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Críticas ordenadas por utilidad
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6,1
13.050
7
25 de diciembre de 2021
25 de diciembre de 2021
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película concebida como un gran masturbador que ofrece poco a poco guiños y detalles de la peli original a un espectador que se va poniendo cada vez más palote, nostálgicamente hablando. Como tal, está todo bastante bien ideado, de manera coherente aunque impersonal, pero también es un poco lo que debió de haber sido la nueva trilogía de SW y no fue, quizá porque esto es mucho más intrascendente y sencillo, sin tanta expectativa ni afán por estirarlo todo.
El objetivo, conciliar la pura maniobra comercial, atrayendo al público de toda la vida y siendo algo totalmente deudor de lo ya visto (hasta el villano-villana es el mismo)… con captar también a la chiquillada y a los hijos de este público mediante un producto lo bastante autosuficiente para quienes vengan de nuevas, por mucho que lo primero sea la auténtica razón de ser y lo que tanta gente lleva demandando desde hace tiempo contra las palabras de Bill Murray; el cliente es quien tiene siempre la razón, y si lo que la peña quería era esto, pues bienvenido sea frente a la anterior, que más bien intentaba repetir la premisa desde cero pero sin ese factor sentimental que en el fondo es lo que la sostiene.
Millonésima explotación del legado spielbergiano y ochentero de las aventurillas juveniles, tan retro y tan encantadoramente falso como ese restaurante de comida rápida temático de los años 50 (y eso que los 80 ya tenían una buena parte de evocación de otro tiempo), no se olvida de la temática padres-hijos, de los conflictos paternofiliales sin resolver ni del progenitor ausente, con unos adultos que siguen siendo niños (esto sí que es muy actual) y el Rudd como encarnación de ese fan viejuno que no sabe comunicarse con las nuevas generaciones, quienes a su vez redescubren ese legado polvoriento, estigmatizado o incluso prostituido (la comercialización posterior, la extinción de lo maravilloso...). La trama va un poco dilatada para lo que es, con alguna secuencia de acción espectacular bien tirada, pero con un grupito que tarda en conformarse, entre detalles de “american gothic” de ese, misterios locales, el cacique del pueblo… mas chistes zoomers, multirracialidad y el lado intrépido y divertido de la ciencia felizmente reconciliado con las creencias magufas tan de la actualidad.
Muy bien el tal Finn, un firme candidato a apetecible twink judío y ambivalente de moda (cuidado, Chalamet). Muy mal, como siempre, lo de esos pretendidos adolescentes interpretados por actores que en la vida real son más mayores, ofreciendo una imagen un tanto distorsionada de estas edades; nos hacen sentirnos como putos degenerados porque nos ponen cachondos unos supuestos críos que en realidad tienen la edad legal o incluso uno o dos años extra de propina.
El objetivo, conciliar la pura maniobra comercial, atrayendo al público de toda la vida y siendo algo totalmente deudor de lo ya visto (hasta el villano-villana es el mismo)… con captar también a la chiquillada y a los hijos de este público mediante un producto lo bastante autosuficiente para quienes vengan de nuevas, por mucho que lo primero sea la auténtica razón de ser y lo que tanta gente lleva demandando desde hace tiempo contra las palabras de Bill Murray; el cliente es quien tiene siempre la razón, y si lo que la peña quería era esto, pues bienvenido sea frente a la anterior, que más bien intentaba repetir la premisa desde cero pero sin ese factor sentimental que en el fondo es lo que la sostiene.
Millonésima explotación del legado spielbergiano y ochentero de las aventurillas juveniles, tan retro y tan encantadoramente falso como ese restaurante de comida rápida temático de los años 50 (y eso que los 80 ya tenían una buena parte de evocación de otro tiempo), no se olvida de la temática padres-hijos, de los conflictos paternofiliales sin resolver ni del progenitor ausente, con unos adultos que siguen siendo niños (esto sí que es muy actual) y el Rudd como encarnación de ese fan viejuno que no sabe comunicarse con las nuevas generaciones, quienes a su vez redescubren ese legado polvoriento, estigmatizado o incluso prostituido (la comercialización posterior, la extinción de lo maravilloso...). La trama va un poco dilatada para lo que es, con alguna secuencia de acción espectacular bien tirada, pero con un grupito que tarda en conformarse, entre detalles de “american gothic” de ese, misterios locales, el cacique del pueblo… mas chistes zoomers, multirracialidad y el lado intrépido y divertido de la ciencia felizmente reconciliado con las creencias magufas tan de la actualidad.
Muy bien el tal Finn, un firme candidato a apetecible twink judío y ambivalente de moda (cuidado, Chalamet). Muy mal, como siempre, lo de esos pretendidos adolescentes interpretados por actores que en la vida real son más mayores, ofreciendo una imagen un tanto distorsionada de estas edades; nos hacen sentirnos como putos degenerados porque nos ponen cachondos unos supuestos críos que en realidad tienen la edad legal o incluso uno o dos años extra de propina.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El logo del coche destapado y la luz que justo se apaga es un “todavía no, tened paciencia” en toda regla, hasta culminar en un gran clímax de nostálgica obscenidad, reuniendo al reparto viejuno en su última actuación en un festín de emotividad que va a por la lagrimita sin hacer prisioneros.
Son los años dorados de Reagan esos bichillos de gominola liándola parda en el establecimiento perfectamente gris y ordenado de nuestra rutina de treintañeros y cuarentones. La niña protagonista se pasa un poco de repelente y la escena post-créditos ya sí que está totalmente de más y rendida al guiñito (por cierto, el de “a quién vas a llamar” es superchorra).
Son los años dorados de Reagan esos bichillos de gominola liándola parda en el establecimiento perfectamente gris y ordenado de nuestra rutina de treintañeros y cuarentones. La niña protagonista se pasa un poco de repelente y la escena post-créditos ya sí que está totalmente de más y rendida al guiñito (por cierto, el de “a quién vas a llamar” es superchorra).

4,6
13.726
9
5 de noviembre de 2021
5 de noviembre de 2021
10 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy sorprendente. Se destapa Andy Serkis en esta nueva entrega de un personaje aparentemente menor de Marvel como un interesante francotirador y como un atento lector de Dostoievski.
No es casual que esto lo haya acabado dirigiendo él, un hombre de mil rostros, buen conocedor, gracias a su más celebrada interpretación, de la mente de una criatura atormentada, escindida, corrompida por el mal… de que esa lucha de la luz contra la sombra siempre ha tenido un único campo de batalla; el corazón humano.
En esta reelaboración encubierta de "Crimen y castigo", ahora en un contexto de ultramodernidad, Sonia ya no puede rescatar del infierno a Raskolnikov-Eddie Brock: el adulto con responsabilidades, esa cara visible de quien ejerce un oficio, como es el periodismo, que le convierte en un farsante, para todos y para sí mismo, un adepto del gremio de la posverdad (lo ilustra muy bien Hardy con su hábil interpretación, la de un tipo que no sabe muy bien quién es, dónde se ha metido ni cuánto le van a pagar por su trabajo).
Por su parte, Venom es más que el adolescente eterno, el compi de piso politoxicómano y mala influencia; es lo dionisíaco, el lodo primordial, o la oscuridad que mora en nuestro fondo mas abyecto… esa cosa llena de dientes que practica la libertad extrema de un Sade, que se alimenta, cómo no, del órgano del raciocinio, cuya lengua lasciva contiene un inequívoco significado fálico. Ahora es él la víctima, el líder carismático de los desheredados, de las minorías que reclaman su sitio, coartado, castrado hipócritamente por mucho, demasiado tiempo.
Sin embargo, y aquí reside la genialidad de Serkis, los conceptos aparentemente superados del bien y del mal, disueltos en la sopa posmoderna y relativista, aún perviven. El policía, como principal representante del orden y la moral vigente, es el único capaz de captar la oscura verdad de Brock. Las dos mitades deberán reconciliarse, restablecer la unidad perdida del espíritu, para derrotar a un grupo de enemigos que configuran un triángulo amoroso que es la réplica exacta del de ellos dos. Villanos igualmente torturados, objeto de injusticias; uno de ellos es una mujer negra cuyo arma no puede ser otra que su propia voz, su grito empoderado capaz de destruirlo todo, incluida la tóxica masculinidad de Venom y Matanza (y he aquí su simbolismo, su significado último)… el espacio de la catedral funciona además como metáfora, el hombre dividido deberá retornar para la batalla definitiva al espacio de los ritos, de la religiosidad extinguida y parodiada hasta la saciedad, pero que aún se mantiene como poderoso significante.
Puede parecer que estemos ante una trama dilatada con humor de los noventa (Venom preparando el desayuno) y una resolución precipitada, entre confusas toneladas de CGI; en realidad se está replicando en imágenes la escritura quebrada, como a borbotones, de un genio ruso que siempre entendió la novela como explosión torrencial del lenguaje, capaz de desbordar los estrechos márgenes de un género narrativo. Algo similar hace aquí Serkis con este descomunal canto de amor y de odio al género humano, este desgarrado poema en imágenes.
No me olvido de la referencia a nuestros inmortales Don Quijote y Sancho Panza... pues como todos los genios de la historia del arte y del pensamiento, Serkis hace gala de raigambre cervantina.
No es casual que esto lo haya acabado dirigiendo él, un hombre de mil rostros, buen conocedor, gracias a su más celebrada interpretación, de la mente de una criatura atormentada, escindida, corrompida por el mal… de que esa lucha de la luz contra la sombra siempre ha tenido un único campo de batalla; el corazón humano.
En esta reelaboración encubierta de "Crimen y castigo", ahora en un contexto de ultramodernidad, Sonia ya no puede rescatar del infierno a Raskolnikov-Eddie Brock: el adulto con responsabilidades, esa cara visible de quien ejerce un oficio, como es el periodismo, que le convierte en un farsante, para todos y para sí mismo, un adepto del gremio de la posverdad (lo ilustra muy bien Hardy con su hábil interpretación, la de un tipo que no sabe muy bien quién es, dónde se ha metido ni cuánto le van a pagar por su trabajo).
Por su parte, Venom es más que el adolescente eterno, el compi de piso politoxicómano y mala influencia; es lo dionisíaco, el lodo primordial, o la oscuridad que mora en nuestro fondo mas abyecto… esa cosa llena de dientes que practica la libertad extrema de un Sade, que se alimenta, cómo no, del órgano del raciocinio, cuya lengua lasciva contiene un inequívoco significado fálico. Ahora es él la víctima, el líder carismático de los desheredados, de las minorías que reclaman su sitio, coartado, castrado hipócritamente por mucho, demasiado tiempo.
Sin embargo, y aquí reside la genialidad de Serkis, los conceptos aparentemente superados del bien y del mal, disueltos en la sopa posmoderna y relativista, aún perviven. El policía, como principal representante del orden y la moral vigente, es el único capaz de captar la oscura verdad de Brock. Las dos mitades deberán reconciliarse, restablecer la unidad perdida del espíritu, para derrotar a un grupo de enemigos que configuran un triángulo amoroso que es la réplica exacta del de ellos dos. Villanos igualmente torturados, objeto de injusticias; uno de ellos es una mujer negra cuyo arma no puede ser otra que su propia voz, su grito empoderado capaz de destruirlo todo, incluida la tóxica masculinidad de Venom y Matanza (y he aquí su simbolismo, su significado último)… el espacio de la catedral funciona además como metáfora, el hombre dividido deberá retornar para la batalla definitiva al espacio de los ritos, de la religiosidad extinguida y parodiada hasta la saciedad, pero que aún se mantiene como poderoso significante.
Puede parecer que estemos ante una trama dilatada con humor de los noventa (Venom preparando el desayuno) y una resolución precipitada, entre confusas toneladas de CGI; en realidad se está replicando en imágenes la escritura quebrada, como a borbotones, de un genio ruso que siempre entendió la novela como explosión torrencial del lenguaje, capaz de desbordar los estrechos márgenes de un género narrativo. Algo similar hace aquí Serkis con este descomunal canto de amor y de odio al género humano, este desgarrado poema en imágenes.
No me olvido de la referencia a nuestros inmortales Don Quijote y Sancho Panza... pues como todos los genios de la historia del arte y del pensamiento, Serkis hace gala de raigambre cervantina.
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