Y eso sin contar los trucos, desde dar las gracias en persona por acudir al cine (bien) a meter a John Ford, nada más y nada menos, para dar empaque al autobombo. John Ford, tócate las narices.

Al final, al más puro estilo 'Pretty Woman' u 'Oficial y caballero' él la va a buscar a casa y la rescata. Puaj.

, como se aburren más, pues matan a las mujeres ¡¡¡!!!!. ¿Que por qué? Pues por los chupitos que me estoy tomando. Bueno, vamos a poner que a los hombres se les oye el pensamiento (se ve porque les sale humareda de colorines por la cocorota, algo apasionante) y, como son hombres, solo piensan en meterla y en béisbol. De pronto, oye, a un día del pueblo principal, un día más o menos, hay otro pueblo ya con mujeres rubias y negras muy embarazadas. Los hombres, aunque tienen caballos traídos en cabinas en naves, no han pasado nunca por allí. Lo bonito de que se oigan todos los pensamientos es que cada diálogo de la película dura tres minutos, aunque sea 'me voy a hacer un café' lo que hace que todo se ralentice desde el minuto dos. A los cinco ya quieres morirte. Si a esto unimos los ojos de eterno susto de Daisy Ridley, a la que visten de naranja por aquello de Milla Jovovich en 'El quinto elemento', y los planos de los brazos musculados de Tom Holland, pues ya está hecha la peli. Con un par... de chupitos.

Risas, risas y más risas, y carcajadas al sacar un melón de la tripa de la madre, al ver cómo cicatrizan todas las heridas menos la del maldito rapero negro al que le sangra la nariz no sabemos porqué pero que a lo mejor de da a la mandanga entre las rocas, al ver la cara de los padres cuando ven el embarazo de la niña que dice 'qué pasa, he engordado un poco', al oír eso de 'el bebé ha muerto por falta de atención al dejarle dos minutos sobre la toalla, con la frase esa de la madre diciendo eso de 'luché por mi familia', con la chica que sube la pared como si tomase un gazpacho y luego se piña cuando quedan dos metros porque le da un parraque, con el chino que dice que nadó bastante hace tiempo, con eso de 'Padres, tenéis que hidrataros', con el policía que hace una llamada y aparecen 900 agentes por tierra mar y aire, con esos científicos en su laboratorio de Famóbil que se olvidan de quitar los nombres escritos a bolígrafo en el cuaderno de la recepción del hotel, con esa madre que tiene un bikini de reserva para que a su hija no se le salgan las tetas cuando vaya a la playa y crezca 15 años, con esa madre, la misma, que para impedir que acuchillen a su marido pone la espalda, con esa madre, otra vez, que dice que se van a divorciar porque tiene un tumor, con esos diez minutos buceando de la pareja a la que solo le falta sacar 'Guerra y paz' y ponerse a leer bajo el agua ... y sobre todo descojone sumo de toda la sala con la pobre chica famélica de bikini de 1984 que empieza ella misma a romperse los brazos por puro aburrimiento y acaba transformada en un personaje de 'La cosa' pero mal.