Las primeras producciones cinematográficas estaban basadas en mostrar al público pequeños trucos de "magia", lo que se explica más teniendo en cuenta el contexto en que se presentaban (estos cortos eran parte de un programa de variedades con espectáculos circenses). En esto, Méliès era un genio, pero a veces se echa en falta un "plus" que haga de estas piezas algo más que una curiosidad "arqueológica". Por eso, me ha llamado la atención este cortometraje, donde uno se siente como el rey Francisco I, cansado de las "bufonadas" y deseando iniciar una historia más profunda (a la que da pie la mujer...).

Aunque lo pueda parecer en un principio, no se trata de un documental sobre atletismo o deportes, sino sobre la cultura jamaica (música, orgullo, violencia, etc.) que ha dado origen a atletas tan importantes como Usain Bolt. Más allá del interes que pueda tener el tema (que para mí lo tiene, y mucho), este documental es altamente recomendable por el ritmo que consigue a través de un montaje genial, que sirve también para profundizar en algunos aspectos tratados y, sobre todo, para introducir la paradoja y el sentido del humor (por ejemplo, unos jamaicanos declaran que el secreto de Bolt es la comida naturalmente sana, y a continuación aparece Bolt declarando su amor por el KFC), aunque la comparación final entre la llegada de Bolt a Jamaica y la de Haile Selassie (rey de Etiopía y "mesías" rastafari) en 1966 no creo que sea muy acertada.

Todo esto hace innecesaria una voz "en off", ni una intervención directa de los autores (por ejemplo en las entrevistas), que se "invisibilizan" haciendo suya la película a través de un arma más sutil y poderosa: el montaje.

PS: A quien le guste este documental le recomiendo muy vivamente "Hit me with music", también sobre cultura jamaicana y del mismo director.

Cortometraje trinitense bastante bien realizado, con detalles técnicos interesantes y escenas de belleza, por lo que es una lástima que la historia no esté más trabajada. No es sólo, o no tanto, que sea insustancial, sino que pretende en algún momento emocionarnos con el destino de una pelota por la que, lo siento, no puedo sentir ninguna empatía, y tampoco sé hasta qué punto podría sentirla un amante del fútbol. Los simbolismos no los acabo de entender, y la atmósfera en que te sumergen queda en nada por fallo de la historia principal.

Y es literal lo que quiero decir. Porque creo que esta película se salva precisamente por lo disparatado de algunos momentos. Empieza siendo una comedia romántica tontuna con personajes perfectamente tópicos y situaciones igualmente gastadas. Uno empieza a sospechar que la película esconde algo mejor cuando aparecen las tías verdes y, aunque luego parece que vuelve a caer en el tópico, algunos momentos diparatados, casi almodovarianos, salvan la película, aunque nunca acaba de salir totalmente del pozo de lo convencional.

Desde el principio de la película sabemos que el drama girará en torno a la muerte del hijo (aunque sólo sea por haber leído la sinopsis), por lo que uno podría esperar un drama lacrimoso que buscara la lágrima fácil. No es así. Al igual que el hijo, que se sumergía en las cuevas del mar, y del padre, que lo hacía en los problemas de sus pacientes, aquí Nanni Moretti profundiza de forma muy sincera en el dolor de los familiares (aunque se excede en el protagonismo dado al padre, interpretado por él mismo). Y de ello resulta una película que, si bien no deja de ser emotiva, sobresale precisamente por lo que tiene de indefinido, esa sensación de pérdida y de vacío que se expresa mejor en las dudas y silencios que en los grandes gritos y escenas lacrimógenas.