Un guión completamente cotidiano, a veces minimalista y lleno de fantasía, sirve a Miyazaki para crear la obra animada que a Disney le faltó. Una historia sin pretensiones, simple hasta decir basta pero que encandila al espectador de principio a fin con sus personajes de gran calidad humana, con sus buenas intenciones y con su mensaje ecologista. Geniales e inolvidables los diseños de los habitantes de la naturaleza. Imprescindible anime. Esto si que es una película para niños (y para adultos).

A veces algo pedante, la película de Iciar Bollaín sobre la violencia de género es una sorpresa dentro de tanto maniqueismo y simplismo. Puede caer en algún que otro tópico y diálogo rebuscado, pero el personaje del hombre (genial Tosar) en ella no es el del clásico ser malvado porque sí y sin escrúpulos que maltrata porque sí: por lo menos está desarrollado y no es un zombie sin sentimientos. Eso ya ayuda, además de su desenlace alejado de toda la espectacularidad predecible en una película sobre este necesario pero casi siempre mal tratado asunto.

Hal Hartley despunta desde su primera película, este excelente drama de corte social en el que un presidiario acusado por todos (por un crimen que nadie recuerda bien) ha de reacer su vida mientras la sociedad le quiere cerrar todas las puertas, incluso las del amor. Comienza el estilo de la cotidianeidad surrealista de Hartley. Un guión excelente lleno de geniales diálogos es su mejor baza, además de una banda sonora evocadora como pocas. Uno de los debuts injustamente menos recordados de finales de los ochenta y principio de los noventa. Uno de los más grandes debuts de toda una década de cambios en el cine.

En la línea de su ópera prima, "Solos en la madrugada" es una buena película sobre, de nuevo, la generación que creció en la dictadura y sobre el miedo al futuro y las ilusiones perdidas, esta vez con un poco más de cinismo (lo cual en Garci es extraño e incluso de agradecer). Repiten Sacristán (que por cierto da vida muy bien al personaje) y Faltoyano. Otra buena película de la primera etapa del oscar español.

Alex Proyas esta vez se pasa con el efectismo videoclipero un poco, pero su filme es visible a pesar de todo, en parte gracias a una historia que engancha desde el primer momento y que da varias y efectivas vueltas de tuerca, a un ambiente onírico y decadente cuidado a la perfección y a un genial reparto. En general infravalorada, es toda una joya del cine de entretenimiento de finales de los noventa. Una dignísima obra comercial injustamente menospreciada.