Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
You must be a loged user to know your affinity with Fendor
Críticas 123
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4
Hola. Bienvenido/a. Siéntese y relájese. Está asistiendo a la primera reunión de la agrupación de ayuda Cine de Aburguesados y Melindrosos Anónimos (CAMA), ¿le gustaría eliminar la dependencia que tiene del amor y que le acompaña desde que sus hormonas explosionaron descontroladamente? Hágase las siguientes cuestiones: ¿sufre porque no se siente amado/a y es el mayor problema en su vida? ¿No ama a su pareja, pero no es capaz de dejarla hasta que ya tiene otra nueva? ¿Su vida gira en torno al amor, hasta el punto de que en lugar del amor usted hace el daño, incluso a los hijos que ha traído al mundo? ¿El amor es una selva, sus parejas son lianas y usted se cree Tarzán? ¿Cree que le ayudan los libros de autoayuda? Ha venido al lugar indicado. Desde aquí, vamos a apoyarle para que pueda enfrentarse a su incapacidad para estar solo/a (un tiempo) y a procurar que no sea usted tan afectado/a. Veamos cómo afrontar estos problemas: resolución de conflictos.

Para ello, vamos a ayudarnos de 3 corazones, la última película de Benoît Jacquot, que aquí se rodea de grandes actores para suplir la falta de empaque y el exceso de pretenciosidad de su historia. Los 3 corazones a los que hace referencia el título son Marc Beaulieu, interpretado por el actor Benoît Poelvoorde, Sylvie Berger, a quien pone rostro(s) Charlotte Gainsbourg y por último Chiara Mastroianni en el papel de Sophie Berger. Acompaña al reparto principal una desaprovechadísima Catherine Deneuve haciendo de madre de Charlotte Gainsbourg y de Chiara Mastroianni, ésta también hija en la vida real y otrora esposa de Benjamin Biolay, cantautor conocido en sus inicios como el nuevo Serge Gainsbourg, padre de Charlotte (anécdotas).

Casualidades de la vida que nos unen a todos, ¿no? Bien, pues sobre esta premisa se sustenta 3 corazones. Marc es un inspector de Hacienda que pierde el último tren con dirección a París y tiene que quedarse a dormir en una pequeña ciudad de las afueras, allí se fijará en Sylvie, durante esa noche entablarán una relación basada en silencios y cigarros y el amor surgirá tras unas pocas horas. No se dan nombres ni teléfonos, a pesar de lo cual presuponen que ambos están hechos el uno para el otro, que son una luz de esperanza en sus vidas. Por eso, antes de decirse adiós desde el andén, deciden volver a verse en París, pero una suerte de infortunios devienen en un plantón y la decepción se hace patente. Pocos días después, el azar hará que Marc y Sophie (hermana de Sylvie) se encuentren en el edificio en que el primero trabaja; ella llora, él respira con dificultad; son tal para cual. Una ayuda contable que enamora, luz al final del túnel, ruptura con el presente, el futuro ya está aquí y en él se encontrarán todos, inseparables.

Un relato imperfecto y falto de verdadera emoción en el que la alegría no interesa, por eso cuando ésta se da, una voz en off nos explica lo obvio para así poder regresar al drama romántico con premura. La tensión se busca de forma constante durante toda la cinta, enfatizada por una repetitiva y afligida melodía, un tanto machacona, que cada vez que suena parece que vaya a ocurrir un asesinato.

3 corazones no funciona, y no porque los dos principales personajes sean unos egoístas —está en nuestra naturaleza—, ni porque un hombre de 47 años se enamore en menos de cuatro días de dos mujeres y de la segunda mientras aún busca a la primera —nos gusta enamorarnos—, sino porque las situaciones que se dan, tanto positivas como negativas, en sus vidas, parecen escritas con demasiada prisa; lo que le interesa al director es el conflicto, los corazones rotos (siempre que sea de los tres primeros, a los demás personajes que les zurzan). Lo aceptamos, pero además pretende que nos interesen y nos caigan bien personajes que rompen con sus parejas en mitad de una película en el cine —eso no tiene perdón, salvo que estés viendo Transformers 4—, o las abandonan sin mediar palabra.

No me he creído a estos atormentados y dependientes corazones, no me he creído sus encuentros y desencuentros imprevistos, su pasión, pero sobre todo, no me he creído que Sophie no piense que su marido es un psicópata, porque si se presta atención, siempre que le mira, él hace una mueca (ni llega a sonrisa) con la que intenta ocultar sus verdaderos pensamientos. A mí me daba miedo (y más con esa banda sonora).

Pero no nos olvidemos de lo más importante, lo que mencionábamos al inicio de esta reseña. Usted ha venido a la CAMA para encontrar la solución a sus problemas amorosos y gracias a 3 corazones, aquí la tiene: si es usted un hombre, pierda trenes, pero sea puntual; en cambio, si es mujer, si conoce a alguien porque pierde trenes, procure no impacientarse porque sea impuntual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Iba a subir a la web una crítica normal y ya, pero aprovecho este título para dedicarle esta crítica a un usuario de esta web que llama bastante mi atención porque sus críticas resultan ser muy útiles hasta en las pelis que nadie ve.

Cuando me registré en Filmaffinity en 2005 lo que molaba era leer las opiniones de la gente, no ser popular o ser el primer usuario en todas las películas (seguimos siendo anónimos), sobre todo porque una gran mayoría de usuarios nunca escribe críticas. antonalva no pertenece a este gremio y yo le acuso de lo opuesto porque por su culpa nunca veo las mejores opiniones, y porque trata a las críticas de los demás usuarios como si fuesen sus rivales (y anton, seamos claros, ya tienes una edad para estas tonterías).

¿Que cómo lo sé? Por coincidencias:

Publico una crítica para Una familia de Tokio (año 2013) y un mes después escribo lo siguiente en El foro que surgió de Filmaffinity:

27/Nov/2013 - Repentinamente esta crítica http://www.filmaffinity.com/es/user/rating/623239/575085.html del día 23 se ha puesto la primera, y cada voto positivo suyo ha coincidido con un voto negativo de las tres primeras críticas que había en la página. Me ha llamado la atención porque no sé si es que tiene a la familia en la web para votarle como si esto fuese un concurso de popularidad o diesen dinero o si es que de repente las tres críticas con un 8 no le han resultado útiles a los últimos que han votado, y el de esta crítica sí...

Las otras críticas:
http://www.filmaffinity.com/es/user/rating/284037/575085.html
http://www.filmaffinity.com/es/user/rating/148756/575085.html
http://www.filmaffinity.com/es/user/rating/986972/575085.html

Igual me estoy haciendo pajas mentales, pero es que no sólo por la relación inversa de votos sino también que nuestros 4 negativos hayan coincidido con sus 4 positivos a la vez...

---------

16/Dic/2013 - Mi crítica pasó de tener 7 de 11 votos útiles a 10 de 10 paulatinamente (y las otras que mencioné pasaron de 4 de 8 a 4 de 5, y aunque luego no miré, seguro que acabaron también con 4 de 4). Cada dos días o así me da por mirar cómo va el tema (me resulta interesante) y la mía pasó a 10 de 12, hasta llegar a 10 de 10, y así. Hoy ha pasado a estar como 10 de 14 y las otras dos críticas a 4 de 8 una vez más.

Más que nada escribo esto para dejar constancia de que al menos la web hace lo que puede para que estas cosas no pasen.

---------

28/Dic/2013 - antonalva elimina su crítica y la vuelve a subir (esta vez teniendo 4 votos a favor pero con la decencia de no dar a los demás ninguno en contra).

---------

Como no se puede hacer más, desde entonces, cada vez que veo una crítica con un título muy largo y con una gran diferencia de votos frente al resto de utilidades de otras críticas (habiendo él publicado mucho más tarde en comparación al tiempo que llevan el resto), sé que es él, es antonalva, y procuro leerme a los demás.

Supongo que él será feliz y yo le doy mi enhorabuena.
20 de noviembre de 2015
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ciertas personas famosas, a las que se reconoce por la calle y se les pide hacerse alguna foto, se les ha colgado el sambenito de ser groseras, maleducadas, gentuza o bordes, por el simple hecho de no aceptar dicha petición. Claro, es el precio de la fama, dicen, un precio que pagan por un supuesto sueño que tenían en mente. Como si al cumplir su sueño hubiesen comprado algo y encima a un precio desorbitado, que trae consigo saludos amables de admiración y también algún reproche (aunque la mayoría no recuerde ni tu nombre). Y si encima tienes éxito de veras y estás vivo, prepárate para que se generalice la opinión negativa a tu respecto.

En cambio, si te has muerto antes de tu éxito, o a mitad de él, prepárate —es una forma de hablar— para recibir halagos y que se vanaglorie tu actuación, presencia, mal carácter, y se revalorice tu visión contradictoria de la vida. Tanto tu incapacidad o inmadurez para sobrevivir al éxito buscado, como tu actitud vital, serán convertidas en parte de tu esencia como una persona interesante, destacada y hasta sobresaliente en todas tus facetas. Ya no importa lo que fuiste, porque has muerto, importa la imagen que de ti se representa y se concibe globalmente.

Porque la misma gente que hace apuestas sobre la fecha de tu muerte para ganar un iPad y se ríe de tus excesos y locuras, te llorará el día que te mueras y te valorará después por tu carácter nunca conformista. Fuiste un incomprendido y ahora muerto todo el mundo te comprende. Al menos tienes esa suerte, tu vida se recuerda, pues hay otros famosos muertos prematuros que ni han llegado a eso (Natalie Wood, no te pasó lo suficientemente joven). Da igual si una de tus más famosas películas vista hoy día sea tan ingenua que roce el ridículo, habrá gente que siga viendo en ella un símbolo.

Da igual, porque la gente buscará en ello profundidad. James Dean tenía algo en la mirada, lo dice Robert Pattinson recreando las palabras del fotógrafo Dennis Stock; hay algo y ese algo es especial, casi se diría que esencial en su generación. Él quería hacer algo distinto y al final lo consiguió: fotografió a una futura estrella y lo hizo de forma distinta a lo que se veía entonces. Dos personas especiales se juntaron y crearon algo nuevo, distinto, personal y muy atractivo. Unas fotos que ayudaron a agrandar la leyenda del actor y que proporcionaron un gran futuro a su autor.

¿Amistad? Tal vez ambos la tuvieron, pero si la hubo Anton Corbijn la crea con calzador. Uno sólo ve a un hombre aprovecharse de otro para el beneficio personal mientras se exaspera con su personalidad, y a otro que se siente solo y se aprovecha de la ambición del anterior. Juntos hablarán de algunos temas personales, uno de ellos muy profundo y aburrido porque en realidad estás pensando en Pattinson comiendo como un cerdo (el hambre de no haberse comido a Bella a tiempo). ¿Interés? Hombre, claro, siempre que seas un gran seguidor de los actores o de James Dean; nada especial. ¿Buena? Correcta, la verdad. No te cambiará la percepción del personaje principal ni te la agrandará (tampoco la disminuirá). Es un producto tan intrascendente que a su lado Control (2007) es una obra maestra llena de vida y de color.

Todavía estoy buscando eso que tiene dentro el tal James Dean de la película (Dane DeHaan tiene una buena colleja). Aún estoy buscando qué es lo que hay dentro de Life, pues no es vida, ni tampoco es amistad, ni siquiera es un retrato de los personajes construido con firmeza… es un simple “cómo se hicieron estas fotografías” sin alma. Si la gente fuese justa, a esta cinta le darían la misma caña que a On the Road (2012), por su languidez en todos los sentidos y por tener unos personajes tan carentes de atractivo, con lo supuestamente atractivos que son (fueron y serán).
6 de agosto de 2016
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La memoria es una jodienda. Cuando la tienes está bien, pero cuando no la tienes o la pierdes, ¿qué te queda? Esa duda me planteo cuando pienso en los enfermos de Alzheimer. Cuanto más avanza esta enfermedad, el deterioro intelectual y personal tiende a empeorar, hasta el extremo de no sólo perder la memoria, sino también la esencia de uno mismo. ¿Qué ve una persona que es incapaz de retener recuerdos inmediatos y ha olvidado todo lo pasado? ¿Qué le queda? Seguramente la familia, aunque ellos no lo sepan.

En cambio, lo bueno de la memoria colectiva es que no puede desaparecer. No hay enfermedad que la deteriore. Pero claro, al igual que la memoria de uno mismo, esta también se puede manipular. Tal vez nunca desaparezca del todo lo ocurrido en el pasado, pero se puede tergiversar. Por eso, supongo que los historiadores son necesarios, a pesar de que —al igual que los economistas— usen sus ideologías para justificar los hechos y antecedentes a su antojo (a veces). O los directores de cine (y los guionistas, los escritores, etc.), cada uno usando sus propios medios para entrar en la mente de sus receptores. Cada uno de ellos entenderá a su manera lo visto, leído o escuchado; unos se quedarán con la crítica, otros verán una parábola sobre ellos mismos, y otros se abstraerán sin más (sin importar las intenciones reales de cada autor).

Zhang Yimou vuelve al cine triste y bonito que nunca ha abandonado del todo. Ese cine plástico con copos de nieve y hojas caducas cayendo al suelo. Frialdad melancólica e impotencia emocional. No entraré más de lo debido en la trama, porque ya he dejado caer de qué va; lo interesante es que cada uno puede disfrutarla a su manera, y te acerques a ella desde un punto de vista emotivo o desde un punto de vista intelectual (especialmente si ya conoces el cine de Yimou), te encontrarás ante una película que eleva la media de calidad de los estrenos veraniegos.

Si bien Regreso a casa funciona sobre todo como parábola, a veces le exige demasiada credibilidad al espectador, al que pone al límite por culpa de todas las preguntas que se hará si abandona la premisa inicial basada en la crítica a un sistema político y sobre todo a su pasado como país y pueblo; pero si entras en la historia, vas a disfrutarla, porque además de ser bonita y triste (como ya he dicho), añade el componente familiar y el amor como elementos unificadores, en caso de que seas de esos que siempre perdonas, pero nunca olvidas.
22 de mayo de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Justo al salir de la sala donde pude ver The Boy, la encargada del pase preguntó a los asistentes qué nos pareció la película. Mi respuesta, en un alarde de oratoria y elocuencia, respondí «he pasado miedo, así que…». Ella entendió —más por mis gestos que por mis palabras, seguramente— que me había gustado, y luego, ya caminando por la calle y de vuelta a casa en el metro —aprovechando que no tengo internet en el móvil, ni tarifa de datos, ni mensajes que escribir ni que leer— empecé a pensar en mi triste y ambigua respuesta. No porque el miedo sea subjetivo, ni siquiera por las trampas de guion o por los trucos que te llevan a sentirlo o a predecirlo antes de que se dé un momento de terror concreto, sino porque «miedo» tal vez no fuera la palabra adecuada para describir mis impresiones.

Para explicar el sentimiento que me acompañó durante la primera media hora de metraje (quizá la hora entera), primero debería hablar de la película protagonizada por Lauren Cohan —The Walking Dead—, Rupert Evans —The Man in the High Castle— y un muñeco de porcelana con aspecto de niño a tamaño real y mirada algo siniestra. Ese es el detalle que, no por repetido, llama más la atención: El personaje de Cohan ha sido contratado para cuidar de ese muñeco que, además, tiene una lista de reglas o normas que debe cumplir para que no se enfade, porque es un niño muy travieso (aseguran sus padres) y, como tal, puede que le haga alguna inesperada diablura aprovechando la ausencia paterna. Lo que en un principio provocará una sonrisa de incredulidad y cierta expectación en el espectador, se irá desarrollando adecuadamente —a pesar de carecer de elementos nuevos que la separen de otras cintas similares— y poco a poco la tensión irá creciendo, y sobre todo la sensación de tener automatonofobia y, por qué no, algo de coulrofobia también.

No hay que olvidar que hay un misterio por resolver, en nuestro fuero interno, y que deseamos conocer al final de la película: ¿qué leches es ese muñeco de mirada aviesa en realidad? En este sentido, The Boy se muestra mejor cuando se considera a sí misma una cinta de misterio algo cómica y no sólo una cinta de terror clásico, terreno en el que funciona en dosis bien administradas hasta llegar a su resolución, instante en el que uno, como asistente, está a punto de echarse a reír —no sabe si por los nervios acumulados— o a punto de preguntarse si ciertas cosas no están fuera de lugar y debería valorarlas más que los propios sentimientos generados durante la hora y pico restante de la trama. Supongo que, una vez más, esa es la clave para decidir de cada uno. No es una gran película, ni siquiera es una historia nueva, pero es posible que se la juzgue más por sus trampas y resoluciones que por el desarrollo y las sensaciones provocadas durante la misma. Entretenida es, aunque también es un pulso contra la inteligencia del espectador en ciertos detalles, los cuales debe aceptar o no, y entonces acatar las posibles consecuencias tan feliz como sobrecogido si no está acostumbrado a los seres inertes con personalidad y mal carácter.

Y claro, si te dan miedo los muñecos, las marionetas, los peleles, los títeres, los maniquíes, espantajos, fantoches y otros sinónimos, te recomendaría que vieras The Boy y así multiplicaras la aprensión y el desasosiego hasta límites perversos.
12 de febrero de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el trabajo dignifica, el despido nos rebaja y nos humilla. El paro, después, no mejora la experiencia de vivir. Cobrar la prestación por desempleo, al menos, hace del ser algo más tolerable. Sobre todo gracias a las televisiones de plasma y eso.

Stéphane Brizé vuelve al cine tras Quelques heures de printemps y por un momento he pensado que iba a ver a Philippe Lioret. Lo dejo como dato sólo, porque al final no. El caso es que Brizé dirige una vez más a Vincent Lindon y lo hace en un drama sobre el mundo del empleo con el que el actor podría, fácilmente, haber tocado todos los palos posibles del cine social en su carrera. Un hombre cuyo rostro impasible deja cuando quiere grandes e inesperadas muestras de tristeza o de emoción (de todo tipo). La ley del mercado es un vehículo para su lucimiento personal, pero también es una cinta que, por lo que trata y por cómo lo hace, puede deprimir o exasperar al más pintado (en tanto a situaciones como a la manera en que estas son contadas).

Hay algo que no se valora demasiado en el cine, y es que la gente que aparezca en pantalla hable como hablamos los mortales, que se corten cuando hablan, que se traben o equivoquen, y que se cabreen por no poder hablar y tengan muletillas todo el rato. Esto los franceses lo saben hacer bien, no cabe duda; se nota que les gusta escucharse. Pero más allá de todo eso, La ley del mercado es una sucesión de circunstancias y momentos en los que seguimos al personaje protagonista y conocemos su vida. Vemos lo que busca, vemos con quién vive, lo que hace en su tiempo libre, lo que necesita y a lo que se dedica en general: buscar trabajo y hacer cursos que le ayudan a encontrarlo (sí, sí).

Así, llegamos a la depresión vital del espectador más terrenal, pero con el tiempo también a su agotamiento mental. La cámara al hombro, interesante porque nos implica mucho más en lo que ocurre, también hace patente lo coñazo que resulta ser humano en el trabajo. Buscarse la vida es deprimente por lo que te encuentras por ahí, por todo lo que tienes que tener en cuenta y valorar para que los demás te valoren y contraten, y sobre todo por la cantidad de gente que rodea y que mantiene esta bonita forma de ser en conjunto, todos juntos. Si algo se descubre con la edad, es que debemos transigir y transigir para obtener lo que queremos, una contradicción digna de las mentes más inteligentes.

Porque la ley del mercado consiste en satisfacer la demanda creando oferta, porque sin oferta no hay demanda y con oferta se hace más demanda todavía (necesidades que no necesitas), y, en contra de lo que nos dicen los periódicos e Infojobs con sus ofertas de empleo, en realidad nosotros somos el trabajo, la oferta de trabajo, y sin embargo nuestra oferta laboral no genera más empleos (que demandan las empresas). Esto nos convierte en unos miserables y perdemos el futuro y el presente, salvo que sepamos adaptarnos. No somos nadie o somos lo que tenemos que ser, y de eso va esta cinta.

Incluso cuando tenemos un contrato y el dinero, nos movemos por los propios intereses laborales, y eso lo hacemos así por salud mental. Porque nos han aleccionado tanto y tan bien sobre el trabajo y el dinero, pero tan poco y tan mal sobre el esfuerzo y los principios, que ahora todos somos unos pusilánimes, o, al contrario, unos arrogantes. Pocos quedan íntegros, se confunde con la lógica. La moral no forma parte de ninguno de nosotros, y los que quedan con ella a saber dónde trabajan. La realidad contada en la ficción, por eso, no es ninguna broma, porque si se hace bien resulta ser un claro reflejo de lo que somos, menos deformada de lo que creemos. En La ley del mercado no se hace mal y la actuación principal la eleva, pero en su corta duración uno termina extenuado de experiencias.

=============================

Este mensaje va dirigido a los estudiantes y trabajadores de Recursos Humanos: dejad de hacer preguntas que son respondidas ya en internet, que son respondidas en asignaturas, cursos especializados o masters; dejad de preguntar qué animal nos gustaría ser, que ya se sabe que es el pato; dejad de preguntar qué nos gusta hacer, porque nos gustaría hacer el trabajo al que aspiramos, básicamente; dejad de guiaros por nuestra expresión corporal, porque podemos estar nerviosos o sabernos vuestras reglas y significados (y de nada sirven para esto). A lo mejor resulta que somos buena gente. Pero sobre todo, dejad vuestro trabajo e id en busca de otro nuevo, para que otro trabajador de Recursos Humanos os entreviste, y así ver si el mundo colapsa, y con él todo el sistema económico mundial (de nuevo, claro), debido al alto conocimiento sobre preguntas, respuestas y ademanes que ambos demostraréis. Sería una lucha épica, la de los capitales humanos.

Y es que luego dirán que el dinero no da la felicidad, pero sin él no quedan más salidas. Por eso ahora la gente ya da gracias al fomento del emprendimiento en forma de autónomos con cuotas mensuales de 265 euros, al fomento del empleo precario, temporal y mal pagado, al abaratamiento del despido… Gracias a todo ello (y al SAP), pues ahora nadie va a tener que robar a nadie para salvar la vida, para salvar su estilo de vida.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow
    Bienvenido al nuevo buscador de FA: permite buscar incluso con errores ortográficos
    hacer búsquedas múltiples (Ej: De Niro Pacino) y búsquedas coloquiales (Ej: Spiderman de Tom Holland)
    Se muestran resultados para
    Sin resultados para