Si se hace caso de la crítica especializada, esto es un bodrio insufrible y no hay que verla bajo pena casi de muerte; a Dios gracias, soy de los que no hago caso para nada de los críticos pus su gusto dista mucho del mío. Con esto no quiero decir que sea una buena película, pero no es un bodrio en absoluto, y se puede pasar un rato con ella tan bueno, que digo, mucho más bueno que viendo un rollazo de Almodovar o una película alemana por poner un ejemplo.

Es evidente que no es una obra de arte y que hay muchas películas bélicas, y en concreto de aviones, mejores que ésta, pero tampoco se la debería de considerar como del montón, y es posible que sea una más de otras muchas escondidas con el paso del tiempo, y que sin duda se deberían sacar más a menudo del cajón de los olvidos.
Las escenas con aviones, para tener el tiempo que tiene la película, están bastante bien, pero cualquier comparación con lo que podría hacerse hoy en día es pura especulación.
Sí que es cierto que es una película que busca lo que busca, y querer ver el aspecto dramático de la guerra con tantas muertes de compañeros, en la cara de Cliff Robertson, es como pedir peras al olmo. No es por tanto una película de actores, sino de aviones.

El cine musical americano es todo una delicia, al menos en lo que se refiere a la parte estrictamente musical. No puede alabarse mucho ni la historia (casi siempre es un cuento con final feliz) ni los diálogos de los protagonistas (sanos e inocentes). Pero todo el que vaya a ver una película de este calibre, ya sabe que esto va a ser así. ¿qué es, por tanto, lo que llama la atención de estos films? Está claro: los bailes, la coreografía, la pomposidad de cada escena, incluso su originalidad. Los coreógrafos de ahora tendrían mucho que envidiar a aquellos. La verdad es que aquellas personas que les guste el baile, deben quedarse absortas viendo como se deslizan con gracia y soltura sobre el suelo estos fantásticos bailarines.

No desentona mucho con la primera parte y eso es lo mejor que se puede decir de ella, porque la primera parte fue bastante buena. Nuevamente persecuciones, accidentes, carreras, en fin, a quemar adrenalina. Todas las escenas de acción y de coches (casi todas), perfectamente filmadas. No es una película de la que haya que esperar buen argumento y buenas actuaciones; es un film únicamente visual, que puede gustar (que no deleitar) a todos, pero especialmente a los amantes del mundo de la velocidad. La recomiendo, pues se pasa un ratillo agradable. Como aspecto negativo solo citaría su música, ruidosa y cargante.

Una novela de John Grisham es ya de por sí interesante y si se sabe adaptar con elegancia y profesionalidad, puede ser sinónimo de éxito. Lo que no se merece este autor es que el director elegido para este trabajo sea alguien que no domina en absoluto el thriller, y que lo que le gusta es dirigir rarezas para aportar su propia visión, casi siempre desviada de lo normal. Este es el caso: Robert Altman, ese director sobrevalorado por la crítica, ha sido el que casi se carga por completo este film, que podía haber dado mucho más de sí. Muy torpe en el rodaje de muchas escenas (todo lo que sucede en el barco en los minutos finales), y con muchas lagunas en el guión, Altman me demuestra una vez más que se merece la jubilación.
Menos mal que la labor de parte del reparto salve el film, aunque algunos personajes están poco definidos, tratados muy por encima, muy desaprovechados: es el caso de Robert Downey y Robert Duvall.
El hecho de que una vez empezada a ver, no haya dudado en seguir hasta el final, es mérito exclusivamente de que la historia que nos cuenta Grisham es potencialmente atractiva.