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Críticas 223
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
24 de mayo de 2021
26 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
La serie creo que es una parodia discreta tirando a mediocre, en clave de comedia esperpéntica y para pasar el rato, al estilo de las series americanas de periodistas en lucha por la audiencia, más que la crónica de una época muy interesante de la radio deportiva española, como en realidad fue. Pues cualquier parecido con las situaciones que se intentan recrear es mera coincidencia, no entra en temas escabrosos, ni los personajes eran tan simples y estereotipados como se presentan. Ni García (Paco El Cóndor) era tan canalla y déspota como lo describen, ni De la Morena (Jota Montes) era un hortera imbécil como lo muestran. Lo de Gil es de pura aurora boreal y lo del soborno arbitral recuerda a Tony Leblanc. El personaje de Marga y su programa recuerda a Gemma Nierga y su "Hablar por hablar" que lo traspasó en aquel tiempo desde Cataluña a toda España.

El guión es muy flojito, se queda todo en lo banal sin profundizar en aspectos políticos-económicos, psicológicos o complejos de los personajes, claro que si quien la ve apenas conoce a los verdaderos, pues se reirá un rato y listo, porque los actores no lo hacen mal para resultar graciosos. Pero es necesario recordar a los que no vivieron aquella época o apenas la recuerdan por su edad, que García renovó en muchos aspectos la forma de hacer radio en España tras la época de Transición Democrática y la llegada de las libertades y la democracia. Lo que sigue a continuación es solo una pincelada cierta y rigurosa, aunque bañada por la nostalgia.

García era un comunicador que creaba opinión, un líder de la radio ganado con talento, trabajo y constancia, siempre contaba que nunca fue a la universidad, por tanto no era licenciado en periodismo. Comenzó en Pueblo de reporterillo a las ordenes del gran Emilio Romero y había mamado desde muy joven la raza y el coraje de contar lo que otros callaban. García era el periodista mejor pagado porque generaba muchísimos ingresos con sus anunciantes. Le contaba cada noche a sus oyentes la corrupción en el deporte español, desde Urtáin hasta Pablo Porta, desde Roca a Villar, su verborrea de adjetivos hizo historia (abrazafarolas, estómagos agradecidos, trote cochinero, correveydile). Su mejor época fue en Antena 3 Radio, dirigido por Martín Ferrand que el "Imperio del Monopolio" de Polanco (PRISA) les arrebató (El famoso Antenicidio).

De la Morena fue el recambio que la SER buscó para desafiar al "Butanito", le llamaban así por su habitual chaleco naranja de reportero a pie de campo, cuando hacía el "Partido de la jornada", (García se jactaba de irse 5 minutos antes de que le echaran en referencia a su indomable independencia). De la Morena representaba la modernidad apoyada por todo el aparato de PRISA, la filosofía y el estilo “pogre” de ir por la vida, mientras que García era criticado por sus malas artes que representaba lo antiguo, lo cutre y lo rancio. Ellos incorporaron comentaristas de prestigio, pero García lo había hecho antes, siempre iban por detrás del pequeño contador de cosas, como le gustaba definirse. La juventud comenzó a declinarse más por lo nuevo y el talante de chico simpático y guay que proponía el periodista de Brunete, más joven y de presuntuoso humor. García representaba lo conservador, el liberal de derechas, a pesar de definirse como apolítico, en cambio De la Morena era el deporte amable de la izquierda socialista.
20 de mayo de 2018
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estando tan hastiado de ver películas sobre la Guerra Civil tras la muerte del dictador, la mayoría de ellas con el mismo mensaje oportunista y maniqueo entre buenos y malos, desde la progresía dogmática y sectaria, cayendo frecuentemente en la romántica visión ideológica que reivindicaba a los perdedores, causa una grata sorpresa descubrir una película tan interesante y acertada como “Soldados”. Su alambicada pero fluida a la vez, estructura narrativa de saltos en el tiempo, impregnada de amargura y desesperanza, su pesimismo existencial, su grisura vital, es mostrada sin énfasis ni toma partido explícito por ningún bando. Se trata de reflejar un conflicto bélico entre hermanos en el que todos pierden, porque una guerra civil es la peor tragedia para un pueblo (ver spoiler).

La prostitución como mercadeo humano y esperanza de supervivencia para los pobres y desfavorecidos, hambrientos, vejados y humillados. La banalidad de la vida humana, arrebatada de forma abrupta y arbitraria. Basada en la novela de Max Aub, “Las buenas intenciones”, escritor y guionista de grandes films, habitualmente más citado que leído, la película de Alfonso Ungría es un retrato desgarrador y emotivo de un tiempo concreto, reflejado en unos personajes cercanos y creíbles gracias a un excelente casting que lidera la argentina exiliada Marilina Ross con su físico vulnerable y su rictus candoroso.

Un emotivo drama coral, cuya cantidad de personajes se ven afectados por las circunstancias de una determinada situación política, económica y social. Un naturalismo poético que se percibe desde la tragedia humana en medio de tanta violencia física y moral. Su fotografía soberbia, su ambientación admirable, su puesta en escena arrebatadora, su pulso narrativo cautivador, que con todo mérito la sitúo en mi opinión, entre las mejores películas jamás filmadas sobre nuestra desgraciada contienda nacional. Aplaudida en el Festival de Venecia de aquel año 1977, tuvo la desgracia de exhibirse en pleno apogeo del estreno de multitud de films extranjeros prohibidos por la censura, algunos con más popularidad y morbo sexual o político que calidad cinematográfica, los títulos a los que me refiero están en la mente de todos. Sólo se la valoró adecuadamente en el Festival de Cartagena de Indias, este film logró los premios destinados al mejor director (Ungría) y al mejor actor (Ovidi Montllor). Gran película que merece ser reivindicada, hasta ahora huérfana de reseñas en esta web, una pena que pase al olvido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Eran los últimos días de la fratricida contienda en España, los acontecimientos se precipitaban y la catástrofe humana se palpaba y se sufría, muchos españoles huyendo en retirada hacia el puerto de Alicante camino de lo que sería un largo exilio para el que pudo escapar, no es el caso de nuestro pusilánime protagonista. La muerte y la destrucción ejercen como trasfondo histórico donde se mueven los personajes, cado uno con su drama personal, familias destrozadas. Una trama bien orquestada que juega hábilmente con el pasado y el presente construyendo un paisaje aberrante y desolador.
13 de septiembre de 2017
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emparentar a todo dirigente o directivo de una gran empresa o corporación industrial con los métodos que refleja este interesante film, es como etiquetar a todo político de corrupto, todo sacerdote de pederasta o todo emprendedor (no olvidemos que es el que crea riqueza con su iniciativa) de explotador al obrero. Toda generalización acarrea injusticias, del mismo modo que no todo sindicalista liberado es un vago o parásito que sólo trabaja el día de huelga desde la agitación y el piquete “informativo”. No cabe duda que todos los seres humanos tenemos debilidades, tentaciones y somos imperfectos, como denuncia este estupendo trabajo para la época de Julio Coll, un cineasta y guionista que se especializó en el thriller policíaco y la denuncia social cuando no era fácil hacerlo. En todo caso, mi teoría personal es que las leyes y la justicia deben preservar los códigos éticos para evitar desmanes y abusos, pues nadie puede mantener que el capitalismo es perfecto, aunque creo que es el menos malo de los sistemas económicos y a las pruebas me remito más allá de la demagogia panfletaria.

Julio Coll, influenciado claramente por la denuncia social del cine americano, nos presenta a unos villanos despreciables, unos tipos nada edificantes de un consejo de administración, que llegan en sus lujosos coches, sus abrigos y trajes caros y sus gestos airados en una vida disoluta. Un retrato en negro del mundo de las altas finanzas, un thriller empresarial lleno de egoísmo, hipocresía, especulación, tráfico de influencias, codicia y toda clase de mezquindades que se adelanta audazmente a lo que en años posteriores ha sucedido por motivos sobradamente conocidos. Carlos (George Rigaud) es el presidente cuyo corazón enfermo tiene escasos meses de vida, enfrentado a sus consejeros y luchador infatigable que tiene como escudero a su secretario, César (Arturo Fernández), tan eficaz asesor como siniestro y ladino sin escrúpulos, deseoso de trepar a lo más alto.

Aunque el film está dedicado a… “Todos los hombres honrados que existen en el mundo”, en su prólogo por obvios motivos de censura, resulta que no hay un sólo personaje positivo, todos los personajes mienten y son execrables. El peso de la mentira, sus consecuencias es un ingrediente habitual en el cine del director catalán, aquí la trama se bifurca entre unos pretendidos doctores alemanes expertos en “milagros” quirúrgicos cardiovasculares y las andanzas de la hija del presidente de la corporación, Laura (Rosenda Monteros) que mantiene una relación sentimental no demasiado explícita con César. Quien junto a sus ociosos amigos, todos de clase bien, pululan dedicándose a una divertida y banal existencia. Los temas barajados son muy importantes, tanto a nivel económico como de carácter moral, cosa poco habitual dentro del cine escapista que se hacía. Hasta aquí las reflexiones que me ha producido esta admirable que no perfecta película, aunque desprende un pesimismo vital, incluso cierto lirismo existencial, de naturaleza rapaz y corrupta, hecha con dignidad y atrevimiento.
29 de agosto de 2017
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una trama coral que protagonizan tres ex-presidiarios que han cumplido su castigo por los errores cometidos, siendo rechazados y repudiados a pesar de haber saldado su deuda con la sociedad, eso es el tema de fondo que aborda con una clara definición de cada personaje tras abandonar el presidio que marca sus vidas para siempre. Un orgulloso estafador que quería conquistar la atención de su esposa; un tosco y alcohólico carterista; y un cirujano condenado injustamente por una supuesta negligencia. Juntos viajan en tren hacia sus respectivos destinos, pero en ese convoy también veremos reflejado un mosaico de personajes representativos de todos los extractos sociales con sus miserias y mezquindades, su hipocresía y su vanidad. Todos tendrán que responder ante una situación límite en una noche invernal atrapados por la nieve.

Humilde y emotiva película, una coproducción que no se resiente del casting internacional, y que contiene una corrosiva crítica social, a pesar de la infausta censura que el segoviano Nieves Conde consigue eludir, un cineasta a reivindicar por sus grandes trabajos a veces poco valorados. Alberto Closas da vida a este cirujano corroído por el rencor hacia una sociedad que le inhabilitó de ejercer su profesión desde su altruista código deontológico, ahora el destino le depara otra prueba de fuego ante una urgencia médica que requiere su intervención. Lo mejor del film es el variopinto retrato de una sociedad que no quiere perdonar los errores ajenos, mientras esconde y disimulas sus vergüenzas morales. Desde una puesta en escena ágil y creativa, coreografiada exclusivamente dentro de un tren, al que consigue extraer tu su jugo narrativo desde unos encuadres creativos y brillantes que expresan en todo momento el clima dramático de sus protagonistas.

Nieves Conde no desperdicia ni un segundo de sus ochenta y pocos minutos para darnos una lección de gran cine, sin grandilocuencias ni pedantería, mostrando la realidad de la vida en aquel momento, su costumbrismo provinciano, su altanería señorial y su materialismo económico, aunque sin apuntar directamente a ningún nivel social, a pesar de que todos quedan retratados, solo se salva por claro imperativo legal el sacerdote y el policía, como no podía ser de otra forma en aquella época. Es la reivindicación de la dignidad de unos hombres estigmados por el pecado que como bien señala su título: “Todos somos necesarios”, una oda al perdón y la oportunidad de ser una persona aceptada como cualquier ser humano. Cuando el cine es emoción y reflexión, además de entretenimiento agradable, se produce una comunión entre espectador y película que te sugiere un montón de sensaciones de las que he intentado dejar constancia en estos apuntes para recomendarla.
10 de agosto de 2017
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo prevalece en los códigos del thriller, es la falsedad de las apariencias, que nada es lo que parece, tanto a nivel narrativo como en su variante discursivo, y así vuelve a ocurrir en este film policíaco de profundo aroma clásico, un film de encargo que se atrevió a filmar José Luis Borau.
Un buen ejemplo de cine español digno e interesante, pero filtrado por la personalidad del cineasta maño y armonizado con nuestra idiosincrasia. Aunque Borau formaba parte de la generación del Nuevo Cine Español de los años 60, desde su debut se mantuvo alejado de esos postulados, realizando films de encargo para luego pasar a producirlos el propio cineasta, inscritos en la política de géneros, manteniendo su toque personal de forma transversal en sus obras.

Una de sus más atractivas constantes era los retratos femeninos de fuerte carácter frente a hombres débiles e inseguros, víctimas de su miedo al fracaso o influenciados por seres cercanos que les restaba libertad. Todo ello insuflado por el imaginario estético y a veces ético norteamericano. Aquí podemos apreciar la influencia del cine de Hitchcock, concretamente “Falso culpable”, en cuanto a su puesta en escena, recursos expresivos y desarrollo de la investigación criminal, más no sólo debemos ceñirnos al maestro inglés, Borau borra las fronteras del género fusionando la negrura del policíaco con el melodrama como punto de encuentro con films españoles de prestigio, me refiero a “Los ojos dejan huellas” y “Los peces rojos”, además de la siguiente película de Borau “Hay que matar a B”.

Andrés Salas (Carlos Estrada) es un músico mediocre, sin inspiración, timorato y solitario, sometido al poder social y sentimental que le rodea, incrustado en un ambiente hostil, fracasado como hombre y artista. De sentimientos atormentados por la sombra de su padre, un famoso pianista, dominado por su esposa Laura (Susana Campos), desilusionada por la mediocridad de su marido, cuyo hastío existencial le empuja a buscar alguna aventura. Andrés progresivamente angustiado ante los acontecimientos deberá enfrentarse a sus miedos, ayudado por un peculiar cuerpo de policía, excelente el comisario (Antonio Casas) que se nos presenta como gente apolítica y corriente que sortea la grisura de lo cotidiano.

Todo ello rodado en un Madrid en blanco y negro, grisáceo y lluvioso, oscuro y triste de una gran urbe. Resulta curioso, al menos en mi opinión, que el personaje del músico que debería empatizar con el espectador por su nobleza e ingenuidad, termina siendo solapado por la personalidad de Laura, una esposa calculadora y con la determinación de una mujer libre ante una sociedad tóxica por las convenciones ancestrales del régimen imperante. De esta forma su trama se convierte en la crónica de una burguesía madrileña adocenada y frustrada en su condición vital, dentro de un relato que cumple con las constantes del thriller. Esperando que la televisión pública se acuerde de estas joyas ocultas, me he limitado a dar una opinión, gracias al que esté de acuerdo conmigo.
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