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TPA
Seychelles Seychelles · Coldwater
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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27 de octubre de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empieza el film en un colegio, en plena clase, y se pregunta el significado de la palabra agote. Patxi Bengoetxea, que debuta aquí en cine y encarna a uno de los alumnos, responde dubitativo, inseguro de sus palabras. Ya de buen principio, el tono didáctico de la película hace adivinar una trama poco avocada a la fábula, centrada más bien en lo cotidiano, costumbrista e histórico. Sin embargo, juega ésta constantemente con la ambigüedad entre la realidad y la ficción, no porque trate algo ficticio más porque pretende un paralelismo entre la actualidad y el medievo en su ámbito más concreto y localizado. Iñaki Elizalde encuentra en esta estructura dual –con la que Icíar Bollaín jugaba magistralmente en También la lluvia (2010)– el método idóneo para equilibrar lo pedagógico con lo meramente cinematográfico, en una trama que discurre en el valle de Baztan y habla de los susodichos agotes, una suerte de intocables a la vasca históricamente discriminados por presuntos herejes que hasta hace relativamente poco no se habían podido desprender de este estigma.

Elizalde diferencia las dos partes que se entrecruzan en esta peculiar obra cambiando el formato narrativo de cada una, más allá de las evidentes desemejanzas contextuales; la sección contemporánea tiene una clara naturaleza documental, de actitud pasiva y vocación observadora que recuerda en algunos momentos a los hermosos paisajes de Tasio (Montxo Armendáriz, 1984), mientras que la parte histórica tiende a ser más novelesca, jugando a la épica en petit comité y procurando tener el gancho que quizás le falta a la otra. El reparto es muy coherente, en este sentido, con la trama, combinando la experiencia y profesionalidad con lo novel, casi amateur de algunos miembros del reparto, naturales del valle de Baztan. En él encontramos, entre las caras conocidas, a Unax Ugalde, Carmelo Gómez, o Txema Blasco, que juegan el mismo doble rol que la película, pasando de campesinos a estudiantes, de leñadores a mensajeros, de actores a agotes, y explicando algo que probablemente ignorábamos de la Historia de Euskadi y cercanías.

La obra de Elizalde es, pues, una singular pieza de cine de difícil clasificación, recordable por instructiva más que por cualquier otra cosa sin que ello desmerezca una bella fotografía y banda sonora. Y es que la historia de los agotes y del País Vasco más agreste y medieval que describe Baztan despierta el interés del espectador, que ve sobretodo en esta película, tan humilde como lo que explica, una demostración de estima hacia la tierra y su historia.

[Tupeli.es]
TPA
27 de octubre de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No acaba de ser confortable el visionado de Una vida mejor, la última película del francés Cédric Kahn, por su irregular estructura, su trama imprevisible, y sus protagonistas, con los que resulta harto difícil empatizar. El de Kahn es, de hecho, un film atípico que habla de algo que todo el mundo conoce –vidas difíciles en contextos difíciles– con un lenguaje propio e inusualmente valiente, poco inclinado a lo convencional aun tratándose de un melodrama contemporáneo. La historia empieza acelerada, a ritmo allegro; del chico conoce a chica pasamos casi sin darnos cuenta a una relación con proyectos e ilusiones mutuas, y una vez allí la narración deviene calma, intimando progresivamente con los principales personajes y exponiendo un día a día tan duro como por desgracia actual.

Visto y no visto, todo se enreda y allí es donde se supone que Kahn quiere llegar. El proceso de desmontaje de una unión ya de por sí inestable y los pequeños matices en ella, tan incómodos de relatar como agradecidos –por insólitos– de ver en la pantalla, transcurren ante un espectador que no sabe qué esperar ni en qué referencias escudarse, errando entre títulos tan dispares como Los 400 golpes (François Truffaut, 1959) y Soul Kitchen (Fatih Akin, 2009). Todo ello se sostiene, además, gracias a la acertada composición de unos caracteres desacomplejados y tridimensionales; los tres protagonistas respiran realidad, y con ella convicciones y contradicciones, y son perfectamente factibles, con sus precedentes y sus experiencias. Y es que no existe en Una vida mejor piedad cinematográfica ni tampoco ensañamiento, sólo una descripción recia y constantes baños de actualidad en la Francia menos vistosa, donde las ilusiones no tienden a colmarse y los golpes de suerte a lo Intocable ni se contemplan.

Cinematográficamente hablando, la obra de Kahn es áspera, difícil de estimar por lo distante que se presenta ante el público. A la independencia de sus personajes, fantásticamente interpretados por Laurent Cantet –premiado por su actuación en el Festival de cine de Roma–, Leïla Bekhti i Slimane Khettabi, le sigue la ambigüedad de su naturaleza: no es una película llorona, tampoco risueña, ni tan siquiera entretenida en el sentido más cinematográfico, pero aun así es altamente satisfactoria de ver, y deja mella, esperanza sin pirotecnias y sonrisa serena.

Lo mejor: es imprevisible y atípica en el mejor sentido.

Lo peor: su realismo puede resultar poco atractivo.

[Tupeli.es]
TPA
25 de mayo de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo que tenían que asumir los realizadores de Men in Black en esta tercera entrega de la curiosa saga inaugurada en 1997 por Barry Sonnenfeld era que un tercer capítulo de las aventuras de los hombres de negro carecería, casi seguro, de la originalidad y frescura de sus primeros pasos. El trabajo, entonces, consistiría más bien en consolidar a los dos protagonistas –siguen al pie del cañón Tommy Lee Jones y Will Smith– desprendiendo de ellos el ya muy manido estigma del mentor y el aprendiz que tan bien funcionaba en la primera película y otorgándoles un rol distinto, un dúo con más galones y veteranía. Y aunque este trabajo le correspondía también a Lowell Cunningham, autor de los cómics en los que se basa el film, lo cierto es que todo sigue pareciéndose mucho. Lee Jones sigue siendo un agente serio, cuadriculado y aleccionador y Smith sigue siendo un chavalín al que parece venirle todo de nuevo.

Así es que optando por la opción más conservadora y continuista, Sonnenfeld y compañía se vuelcan en la simplificada tarea de entretener sin más, algo que sí consiguen en casi todo el metraje gracias a sus malabares visuales y argumentales y la multitud de referencias y vaivenes temporales que los protagonistas sufren, trasladando el grueso de la acción a finales de los sesenta, esos años de alunizajes, hipismo y arte pop. Así es, las nuevas correrías de los hombres de negro amplían su campo de acción y ya no se limitan a cazar extraterrestres camuflados y resolver incidentes intergalácticos en el presente, también lo hacen en el pasado con un lozano Agente K tan serio como enamoradizo y un gracioso cóctel estético entre lo retro y lo ultramoderno, genuino de la saga. Lo mejor del film es sin duda eso, el juego de reubicaciones y nuevos contextos que dan pie a decorados kitsch, vestimentas a lo Hells Angels o ingeniosas alusiones a Neil Amstrong o Andy Warhol, todo ello con extraterrestres de por medio.

Sin embargo no hay mucho más que destacar de esta tercera parte, pues más allá de las formas, lo que cuenta es más bien típico: alien malvado y con delirios de grandeza busca venganza contra quien lo detuvo y encarceló y ahí están los hombres de negro para evitarlo… Sonnenfeld lo pinta todo sin salirse de la raya y colorea con las tonalidades que corresponden, renunciando a un resultado más fresco o atrevido y dejando la sensación de cine enlatado, correcto por la inercia de su premisa y poco más. Sea como sea el resultado no está nada mal; cinta de puro pasatiempo con chistes de desigual gracia (hay algunos francamente conseguidos, otros no tanto) y solvencia en el resto de aspectos, avalados por un equipo tan veterano o más que el que forman los agentes K y J, con Barry Sonnenfeld, Danny Elfman y su excelente banda sonora, Tommy Lee Jones y Will Smith, entre otros.

Lo mejor: Andy Warhol y el momento en The Factory.

Lo peor: el acomodado continuismo por el que se ha optado en saga con más posibilidades.

[Tupeli.es]
TPA
4 de mayo de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya algún tiempo que nos llega desde Asia un fuerte olor a sangre y sudor que invade progresivamente nuestras salas de cine, y aunque parece que aún no se ha manifestado con toda su magnificencia, da la sensación que lo puede hacer en cualquier momento. No hablo de terror a la japonesa ni de coreografías bollywoodienses, unos demasiado explotados y los otros demasiado poco. Hablo del cine negro surcoreano, tan negro y tan violento. Efectivamente, poco a poco traspasan el filtro intercontinental más obras de género provenientes de Seúl y cercanías que, como la pirotecnia china, fascinan por su explosividad. Si el año pasado se proyectaba en algunas salas Encontré al diablo, de Kim Ji-woon, manchando de hemoglobina hasta al más insensible y dejando sin respiración al más hiperventilado, este año llega a nuestros cines la enorme The Yellow Sea, una película que fríe los nervios del público con su sentido de la acción y su intensidad, incesantes hasta el último minuto de metraje, y que prueba de forma irrefutable la posición de Corea del Sur como una de las grandes potencias cinematográficas.

La historia empieza en una zona muerta, fronteriza entre Corea, China y Russia, en la que la tendencia migratoria es el pan de cada día. Los desplazamientos masivos hacia grandes ciudades chinas o coreanas acarrean indefectiblemente la generación de mafias locales, expertas explotadoras del fenómeno social. El protagonista, un taxista que malvive acosado por las deudas y la desazón en la interminable espera de noticias de su mujer, emigrada a Seúl, es contratado para asesinar a alguien a cambio de la posibilidad de cruzar la frontera y verse con ella… Si el planteamiento nos podría remitir a Scorsese, Mann o De Palma, su factura se encarga de desmarcarse de todos ellos revelándose con una voz propia portentosa, tan grave como rejuvenecedora de un género demasiado enclaustrado en nombres veteranos. Na Hong-jin, guionista y director, se crece en todo e insufla al film una fuerza y nervio insólitos que conforman en la obra dos facetas cuidadosamente construidas; la de un potentísimo producto de entretenimiento, y la de un arrebatador retrato social. Y es que la obra se destapa enseguida como una obra compacta, sólida tanto en los aspectos artísticos como técnicos y sobresaliente en su conjunción.

(Sigue en spoiler SIN SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
The Yellow Sea es, en definitiva, una película brutal y delicada que cerca la consideración de obra maestra y que invoca a Na Hong-jin a ser uno de los más destacados realizadores de la actualidad.

Lo mejor: uno se lo pasa bomba en el cine, nunca mejor dicho.

Lo peor: diminutas, casi insignificantes, rendijas en el guión.

[Tupeli.es]
TPA
4 de mayo de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni ahorrando en adornos innecesarios, ni aplicando las dosis justas de cada ingrediente, ni intentando crear formas nuevas, ni esquivando los productos más delatadores, ni quitándole las velas. Un pastel es un pastel porque para eso está concebida su base, sea de lo que sea. Más empalagosa o menos, su naturaleza azucarada y copiosa coartará siempre su existencia, y por mucho que aspire a ello nunca será apta para diabéticos. Premonición, del francés Gilles Bourdos, da la sensación de ser un pastel insatisfecho con su condición, de aspirar a algo más, a convertirse en una Tarta Tatin con una notable dirección artística y actoral como máximos argumentos. Se olvida, no obstante, que en su misma base está su mayor limitación.

La película, basada en la novela Et après…, del escritor de best-sellers Guillaume Musso, explica una historia sobre la vida y la muerte con ramalazos místicos, casi new age, entre los que no faltan los elegidos, los protectores, y demás criaturas pseudoangelicales que velan por nosotros continuamente. El protagonista, un abogado de alto standing neoyorquino –de origen francés–, ahoga su profunda pena por la pérdida un ser querido con sobredosis de trabajo, sin prestar atención a su entorno, por un despecho casi irracional hacia el mundo y su propia vida, hasta que… ¿les suena el argumento? Efectivamente, la historia abunda tanto en tópicos como en lecciones de vida de primer curso; carpe diem, cuida de los tuyos y no descuides lo que importa en la vida… El guión, agrietado, no ayuda tampoco a compactar un film que se ha hecho mil veces en todos los géneros: mezclen El Sexto sentido con Destino final, substituyan la hemoglobina por glucosa, añádanle unas virutas de Ghost, y les resultará Premonición.

(Sigue en spoiler SIN SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No obstante, y por suerte, la base no lo es todo en un pastel; según con qué se cubra, según con qué se decore, el resultante puede verse claramente beneficiado. Así es, felizmente la película se revaloriza gracias a su propuesta estética, elegante y cálida, con un uso delicado de las luces y tonalidades y una acertada fotografía, que explora el paisaje neoyorquino con un gran sentido de la composición. A esto se le suma una labor actoral seria y creíble de Romain Duris, John Malkovich, Evangeline Lilly y compañía, que refuerza a un conjunto necesitado de tapiar sus irregularidades. Con todo, y asumiendo que un pastel es un pastel, el resultado final es una ración suficientemente medida en azúcares y más que apta para el consumo masivo, que raramente hace ascos a las altas dosis de edulcorante.

[Tupeli.es]
TPA
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