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4,8
2.730
7
9 de diciembre de 2018
9 de diciembre de 2018
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de terror actual vive en un estado de excelencia formal. Sin ir más lejos, han coincidido en cartel dos cintas tan similares y a la vez tan diferentes como "Los hambrientos" y "Un lugar tranquilo", dos propuestas de escuálido guion y poderosa puesta en escena que apuestan por la creatividad y la abolición del lugar común del género para crear tensión. Sendos universos se fundamentan en el silencio como precaria herramienta para la supervivencia. Si en la cinta de John Krasinski era una invasión alienígena la que amenazaba con erradicar al ser humano, en la obra de Robin Aubert la amenaza es la propia especie, en lo que se podría entender como zombis o como infectados.
La película canadiense propone un modelo de zombi muy cercano a las capacidades del humano: no es ni extremadamente lento ni tremendamente veloz, y su apariencia física apenas difiere de la de aquellos que no han sido contagiados, más allá de tener la mirada perdida. Su manera de cazar a sus presas consiste en permanecer estáticos, en silencio, a la espera de localizar algún sonido que provoque su activación. Como resultado, los personajes del relato deberán permanecer en el mayor silencio posible. El filme no explica en ningún momento cómo se ha llegado a esta situación, por qué se da dicha infección ni qué porcentaje del país o del mundo está sufriendo la situación, lo que se suma al extraño comportamiento de los infectados, que se reúnen en campos y apilan objetos en montañas, para generar en el público el desasosiego de la frustración por no tener información suficiente.
La puesta en escena de Aubert se basa en el minimalismo, con contados estallidos de violencia sanguinolenta. La propuesta parte de un obstáculo considerable, que consiste en la incapacidad de apostar por lo espectacular. La necesidad de basar la narración en el silencio amenazaría con convertir el filme en un páramo del entretenimiento, pero en buenas manos el adecuado uso del silencio espolea la capacidad para crear tensión. Al igual que ocurría en "El incidente" (M. Night Shyamalan, 2008), en la que la amenaza, lejos de diluirse en la irrelevancia, invadía cada pulgada del fotograma, en "Los hambrientos" el peligro es constante y puede llegar desde cualquier lado, lo que permite que, como ya hizo David Robert Mitchell en "It follows" (2014), el plano general se convierta en sorprendente herramienta del terror. Aunque varios escalones por debajo de dos formidables películas como las citadas, lo nuevo de Aubert se muestra como un inteligente ejercicio de género.
La película canadiense propone un modelo de zombi muy cercano a las capacidades del humano: no es ni extremadamente lento ni tremendamente veloz, y su apariencia física apenas difiere de la de aquellos que no han sido contagiados, más allá de tener la mirada perdida. Su manera de cazar a sus presas consiste en permanecer estáticos, en silencio, a la espera de localizar algún sonido que provoque su activación. Como resultado, los personajes del relato deberán permanecer en el mayor silencio posible. El filme no explica en ningún momento cómo se ha llegado a esta situación, por qué se da dicha infección ni qué porcentaje del país o del mundo está sufriendo la situación, lo que se suma al extraño comportamiento de los infectados, que se reúnen en campos y apilan objetos en montañas, para generar en el público el desasosiego de la frustración por no tener información suficiente.
La puesta en escena de Aubert se basa en el minimalismo, con contados estallidos de violencia sanguinolenta. La propuesta parte de un obstáculo considerable, que consiste en la incapacidad de apostar por lo espectacular. La necesidad de basar la narración en el silencio amenazaría con convertir el filme en un páramo del entretenimiento, pero en buenas manos el adecuado uso del silencio espolea la capacidad para crear tensión. Al igual que ocurría en "El incidente" (M. Night Shyamalan, 2008), en la que la amenaza, lejos de diluirse en la irrelevancia, invadía cada pulgada del fotograma, en "Los hambrientos" el peligro es constante y puede llegar desde cualquier lado, lo que permite que, como ya hizo David Robert Mitchell en "It follows" (2014), el plano general se convierta en sorprendente herramienta del terror. Aunque varios escalones por debajo de dos formidables películas como las citadas, lo nuevo de Aubert se muestra como un inteligente ejercicio de género.
5
10 de septiembre de 2014
10 de septiembre de 2014
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera parte desarrolla una atmósfera esperpéntica muy lograda, presentando una Madrid decadente, cuya sociedad, a la que el protagonista pretende salvar del Apocalipsis, probablemente hace tiempo que está perdida. Pobreza, delincuencia, cutrez, racismo y telebasura alienante conforman un cóctel explosivo, que, sin embargo, no termina de prender. Es, por ello, que las satánicas desventuras de este cura piden a gritos un mayor grado de caos, que parece no llegar nunca, quedando relegadas a una tierra de nadie que termina por aburrir. A ello hay que sumarle unas alargadas o, incluso, injustificadas escenas, comandadas por ciertos personajes difíciles de explicar, carentes de una coherencia interna vendida en favor de una discutible comedia, o maltratados como meros pretextos narrativos para cimentar la endeble misión del protagonista.
Es a raíz del punto medio de la trama cuando la película consigue alcanzar ese nivel de descontrol que tanto la beneficia, siendo todo más fluido y dando lugar a un dinámico correcalles, que, muy a su pesar, no termina de librarse de una desesperante incontinencia narrativa (al más puro estilo tarantinesco, pero sin sus innumerables virtudes), que encuentra su máximo exponente en la ya mítica escena del cartel de Schweppes, que la priva de alcanzar un adecuado ritmo narrativo.
La problemática cutrez que invade toda la película, y que se hace especialmente notoria en las escenas satánicas, consigue ser convertida en su arma más poderosa, sumándose a la atmósfera esperpéntica y dando lugar a los mejores momentos, en los que un recargado heavy metal funciona como excelente contrapunto a las situaciones más cómicas, en las que sobresale un sorprendente Santiago Segura, amo y señor de su personaje (¿o histriónica plasmación de su propia personalidad?). Pero son demasiadas las taras que ya han hundido el buque en el que viajaba esta prometedora premisa.
Esta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
Es a raíz del punto medio de la trama cuando la película consigue alcanzar ese nivel de descontrol que tanto la beneficia, siendo todo más fluido y dando lugar a un dinámico correcalles, que, muy a su pesar, no termina de librarse de una desesperante incontinencia narrativa (al más puro estilo tarantinesco, pero sin sus innumerables virtudes), que encuentra su máximo exponente en la ya mítica escena del cartel de Schweppes, que la priva de alcanzar un adecuado ritmo narrativo.
La problemática cutrez que invade toda la película, y que se hace especialmente notoria en las escenas satánicas, consigue ser convertida en su arma más poderosa, sumándose a la atmósfera esperpéntica y dando lugar a los mejores momentos, en los que un recargado heavy metal funciona como excelente contrapunto a las situaciones más cómicas, en las que sobresale un sorprendente Santiago Segura, amo y señor de su personaje (¿o histriónica plasmación de su propia personalidad?). Pero son demasiadas las taras que ya han hundido el buque en el que viajaba esta prometedora premisa.
Esta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/

6,7
350
6
15 de agosto de 2015
15 de agosto de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine negro se caracteriza, entre otras cosas, por la presencia de femmes fatales, mujeres que provocan la perdición del protagonista masculino. En "Ángel negro" (1946), la presencia de este personaje es efímera pero determinante. En la primera escena, ésta muere, pero desencadena la pena de muerte sobre un inocente y sumerge en la tristeza etílica a otro. A partir de entonces, una contrarreloj de escasos 80 minutos para salvar a la persona inocente. La narración es potente, pero la trama no está a la altura y se va desinflando por momentos. La resolución implica un acto de fe, pero el final sorprende por lo relativamente abierto que queda. Una indefinición sugerente, maniobra poco habitual en este tipo de cine -el negro, y el clásico en general-.
Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
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7
25 de noviembre de 2015
25 de noviembre de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante un crimen, la reacción instantánea es la búsqueda de culpables. No es que esto esté mal, pero, si la intención es la de lograr un cambio real, a largo plazo, el castigo de un individuo puede que no sea la solución. Sobre este dilema moral se construye Paulina (2015), la nueva película del director y guionista Santiago Mitre. Dolores Fonzi borda el papel que da título al film, una mujer que reacciona de manera poco convencional a la violación que acaba de sufrir. El mayor interés de la obra está en el continuo planteamiento de cuestiones, ninguna de las cuales resolverá. Película agitadora de conciencias, que hará reflexionar a la audiencia, plantearse sus convicciones y forzará a escuchar posturas que puede que no comparta. Cine social de contextos, perspectivas y grises, muchos grises, en una realidad implacable.
Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
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6,4
1.980
6
15 de octubre de 2015
15 de octubre de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La filmografía de Asier Altuna sigue ligado a la cultura vasca. En "Amama" (2015), narra el choque generacional entre la tradición inamovible y la modernidad rompedora, en el seno de una familia campesina que comienza a desmembrarse. El conflicto está muy visto, pero es resultón. El problema está en la manera de abordarlo. Altuna peca de enfático en la narración y en los diálogos. Ideas visuales de gruesa evidencia son superadas por la torpe verbalización de conflictos que no tendrían que salir del subtexto. Y, sin embargo, en esta película hay fogonazos de gran cine. Pocos, pero los suficientes como para sacar a relucir el talento del director. Cuando más poético se pone el film, mejor funciona, pero estos momentos están medidos con cuentagotas, inhibidos por una historia a la que se le ha dado demasiada relevancia.
Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
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