Una comedia satírica, surrealista y absurda, sobre la burguesía, que presenta un embajador en París, (Fernando Rey), de una república bananera sudamericana ficcional, "Miranda", y un grupo de amigos cuyo bienestar se apoya en el contrabando de cocaína en valijas diplomáticas desde aquel país. Una serie de comidas de este grupo es interrumpida por situaciones absurdas que a menudo son sueños, pues, en el cine, fácilmente se recupera la "realidad" (la vigilia) mostrando, de pronto, que un personaje despierta de su pesadilla. Las reuniones sociales y elegantes dan pie para lo cómico, representado con un estilo de actuación muy particular, tan absurdo, tan ridículo, mecánico, teatral, que en sí mismo es absurdo, como toda la historia, que sólo tiene continuidad en la presencia de los mismos personajes. Todo lo que sucede es sorprendente, inusitado, salvo las relaciones amorosas, claro, por ejemplo un obispo viene a pedir trabajo como jardinero y en ello se ocupa, pero es capaz de matar a un creyente moribundo luego de la absolución, por venganza. La transgresión de los valores que la burguesía ostenta es la raíz del absurdo.

Una adaptación que sin duda exige la exageración de las actuaciones, lo que da un resultado de personajes desenfrenados en busca del abismo, de la tragedia. Ha sido bien señalada como drama de "amour fou" (amor loco) pues el personaje principal, Alejandro (Jorge Mistral) está loco de amor, obsesionado, pero al mismo tiempo, de despecho. Y todos los personajes están locos, salvo un niño y un anciano, aquellos que aún no conocen las pasiones o ya las han agotado. (El personaje principal fue interpretado en 1939 por Laurence Olivier en la versión de William Wyler). La película comienza con el regreso del personaje a su casa de la infancia, en México, y su reencuentro con su gran amor de adolescencia, Catalina (Irasema Dilián) ya casada con otro, Eduardo (Ernesto Alonso) para poner en marcha una mecánica de tragedia a lo Shakespeare, seguramente lejos de la imaginación de la inventora de un clásico de la literatura inglesa y universal, "Cumbres borrascosas", de Emily Brontë (1818-1848). Tal vez este loco amor sea sólo posible en el otro mundo. El mismo Luis Buñuel dijo de esta película: "un resultado sumamente discutible".

Ridícula película de nieblas, humaredas y cementerio, de un romance más frío que el hielo a pesar de los besos, en situaciones peligrosas que no tienen que ver con los espectáculos del mago y no tienen sentido. No hay "química", como se dice, entre los personajes Harry Houdini (Guy Pearce) y la bella Mary (Catherine Zeta-Jones). Una película gótica sin horror, sólo un poco de oscuridad en una historia contada por una niña, Benji (Saoirse Ronan, a quien le tocaron las únicas buenas frases del guión). Increíble bodrio aburrido y tonto que funciona como suicidio del cine inglés, merecedor en general de mejor suerte.

Una cantante, Lauren (Emmanuelle Seigner), tan desabrida para cantar como para actuar y cuya única virtud es ser alta y que atrae a un grupo inverosímil de fans, también atrae hasta un extremo patológico a una chica con cara de estúpida y desorientada, Lucie (Isild Le Besco) que hace las cosas más inverosímiles para permanecer cerca de su estrella mientras ésta la manipula vergonzosamente. Una película desagradable, con caras desagradables, donde un ciervo embalsamado representa insistentemente a estos personajes sin vida.

Una alegoría satírica, divertida y dinámica sobre una época en una región, un país que "existió", es decir son varias metáforas de la historia de una época difícil que aparece, desde luego, como un caos animado por escenas cómicas, delirantes, y de confusión y destrucción. La Historia como una locura desenfrenada que espanta y al mismo tiempo hace reír, donde un mono es más cariñoso y sensato que un humano (una "monada"). Estas características las podemos entender en general aunque no podamos opinar sobre su contenido ideológico-político-histórico.
No falta la música, el amor, la tragedia, el cine dentro del cine, un Cristo dado vuelta y colgado de los pies, una celebración en el Paraíso y mil locuras, divertidas hasta donde pueda entenderse y una gran interrogación final: ¿qué es esto? Pues bien, señoras y señores, es una alegoría, interpreten, es, para la mayoría de nosotros, una adivinanza.