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6
26 de septiembre de 2022
26 de septiembre de 2022
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Si Patton Oswalt se hubiera retirado del stand-up después de 'Annihilation', lo habría hecho por todo lo alto, entregando al mundo su obra maestra. Su cada vez más extensa lista de créditos en Hollywood sería motivo suficiente para aparcar una carrera en favor de otra, pero parece que Oswalt de verdad disfruta haciendo comedia y es capaz de usarla de forma catártica. Sobre el escenario, él es el que tiene el control, y esa es una sensación de la que es difícil separarse cuando en tu otra carrera trabajas para y con los demás.
'We All Scream' es un especial sobre un hombre que simplemente sale a divertirse a escena, con la conciencia tranquila porque ya ha producido su gran obra. La concepción y representación de 'Annihilation' tuvo que ser un proceso duro y tortuoso para su creador, así que es normal que ahora prefiera una aproximación más espontánea y juguetona a su material. El problema es que a veces sus "bits" no llegan a ningún sitio (todo el inicio sobre el pajar de vello púbico) o se alargan demasiado (el interrogatorio a los miembros de la primera fila).
Oswalt es un cómico carismático que tiene el don de parecer un tipo normal a pesar de ser uno de los cómicos más importantes de su generación y un actor reconocible de Hollywood. Sabe explotar bien ese personaje a través de su comedia, casi siempre centrada en situaciones de su vida, y siempre cae de pie a pesar de no estar en su mejor momento a nivel creativo. Este especial es prueba de todo ello.
'We All Scream' es un especial sobre un hombre que simplemente sale a divertirse a escena, con la conciencia tranquila porque ya ha producido su gran obra. La concepción y representación de 'Annihilation' tuvo que ser un proceso duro y tortuoso para su creador, así que es normal que ahora prefiera una aproximación más espontánea y juguetona a su material. El problema es que a veces sus "bits" no llegan a ningún sitio (todo el inicio sobre el pajar de vello púbico) o se alargan demasiado (el interrogatorio a los miembros de la primera fila).
Oswalt es un cómico carismático que tiene el don de parecer un tipo normal a pesar de ser uno de los cómicos más importantes de su generación y un actor reconocible de Hollywood. Sabe explotar bien ese personaje a través de su comedia, casi siempre centrada en situaciones de su vida, y siempre cae de pie a pesar de no estar en su mejor momento a nivel creativo. Este especial es prueba de todo ello.
17 de octubre de 2022
17 de octubre de 2022
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La enésima resurrección de Michael Myers en 2018 tenía potencial. Después de los interesantes pero, a última instancia, fallidos films de Rob Zombie, ‘Halloween’ volvía tras casi una década para demostrar que su nombre sigue siendo un valor seguro. Seguía la moda de las omnipresentes secuelas de legado, en las que los personajes del film original volvían a la historia acompañados por un nuevo reparto de actores y una ligera vuelta de tuerca. En este caso, Jamie Lee Curtis retomaba el papel que interpretó en la influyente película de John Carpenter, pero 40 años después todavía vivía atormentada por los eventos de la original. El mencionado director volvía a estar implicado, en calidad de productor y compositor. Blumhouse, la productora detrás de algunas de las franquicias de terror más populares de la última década (‘Paranormal Activity’, ‘La purga’, o las secuelas de ‘Insidious’), estaba a cargo del proyecto. El director elegido fue David Gordon Green, realizador de comedias como ‘Superfumados’ y pequeños dramas bien recibidos por la crítica como ‘Joe’ o ‘Más fuerte que el destino’. En resumen, un equipo competente. ¿Qué salió mal entonces?
Cuando uso esa palabra no me refiero al éxito global de la película, que triunfó donde importa: los números de taquilla. ‘Halloween’ recaudó más de 250 millones, lo que supone un beneficio espectacular para Blumhouse, que la hizo por 10 millones. Tampoco fue mal recibida por la crítica, que apreció el cambio de registro hacia un tono más serio que exploraba el trauma de la protagonista, incapaz de seguir adelante más de cuatro décadas después. Es una narrativa que tocaba la fibra sensible cultural, ya que el film se estrenó apenas un año después del movimiento “Me Too”, que destapó los abusos de los poderosos en Hollywood y sacó a la palestra a muchas víctimas, la mayoría mujeres, dispuestas a poner voz y cara al movimiento. Laurie Strode, el personaje de Lee Curtis, era la víctima definitiva, ignorada o directamente despreciada por gran parte de su comunidad. Michael Myers es la encarnación física de su trauma, y Strode no descansará hasta que se haya enfrentado a él de forma directa.
Las dos secuelas de este film también han querido comentar sobre la situación sociopolítica en Estados Unidos. ‘Halloween Kills’ es una película sobre las consecuencias de dejarse llevar por las masas enfurecidas, un reflejo del inconsciente colectivo en la América trumpista dividida. ‘Halloween: El final’, dicen sus creadores, incorpora elementos de la post-pandemia en la trama, algo que yo no lo he apreciado ni en un segundo del metraje. Este último punto ilustra a la perfección la eficacia de los mensajes que quieren transmitir estas tres entregas: no hay por donde cogerlos porque siempre caen en lo absurdo. En la primera, Strode era una paranoica que se dejaba llevar más por el histrionismo que por la introspección traumática. En la segunda, uno de los habitantes de Haddonfield, el pueblo en el que se desarrolla la acción, usan de forma no irónica la expresión “los monstruos éramos nosotros” después de darse cuenta del daño que ha provocado la histeria colectiva de los vecinos. Durante buena parte del metraje del final de la saga, me pregunté si estaba intentando ser cómica al estilo de ‘Scream’, pero no, era solo un mal manejo del tono.
Ninguna de estas tres entregas me ha parecido una buena película de terror, pero disfruté ‘Halloween Kills’ porque Michael Myers está en plenas facultades a nivel físico y creativo a la hora de llevar a cabo sus ejecuciones. Gordon Green se tomó muy en serio (como casi todo en la trilogía) la idea de que Myers es un monstruo indestructible e inmortal y le puso delante a una masa de personas a las que pasó por encima como si fuera un camión. ‘Halloween: El final’, estrenada este pasado viernes, es sin duda la peor de una trilogía mal concebida desde el primer minuto. La idea tras la primera ‘Halloween’ era ver que tal funcionaba en taquilla, y después ya se planearía acorde a esos resultados. Ergo, el equipo tenía que poner la carne en el asador en la película para funcionar a todos los niveles y a la vez dejar la puerta entreabierta de cara al futuro.
Esto implica que no había una historia planeada que tuviera una estructura satisfactoria, y a las pruebas me remito. Al inicio de esta última película, se nos introduce a un personaje nuevo que será el esqueleto narrativo, con Laurie Strode pasando a un segundo plano. El arco de este personaje no puede construirse en una hora, es una transformación que necesita tiempo para desarrollarse y tener un mínimo de credibilidad narrativa. Los eventos de la trama parecen sacados de un manual de tópicos del cine de terror, concretamente de la sección dedicada a los peores que se pueden usar. La dirección que toma Gordon Green era solo espectacular en su cabeza, o en un mundo en el que ha establecido las bases en los dos films previos. El segundo es casi ignorado, y podría haber plantado las semillas de la siguiente entrega porque se anunciaron a la vez; El primero lo resume la voz en off de Jamie Lee Curtis en la primera escena después de los créditos. Ese es el tipo de importancia que tienen los detalles en estas películas, que nunca son sutiles ni tienen estilo más allá de “slasher genérico contemporáneo”.
La mediocridad es la palabra más positiva que se me ocurre para definir una trilogía fallida en casi todos los aspectos, pero que aún con esas generará muchísimo dinero en taquilla. No nos engañemos, esto está lejos de ser el final de ‘Halloween’, por mucho que así lo declare el título. En unos años Michael Myers volverá a nuestras pantallas de la misma forma que siempre vuelve en las películas. ‘Halloween: The End, So Far’ habría sido un título más apto y sincero.
Cuando uso esa palabra no me refiero al éxito global de la película, que triunfó donde importa: los números de taquilla. ‘Halloween’ recaudó más de 250 millones, lo que supone un beneficio espectacular para Blumhouse, que la hizo por 10 millones. Tampoco fue mal recibida por la crítica, que apreció el cambio de registro hacia un tono más serio que exploraba el trauma de la protagonista, incapaz de seguir adelante más de cuatro décadas después. Es una narrativa que tocaba la fibra sensible cultural, ya que el film se estrenó apenas un año después del movimiento “Me Too”, que destapó los abusos de los poderosos en Hollywood y sacó a la palestra a muchas víctimas, la mayoría mujeres, dispuestas a poner voz y cara al movimiento. Laurie Strode, el personaje de Lee Curtis, era la víctima definitiva, ignorada o directamente despreciada por gran parte de su comunidad. Michael Myers es la encarnación física de su trauma, y Strode no descansará hasta que se haya enfrentado a él de forma directa.
Las dos secuelas de este film también han querido comentar sobre la situación sociopolítica en Estados Unidos. ‘Halloween Kills’ es una película sobre las consecuencias de dejarse llevar por las masas enfurecidas, un reflejo del inconsciente colectivo en la América trumpista dividida. ‘Halloween: El final’, dicen sus creadores, incorpora elementos de la post-pandemia en la trama, algo que yo no lo he apreciado ni en un segundo del metraje. Este último punto ilustra a la perfección la eficacia de los mensajes que quieren transmitir estas tres entregas: no hay por donde cogerlos porque siempre caen en lo absurdo. En la primera, Strode era una paranoica que se dejaba llevar más por el histrionismo que por la introspección traumática. En la segunda, uno de los habitantes de Haddonfield, el pueblo en el que se desarrolla la acción, usan de forma no irónica la expresión “los monstruos éramos nosotros” después de darse cuenta del daño que ha provocado la histeria colectiva de los vecinos. Durante buena parte del metraje del final de la saga, me pregunté si estaba intentando ser cómica al estilo de ‘Scream’, pero no, era solo un mal manejo del tono.
Ninguna de estas tres entregas me ha parecido una buena película de terror, pero disfruté ‘Halloween Kills’ porque Michael Myers está en plenas facultades a nivel físico y creativo a la hora de llevar a cabo sus ejecuciones. Gordon Green se tomó muy en serio (como casi todo en la trilogía) la idea de que Myers es un monstruo indestructible e inmortal y le puso delante a una masa de personas a las que pasó por encima como si fuera un camión. ‘Halloween: El final’, estrenada este pasado viernes, es sin duda la peor de una trilogía mal concebida desde el primer minuto. La idea tras la primera ‘Halloween’ era ver que tal funcionaba en taquilla, y después ya se planearía acorde a esos resultados. Ergo, el equipo tenía que poner la carne en el asador en la película para funcionar a todos los niveles y a la vez dejar la puerta entreabierta de cara al futuro.
Esto implica que no había una historia planeada que tuviera una estructura satisfactoria, y a las pruebas me remito. Al inicio de esta última película, se nos introduce a un personaje nuevo que será el esqueleto narrativo, con Laurie Strode pasando a un segundo plano. El arco de este personaje no puede construirse en una hora, es una transformación que necesita tiempo para desarrollarse y tener un mínimo de credibilidad narrativa. Los eventos de la trama parecen sacados de un manual de tópicos del cine de terror, concretamente de la sección dedicada a los peores que se pueden usar. La dirección que toma Gordon Green era solo espectacular en su cabeza, o en un mundo en el que ha establecido las bases en los dos films previos. El segundo es casi ignorado, y podría haber plantado las semillas de la siguiente entrega porque se anunciaron a la vez; El primero lo resume la voz en off de Jamie Lee Curtis en la primera escena después de los créditos. Ese es el tipo de importancia que tienen los detalles en estas películas, que nunca son sutiles ni tienen estilo más allá de “slasher genérico contemporáneo”.
La mediocridad es la palabra más positiva que se me ocurre para definir una trilogía fallida en casi todos los aspectos, pero que aún con esas generará muchísimo dinero en taquilla. No nos engañemos, esto está lejos de ser el final de ‘Halloween’, por mucho que así lo declare el título. En unos años Michael Myers volverá a nuestras pantallas de la misma forma que siempre vuelve en las películas. ‘Halloween: The End, So Far’ habría sido un título más apto y sincero.
6
28 de septiembre de 2022
28 de septiembre de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se puede decir que salgan malas ideas de ese departamento creado por Shueisha en 2016 para producir exclusivamente contenido multimedia de la franquicia de 'Dragon Ball'. No hace falta estar en la habitación para intuir que la forma en la que se presentó el concepto de esta obra fue "la película que dejará satisfechos a los fans de Gohan". Desde el final de la publicación del manga original, existe un cierto tipo de fan que considera que la historia de este legendario shonen manga debería haber concluido al final de la saga de los androides, donde Goku cede el testigo a Gohan como protector de la Tierra.
Si hay que encasillarme en el contexto de fan de 'Dragon Ball', me consideraría más parte de ese grupo que de otros como "Vegeta merece una victoria gloriosa" o "la conclusión del arco de Namek es el final ideal". Por ser este tipo de fan, detecto antes los intentos de satisfacerme de este nuevo film, aunque es difícil no darse cuenta, pues 'Super Hero' está plagada de "fanservice" (y no me refiero al de contenido semierótico que se asocia al manga y al anime, aunque ese también tiene su espacio).
Lo positivo de esta última entrega es que tenemos el foco en Gohan y, sobre todo, Piccolo, el personaje que carga mayor peso en la narrativa. Todo este foco narrativo en dos personajes queridos por los fans y maltratados por parte de Akira Toriyama conforme avanzaba el manga es refrescante, pero cae en un error común. Goku y Vegeta quedan relegados a una escena extendida que podría haberse eliminado y la historia no se vería afectada en absoluto. No puede haber una película de Dragon Ball sin Goku y Vegeta, pensarán unos productores y editores a los que todavía les dura el susto que se llevaron en los 90 cuando el manga pasó a centrarse en el Gohan adolescente y descendió la popularidad de la serie.
'Super Hero' está llena de referencias al pasado, tanto en forma de flashbacks como de personajes, técnicas e incluso transformaciones. Es el mal endémico que infecta a prácticamente todas las franquicias cinematográficas: el antes mecionado "fanservice". Algunos personajes recuerdan técnicas del pasado para aplicarlos a su estilo de lucha actual, otros aparecen solo para aportar su gag, y los desencadenantes de transformaciones remiten a otros momentos similares de la obra original. Es el problema actual que afecta a propiedades como 'Star Wars', en la que la mitología original no es suficiente para satisfacer a los fans, o eso piensan sus encargados. Por eso se empeñan en mitificar a personajes secundarios o directamente objetos en los que nadie ha pensado en su vida, pero que se convierten en instrumentos narrativos en base a su aparición en las películas originales.
Esto funciona en contra de la película, sobre todo si tenemos en cuenta que lo que mejor ha funcionado desde la resurrección de 'Dragon Ball' es la expansión de su universo y la búsqueda de nuevas fronteras. Incluso han encontrado formas de encarar el pasado de forma creativa, reinventando conceptos anteriores ('Dragon Ball Super: Broly') o saldando cuentas pendientes ('La resurrección de F'). Un aspecto destacable es que los nuevos personajes suelen ser buenas adiciones al canon de la serie, y aunque los de 'Super Hero' no estén a la altura de Beerus o Whis, siguen teniendo personalidades interesantes y ofrecen dinámicas divertidas. Si se puede señalar un problema común a todo 'Dragon Ball' posterior a 'La batalla de los dioses' es que las transformaciones se han convertido en una parodia, por no hablar de un "power-scaling" que lleva sin tener sentido desde Namek y que solo ha ido a peor en cuanto a niveles de ridiculez.
Por acabar, creo que toca aplaudir el trabajo de los animadores, ya que esta es la primera película de animación 3D de la saga. Después del festín para la vista que fue la anterior película, el equipo técnico decidió ofrecer una propuesta distinta y les ha funcionado. El problema de la animación 3D en el anime es que buscaba replicar más a un videojuego que a una película de Pixar, y el resultado acababa pareciendo una cinemática de PS2. 'Super Hero' acierta con un look "cel shading" que hace destacar los diseños de personajes. Los realizadores también aprovechan la tecnología a la hora de planear movimientos de cámara que serían imposibles en animación en 2D. Incluso se atreven a jugar con la profundidad de campo, sobre todo en el primer tercio de metraje, una técnica cinematográfica sobre la que no sueles pensar cuando toca reflexionar sobre películas basadas en shonen battle manga.
'Dragon Ball Super: Super Hero' es una experiencia confeccionada para un tipo específico de fans que a la vez no aliena a los demás grupos del fandom. Es un entretenimiento ligero que no dice ni muestra nada que no se haya visto antes dentro de los confines de este universo multimedia, pero que funciona como una de esas películas-franquicia en las que los fans llenan una sala para reaccionar como espectadores de fútbol ante cada momento climático o cada referencia. Sus virtudes son obvias, pero depende de cada uno ignorar lo negativo en favor de la experiencia global. Personalmente, y hablando como fan de toda la vida de 'Dragon Ball' y también del battle manga como género, salí del cine con una sensación positiva pero algo amarga que no me dejaron películas de anime como 'Guardianes de la noche: Tren infinito' o 'Jujutsu Kaisen 0'.
Si hay que encasillarme en el contexto de fan de 'Dragon Ball', me consideraría más parte de ese grupo que de otros como "Vegeta merece una victoria gloriosa" o "la conclusión del arco de Namek es el final ideal". Por ser este tipo de fan, detecto antes los intentos de satisfacerme de este nuevo film, aunque es difícil no darse cuenta, pues 'Super Hero' está plagada de "fanservice" (y no me refiero al de contenido semierótico que se asocia al manga y al anime, aunque ese también tiene su espacio).
Lo positivo de esta última entrega es que tenemos el foco en Gohan y, sobre todo, Piccolo, el personaje que carga mayor peso en la narrativa. Todo este foco narrativo en dos personajes queridos por los fans y maltratados por parte de Akira Toriyama conforme avanzaba el manga es refrescante, pero cae en un error común. Goku y Vegeta quedan relegados a una escena extendida que podría haberse eliminado y la historia no se vería afectada en absoluto. No puede haber una película de Dragon Ball sin Goku y Vegeta, pensarán unos productores y editores a los que todavía les dura el susto que se llevaron en los 90 cuando el manga pasó a centrarse en el Gohan adolescente y descendió la popularidad de la serie.
'Super Hero' está llena de referencias al pasado, tanto en forma de flashbacks como de personajes, técnicas e incluso transformaciones. Es el mal endémico que infecta a prácticamente todas las franquicias cinematográficas: el antes mecionado "fanservice". Algunos personajes recuerdan técnicas del pasado para aplicarlos a su estilo de lucha actual, otros aparecen solo para aportar su gag, y los desencadenantes de transformaciones remiten a otros momentos similares de la obra original. Es el problema actual que afecta a propiedades como 'Star Wars', en la que la mitología original no es suficiente para satisfacer a los fans, o eso piensan sus encargados. Por eso se empeñan en mitificar a personajes secundarios o directamente objetos en los que nadie ha pensado en su vida, pero que se convierten en instrumentos narrativos en base a su aparición en las películas originales.
Esto funciona en contra de la película, sobre todo si tenemos en cuenta que lo que mejor ha funcionado desde la resurrección de 'Dragon Ball' es la expansión de su universo y la búsqueda de nuevas fronteras. Incluso han encontrado formas de encarar el pasado de forma creativa, reinventando conceptos anteriores ('Dragon Ball Super: Broly') o saldando cuentas pendientes ('La resurrección de F'). Un aspecto destacable es que los nuevos personajes suelen ser buenas adiciones al canon de la serie, y aunque los de 'Super Hero' no estén a la altura de Beerus o Whis, siguen teniendo personalidades interesantes y ofrecen dinámicas divertidas. Si se puede señalar un problema común a todo 'Dragon Ball' posterior a 'La batalla de los dioses' es que las transformaciones se han convertido en una parodia, por no hablar de un "power-scaling" que lleva sin tener sentido desde Namek y que solo ha ido a peor en cuanto a niveles de ridiculez.
Por acabar, creo que toca aplaudir el trabajo de los animadores, ya que esta es la primera película de animación 3D de la saga. Después del festín para la vista que fue la anterior película, el equipo técnico decidió ofrecer una propuesta distinta y les ha funcionado. El problema de la animación 3D en el anime es que buscaba replicar más a un videojuego que a una película de Pixar, y el resultado acababa pareciendo una cinemática de PS2. 'Super Hero' acierta con un look "cel shading" que hace destacar los diseños de personajes. Los realizadores también aprovechan la tecnología a la hora de planear movimientos de cámara que serían imposibles en animación en 2D. Incluso se atreven a jugar con la profundidad de campo, sobre todo en el primer tercio de metraje, una técnica cinematográfica sobre la que no sueles pensar cuando toca reflexionar sobre películas basadas en shonen battle manga.
'Dragon Ball Super: Super Hero' es una experiencia confeccionada para un tipo específico de fans que a la vez no aliena a los demás grupos del fandom. Es un entretenimiento ligero que no dice ni muestra nada que no se haya visto antes dentro de los confines de este universo multimedia, pero que funciona como una de esas películas-franquicia en las que los fans llenan una sala para reaccionar como espectadores de fútbol ante cada momento climático o cada referencia. Sus virtudes son obvias, pero depende de cada uno ignorar lo negativo en favor de la experiencia global. Personalmente, y hablando como fan de toda la vida de 'Dragon Ball' y también del battle manga como género, salí del cine con una sensación positiva pero algo amarga que no me dejaron películas de anime como 'Guardianes de la noche: Tren infinito' o 'Jujutsu Kaisen 0'.
26 de septiembre de 2022
26 de septiembre de 2022
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ojalá existieran más directores como Jonás Trueba en España. Es de los pocos que se podrían considerar independientes y que tienen cierto nivel de relevancia fuera del panorama mainstream, acaparado por comedias y thrillers. Sus películas no están sujetas a un look o fórmulas preconcebidas, sino que suelen ser ejercicios de libertad creativa hasta cierto punto estimulantes. Pero el mayor motivo por el que desearía que hubiera más como Trueba es porque su cine no apela del todo a mis sensibilidades.
'Tenéis que venir a verla' es a la vez fascinante y frustrante. El relato minimalista de la relación entre dos parejas que se han distanciado por las circunstancias de la vida adulta es delicado y melancólico, y la mayoría de espectadores potenciales del film se sentirán identificados hasta cierto punto. Y digo hasta cierto punto porque estas dos parejas son 4 de las personas más aburridas que he visto en una película. Si la idea era esa, gran trabajo, pero no veo que haya una distancia irónica respecto a estos personajes como para contextualizar su forma de no ser.
En este film Trueba parece haber canalizado algunos elementos del rey del minimalismo cinematográfico contemporáneo, Hong Sang-soo, pero se olvida de la esencia de su cine: los personajes. Los films del coreano no funcionan porque hay conversaciones banales en bares o paseos entre amigos. No son películas de situación, sino de diálogos y gestos que dicen mucho de sus personajes de maneras sutiles. Los personajes de Trueba tienen que citar poemas y libros para decir cosas interesantes, pues sus conversaciones no fluyen con naturalidad ni transmiten nada sobre su personalidad.
Para ser un director que tiene el naturalismo por bandera, la visión de la vida en la ciudad frente a la vida en el campo se siente cosmopolita e idealizada. Y en parte es comprensible, pues vivir en un paisaje urbano como el de Madrid, con todo lo que ello implica, hace que vivir en un sitio a 5 minutos de un cercanías te parezca el paraíso. Cuando estos personajes dan un paseo por el campo puedes ver los coches pasando por la carretera. Esto no es el campo, es la visión urbanita del campo. Lo suficientemente lejos como para considerar que estás lejos del mundanal ruido, pero lo suficientemente cerca como para irte a pasar el día en los centros comerciales.
Todo esto no embarra momentos que sí son poderosos, como la primera escena, en la que Trueba demuestra su talento de capturar la música en directo, o la partida de ping-pong, que se siente realmente espontánea y donde prima la diversión, tanto para los personajes como para el espectador. Necesitamos a más gente como Jonás Trueba y más películas como esta, pero también necesitamos visiones frescas que vengan de distintos sitios de España.
'Tenéis que venir a verla' es a la vez fascinante y frustrante. El relato minimalista de la relación entre dos parejas que se han distanciado por las circunstancias de la vida adulta es delicado y melancólico, y la mayoría de espectadores potenciales del film se sentirán identificados hasta cierto punto. Y digo hasta cierto punto porque estas dos parejas son 4 de las personas más aburridas que he visto en una película. Si la idea era esa, gran trabajo, pero no veo que haya una distancia irónica respecto a estos personajes como para contextualizar su forma de no ser.
En este film Trueba parece haber canalizado algunos elementos del rey del minimalismo cinematográfico contemporáneo, Hong Sang-soo, pero se olvida de la esencia de su cine: los personajes. Los films del coreano no funcionan porque hay conversaciones banales en bares o paseos entre amigos. No son películas de situación, sino de diálogos y gestos que dicen mucho de sus personajes de maneras sutiles. Los personajes de Trueba tienen que citar poemas y libros para decir cosas interesantes, pues sus conversaciones no fluyen con naturalidad ni transmiten nada sobre su personalidad.
Para ser un director que tiene el naturalismo por bandera, la visión de la vida en la ciudad frente a la vida en el campo se siente cosmopolita e idealizada. Y en parte es comprensible, pues vivir en un paisaje urbano como el de Madrid, con todo lo que ello implica, hace que vivir en un sitio a 5 minutos de un cercanías te parezca el paraíso. Cuando estos personajes dan un paseo por el campo puedes ver los coches pasando por la carretera. Esto no es el campo, es la visión urbanita del campo. Lo suficientemente lejos como para considerar que estás lejos del mundanal ruido, pero lo suficientemente cerca como para irte a pasar el día en los centros comerciales.
Todo esto no embarra momentos que sí son poderosos, como la primera escena, en la que Trueba demuestra su talento de capturar la música en directo, o la partida de ping-pong, que se siente realmente espontánea y donde prima la diversión, tanto para los personajes como para el espectador. Necesitamos a más gente como Jonás Trueba y más películas como esta, pero también necesitamos visiones frescas que vengan de distintos sitios de España.

7,4
56.177
10
15 de mayo de 2010
15 de mayo de 2010
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo el mundo cree que trabajar en un supermercado es muy fácil, todos los que no han trabajado en uno, por supuesto. No se equivocan del todo, no es muy sencillo, pero tampoco muy difícil.
El genial Kevin Smith (Dogma, Persiguiendo a Amy) quiso reflejar, mediante una simple historia de un día de trabajo, lo que supone trabajar en un establecimiento de este tipo. El protagonista de la historia, Dante, se ve obligado a trabajar en su día libre, durante el cual sufre una serie de incidentes junto a su compañero Randall, que trabaja en el videoclub de al lado, pero que pasa más tiempo vageando en el super. Durante ese día se toparan con todo tipo de personas, desde los típicos clientes pesados, hasta los dos camellos que pasan droga delante del Quickstop, los carismáticos Jay y Bob el silencioso, pasando por amigos y novias.
Lo realmente bueno de esta cinta es la originalidad y el sentido del humor que desprende. Es un monumento al gamberrismo y al chiste fácil pero a la vez inteligente, lleno de guiños hacia otas películas, principalmente Star Wars, con unos personajes interesantes y bien interpretados
y unas buenas canciones que aparecen en determinados momentos. Que fuera grabada en blanco y negro por problemas de dinero no hace más que aumentar el carisma de esta película, que se ha convertido en un clásico de culto y en una de las mejores y más irreventes comedias habidas y por haber.
Smith saltó al éxito a raíz de esta peli, y aunque nunca ha conseguido igualar a su ópera prima, ha dirigido y escrito otros clásicos de la comedia como Dogma o Mallrats, además de la segunda parte de Clerks, siendo el mismo el que interpreta a Bob el silencioso, de manera formidable, todo sea dicho, por mucho que él diga que no.
El genial Kevin Smith (Dogma, Persiguiendo a Amy) quiso reflejar, mediante una simple historia de un día de trabajo, lo que supone trabajar en un establecimiento de este tipo. El protagonista de la historia, Dante, se ve obligado a trabajar en su día libre, durante el cual sufre una serie de incidentes junto a su compañero Randall, que trabaja en el videoclub de al lado, pero que pasa más tiempo vageando en el super. Durante ese día se toparan con todo tipo de personas, desde los típicos clientes pesados, hasta los dos camellos que pasan droga delante del Quickstop, los carismáticos Jay y Bob el silencioso, pasando por amigos y novias.
Lo realmente bueno de esta cinta es la originalidad y el sentido del humor que desprende. Es un monumento al gamberrismo y al chiste fácil pero a la vez inteligente, lleno de guiños hacia otas películas, principalmente Star Wars, con unos personajes interesantes y bien interpretados
y unas buenas canciones que aparecen en determinados momentos. Que fuera grabada en blanco y negro por problemas de dinero no hace más que aumentar el carisma de esta película, que se ha convertido en un clásico de culto y en una de las mejores y más irreventes comedias habidas y por haber.
Smith saltó al éxito a raíz de esta peli, y aunque nunca ha conseguido igualar a su ópera prima, ha dirigido y escrito otros clásicos de la comedia como Dogma o Mallrats, además de la segunda parte de Clerks, siendo el mismo el que interpreta a Bob el silencioso, de manera formidable, todo sea dicho, por mucho que él diga que no.
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