarse optimista cuando la realidad es otra optando por dejarnos con el alma rota y los sentimientos a flor de piel una vez que decide bajar el telón.

El atrevimiento tanto de su director como de todos los que hayan contribuido en mayor o menor medida a la realización de este trabajo es digno de merecer reconocimiento y aplauso, más aún en el entramado tan repetitivo como vacío de la mayoría de las películas producidas en nuestro país, de temáticas a menudo demasiado parecidas y cansinas. Yo, por mi parte, desde Filmaffinity les animo a que vayan a verla pues seguro que más allá de haber visto una buena película les hará recapacitar sobre aquellos privilegios que tenemos y que no somos capaces de sentir y valorar cayendo a menudo en la autocomplacencia por cosas banales que están a años luz de problemas tan duros como aquellos con los que El Cuajo y su amigo Adolfo torean a diario

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4 de abril de 2009
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los milagros cinematográficos de los años 30 fue El Mago de Oz. Una película mágica que ha conseguido permanecer maravillosa aún a día de hoy tanto tiempo después. Indispensable para ver cuando se es niño, es una ensalada repleta de imaginación, fantasía y colorido, aliñada con personajes carismáticos e inolvidables envueltos en una historia trepidante a ritmo de caballeresca Road Movie. Con estos ingredientes la odisea de Dorothy y sus amigos en el mundo de Oz entretiene y conmueve a partes iguales y consigue emocionarnos y hacernos soñar.

Partiendo de un humilde cuento de literatura infantil Hollywood sacó lo mejor de sí para darle vida y obtuvo un irresistible divertimento donde todo está cuidado con mimo y cariño, estrujando todas las técnicas cinematográficas conocidas en la época y adornándolo con canciones que han pasado a ser estándares del folclore americano. Todo funciona, y en ningún momento hay altibajos porque está cargada de detalles que continuamente nos amenizarán el ya de por sí fascinante viaje.

Mención aparte merecen las criaturas que pueblan la tierra de Oz: El hombre de hojalata, el león, el espantapájaros, las brujas, el propio Mago de Oz... todos ellos junto a Dorothy y su inseparable Totó son cautivadores y llenos de matices. A titulo personal me atrae especialmente el espantapájaros porque siempre he pensado que tienen algo de inquietante y dan mucho juego a determinadas películas de fantasía que los incorporan y utilizan explotando ese lado fantasmagórico y misterioso.

Ha pasado mucho tiempo desde que el niño que fui partía de la mano de Dorothy hacia Ciudad Esmeralda pero en el fondo la verdad es que mi visión de las cosas no ha cambiado tanto. Cualquier día volveré a recorrer el camino, sé que las baldosas amarillas siempre estarán ahí para mi.

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