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Críticas ordenadas por utilidad
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6,0
13.030
4
14 de marzo de 2015
14 de marzo de 2015
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la primera vez, y me temo no será la última, que cualquier gran director pueda meter la pata al ofrecernos una obra fallida. Y no se trata de un pensamiento pesimista o un maleficio. Es ley de vida (que se da también en el arte) que el autor/a que haya degustado un proceso placentero de reconocimientos, corre el riesgo de elevarse por encima del bien y del mal, aunque sea de forma inconsciente, se sienta omnipotente, flotando… y literalmente la cague. No digo que “Puro vicio” sea una mala película, pero sí que es deficiente.
Mi teoría subjetiva es que no le ha traicionado su ambición, pero sí el ombliguismo de sumergirse en una obra literaria, en este caso de Pynchon, y creer que esa zambullida era suficiente para no haber sido riguroso u ordenado como en otras ocasiones, tanto con sus personajes como el haberse centrado en lo que quería transmitir, que era suficiente plasmar el alud de sensaciones como lector y que todo valía. Hasta cierto punto podía llevar razón ya que el adaptar la obra al cine la convierte en otra, tiene libertad para tomarse licencias, en definitiva hacer lo que quiera. El error ha sido no haber plasmado su punto de vista como director, siempre férreo, y pretender dar el del autor, porque otra explicación no encuentro. Paul Thomas Anderson es un tipo inteligente, por eso me ha chocado que no haya sabido ni mezclar bien su humor con su crítica, sin darle credibilidad al mundo “marciano” que cuenta y pretendiendo meter lo que en el guión “no cabía”, con voces en off de tintes literarios para hacer más profundos unos personajes en su mayoría no estaban bien descritos y cuyo verbo no era imprescindible para la acción, y eso que no he leído esta novela, pero se nota, o al menos a mí me ha dado esa sensación.
Su factura es buena, aunque tiene una banda sonora muy adecuada aunque excesiva. Los actores, que cumplen, van y vienen, hay muchos innecesariamente, ya que a medida que avanza el film van desapareciendo, resolviéndose mucho “de boquilla”. El cásting sorpresivamente en esta ocasión no me ha parecido ajustado, formando disonancias en su conjunto. Witherspoon, del Toro o Brolin, resaltan con una labor comedida, mientras Wilson o Short suenan más a guiño o a chiste que a personaje. Hay casi cameos como el desaprovechado Eric Roberts y el caso de Joaquin Phoenix, con mucho pesar, a mí en esta ocasión me satura con su armadura externa, escudándose en la estridencia y en su “look” más que en su verosimilitud (qué bonitas las gafas de sol de lentes circulares que luce) y que por cierto, hay planos donde me recuerda muchísimo a Vincent Lindon.
Mucho ajetreo, demasiado bullicio gratuito para unos fuegos artificiales que nunca acaban estallando, oliendo más a pólvora mojada que a polvo, porque, dicho sea de paso, vaya mamarracherío las escenas de polvos y la utilización del sexo en sí. Aunque hubiera sido adrede su intención es difusa, tanto como la neblina que se dibuja a veces en algunas escenas, a veces tan forzada y ficticia, confundiendo lo que debería ser onírico y sugerente, empobreciendo el efecto de las drogas a las que se aluden, tanto visualmente como elemento dramatúrgico supuestamente importante.
Mi teoría subjetiva es que no le ha traicionado su ambición, pero sí el ombliguismo de sumergirse en una obra literaria, en este caso de Pynchon, y creer que esa zambullida era suficiente para no haber sido riguroso u ordenado como en otras ocasiones, tanto con sus personajes como el haberse centrado en lo que quería transmitir, que era suficiente plasmar el alud de sensaciones como lector y que todo valía. Hasta cierto punto podía llevar razón ya que el adaptar la obra al cine la convierte en otra, tiene libertad para tomarse licencias, en definitiva hacer lo que quiera. El error ha sido no haber plasmado su punto de vista como director, siempre férreo, y pretender dar el del autor, porque otra explicación no encuentro. Paul Thomas Anderson es un tipo inteligente, por eso me ha chocado que no haya sabido ni mezclar bien su humor con su crítica, sin darle credibilidad al mundo “marciano” que cuenta y pretendiendo meter lo que en el guión “no cabía”, con voces en off de tintes literarios para hacer más profundos unos personajes en su mayoría no estaban bien descritos y cuyo verbo no era imprescindible para la acción, y eso que no he leído esta novela, pero se nota, o al menos a mí me ha dado esa sensación.
Su factura es buena, aunque tiene una banda sonora muy adecuada aunque excesiva. Los actores, que cumplen, van y vienen, hay muchos innecesariamente, ya que a medida que avanza el film van desapareciendo, resolviéndose mucho “de boquilla”. El cásting sorpresivamente en esta ocasión no me ha parecido ajustado, formando disonancias en su conjunto. Witherspoon, del Toro o Brolin, resaltan con una labor comedida, mientras Wilson o Short suenan más a guiño o a chiste que a personaje. Hay casi cameos como el desaprovechado Eric Roberts y el caso de Joaquin Phoenix, con mucho pesar, a mí en esta ocasión me satura con su armadura externa, escudándose en la estridencia y en su “look” más que en su verosimilitud (qué bonitas las gafas de sol de lentes circulares que luce) y que por cierto, hay planos donde me recuerda muchísimo a Vincent Lindon.
Mucho ajetreo, demasiado bullicio gratuito para unos fuegos artificiales que nunca acaban estallando, oliendo más a pólvora mojada que a polvo, porque, dicho sea de paso, vaya mamarracherío las escenas de polvos y la utilización del sexo en sí. Aunque hubiera sido adrede su intención es difusa, tanto como la neblina que se dibuja a veces en algunas escenas, a veces tan forzada y ficticia, confundiendo lo que debería ser onírico y sugerente, empobreciendo el efecto de las drogas a las que se aluden, tanto visualmente como elemento dramatúrgico supuestamente importante.

5,1
630
1
1 de abril de 2021
1 de abril de 2021
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena película, es obvio, que puede salir tanto de un gran estudio con gran presupuesto como de un circuito independiente. Muchas veces, es el cine independiente es el que la proporciona, aunque por desgracia, no es obligatorio que el que provenga de ahí sea ningún signo de garantía.
“Placeres vespertinos”, también conocida por su título original “Afternoon Delight”, proviene del cine independiente. Llama la atención que incluso ha obtenido algunos premios, como por ejemplo, el de mejor director en el Festival de Sundance de 2013 e incluso fue nominado como mejor guión novel en la edición, también de ese año, de los premios Independent Spirit. Su director y guionista, Joey Soloway, posteriormente fue creador de series y ha ido trabajando hasta hoy día, que está preparando un “reboot” de “Red Sonja”, en España titulada “El guerrero rojo”, de 1985, correspondiente a la peor época en la trayectoria de Richard Fleischer.
Se me ocurrió escribir este comentario, sobre todo, para que sirviera como un aviso a navegantes, pero ya veo que han habido varios usuarios que previamente ya lo han hecho, porque “Placeres vespertinos” es una de las películas, si es que se le pudiera llamar así, más malas y repulsivas que últimamente haya salido del cine independiente. Sus distinciones, francamente me asombran, no sé si han sido por amiguismo o suerte, pero lo que “Placeres vespertinos” hubiera merecido, al igual otras porquerías que se han rodado, es el olvido más extremo, cosa que, injustamente, le ha ocurrido a muchos films mejores que este.
Lo peor es su pésimo guión, un canto a la burguesía más estúpida y deleznable, con personajes huecos que tienen mucho tiempo libre, sin imaginación para nada y sin conflicto real: una pareja, que ya tiene un hijo, van a un club, por sugerencia de una de las gilipollas amigas de ella, para que una stripper le haga un “show” privado a la mujer y así, posteriormente, se lo haga a su marido, porque son muy antiguos y raritos: cuando tienen un orgasmo, ella cierra los ojos, o algo así, ya ni me acuerdo bien. Luego, por una serie de circunstancias, la protagonista, que es de alma cándida, le sugiere a la stripper, que se ha quedado en la calle, que vaya a vivir con el matrimonio. No ya el matrimonio, si no también los amigos y todo lo que pasa, es tan irrelevante como casposo... No cuento más de su historia y su final, y no reviento nada, es rematadamente asqueroso.
Su dirección es rutinaria. De su “casting”, ellas no resaltan, y ellos están aún peor, gracias a un guión, como hemos dicho, horrendo, unos personajes absurdos y unos diálogos vomitivos. La mediocridad infecta al equipo artístico al completo, donde no hay nada que reseñar, y sus noventa y pico minutos de duración pesan como una losa, como si durara el doble.
Por desgracia mi mala memoria además me traiciona, pero hay una entrevista en el que un director de cine, creo que John Landis, pero no las tengo todas conmigo, confesaba que se veía todo lo que estrenaban. Un día, fue al cine con un amigo suyo, habitual acompañante, y al cuarto de hora, su amigo le dio un codazo, le miró y le hizo una señal con la cabeza para irse de la sala. Fue la primera vez que se salió de un cine, cosa que sonaba casi a sacrilegio, y descubrió que no era así, que eso, al igual que el quedarse dormido, era en algunos casos una bendición. Este director aprendió que no estaba obligado a verlo todo. Pues bien, no fue con esta película, no decía con cuál le ocurrió, pero hay que estar aleccionado para hacer eso en casos como el presente.
Cualquier bazofia de serie Z es más entretenida y merece más respeto que “Placeres vespertinos”, cosa que si la hubiera dejado al cuarto de hora, me hubiera ahorrado tiempo, este comentario/advertencia y el estómago revuelto, sensación que no me deja ni el peor telefilm que proyectan de madrugada para rellenar horas de emisión de emisión, porque para colmo, Joey Soloway, se toma muy en serio todo y es gratuitamente pretencioso. En resumidas, mierda de la peor calaña, malsana por sus monsergas y mensajes cavernícolas, que levantan en mí los peores sentimientos.
“Placeres vespertinos”, también conocida por su título original “Afternoon Delight”, proviene del cine independiente. Llama la atención que incluso ha obtenido algunos premios, como por ejemplo, el de mejor director en el Festival de Sundance de 2013 e incluso fue nominado como mejor guión novel en la edición, también de ese año, de los premios Independent Spirit. Su director y guionista, Joey Soloway, posteriormente fue creador de series y ha ido trabajando hasta hoy día, que está preparando un “reboot” de “Red Sonja”, en España titulada “El guerrero rojo”, de 1985, correspondiente a la peor época en la trayectoria de Richard Fleischer.
Se me ocurrió escribir este comentario, sobre todo, para que sirviera como un aviso a navegantes, pero ya veo que han habido varios usuarios que previamente ya lo han hecho, porque “Placeres vespertinos” es una de las películas, si es que se le pudiera llamar así, más malas y repulsivas que últimamente haya salido del cine independiente. Sus distinciones, francamente me asombran, no sé si han sido por amiguismo o suerte, pero lo que “Placeres vespertinos” hubiera merecido, al igual otras porquerías que se han rodado, es el olvido más extremo, cosa que, injustamente, le ha ocurrido a muchos films mejores que este.
Lo peor es su pésimo guión, un canto a la burguesía más estúpida y deleznable, con personajes huecos que tienen mucho tiempo libre, sin imaginación para nada y sin conflicto real: una pareja, que ya tiene un hijo, van a un club, por sugerencia de una de las gilipollas amigas de ella, para que una stripper le haga un “show” privado a la mujer y así, posteriormente, se lo haga a su marido, porque son muy antiguos y raritos: cuando tienen un orgasmo, ella cierra los ojos, o algo así, ya ni me acuerdo bien. Luego, por una serie de circunstancias, la protagonista, que es de alma cándida, le sugiere a la stripper, que se ha quedado en la calle, que vaya a vivir con el matrimonio. No ya el matrimonio, si no también los amigos y todo lo que pasa, es tan irrelevante como casposo... No cuento más de su historia y su final, y no reviento nada, es rematadamente asqueroso.
Su dirección es rutinaria. De su “casting”, ellas no resaltan, y ellos están aún peor, gracias a un guión, como hemos dicho, horrendo, unos personajes absurdos y unos diálogos vomitivos. La mediocridad infecta al equipo artístico al completo, donde no hay nada que reseñar, y sus noventa y pico minutos de duración pesan como una losa, como si durara el doble.
Por desgracia mi mala memoria además me traiciona, pero hay una entrevista en el que un director de cine, creo que John Landis, pero no las tengo todas conmigo, confesaba que se veía todo lo que estrenaban. Un día, fue al cine con un amigo suyo, habitual acompañante, y al cuarto de hora, su amigo le dio un codazo, le miró y le hizo una señal con la cabeza para irse de la sala. Fue la primera vez que se salió de un cine, cosa que sonaba casi a sacrilegio, y descubrió que no era así, que eso, al igual que el quedarse dormido, era en algunos casos una bendición. Este director aprendió que no estaba obligado a verlo todo. Pues bien, no fue con esta película, no decía con cuál le ocurrió, pero hay que estar aleccionado para hacer eso en casos como el presente.
Cualquier bazofia de serie Z es más entretenida y merece más respeto que “Placeres vespertinos”, cosa que si la hubiera dejado al cuarto de hora, me hubiera ahorrado tiempo, este comentario/advertencia y el estómago revuelto, sensación que no me deja ni el peor telefilm que proyectan de madrugada para rellenar horas de emisión de emisión, porque para colmo, Joey Soloway, se toma muy en serio todo y es gratuitamente pretencioso. En resumidas, mierda de la peor calaña, malsana por sus monsergas y mensajes cavernícolas, que levantan en mí los peores sentimientos.

8,0
31.413
1
29 de enero de 2011
29 de enero de 2011
51 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre el documental hecho para el gobierno "This is Korea" de 1951 y "El precio de la gloria", otra de guerra, en este caso de ficción, en el mismo año, Ford rueda su añorado proyecto, "El hombre tranquilo" ya contando con el beneplácito de UK entera tras el éxito de "¡Qué verde era mi valle!". El resultado es un producto hábilmente confeccionado para ensalzar una serie de valores realmente arcaicos y recalcitrantes, con un hedor que planea durante toda la película, a pesar de los bellos parajes, con personajes en los que me cuesta no ya identificarme si no entenderles, con una falsa camaradería digna de un barco pirata.
Que siempre es un placer poder ver a Maureen O´Hara es verdad, a su partenaire, Wayne, lo reconozco, me cuesta trabajo tragármelo, casi siempre con un "gestus facial" de sufrir en silencio algún mal anal... El resto de actores (excelentes) se prestan a la farsa con esos personajes de guiñol, mamporreros y absolutamente inauditos.
Creo que juega más limpio en ese sentido Robert Wise en "Sonrisas y lágrimas", catedral insigne de ese cine peligrosamente llamado "familiar", por ejemplo, tanto que la critican. O cualquier comedia con Doris Day o Sandra Dee, incluso Capra o Leo McCarey con Bing Crosby... Ese cine bienintencionado y campechano es, aparte de los más aburridos, de lo más dañinos para cualquier instinto de superación.
Ford se vuelve más interesante en su última época. Despojado de su gloria por los más "modernos", cuando "trampas" como la horrenda "La taberna del irlandés" no colaban ni a crítica ni a público, rueda su mejor western y al fin se redime con la figura femenina con la excelente "Siete mujeres". Más vale tarde que nunca, pero hacer creer que "El hombre tranquilo" es ni siquiera una sana o buena película me parece una aberración, muy consentida por cierto por (supuestos) críticos especializados. A ellos habría que hacerles desde un test psicológico a un test cinematográfico. Quizás son los que le hacen creer a muchos que esto es cine genuino. Los mismos que cuando estrenan una película que le dan palo o pasa inadvertida y con el tiempo cambian descaradamente de criterio. Tan carentes de sentido como los personajes de esta nefasta película.
Que siempre es un placer poder ver a Maureen O´Hara es verdad, a su partenaire, Wayne, lo reconozco, me cuesta trabajo tragármelo, casi siempre con un "gestus facial" de sufrir en silencio algún mal anal... El resto de actores (excelentes) se prestan a la farsa con esos personajes de guiñol, mamporreros y absolutamente inauditos.
Creo que juega más limpio en ese sentido Robert Wise en "Sonrisas y lágrimas", catedral insigne de ese cine peligrosamente llamado "familiar", por ejemplo, tanto que la critican. O cualquier comedia con Doris Day o Sandra Dee, incluso Capra o Leo McCarey con Bing Crosby... Ese cine bienintencionado y campechano es, aparte de los más aburridos, de lo más dañinos para cualquier instinto de superación.
Ford se vuelve más interesante en su última época. Despojado de su gloria por los más "modernos", cuando "trampas" como la horrenda "La taberna del irlandés" no colaban ni a crítica ni a público, rueda su mejor western y al fin se redime con la figura femenina con la excelente "Siete mujeres". Más vale tarde que nunca, pero hacer creer que "El hombre tranquilo" es ni siquiera una sana o buena película me parece una aberración, muy consentida por cierto por (supuestos) críticos especializados. A ellos habría que hacerles desde un test psicológico a un test cinematográfico. Quizás son los que le hacen creer a muchos que esto es cine genuino. Los mismos que cuando estrenan una película que le dan palo o pasa inadvertida y con el tiempo cambian descaradamente de criterio. Tan carentes de sentido como los personajes de esta nefasta película.
2
6 de septiembre de 2013
6 de septiembre de 2013
25 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es inconcebible que haya películas que, al no pertenecer a ningún gran estudio, no puedan encontrar un hueco en la cartelera y otras, inmerecidamente, se estrenen. Todo esto se debe a una política errónea de distribución (o mafioseo) que, con el paso del tiempo, acabará destruyendo cualquier ápice de cultura, pasando el cine a ser una fábrica, no ya de sueños, sino de pesadillas, de pésimos telefilms incapaces de alimentar el alma. Y como ejemplo esta imbecilidad llamada “Cruce de caminos”, que parece ser que algún que otro crítico, sin tener ni idea de cine ni de lo que es perder el tiempo, la haya podido encontrar ni siquiera aceptable. Y que “Cruce de caminos” es un fallo brutal en muchos sentidos: desde una dirección funcional y nada creativa, a un guión ridículo en el que parecen que se integran casi tres largometrajes en uno, mal hilados, peor resueltos, resultando más largo que cualquier chiste- río que los que contaba el mítico Paco Gandía, y para colmo sin una gota de humor, a lo que hay que sumarle diálogos vergonzantes y con unas interpretaciones mediocres o, como en algunos casos, de juzgado de guardia como la de Eva Mendes o el ridículo, casi cameo, de Ray Liotta, por lo que de nuevo la figura del director de casting, como en muchas películas, es de alguien que cobra pero que su trabajo lo podía desempeñar cualquiera, al tratarse meros mercenarios con el poder suficiente para anular cualquier posibilidad de ver una buena actuación, al tener en cuenta solo nombres o bien de moda o de los enchufados de turno. En cuanto a maquillaje o peluquería ya merecen pelotón de fusilamiento, sobre todo porque, como la película se desarrolla a través de casi dos décadas, la ocurrencia de avejentar a Eva Mendes poniéndole dos mechas manchadas de tiza y un jersey con cremallera es digno del peor cine de cuarta. Quizás sea su banda sonora lo más curioso, sea por incluir temas conocidos o por ese intento de hacer casi música planeadora con aires de Mark Isham, dándole cierta ínfula a la película, como si fuera de “autor”, pero es sin duda una de las mediocridades más aburridas que he visto en mucho tiempo y que sinceramente espero se acuerden de ella para la próxima edición de los premios razzies. Sirve también esta bazofia como ejemplo de lo que es una película que no se sabe a qué público va dirigida, que si esto parece un thriller, un drama o chascarrillo de la abuela con el que, a su término, poder decir: “Ay qué ver, las casualidades de la vida…”. Y es que el guión entero, los grandes como Peckinpah o Lumet, lo hubieran podido resumir en boca de un agente corrupto en cinco minutos. Hubiéramos salido todos ganando.
8
2 de diciembre de 2022
2 de diciembre de 2022
22 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me lo he pensado, pero creo que parte del comentario de “Tár” va en el espacio del “spoiler” porque quiero hablar de algunas de sus escenas. No quisiera destripar nada a los posibles espectadores y no quisiera sentirme responsable, aunque sospecho que tanto algún crítico profesional como aficionado lo van a hacer. Para mí ha supuesto, en líneas generales y ante tanta mediocridad, un balón de oxígeno. Me alegra que aún haya dosis de riesgo y se pueda llegar a producir, no sin muchos obstáculos en su producción, películas que estén claramente fuera de toda moda y que se acerquen, y mucho, a lo que es “cine de autor”. Tanto es así que su protagonista, Cate Blanchett, para tener un mayor control ante un posible e inesperado cambio de rumbo por parte de la productora, está implicada en su producción, cosa que ya había hecho anteriormente en su carrera.
Eso sí, seguro que “Tár” no va a contar con apoyo popular, no es una película para la masa, concretando, para un público palomitero el cual pueda acusarla falsamente de “gafapasta”. Así que quedan advertidos todos los “fans” de películas de acción y explosiones, que es una opción respetable, pero son de un gusto incompatible en esta ocasión. Tampoco es un espectáculo suntuoso de presupuesto como “Amadeus” ni tiene los trucos necesarios para enganchar al público mayoritario como en el caso de la sobrevalorada “Whiplash”.
Es una película muy bien planteada, muy pensada en su estructura y muy bien resuelta, pero sin falsas piruetas, pecando hasta de concisa.
A mí me salen unas diez nominaciones para el “Oscar”: película, director, guión, actriz principal, doble nominación para sus secundarias, banda sonora, fotografía, montaje y sonido. No sé si son demasiadas para un film tan “outsider”, quizás demasiado optimismo por mi parte, pero ya el año pasado me alegré de que “El poder del perro” tuviera tantas consideraciones aunque al final en premios, lógicamente, se quedara muy corta, cosa que con “Tár” se podría volver a repetir.
Me tendría que remontar al clásico denostado de Andrzej Wajda “El director de orquesta”, o más recientemente a “Sinfonía en soledad: Un retrato de Glenn Gould”, de François Girard (también director de “El violín rojo”) o “El último concierto”, de Yaron Zilberman, para encontrar un film que siga el tono que se aquí se plantea y gire de forma tan rigurosa y formada en torno a lo que es la música clásica, la orquesta, sus directores y su peculiar entorno, aunque el único nexo entre ellas sea que precisamente no fueron éxitos comerciales.
Nada nuevo que yo recomiende verla en su versión original subtitulada, pero es que aquí se salta de un idioma a otro, aunque sea en breves momentos, y todo eso se podría perder, aún desconociendo el doblaje que le puedan hacer.
Pues paso al “spoiler”, pero si deciden verla, no se formen ideas preconcebidas ni se creen expectativas. Con sus virtudes (que hay muchas) y algún “defecto” es un film, al menos para mí lo fue, muy disfrutable. Y tirón de orejas a ciertos críticos de cuarta que emplean términos, a la primera de cambio, que contagian a los más profanos, con eso de “drama que se cuece a fuego lento” y paparruchas de ese talante. Aquí todo lo que no sea sincopado es como “bajo de ritmo”, sin tener la más mínima sensibilidad que hay cosas, como en la vida, que son soterradas. Mera cuestión de formación y de no ver tanto cine obvio.
Eso sí, seguro que “Tár” no va a contar con apoyo popular, no es una película para la masa, concretando, para un público palomitero el cual pueda acusarla falsamente de “gafapasta”. Así que quedan advertidos todos los “fans” de películas de acción y explosiones, que es una opción respetable, pero son de un gusto incompatible en esta ocasión. Tampoco es un espectáculo suntuoso de presupuesto como “Amadeus” ni tiene los trucos necesarios para enganchar al público mayoritario como en el caso de la sobrevalorada “Whiplash”.
Es una película muy bien planteada, muy pensada en su estructura y muy bien resuelta, pero sin falsas piruetas, pecando hasta de concisa.
A mí me salen unas diez nominaciones para el “Oscar”: película, director, guión, actriz principal, doble nominación para sus secundarias, banda sonora, fotografía, montaje y sonido. No sé si son demasiadas para un film tan “outsider”, quizás demasiado optimismo por mi parte, pero ya el año pasado me alegré de que “El poder del perro” tuviera tantas consideraciones aunque al final en premios, lógicamente, se quedara muy corta, cosa que con “Tár” se podría volver a repetir.
Me tendría que remontar al clásico denostado de Andrzej Wajda “El director de orquesta”, o más recientemente a “Sinfonía en soledad: Un retrato de Glenn Gould”, de François Girard (también director de “El violín rojo”) o “El último concierto”, de Yaron Zilberman, para encontrar un film que siga el tono que se aquí se plantea y gire de forma tan rigurosa y formada en torno a lo que es la música clásica, la orquesta, sus directores y su peculiar entorno, aunque el único nexo entre ellas sea que precisamente no fueron éxitos comerciales.
Nada nuevo que yo recomiende verla en su versión original subtitulada, pero es que aquí se salta de un idioma a otro, aunque sea en breves momentos, y todo eso se podría perder, aún desconociendo el doblaje que le puedan hacer.
Pues paso al “spoiler”, pero si deciden verla, no se formen ideas preconcebidas ni se creen expectativas. Con sus virtudes (que hay muchas) y algún “defecto” es un film, al menos para mí lo fue, muy disfrutable. Y tirón de orejas a ciertos críticos de cuarta que emplean términos, a la primera de cambio, que contagian a los más profanos, con eso de “drama que se cuece a fuego lento” y paparruchas de ese talante. Aquí todo lo que no sea sincopado es como “bajo de ritmo”, sin tener la más mínima sensibilidad que hay cosas, como en la vida, que son soterradas. Mera cuestión de formación y de no ver tanto cine obvio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
SPOILER
Tras unos títulos de créditos iniciales que parecen finales, la película arranca con una espléndida secuencia: un auditorio abarrotado presencia la entrevista que el columnista del New York Times, Adam Gopnik, desgrana sentado frente a Lydia Tár su espléndido curriculum. Ella es una eminente compositora y directora de orquesta. Todo está absolutamente medido, tanto, que vemos a Francesca Lentini (Noémie Merlant), secretaria de Lydia y aspirante a directora de orquesta, en las sombras del auditorio, mover sus labios a la par que Gopnik va contando las alabanzas de sus logros.
Lydia es una EGOT (ganadora de Emmy, Grammy, Oscar y Tony) y se prepara para la quinta sinfonía de Mahler. Ha triunfado en la vida, ella es perfecta y sus conocimientos sobre música hacen de ella un ser sobrenatural.
Su vida personal es modélica: casada con Sharon (Nina Hoss, por la he sentido muchas veces justificada predilección) viven en feliz apariencia con Petra, su hija. Todo parece tranquilo.
Lydia, cumple con su apretada agenda y acude a la emblemática escuela de Juilliard a dar su “clase magistral” a estudiantes. La primera secuencia y esta última, la filmada en Juilliard y rodada para colmo en una meritoria única toma, duran alrededor de diez minutos. Nada más que por ambas secuencias en las que Blanchett deslumbra a más no poder se debería ver la película.
Puede que al espectador medio le parezcan normales, pero no lo son. Para cualquiera que tenga nociones de interpretación (o sensibilidad) podrá apreciar que es impresionante el dominio de Blanchett, que es brutal, como en todo el largometraje, donde se va viendo que su personaje esconde fisuras, que nos va a hacer ver su lado más oscuro y que ese ser tan “perfecto”, con tanta sabiduría, es despreciable, narcisista y que no duda en aplastar cabezas, más que por ejemplo Bach, como en la escena de la Juilliard donde debate con un alumno acerca de la “ética” del compositor. Lydia, en su vorágine de proseguir caprichosamente sin pagar peaje, además empieza a sentir atracción por Olga, pero lleva escondida una historia sin resolver con Krista...
El único pero de esto, como ya indicaba en el comentario de “Carol”, son las operaciones y arreglos a los que Blanchett se está aficionando, cambiándole el rostro peligrosamente. Y es una pena, pero ella sabrá. Por lo demás, impecable. Ella perfeccionó sus nociones de piano (nadie la dobla) y habla un perfecto alemán, y, además de componer, encima condujo la Dresden Orchestra con gran profesionalidad. No sé si le darán otro “Oscar”, colocándola en lugar de privilegio con Streep. Quizás el personaje malsano (y lesbiana) que interpreta igual no es del gusto de los conservadores académicos/as y le juega una mala pasada, pero dudo que ninguna actriz este año le pueda hacer sombra.
Todo el reparto (en el que la chelista Sophie Kauer debuta como actriz en el papel de Olga), así como su fría fotografía o su personal banda sonora (que alterna temas clásicos con composiciones opacas de la estupenda Hildur Guonadóttir) son notables.
El espacio que me queda me reservo el comentar algún fleco suelto que queda, porque merece más halagos que reprimendas, que ya les llegarán, aunque ya veremos los argumentos de los que quieran esgrimirlas. Estamos ante una de las mejores del año y esa Copa Volpi que ganó Blanchett en el Festival de Venecia fue merecida. Todd Field, su guionista y director no se equivocó: sin Blanchett tenía claro que no habría película.
Tras unos títulos de créditos iniciales que parecen finales, la película arranca con una espléndida secuencia: un auditorio abarrotado presencia la entrevista que el columnista del New York Times, Adam Gopnik, desgrana sentado frente a Lydia Tár su espléndido curriculum. Ella es una eminente compositora y directora de orquesta. Todo está absolutamente medido, tanto, que vemos a Francesca Lentini (Noémie Merlant), secretaria de Lydia y aspirante a directora de orquesta, en las sombras del auditorio, mover sus labios a la par que Gopnik va contando las alabanzas de sus logros.
Lydia es una EGOT (ganadora de Emmy, Grammy, Oscar y Tony) y se prepara para la quinta sinfonía de Mahler. Ha triunfado en la vida, ella es perfecta y sus conocimientos sobre música hacen de ella un ser sobrenatural.
Su vida personal es modélica: casada con Sharon (Nina Hoss, por la he sentido muchas veces justificada predilección) viven en feliz apariencia con Petra, su hija. Todo parece tranquilo.
Lydia, cumple con su apretada agenda y acude a la emblemática escuela de Juilliard a dar su “clase magistral” a estudiantes. La primera secuencia y esta última, la filmada en Juilliard y rodada para colmo en una meritoria única toma, duran alrededor de diez minutos. Nada más que por ambas secuencias en las que Blanchett deslumbra a más no poder se debería ver la película.
Puede que al espectador medio le parezcan normales, pero no lo son. Para cualquiera que tenga nociones de interpretación (o sensibilidad) podrá apreciar que es impresionante el dominio de Blanchett, que es brutal, como en todo el largometraje, donde se va viendo que su personaje esconde fisuras, que nos va a hacer ver su lado más oscuro y que ese ser tan “perfecto”, con tanta sabiduría, es despreciable, narcisista y que no duda en aplastar cabezas, más que por ejemplo Bach, como en la escena de la Juilliard donde debate con un alumno acerca de la “ética” del compositor. Lydia, en su vorágine de proseguir caprichosamente sin pagar peaje, además empieza a sentir atracción por Olga, pero lleva escondida una historia sin resolver con Krista...
El único pero de esto, como ya indicaba en el comentario de “Carol”, son las operaciones y arreglos a los que Blanchett se está aficionando, cambiándole el rostro peligrosamente. Y es una pena, pero ella sabrá. Por lo demás, impecable. Ella perfeccionó sus nociones de piano (nadie la dobla) y habla un perfecto alemán, y, además de componer, encima condujo la Dresden Orchestra con gran profesionalidad. No sé si le darán otro “Oscar”, colocándola en lugar de privilegio con Streep. Quizás el personaje malsano (y lesbiana) que interpreta igual no es del gusto de los conservadores académicos/as y le juega una mala pasada, pero dudo que ninguna actriz este año le pueda hacer sombra.
Todo el reparto (en el que la chelista Sophie Kauer debuta como actriz en el papel de Olga), así como su fría fotografía o su personal banda sonora (que alterna temas clásicos con composiciones opacas de la estupenda Hildur Guonadóttir) son notables.
El espacio que me queda me reservo el comentar algún fleco suelto que queda, porque merece más halagos que reprimendas, que ya les llegarán, aunque ya veremos los argumentos de los que quieran esgrimirlas. Estamos ante una de las mejores del año y esa Copa Volpi que ganó Blanchett en el Festival de Venecia fue merecida. Todd Field, su guionista y director no se equivocó: sin Blanchett tenía claro que no habría película.
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