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Críticas 146
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
7 de julio de 2019
28 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sibyl es una psicóloga que desea dejar su profesión para dedicarse a escribir una novela. Piensa dejar de tratar a sus pacientes paulatinamente para concentrarse en su nuevo objetivo. Una noche, frente a una hoja en blanco, una mujer llorando llama por teléfono pidiéndole una cita en su consulta. Aunque de primeras la rechaza, Sibyl finalmente accede a recibirla. Se trata de una actriz que se ha quedado embarazada de su compañero de rodaje, que es, ni más ni menos, que el novio de la directora de la película que interpretan juntos. La psicóloga, fascinada por la mujer, comienza a escribir su relato basándose en las confidencias de la nueva paciente.

Todo empieza en un París lluvioso, cerrado, en el que las paredes de las habitaciones parecen los huesos del cráneo que oprimen a la protagonista. Escenas cortas, sin continuidad temporal. Pues el montaje frenético mezcla el pasado con el presente de manera que la vida anterior de la psicóloga se difumina con sus problemas de hoy. Mientras responde al teléfono, en la pantalla de su televisor retransmiten la película de terror It follows, referencia que anticipa ese fantasma creado a base de traumas, temores y remordimientos que nos persigue lentamente y durante toda la eternidad para consumirnos.

Justine Triet cambia totalmente de registro para su tercera película. De la comedia pasamos al drama psicológico. De un cine que toma las calles, inspirado del neorrealismo y la Nouvelle Vague, pasamos a una técnica más propia de los grandes estudios. De un presupuesto modesto pasamos a una gran producción con un despliegue de medios grandioso. La dirección de la realizadora no hace más que desplegarse en esta sorprendente entrega de su arte en expansión.

Hagamos un paréntesis para recordar su debut en el largometraje, La bataille de Solférino. Una disputa sobre el permiso de visita de un padre divorciado, que sigue a su exmujer, periodista. La particularidad de aquella fresquísima ópera prima no era sólo el retrato de una generación contemporánea y realista, encabezada por los talentuosos Vincent Macaigne y Laetitia Dosch. Sino el hecho de estar rodada en Solférino, plena sede socialista, durante la victoria de Hollande en 2012. Triet se convertía en reportera de guerra, al pie de la actualidad de la Francia que retrata, al situar a sus dos actores discutiendo enmedio de la muchedumbre que salió a la calle aquella noche a celebrar una esperanza que al final cayó en balde. Fin del paréntesis.

Sibyl se inspira en gran parte de Otra mujer de Woody Allen. Otra mujer se inspiraba de Cara a cara, de Bergman. La psicóloga que se ve atrapada por el relato de la paciente. La mujer que da las claves a aquellas que se pierden y finalmente se ve arrastrada al abismo de la locura, en el caso de Liv Ullmann, de la inconsciencia respecto a sí misma, en el caso de Gena Rowlands. Salvo que Sibyl no se adentra en la vida de su paciente por obligación profesional, al fin y al cabo ella quiere dejar de tratar pacientes para poder escribir. El título ya nos da una pista de cómo, de manera sibilina, y por egoísmo o por cuestionamiento de sí misma, Sibyl se adentra en la vida de su paciente poniendo un folio en blanco como barrera y como excusa.
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Pero esta barrera tan fina se traspasa en el momento en que la actriz reclama a la psicóloga in situ, en pleno rodaje en Stromboli. Sibyl asiste a su paciente, pero la escritora se ve atrapada en su propia ficción. Un plano magistral de la isla flotando en el Mediterráneo nos da la bienvenida a la segunda mitad del relato. La localización no es en vano, pues en esta historia de embarazos y adulterio resuenan los ecos del idilio de Rossellini e Ingrid Bergman, a espaldas de Anna Magnani. Es más, Stromboli representaba, en la figura de una mujer embarazada, dos conflictos literarios típicos: el hombre, o en este caso la mujer, contra la sociedad, el pueblo tradicional que da la espalda a una forastera liberada; pero también el conflicto la mujer contra la naturaleza. Representado este en el volcán que ruge y en cuyo cráter se duerme la protagonista, símbolo de su rabia interna, descargada contra los habitantes de la isla.

Sibyl añade tres nuevos conflictos a la lista de tal cinematográfica localización: mujer contra mujer, es decir, la actriz contra la directora; mujer contra sí misma, cuando Sibyl en un desliz con el actor principal se da cuenta de su similitud con su paciente, y mujer contra autor, cuando es la propia psicóloga que en una escena ha de tomar las riendas del rodaje. Esta escena tiene lugar tras que la directora salte por la borda, asemejándose mucho a aquel salto desesperado de Lea Massari en L'avventura, horas antes de su desaparición definitiva al conocer la infidelidad de su mejor amiga con su novio. Los tres conflictos, los tres personajes y las tres mujeres concluyen en esta escena al atraversar la segunda barrera de la ficción: tras verse invadida por el relato de su paciente, la psicóloga traspasa, además de la barrera literaria, la del cine.

hommecinema.blogspot.es
29 de diciembre de 2019
34 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vida oculta parece un punto y final, pero quizás sea un punto y aparte de la etapa experimental de Malick. Es el cúlmen de su capacidad técnica tras toda una década dedicándose en exclusiva a la cámara digital. El árbol de la vida en 2011 supuso una revolución plástica y narrativa en la que ha insistido hasta llevar su narración a niveles crípticos en sus siguientes películas, To the wonder y sobre todo Knight of cups. Vida oculta es la vuelta a una narración lineal, a lo concreto: la historia del objetor de conciencia que se negó a jurar por Hitler. Eso sí, desde el primer plano de abertura la huella del director es ya irreconocible. Malick es la luz del cine actual.

Cabe recordar que el cineasta ha pasado grandes etapas de su vida alejado de los rodajes, a destacar el paréntesis de veinte años entre Días de cielo y La delgada línea roja. No obstante, en esas pausas no se quedó quieto, sino que se dedicó enteramente a la fotografía. Por supuesto, ese tiempo no ha sido en vano y ha sabido aplicar de manera impecable sus conocimientos de un arte al otro.

Aunque absolutamente todas sus obras gozan de una imagen preciosa, es tras La delgada línea roja que Malick es capaz de desplegar una ambición técnica mayor que sus dos obras maestras de los 70, más clásicas, eso sí, en cuanto a composición. Los límites han sido destruídos en estos últimos años de arte abstracto, y es hoy, en la vuelta a los relatos convencionales, que Malick nos devuelve una obra sublime e imperecedera.

En Vida oculta al igual que en sus cuatro anteriores películas, apenas hay diálogos. Los personajes narran sus sentimientos en off, acompañando las imágenes. Esta separación entre imagen y diálogo podría suponer una traba para poder seguir la historia, como ya ha ocurrido con sus anteriores trabajos. No obstante, esta vez ha sabido concretar la narración con las imágenes, dándonos como resultado un conjunto más homogéneo.

Cuanto más fácil es seguir el relato, más podemos fijarnos en las increíbles imágenes. Más podemos flotar en la naturaleza que graba, sin temor a perder el hilo, sin tener que estar constantemente concentrado. Vida oculta supone una experiencia sensorial y una inmersión en lo salvaje como pocas películas han logrado.
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Pero no se trata únicamente de un film contemplativo. Lo interesante de la historia, la expulsión del paraíso de un buen hombre por culpa de Hitler, es que la causa de todos los males apenas se ve. De las montañas de Radegund, el paraíso encima de las nubes, pasamos a la cárcel y de ahí a los tribunales de guerra de Berlín. Las esvásticas van invadiendo los planos a medida que el inevitable final se acerca, pero nunca veremos la guerra. Oímos los aviones sobrevolar el pueblo, las proclamas fascistas invadir las tertulias en la taberna, los fugitivos esconderse en el bosque... Pero no hay batallas, ni deportaciones, ni campos de concentración. Malick, de manera sutil, es capaz de tocar uno de los temas más sensibles de la sociedad europea. La inercia de los pueblos germanos para aceptar el horror.

En el pueblo, él es el único que no sigue la corriente. Los vecinos reprochan a su mujer que el resto de habitantes han ido a la guerra no por principios, sino para defender la aldea de los enemigos del Reich. Pero el hombre no quiere jurar lealtad a Hitler. Enseguida, la mujer y sus hijos se convierten en apestados. Son marginados, maltratados, ignorados e incluso robados impunemente. El desertor asume sus principios hasta las últimas consecuencias, ajusticiado y olvidado durante décadas.

La película cierra con una citación a Middlemarch de George Eliot haciendo referencia a los actos heroicos de aquellos que llevan una vida oculta, imperceptible. Malick nos recuerda la importancia de nuestros valores por insignificantes que parezcan.

Es imposible no pensar en Trump y en el auge europeo del fascismo al ver el pueblo de Radegund ponerse del lado del odio por miedo a las consecuencias. Malick ha logrado utilizar el drama histórico para hablar de un tema de ferviente actualidad y reivindica la figura del campesino desertor, el mismo que, años después, ha sido canonizado por quienes le dieron la espalda.

hommecinema.blogspot.com
23 de noviembre de 2016
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fille inconnue, título que hace referencia al cadáver de una desconocida aparecido en las inmediaciones de un consultorio médico. La noche anterior esta chica había sonado al timbre y la protagonista, la joven médico, rechaza abrir la puerta al haberse sobrepasado el horario de cierre. Ante sus remordimientos y la indiferencia de las autoridades y los vecinos, la propia médico decide comenzar una investigación para hacer justicia a la fallecida.

Como se ha dicho antes, la película parte de la crítica: la particularidad de que la joven sea negra, no despierta gran inquietud. Las autoridades no ven indicios de homicidio, pese a que las grabaciones de seguridad muestran a la desconocida asustada y la investigación oficial termina pronto al no ser posible identificar el cuerpo. La chica desconocida, en el sistema actual, no es más que una ciudadana de segunda categoría a los ojos de la administración, por lo que es la propia médico quien se enfunda el gorro y la lupa de detective.

La fille inconnue va acompañada por una protagonista carismática. Los Dardennes utilizan a Adèle Haenel como encarnación de todo personal sanitario con vocación. En un sistema tan estricto como el médico, la cuestión humana y moral traspasa, o al menos debería traspasar, todas las barreras administrativas. La médico se desvive por sus pacientes acudiendo a domicilio y decidiendo estar al frente de un humilde consultorio, en mayor contacto con sus pacientes, evitando la tentación de formar parte de un prestigioso hospital que le garantiza mayor privacidad en su tiempo libre.

Tal perfil nos hace comprender sus remordimientos hasta el punto de verse inmersa en el thriller que corresponde a la búsqueda de la verdad: testigos mudos, falsos testimonios, amenazas, mafias, trapicheos de las autoridades... Los Dardenne llegan al punto final de la historia de manera admirable, el shock del thriller no es la revelación de la identidad de la víctima ni de los culpables, sino la realidad de miles de chicas desconocidas que los Dardennes han ido sutilmente mostrando según la médico se adentraba en los diferentes escenarios.
7 de mayo de 2018
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdos de un verano. Kechiche, inspirándose de la novela de Bégaudeau La blessure, la vraie nos adentra en las vacaciones de la adolescencia. El paso de la despreocupación de la infancia a las responsabilidades de la vida adulta. Ese último verano que, sin que nos demos cuenta, marcará nuestras vidas cuando ya no podamos volver a él. Amin vuelve a casa de su madre en Séte de vacaciones tras un primer año turbulento en París. Rencontrará a su familia, a los amigos de la infancia y a nuevos conocidos. Sin acción ni mensaje, en la película Kechiche sólo busca captar la naturalidad de aquellos que se liberan de su rutina bajo el sol. Sus deseos y sus penas puestos en la pantalla grande.

Kechiche dirige de forma tan particular como eficaz. En el rodaje repite las escenas hasta que las actuaciones salgan de manera espontánea. A fuerza de decir cien veces la misma frase, esta pierde su sentido en boca de los actores, que ya no la recitan, sino que dejando de lado su método, el texto ya asimilado brota sin artificio de su interior. Lo mismo ocurre con sus movimientos, sus gestos y sus miradas. Rohmer hacía a sus actores vestir su propia ropa en los rodajes para que, al quitarse una prenda, el movimiento fuera lo más natural posible. Kechiche es todo lo contrario. Si un actor ha de bajarse los pantalones, tendrá que repetir la escena hasta que parezca que siempre los ha llevado puestos. La autenticidad está tan lograda a lo largo de toda la película que muchas veces no entendemos siquiera la pronunciación. Esto se debe a que no recitan de manera consciente, sino que hablan de forma natural, como en la vida real, sin tener que entonar por culpa de los filtros de sonido.

Sin un guión bien definido y sin réplicas certeras ¿Acaso la película mantiene el tipo? Desde luego. Kechiche siembra esta ficción casi documental de grandes ideas en todas sus largas escenas, secuencias que en principio parecen poco interesantes y sin embargo resultan muy importantes en la obra. La primera vez que los jóvenes llegan al restaurante familiar tenemos la impresión de ver un plano secuencia interminable, aunque los cortes sean más que evidentes. El tiempo pasa sin que nos demos cuenta en una escena que apenas recorre unos pocos metros:
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Amin y su primo Toni, llegan con Céline y Charlotte, sus nuevas conquistas, al restaurante donde trabajan las madres de los chicos. Las chicas conocen a las madres y esperan a los dos chicos en la terraza del bar. Mientras Toni recibe una bronca de su madre, otro primo que ve a las chicas las invita a unirse a él y a sus amigos en el bar de al lado. Los chicos llegan entonces al bar donde encuentran al resto del grupo mientras que Céline se deja seducir por el desconocido en un baile. La canción termina, el desconocido sigue piropeando a Céline. Ambos salen a tomar el aire y se besan meintras desde dentro, Amin los ve, decepcionado.



En el desarrollo de la escena, Céline pasa de sentirse atraída por Amin a besarse con el primo desconocido. Las sonrisas van cambiando de bando, los piropos babosos van surtiendo efecto contra todo pronóstico, las cabezas de la chica y el nuevo personaje se van acercando y tras la danza sexual, vemos a Amin con mirada triste en planos más y más alejados. La distancia entre la cámara y el protagonista, cada vez mayor, contrarresta el acercamiento a primeros planos de la nueva pareja. Comprendemos antes de que el beso tenga lugar que Amin ya ha perdido a Céline. La noche termina de manera brusca con una escena de una película de guerra, soviética, muda. Homenaje a Einsenstein. Descubriremos entonces que Amin se ha dormido viendo esa película la noche anterior, solo, en su casa.



La película cuenta con un patrón que se repite en cuanto a los escenarios: playa, granja, restaurante. Los tres entornos más frecuentes. Aún más sorprendente que la escena ya descrita es el hecho que el recorrido se repita por segunda vez en otra escena, tan larga o incluso más que la anterior. Tras que Toni no responda a las llamadas de Charlotte, esta se presenta con Céline en el restaurante. La madre de Amín les dice que Toni no trabaja hoy, pero que el resto del grupo está en el bar. Mientras un hombre del restaurante seduce a Céline, Charlotte va al bar al encuentro de Toni, que aún no ha llegado. Se encuentra sin embargo con las chicas, que discuten cuál es la mejor forma de decir "te quiero" en árabe.



Se trata de una escena tan larga como la anterior, incluso más. El paseo del restaurante al bar viene marcado por tres personajes: Charlotte, que avanza para encontrarse con Toni; Céline, que retrocede para dejarse seducir por el hombre y la madre de Amin, que intenta, de manera muy cómica, poner todo en orden y hacer que las dos chicas se queden juntas. Un desarrollo en vaivén que la cámara sigue de manera delicada y casi imperceptible, quedando todo bien atado al final de la secuencia, cuando todos los actores, presentes en la escena, se preparan para irse a la discoteca. Hemos de señalar también el diálogo de las chicas. Es Charlotte quien termina por encontrar la traducción correcta. La dice mientras mira desafiante a Ophélie, la amante de Toni, dándonos a entender que es Toni quien se lo ha dicho, aunque hoy ya no responda al teléfono.



Mektoub my love es un triunfo. Los actores, sin decir nada importante, logran expresar sus sentimientos gracias a sus miradas y a sus gestos; si están celosos, si se sientes atraídos por alguien y sobre todo, aquello que no se atreven a decir. Por ejemplo, Ophélie en la discoteca, impidiendo que las chicas españolas se acerquen a Amin. También la mirada que la madre de Toni lanza a Ophélie en la playa. La retranca con la que la madre de Amin pregunta a Ophélie pour su prometido, en París. Aquello que no se dice y la reacción del receptor es más importante que el diálogo en sí. Pese a todo también hay un par de escenas gráficas, y pese a todo, bellas: la escena de sexo, en primer plano, nada más comenzar la película. O el parto de la oveja, de una ternura increíble. He aquí la importancia de la naturalidad, aquello que Kechiche busca y termina por encontrar, aunque por supuesto, sus métodos sean más que cuestionables.

hommecinema.blogspot.fr
4 de junio de 2019
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renegar. Rechazar. Abjurar. Apostatar. Huir.


La cámara sigue a Yoav recorriendo París con su mochila al hombro. Es un joven atlético de gesto rabioso, inmerso en chanchullos que dan mala espina y que nunca conoceremos al detalle. En un enorme piso vacío, se ducha mientras alguien le roba sus cosas. Desnudo, con frío, pide ayuda y no es hasta el día siguiente que una joven pareja de burgueses parisinos lo encuentran inconsciente. Lo acogen, lo visten, lo aman. Yoav aprende a hablar francés gracias a su diccionario de sinónimos. Tras un pasado traumático en el ejército de Israel, Yoav reniega de su país, de su lengua, de sus orígenes. Reniega incluso de hablar hebreo con sus paisanos israelíes, tal desprecio siente por su país. Francia es el paraíso para Yoav, centro mundial de la cultura, del espíritu, de la libertad. Él quiere ser parte de esas mentes iluminadas, de los ilustrados, de los revolucionarios, de los románticos, Yoav quiere que lo entierren en Père-Lachaise.
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Encajar. Integrar. Adaptarse, Formar parte, Pertenecer.


Yoav sufre entonces lo mismo que Nadav Lapid y lo mismo que todo extranjero ha de hacer frente en el Hexágono: la cruda diferencia entre el ideal y la realidad. Francia como ideal es un concepto distinto a su realidad, un peso demasiado grande para una población occidental moderna. La cordialidad no es necesariamente amistad, la comunicación no es necesariamente abertura, la convivencia no implica un intercambio, la proximidad no es acogida. Lapid lanza sus dardos a una sociedad hermética que ve al extranjero como un entretenimiento exótico más que como un igual. Synonymes muestra una Francia de pura cepa que menosprecia a los inmigrantes mediante la indiferencia, en el mejor de los casos, mediante la condescencia, en el peor. Una hostilidad que tortura, como vemos en el amigo de Yoav, que muestra su identidad de manera extravagante intentando provocar a la gente, buscando enfrentamientos para poder utilizar la violencia como deshogo ante la crueldad de un país que lo ignora. El último plano de la película, esa puerta cerrada que intentamos derribar a golpes resume perfectamente la rabia y el dolor ante el rechazo galo, todo lo contrario a las barreras que el propio Yoav derriba en la embajada de Israel, dejando pasar a todo el mundo.


Moldear. Formar. Moldurar. Formatear. Adaptar.


Si la sociedad francesa sale malparada en la película, el Estado, el gobierno, el poder y el sistema administrativo salen aún más escaldados. Para obtener el permiso de residencia, una funcionaria forma a gente de toda edad, raza y procedencia en los supuestos valores franceses. Esta formación, escalofriante de lo real que resulta, consiste en un test oral acerca de crímenes permitidos o no, como si es posible matar a un hijo homosexual o pegar a una mujer, y en cantar la Marsellesa a pleno pulmón. Un proceso que infantiliza y reduce la personalidad y la mente de cada extranjero, que a ojos del Estado no son más que bárbaros incivilizados, pero que Yoav, en cambio, acepta de buen grado gritando lleno de pasión la letra del himno. La estridencia del hombre pone los pelos de punta debido a los ecos de su vida militar pasada y en ese momento Lapid resalta la atrocidad de los patriotismos cuando son ciegos y no se basan en el pensamiento.


Editar. Montar. Cortar. Realizar. Dirigir. Crear.


Casi tan remarcable como la fuerte crítica del guión es la dirección de Lapid. Cortes rápidos, planos de la misma escena grabados desde distintos puntos, cambios de localización sin pausas narrativas, distintas cámaras utilizadas a lo largo del rodaje modifican el formato y la calidad de la imagen... Una realización caótica pero cuidada, que parece espontánea pero que está bien calculada, y sobre todo, fresca, joven, ágil, con obvio referente de la técnica de la Nouvelle Vague pero sin caer en lo obvio ni en el homenaje reductivo.

Synonymes cuenta con un gran número de escenas donde todas tienen algo en común: ideas. Ideas aisladas que dan origen a un segmento en el film y que ayudan a avanzar el relato. Una película que se crea en la manipulación de las imágenes y no en la escritura. Hay un plano fijo en el que vemos a Yoav a lo lejos y que de repente se convierte en un baile frenético de una multidud en primer plano al sonar los primeros acordes de Pump up the jam. Un ambiguo acercamiento amoroso entre dos hombres se ve saboteado por la luz intermitente que hace que la música que oyen pierda el compás. Una sesión de fotos en la que se humilla al modelo encierra gritos de socorro que nadie puede oír. Una banda de música de burgueses tapan la cólera de un hombre desesperado con sus notas.

Todas esas ideas son similares, cercanas, parecidas, sinónimos. Son la base de una dirección que sigue sus propias normas.

hommecinema.blogspot.com
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