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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
16 de noviembre de 2007
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luchino Visconti crea su primera "ópera" (cinematográfica, se entiende). Es tan barroca como pasional. Venecia, en sus manos, una antología de musgo y piedra. El desenfreno magistral, la belleza otoñal, de una Alida Valli inolvidable, más olímpica que la Garbo y la Dietrich, nos obliga a amarla con locura (ya lo hicimos en "El tercer hombre") desde su primera aparición, enfebrecida y exquisita, en uno de los palcos del teatro La Fenice; y, por supuesto, a perdonarle sus excesos sucesivos, siempre en nombre de la más desatada de las pasiones amorosas. Farley Granger, como galán, nos resbala, pero, con toda probabilidad, Visconti no tenía otro mejor a mano. Lástima, porque, haberlos, los había... ¡El color es irrefrenablemente lírico! ¡La estética Viscontiana nos estremece! La versión original es necesaria. ¡¡Luchino Visconti y Alida Valli "forever" (R.I.P.)!!
19 de noviembre de 2007
13 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque nos pareciera mentira, en aquella lejana Rusia (tan traída y llevada a colación en nuestros memoriales historicidas, con su comunismo extremista, el sumo respeto que nos imponía nombrar la terrible revolución bolchevique, la masacre perpetrada contra la familia del Zar Nicolas, y todos aquellos nombres que luego se ligaron al tremebundismo que corroía las mentes europeas: Trotsky, Lenin, Stalin...) sus habitantes también tenían un huequecito para sufrir (además de los quebraderos de cabeza que conllevara una política dictatorial de izquierdas) los mismos problemas que el resto de los habitantes de este planeta. Nos lo hizo saber Nikita Mikhalkov en su oscarizada "Quemado por el sol". Después del Oscar, este "maestro ruso" tenía que agarrarse como fuera a la primera zarza ardiente que se le pusiera por delante, pues el premio de Hollywood exigía de él un gran do de pecho. Retrocedería, por tanto, en el tiempo, panavisionaría magistralmente su hermoso país, y nos narraría con ironía, acidez, rabia y garra, una especie de epopeya a lo "Doctor Zhivago", que a más de uno nos dejó patidifusos. En efecto, este "Barbero de Siberia" acaba irremediablemente arrebatándonos. Aquella Rusia Zarista de finales del siglo XIX, en la que ya se intuían los múltiples peligros de las inminentes revueltas obreras y las intrigas que desencadenarían, tras la I Guerra Mundial, la colosal Revolución Proletaria, nos viene servida también por un fascinante relato de amor en una época en la que era muy difícil defender posturas y destripar entrañas.
El film es una epopeya, pero tiene también algún toquecito blando, que amortigua el duro tono militar, y que luego habrá de desembocar en el tono lastimero, ilustrativo, deslumbrante, de un país y unas gentes que sufrieron todo lo que hay que sufrir (miseria, intolerancia, deportaciones en masa) hasta testimoniar, años después, con la confianza de su audaz determinación coyuntural y corporativa, un nuevo orden vivencial y político que asombraría y haría temblar a Europa. El film sufrió muchos recortes por su larga duración, pero con lo que nos quedó, nos damos por satisfechos. Obra maestra del gran Mikhalkov. Oleg Menchikov, galán preferido de Nikita, ¡sensacional en el amor y en la desgracia! ¡Siberia al colorista viento otoñal! Y Julia Ormond, exquisita Jane, se pierde más allá de la tundra, mientras el "barbero" André Tolstoi cierra los ojos al fantasma enamorado que se aleja para siempre. "Zhivago y Lara" Todo vuelve a ser magistral.
17 de noviembre de 2007
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carmen Maura va y viene, neurótica, se despista, desata sus nervios como una Aurora Bautista enfrentada a las tropas napoleónicas, y acaba prendiendo fuego a esa cama donde vivió sus últimos polvos. El teléfono es su fetiche endiablado. Parece, salvando las distancias, Anna Magnanni en "El amor". Julieta Serrano, loca de atar, clama venganza sin saber por qué, y con su vestimenta de esquizoide pasada de moda y su pelucón a lo Gelu, abre sus partes pudendas sobre una moto que pertenece a otra vagina, dispuesta a cumplir con los requisitos de la hecatombe en que anda enfrascada, aunque eso le cueste destrozarse el peinado postizo como a Shirley McLaine en "La fuerza del cariño". María Barranco se estrena con un intento de suicidio de toma pan y moja, después de su encuentro fornicador con unos "chiitas". La Kitty Manver recibe una hostia como la de "Gilda", y por si fuera poco, la Maura le arrea luego un discazo, que le hace soltar escorpiones por la boca (cosa ya habitual en la Manver). Antonio Banderas tartamudea, y Rossy de Palma (su increíble novia) tiene orgasmos en sueños, porque, a la luz del día, ¡cualquiera le mete mano!. Todos acaban neuróticos perdidos. La Maura se prepara un gazpacho con tranquilizantes, y manda a casi todo el plantel a pastar al reino de Morfeo. Almodóvar parece Minnelli en esta comedia alocada, plagada de magníficas actrices. Es perfecta. Lo mejor de toda su filmografía. Merecía el Oscar.
6 de enero de 2008
14 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá del bien y del mal

La polémica directora italiana Liliana Cavani que ya anduvo a la brega con su "Galileo Galilei", se atrevió, esta vez, ¡ahí es nada!, con el mismísimo F. W. Nietzsche. El filósofo agnóstico, liberal, socialista, apasionado y radical, que puso en un brete la cultura europea de su siglo. En la película vislumbramos algo de su irracionalismo moderno al que acompañaron ambiguas amistades; sus crisis, el ambiente hostil de un hogar presidido por una intolerante hermana, y su locura final de la que jamás se recuperó. Es un film poco visto, o nada visto, pero decididamente recomendable. Hoy, los que tanto admiramos (y conocemos) a Visconti, y luego al mejor Bertolucci, adivinamos que la Cavani encauzaba sus desviacionismos hacia ese mundo apasionado del maestro Luchino, y que también parecían abrírsele las puertas estilísticas del gran Bernardo. Dominique Sanda, atractiva, racionalista y sensual (ya lo estuvo en "Novecento"), se convierte en el epicentro del film, y Virna Lisi, viperina y bella, reivindica su gran talento interpretativo, malgastado, años atrás, en absurdas comedietas norteamericanas. El bergmaniano Erland Josephson crea un gran Nietzsche. Robert Powell, que fue el "Mahler" de Ken Russell, nos ofrece un interesante recital como su ambiguo alumno.-Pablo García del Pino
17 de noviembre de 2007
14 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que su magnífica "Ley del deseo" se le quedó chica a Pedro Almodóvar, no hay para qué contarlo. Esta "Mala Educación" es una clarísima muestra de que ha disfrutado como un "berebere" refrescándose la memoria con sus años de colegial (que no sé si fueron así, aunque sí lo fueran para otros muchos), y, ¡aunque él jure y perjure que no!, el ajuste de cuentas con esos rituales desesperados de la enseñaza católica de posguerra, presidida por el imperante clero de nuestros años infantiles y mozos, y, ¡ahí es nada!, con esa lectura repulsiva, conscientemente viva (¡aún hoy!) de una pederastia que no encubría sus erecciones de entre piernas bajo el negrísimo manto de sus sotanas, ¡está más que cacareado! (con tanta ansiedad, violencia y turbación como la que acomete al padre ¡cómo se llame! que interpreta, con remoto parecido al seco color demoníaco de un fraile inquisitorial, y con toda la carnalidad nauseabunda que lo subleva, el magnífico actor mejicano Daniel Giménez Cacho). ¡Chapeau para nuestro gordinflón Pedrito sin gafotas, porque ajustes de cuentas como estos son siempre apetecibles! Con "La Ley del deseo","Mujeres al borde de un ataque de nervios", personalmente, admiro "La mala educación", y opino que, desde aquellas otras dos, ha hecho ahora su mejor película. La maquinación de este "historión" en forma de tríptico (pues, no dejan de ser tres películas en una) es ingeniosísimo. Un desarrollo perfecto a todos aquellos chismes de violaciones de capilla y transmutaciones uterinas con que la más genial, "QUE YA NO PODÍA ESTAR MÁS DE TANTO COMO ESTABA, DE TAN BIEN" (que dijo otro Pablo "R.I.P."), CARMEN MAURA, nos dejara con la miel en los labios, en la otra, en la "Del deseo". Gael García Bernal, es un guaperas, y hubiéramos deseado "más cuplés" travestidos.¡Es igual! El chico vale y cumple (aunque mis preferencias vayan hacia el inolvidable Eusebio Poncela de su precedente). Fele Martínez, ¡pues bueno!, ha hecho cosas mejores. El que se lleva la palma de interpretación, ¡cuando no del martirio! es LLuís Homar, que sin buscar posturitas, pero encontrando "la del alivio" en una perfecta desazón epiléptica, unas náuseas y una tos de campeonato, recorre la tercera parte (absolutamente espléndido), de este hiperbólico vía crucis sexual. Francisco Boira, fornido, áspero, aceitoso, de manos largas como tentáculos y ojos que inyectados, no en sangre, sino en una humedad atravesada y caliente, está genial: ¡parece un travestí arrancado de una misa negra! ¡Las que el personaje viviera entre las frondosidades humillantes de las cárceles curiales! La música de Alberto Iglesias es sensacional. Se parece a la de "Psicosis" del gran Bernard Herrmann.
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