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Críticas ordenadas por utilidad
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9
24 de noviembre de 2017
24 de noviembre de 2017
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa. Valiente. Transgresora. Reúne en episodios de veinte minutos magistrales una refexión sobre la condición humana, la condición sexual y la condición judía, es decir, la condición de este humano llamado occidental. En su investigación sobre la familia protagonista hay una investigación sobre todos nosotros, lo que aceptamos y lo que no toleramos por estar llenos de prejuicios.
El cambio de sexo implica un análisis más profundo de nuestros aciertos y errores a lo largo de la vida, lo que recordamos y lo que hemos olvidado o hemos querido olvidar. Nuestra identidad se forja en el ocultamiento, el disimulo y el autoengaño. Todos queremos lo prohibido, lo que no somos, lo que nos han prohibido ser.
Los diálogos, los actores...maravillosos... El ejercicio psicoanalítico de una familia judía a la deriva nos ayuda a comprender que somos extremadamente frágiles sin querer reconocerlo.
Esta gran serie muestra que el ser humano puede llegar a ser cualquier cosa que quiera ser, y que la libertad es sólo eso: ser humano y aceptar y tolerar y reivindcar ser libre sin prejuicios ni hipocresía ni etiquetas. Esto dolerá a los intransigentes, pero ya sabemos que la libertad duele y da miedo. La libertad es Transparent.
El cambio de sexo implica un análisis más profundo de nuestros aciertos y errores a lo largo de la vida, lo que recordamos y lo que hemos olvidado o hemos querido olvidar. Nuestra identidad se forja en el ocultamiento, el disimulo y el autoengaño. Todos queremos lo prohibido, lo que no somos, lo que nos han prohibido ser.
Los diálogos, los actores...maravillosos... El ejercicio psicoanalítico de una familia judía a la deriva nos ayuda a comprender que somos extremadamente frágiles sin querer reconocerlo.
Esta gran serie muestra que el ser humano puede llegar a ser cualquier cosa que quiera ser, y que la libertad es sólo eso: ser humano y aceptar y tolerar y reivindcar ser libre sin prejuicios ni hipocresía ni etiquetas. Esto dolerá a los intransigentes, pero ya sabemos que la libertad duele y da miedo. La libertad es Transparent.

5,6
10.269
8
28 de septiembre de 2013
28 de septiembre de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Manuel Martín cuenca no es un cine que haga concesiones. Todas sus películas reúnen una visión de la existencia demoledora. La soledad es siempre el gran protagonista. Su cámara documental recorre escenarios y rostros con una sinceridad que, a los que buscamos explicaciones al hecho de vivir, nos deja petrificados en la butaca. Recuerdo lo que me costó digerir La mitad de Óscar. No me la quitaba de la cabeza mientras seguía fingiendo en mi vida cotidiana. Un gran director sabe crear desasosiego y conmover al mismo tiempo, esto resume (y no es fácil) el cine de Martín Cuenca. Hay que ver Malas temporadas, una película que como todas las de este director merece premios y más premios.
Hemos visto esta película convertida en basura por directores de medio pelo. Ahora, Caníbal, este ser encerrado en su cárcel-sastrería, un ser que desea amar y desear, pero al que alguien o algo ha convertido en monstruo, se convierte en cine en manos de un director que sitúa su cámara en lugares reales y en puntos de vista creíbles.
Me falta añadir, para más admiración, lo importante que es la dirección de actores, y Martín Cuenca es un gran director de películas y de actores y de realidades. Su punto de vista conmueve y remueve.
Hemos visto esta película convertida en basura por directores de medio pelo. Ahora, Caníbal, este ser encerrado en su cárcel-sastrería, un ser que desea amar y desear, pero al que alguien o algo ha convertido en monstruo, se convierte en cine en manos de un director que sitúa su cámara en lugares reales y en puntos de vista creíbles.
Me falta añadir, para más admiración, lo importante que es la dirección de actores, y Martín Cuenca es un gran director de películas y de actores y de realidades. Su punto de vista conmueve y remueve.

6,2
10.220
9
3 de marzo de 2018
3 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra gran obra cinematográfica de Woody Allen. Esta cinta la incluyo entre las que denomino sus películas sombrías, obras espléndidas que tensan al máximo los dilemas éticos de la existencia. Quizá en ellas, el director une sus recurrentes guiños freudianos a la crudeza del existencialismo.
En esta ocasión, el personaje que interpreta una magistral Kate Winslet nos remite a una Madame Bovary, mujer insatisfecha de su misma condición, de un género que le ha asignado un papel mediocre y miserable en una sociedad regida por estereotipos destructivos e indestructibles. El paso del tiempo y su persisente frustración, aspiraba a ser una gran actriz, la llevan no solo al alcohol, sino a tener unos arrebatos emocionales que bordean la locura (genial guión e interpretación de una inmensa actriz que no ha sido nominada al Óscar por este papel, para mí directamente ganadora). De paso, recordemos a Winslet en Revolutionary Road, en un papel muy similar y con una interpretación igual de insuperable. De paso, hagamos un homenaje a los deslumbrantes papeles femeninos del gran John Cassavetes.
Allen juega y experimenta como hace en sus grandes obras. Un ingenuo narrador se dirige a nosotros, espectadores, para contar la historia, o al menos su versión de la historia, elemento de una comicidad también sombría, que nos desconcierta porque sabemos, a través de otros personajes y situaciones, que no estamos viendo una comedia, sino una historia terrible. Ese niño pirómano que cierra la historia y que prolonga la personalidad de la madre neurótica es quizás la advertencia de que lo que presenciamos es la existencia humana y tiene un nombre en el gran Woody Allen: nihilismo. O esa hija que tiene los días contados.
Otro acierto del guión es presentarnos a una pareja madura, cansada y decepcionada, llevando su frustración al límite con esos hijos que pertenecen a relaciones anteriores, también amargas y fallidas. Por eso no sienten amor, más bien desprecio por esos hijos que no son suyos y que representan la prolongación de la amargura y de la prisión de sus progenitores.
Magníficos contrastes ambientales que nos causan más perplejidad, la playa, la luz, lo festivo contra la claustrofobia del interior de la casa, esa noria, ruleta que vemos a través de la ventana, como la imagen de una existencia que aparenta azar y libre albedrío, pero que realmente se encuentra cruelmente determinada por situaciones y contextos asfixiantes.
La determinación del género y la pertenencia a una clase social son lo que define la existencia humana. Madre e hijo en un final absolutamente memorable.
Una de las grandes películas sombrías de Woody Allen, de sus grandes películas nihilistas, sin concesiones. La existencia humana es la ilusión de ser libre, y la certeza del fuego (pequeños actos terroristas de un anarquismo estéril) de la impotencia.
En esta ocasión, el personaje que interpreta una magistral Kate Winslet nos remite a una Madame Bovary, mujer insatisfecha de su misma condición, de un género que le ha asignado un papel mediocre y miserable en una sociedad regida por estereotipos destructivos e indestructibles. El paso del tiempo y su persisente frustración, aspiraba a ser una gran actriz, la llevan no solo al alcohol, sino a tener unos arrebatos emocionales que bordean la locura (genial guión e interpretación de una inmensa actriz que no ha sido nominada al Óscar por este papel, para mí directamente ganadora). De paso, recordemos a Winslet en Revolutionary Road, en un papel muy similar y con una interpretación igual de insuperable. De paso, hagamos un homenaje a los deslumbrantes papeles femeninos del gran John Cassavetes.
Allen juega y experimenta como hace en sus grandes obras. Un ingenuo narrador se dirige a nosotros, espectadores, para contar la historia, o al menos su versión de la historia, elemento de una comicidad también sombría, que nos desconcierta porque sabemos, a través de otros personajes y situaciones, que no estamos viendo una comedia, sino una historia terrible. Ese niño pirómano que cierra la historia y que prolonga la personalidad de la madre neurótica es quizás la advertencia de que lo que presenciamos es la existencia humana y tiene un nombre en el gran Woody Allen: nihilismo. O esa hija que tiene los días contados.
Otro acierto del guión es presentarnos a una pareja madura, cansada y decepcionada, llevando su frustración al límite con esos hijos que pertenecen a relaciones anteriores, también amargas y fallidas. Por eso no sienten amor, más bien desprecio por esos hijos que no son suyos y que representan la prolongación de la amargura y de la prisión de sus progenitores.
Magníficos contrastes ambientales que nos causan más perplejidad, la playa, la luz, lo festivo contra la claustrofobia del interior de la casa, esa noria, ruleta que vemos a través de la ventana, como la imagen de una existencia que aparenta azar y libre albedrío, pero que realmente se encuentra cruelmente determinada por situaciones y contextos asfixiantes.
La determinación del género y la pertenencia a una clase social son lo que define la existencia humana. Madre e hijo en un final absolutamente memorable.
Una de las grandes películas sombrías de Woody Allen, de sus grandes películas nihilistas, sin concesiones. La existencia humana es la ilusión de ser libre, y la certeza del fuego (pequeños actos terroristas de un anarquismo estéril) de la impotencia.

6,4
1.111
9
12 de enero de 2018
12 de enero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran cine de Stéphane Brizé nos presenta siempre la vida, con sus magníficas posibilidades y con sus terribles frustraciones. Quizás Madmoiselle Chambon sea la mejor película de este gran director, por una sencilla razón: porque explica toda su visión, toda su perspectiva sobre la existencia humana. Lo que somos es lo que no decimos, pero sí es lo que sentimos. Nuestra existencia se va cubriendo de capas insoportablemente sociales, y luchamos contra ellas, pero acabamos perdiendo porque el muro al que nos enfrentamos es un muro educacional, y nos hallamos condicionados a actuar como debemos hacerlo. El padre, el marido, es el padre y el marido. Debe serlo.
Brizé se atreve a presentarnos de forma magistral a una mujer totalmente libre, radicalmente libre, libre ante el mensaje de su madre, libre de la maternidad, libre del matrimonio carcelario, libre del trabajo esclavo... Una mujer a la que sólo mueve el amor y la música.
Una pequeña joya, una gran obra maestra del cine francés que nos enseña cosas tan sencillas como que la vida y el amor son más importantes que la teatralidad cotidiana, que los sentimientos mueven nuestro estúpido mundo, pero tenemos miedo y somos cobardes cuando la vida nos dice: adelante. Y nosotros somos solamente humanos.No queremos hacer daño, pero queremos, necesitamos amar de verdad.
Brizé se atreve a presentarnos de forma magistral a una mujer totalmente libre, radicalmente libre, libre ante el mensaje de su madre, libre de la maternidad, libre del matrimonio carcelario, libre del trabajo esclavo... Una mujer a la que sólo mueve el amor y la música.
Una pequeña joya, una gran obra maestra del cine francés que nos enseña cosas tan sencillas como que la vida y el amor son más importantes que la teatralidad cotidiana, que los sentimientos mueven nuestro estúpido mundo, pero tenemos miedo y somos cobardes cuando la vida nos dice: adelante. Y nosotros somos solamente humanos.No queremos hacer daño, pero queremos, necesitamos amar de verdad.

7,0
30.142
6
8 de noviembre de 2015
8 de noviembre de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi crítica tiene poco que aportar a la del compañero antonalva, si acaso reforzarla porque somos de los pocos que no hemos conseguido ver en Truman lo que la mayoría sí.
Es cierto que la presencia de Darín es magnética, ¿cuándo no lo ha sido? Pero el resto de secuencias, personajes, situaciones tópicas, etc. no son más que pura anécdota y de lo más superficial. Medio en broma la película se toma muy en serio, y ahi comete su gran error, no hay tono ni dirección a seguir, sólo momentos y momentos unos más dramáticos, otros más cómicos que no consiguen hacerse creíbles. Un ejemplo de esto son las secuencias del teatro y la aparición del gran José Luis Gómez, totalmente fallidas, inútiles e incluso mal realizadas.
Las relaciones entre los protagonistas están totalmente descompensadas, quizá la hermana y el buen amigo (el limitado Javier Cámara de siempre en el papel de siempre), deberían ofrecer más complejidad y no quedarse en meros muñecos sin ninguna entidad.
Una película sobre la despedida, una película sobre la amistad, una película que no indaga en el fin de una época o de una manera de entender la vida, en el fin de un hombre y de un mundo (como sí hacía la obra maestra que da título a esta crítica), una película que, aunque se esfuerza por disimularlo, se acerca mucho más de lo que parece a productos comerciales al uso.
Es cierto que la presencia de Darín es magnética, ¿cuándo no lo ha sido? Pero el resto de secuencias, personajes, situaciones tópicas, etc. no son más que pura anécdota y de lo más superficial. Medio en broma la película se toma muy en serio, y ahi comete su gran error, no hay tono ni dirección a seguir, sólo momentos y momentos unos más dramáticos, otros más cómicos que no consiguen hacerse creíbles. Un ejemplo de esto son las secuencias del teatro y la aparición del gran José Luis Gómez, totalmente fallidas, inútiles e incluso mal realizadas.
Las relaciones entre los protagonistas están totalmente descompensadas, quizá la hermana y el buen amigo (el limitado Javier Cámara de siempre en el papel de siempre), deberían ofrecer más complejidad y no quedarse en meros muñecos sin ninguna entidad.
Una película sobre la despedida, una película sobre la amistad, una película que no indaga en el fin de una época o de una manera de entender la vida, en el fin de un hombre y de un mundo (como sí hacía la obra maestra que da título a esta crítica), una película que, aunque se esfuerza por disimularlo, se acerca mucho más de lo que parece a productos comerciales al uso.
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