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7
8 de enero de 2022
8 de enero de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada más comenzar, un aviso en pantalla. “This film is intentionally unsubtitled”. Apenas unos escasos, inaudibles, irrelevantes diálogos, así que se entiende la decisión. Este último film del director malayo (me entero ahora de que es de allí y no de Taiwán) viene a ser la culminación de una manera de entender el cine radical como pocas, llevada en este caso a unos extremos capaces de disuadir incluso a los fieles (a los detractores no les dirá nada nuevo), que aproxima al cine, este arte nuestro (próximo a su extinción, según muchos) a algo que se parece más al videoarte, si miramos hacia el presente-futuro, a algo de cualidades cercanas a lo pictórico y fotográfico, o bien a aquel proto-cine puro de los orígenes que era un simple filmar espontáneo de la vida... antes que a una narración, en el sentido literario de historia, trama, guion.
Narra en paralelo, podría decirse, las soledades de dos personas que se encuentran casualmente para mantener un encuentro erótico, que son un hombre maduro, enfermo y muy hecho polvo, y un muchacho cuyas ocupaciones son cocinar y practicar masajes con final feliz; un argumento que tratado convencionalmente serviría para un bonito y melancólico corto, pero que este señor emplea como base para levantar un inmenso monumento al vacío, a la rutina que pasa lenta, muy lentamente. A una cotidianeidad y una (entendemos) angustia interior que se afronta directamente, físicamente, haciéndonosla sentir como si fuéramos nosotros mismos parte de la peli, si es que estamos dispuestos. Sin mediar palabra, sin saber en realidad nada de estos tipos, acabamos este agotador viaje fílmico con la vaga intuición de que les conocemos íntimamente, de que llevamos una eternidad a su lado.
Como ejercicio extremo de dilatación temporal sobrepasa todo lo imaginable, en un largometraje que rebasa las dos horas y que contiene tan solo 45 planos (aproximadamente) que se prolongan durante minutos y minutos, por instantes sin que haya nadie dentro del encuadre. Vuelve a ser ese empeño casi suicida por horadar con la cámara la superficie de las cosas, por sacar del mutismo la mayor elocuencia. El campo, su cielo, su lluvia, frente a la ciudad populosa, infestada de gente, la frialdad de las relaciones frente a la sensualidad de unos cuerpos (muy carnal secuencia a mitad de peli). Intimidad y anonimato, placer y dolor, como una serie de paradojas que surgen de la aparente nadería, de este gran tiempo muerto, tan muerto como los protagonistas, como su espera.
Sorprende la inclusión de unos planos cámara al hombro y en movimiento, captados en plena calle, nada típicos de Tsai. Y hay cierta referencialidad en el imprescindible Lee Kang-Sheng, muy lejos ya del efebo inocente que empezó siendo, cuyos rasgos dulces ahora le dan un aspecto apaleado... una pena que siga con el dolor de pescuezo de “The River”. Película triste, exenta del sentido del humor tontorrón habitual, entiendo que de un hombre decepcionado, con unos cuantos años a sus espaldas y al que deseas estrangular muy despacito, pero le quieres igual.
Narra en paralelo, podría decirse, las soledades de dos personas que se encuentran casualmente para mantener un encuentro erótico, que son un hombre maduro, enfermo y muy hecho polvo, y un muchacho cuyas ocupaciones son cocinar y practicar masajes con final feliz; un argumento que tratado convencionalmente serviría para un bonito y melancólico corto, pero que este señor emplea como base para levantar un inmenso monumento al vacío, a la rutina que pasa lenta, muy lentamente. A una cotidianeidad y una (entendemos) angustia interior que se afronta directamente, físicamente, haciéndonosla sentir como si fuéramos nosotros mismos parte de la peli, si es que estamos dispuestos. Sin mediar palabra, sin saber en realidad nada de estos tipos, acabamos este agotador viaje fílmico con la vaga intuición de que les conocemos íntimamente, de que llevamos una eternidad a su lado.
Como ejercicio extremo de dilatación temporal sobrepasa todo lo imaginable, en un largometraje que rebasa las dos horas y que contiene tan solo 45 planos (aproximadamente) que se prolongan durante minutos y minutos, por instantes sin que haya nadie dentro del encuadre. Vuelve a ser ese empeño casi suicida por horadar con la cámara la superficie de las cosas, por sacar del mutismo la mayor elocuencia. El campo, su cielo, su lluvia, frente a la ciudad populosa, infestada de gente, la frialdad de las relaciones frente a la sensualidad de unos cuerpos (muy carnal secuencia a mitad de peli). Intimidad y anonimato, placer y dolor, como una serie de paradojas que surgen de la aparente nadería, de este gran tiempo muerto, tan muerto como los protagonistas, como su espera.
Sorprende la inclusión de unos planos cámara al hombro y en movimiento, captados en plena calle, nada típicos de Tsai. Y hay cierta referencialidad en el imprescindible Lee Kang-Sheng, muy lejos ya del efebo inocente que empezó siendo, cuyos rasgos dulces ahora le dan un aspecto apaleado... una pena que siga con el dolor de pescuezo de “The River”. Película triste, exenta del sentido del humor tontorrón habitual, entiendo que de un hombre decepcionado, con unos cuantos años a sus espaldas y al que deseas estrangular muy despacito, pero le quieres igual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Poético detalle el de la cajita de música, que propicia un final desolador; literal náufrago urbano, aferrado a un recuerdo mientras el ruido de los coches recuerda al fragor de las olas de un mar, mientras las figuras humanas atraviesan la imagen. Esta “Rizi” lo es todo y no es nada, es la “cámara de vigilancia” del sistema de Schrader en su máxima expresión (si es que algo puede ser máximo aquí).
29 de junio de 2021
29 de junio de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra de culto del fantaterror ibérico donde las haya, inicio de la tetralogía templaria de su director. Decepcionante, por decirlo suevamente. Castaña pilonga de categoría, pese a su reputación, y eso que supuestamente es la mejor de las cuatro. Ossorio demuestra una absoluta incompetencia tras la cámara, siendo una película con ideas felices arruinadas por su torpeza narrativa, o bien a la hora de transmitir un mínimo de sensaciones o atmósfera.
La trama consiste en acumular más víctimas para los genuinos protagonistas: los templarios de marras, simpáticos y ortopédicos muñecos que se mueven con trabajo, cuyas presas parecen tontas perdidas al ser incapaces de huir (nunca lo del caballo del malo tuvo tanta justificación)… la cámara lenta, acompañada de tétricos cantos medievales, es una idea visual potente que se repite sin cesar; me venían a la mente los espectros del anillo de Peter Jackson y no descarto que el neozelandés haya pillado inspiración aquí. Su ceguera, el guiarse por los sonidos, es otra ocurrencia interesante pero sin mucho recorrido. Un par de secundarios tan freaks como el empleado de la morgue o el historiador ayudan a animar un poco el cotarro. En favor de la peli hay que decir que logra atrapar cierto sentir de la época: un mal olvidado, un oscurantismo rancio y de otro tiempo que irrumpe en tiempos de mayor avance hacia la modernidad como fueron los del tardofranquismo.
La trama consiste en acumular más víctimas para los genuinos protagonistas: los templarios de marras, simpáticos y ortopédicos muñecos que se mueven con trabajo, cuyas presas parecen tontas perdidas al ser incapaces de huir (nunca lo del caballo del malo tuvo tanta justificación)… la cámara lenta, acompañada de tétricos cantos medievales, es una idea visual potente que se repite sin cesar; me venían a la mente los espectros del anillo de Peter Jackson y no descarto que el neozelandés haya pillado inspiración aquí. Su ceguera, el guiarse por los sonidos, es otra ocurrencia interesante pero sin mucho recorrido. Un par de secundarios tan freaks como el empleado de la morgue o el historiador ayudan a animar un poco el cotarro. En favor de la peli hay que decir que logra atrapar cierto sentir de la época: un mal olvidado, un oscurantismo rancio y de otro tiempo que irrumpe en tiempos de mayor avance hacia la modernidad como fueron los del tardofranquismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No hay más que ver la secuencia de la primera víctima, alargada como para rellenar metraje a toda costa y desaprovechando las ruinas que sirven como localización.
Me atrevo a decir que tiene mucho de producto torticero de su tiempo, empeñado en escandalizar a toda costa, de ahí una escenita lésbica justo al principio para enganchar al espectador desprevenido, o una de violación, que es horripilante y de lo más gratuita. Se sirve incluso de un flashback histórico malamente insertado para colar una tortura… y es algún que otro momento truculento (tirando de vampirismo y de la moda zombie) lo único que levanta algo el interés de vez en cuando.
Me atrevo a decir que tiene mucho de producto torticero de su tiempo, empeñado en escandalizar a toda costa, de ahí una escenita lésbica justo al principio para enganchar al espectador desprevenido, o una de violación, que es horripilante y de lo más gratuita. Se sirve incluso de un flashback histórico malamente insertado para colar una tortura… y es algún que otro momento truculento (tirando de vampirismo y de la moda zombie) lo único que levanta algo el interés de vez en cuando.

6,4
3.825
6
6 de junio de 2020
6 de junio de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un pueblecito del oeste, un siniestro predicador reaparece en la vida de una comadrona, y hasta aquí puedo leer. Menuda bastada, o quizá debería decir que menudo folletín con pretensiones y “mensaje” que en realidad está más cerca de la exploitation que de otra cosa. Sucesión de truculencias en un relato episódico (atención a la pomposidad de los títulos) y que va haciéndose farragoso hacia el final (¿de verdad era necesario tanto metraje?); primero una especie de cuento de terror o thriller con psicópata, después una historieta picaresca en el oeste, luego una versión zetosa de "La cinta blanca"… y volvemos al principio, con referencias explícitas a "La noche del cazador" (ya quisiera el notas éste). La idea está muy clara: las mujeres son los miembros más débiles de un sistema que las explota y asesina sin piedad, teniendo que tragarse todas las injusticias posibles, así como la maldad más arbitraria de auténtica escoria humana que encuentra en la religión la excusa perfecta para sus actos más viles… y ya de paso, América es una gran nación construida por pirados ultracristianos y por dueños de puticlubs.
El caso es que los primeros compases no son malos, cuentan con una ambientación bien hecha con dos pesetas y algún encuadre con fuerza visual. El misterio en torno a los dos personajes centrales, la normalidad rota por la irrupción del predicador... tienen su interés. El problema llega sobre todo en un tercer acto bastante horrendo, de un trazo grueso impresionante y que manda al carajo la inquietante composición de Guy Pierce para convertirlo en una caricatura.
El caso es que los primeros compases no son malos, cuentan con una ambientación bien hecha con dos pesetas y algún encuadre con fuerza visual. El misterio en torno a los dos personajes centrales, la normalidad rota por la irrupción del predicador... tienen su interés. El problema llega sobre todo en un tercer acto bastante horrendo, de un trazo grueso impresionante y que manda al carajo la inquietante composición de Guy Pierce para convertirlo en una caricatura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Por otra parte, no entiendo qué aportan exactamente ciertas cosas sin desarrollar, como la inquina del niño hacia la madre adoptiva o el forajido malote que acompaña a Jon Nieve.
Me ha sorprendido el final para bien: pese al indudable discursito, éste no cae en el menor triunfalismo, sino todo lo contrario, en un feminismo pesimista y combativo que describe la opresión de la mujer casi como una tragedia griega (hay en la película casualidades que acaban siendo fatales), como un mal latente que nunca terminará (atención al plano final). La resistencia perpetua, la admiración hacia mujeres fuertes en tiempos difíciles, son lo único que queda. La enorme crudeza del asunto y el constante desfile de mierda (gente de toda índole es asesinada, mutilada, humillada, etc. de las maneras más absurdas), en definitiva, alejan ésto bastante del típico producto buenista y edulcorado de moda, ejerciendo como auténtico hilo unificador de tan disperso y por momentos disparatado argumento.
Me ha sorprendido el final para bien: pese al indudable discursito, éste no cae en el menor triunfalismo, sino todo lo contrario, en un feminismo pesimista y combativo que describe la opresión de la mujer casi como una tragedia griega (hay en la película casualidades que acaban siendo fatales), como un mal latente que nunca terminará (atención al plano final). La resistencia perpetua, la admiración hacia mujeres fuertes en tiempos difíciles, son lo único que queda. La enorme crudeza del asunto y el constante desfile de mierda (gente de toda índole es asesinada, mutilada, humillada, etc. de las maneras más absurdas), en definitiva, alejan ésto bastante del típico producto buenista y edulcorado de moda, ejerciendo como auténtico hilo unificador de tan disperso y por momentos disparatado argumento.

6,8
9.206
8
31 de enero de 2023
31 de enero de 2023
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí me ha parecido más convincente que “La doncella”, que recuerdo mecánica y sobre todo previsible de narices, lo cual puede ser el problema más gordo tanto de una película que presumía de giros locos de guion como de un cineasta que hace del efectismo la materia prima de su estilo y de sus temáticas.
Esta en cambio creo que va por otro lado. Thriller romántico, y aquí me gana por goleada, en la línea más irracional y extrema del concepto; uno de esos amores obsesivos y demenciales, sin explicación aparente, pero que guían los pasos de unos personajes que intentan huir sin lograrlo, que encuentran el uno en el otro, muy a su pesar, su complementariedad perdida, infelices y hastiados de unas relaciones “normales”, pero destructivas o carentes de futuro. Y que sólo pueden consumar ese amor llevándolo a las consecuencias más radicales; nunca lo harán en este mundo, sino en uno más bien retorcido, inaccesible y que quizá sólo exista en sus cabezas.
Componente voyeurista y de idealización subjetiva, atravesado siempre por el asesinato (hasta tres, relacionados de alguna manera), cualidades brujeriles de la moza que le encandila y prácticamente le posee, entrándole por los cinco sentidos, un vértigo a lo hitch que sólo es un gag y que se ve sustituido por el insomnio (no falta ni el beso, que no es circular porque sería entonces cantosísimo)… el auténtico rompecabezas no es tanto la trama disparatada como la faceta siempre amoral y torturada en el cine de este hombre, un tipo empeñado en dejar su huella y en no ser invisible; una suerte de mapa de la tragedia humana, del misterio de personas impulsadas por sus instintos desquiciados, más allá de un simple festival de violencia gore sin más.
Añadiría la importancia argumental del smartphone, hasta tal punto se ha convertido este cacharro infernal en un depositario de voces, memorias, pasos, lo que sea, o lo que es lo mismo, en una parte más de nuestros cuerpos y almas. Transcurre en unos territorios de incertidumbre idiomática y comunicativa, también geográfica, con los dos polos opuestos del mar y la montaña, lo vertical y lo horizontal… todo es excesivo de cojones, tan grandilocuente como la partitura melancólica con que ilustra sus imágenes el bueno de Park, o como el manejo que hace de los colores y de los elementos arquitectónicos. Sin embargo, cada aspecto parece pensado con detenimiento para zarandear al personal y darle una experiencia visual que exige atención. Levantada con imágenes de principio a fin, con encuadres y filigranas de cuidada composición que van del cenital apabullante al primerísimo plano, zooms, fundidos y transiciones siempre inclinados hacia lo artificioso y hortera incluso, que entronca con un humor basado en secundarios chorras, o en ese esperpento y picaresca (las tortugas de caparazón blando… sin comentarios).
Comida: sushi del caro y del barato, unas granadas con la parienta, un helado que se derrite. Conversaciones más allá de lo profesional, mediadas por espejos y por monitores. El significado de la mirada y los ojos: unos, necesitados de colirio para despejar la niebla omnipresente, otros, recorridos por hormigas, o pertenecientes a un pescado muerto.
Una pluma de cuervo, una figura distante junto al acantilado, con un significado a reconstruir. Y cuestiones puntuales de la historia de Corea, con repatriados, inmigrantes ilegales, estafadores que se enriquecen, que tienen algo en común; la explotación del débil a manos del fuerte.
Esta en cambio creo que va por otro lado. Thriller romántico, y aquí me gana por goleada, en la línea más irracional y extrema del concepto; uno de esos amores obsesivos y demenciales, sin explicación aparente, pero que guían los pasos de unos personajes que intentan huir sin lograrlo, que encuentran el uno en el otro, muy a su pesar, su complementariedad perdida, infelices y hastiados de unas relaciones “normales”, pero destructivas o carentes de futuro. Y que sólo pueden consumar ese amor llevándolo a las consecuencias más radicales; nunca lo harán en este mundo, sino en uno más bien retorcido, inaccesible y que quizá sólo exista en sus cabezas.
Componente voyeurista y de idealización subjetiva, atravesado siempre por el asesinato (hasta tres, relacionados de alguna manera), cualidades brujeriles de la moza que le encandila y prácticamente le posee, entrándole por los cinco sentidos, un vértigo a lo hitch que sólo es un gag y que se ve sustituido por el insomnio (no falta ni el beso, que no es circular porque sería entonces cantosísimo)… el auténtico rompecabezas no es tanto la trama disparatada como la faceta siempre amoral y torturada en el cine de este hombre, un tipo empeñado en dejar su huella y en no ser invisible; una suerte de mapa de la tragedia humana, del misterio de personas impulsadas por sus instintos desquiciados, más allá de un simple festival de violencia gore sin más.
Añadiría la importancia argumental del smartphone, hasta tal punto se ha convertido este cacharro infernal en un depositario de voces, memorias, pasos, lo que sea, o lo que es lo mismo, en una parte más de nuestros cuerpos y almas. Transcurre en unos territorios de incertidumbre idiomática y comunicativa, también geográfica, con los dos polos opuestos del mar y la montaña, lo vertical y lo horizontal… todo es excesivo de cojones, tan grandilocuente como la partitura melancólica con que ilustra sus imágenes el bueno de Park, o como el manejo que hace de los colores y de los elementos arquitectónicos. Sin embargo, cada aspecto parece pensado con detenimiento para zarandear al personal y darle una experiencia visual que exige atención. Levantada con imágenes de principio a fin, con encuadres y filigranas de cuidada composición que van del cenital apabullante al primerísimo plano, zooms, fundidos y transiciones siempre inclinados hacia lo artificioso y hortera incluso, que entronca con un humor basado en secundarios chorras, o en ese esperpento y picaresca (las tortugas de caparazón blando… sin comentarios).
Comida: sushi del caro y del barato, unas granadas con la parienta, un helado que se derrite. Conversaciones más allá de lo profesional, mediadas por espejos y por monitores. El significado de la mirada y los ojos: unos, necesitados de colirio para despejar la niebla omnipresente, otros, recorridos por hormigas, o pertenecientes a un pescado muerto.
Una pluma de cuervo, una figura distante junto al acantilado, con un significado a reconstruir. Y cuestiones puntuales de la historia de Corea, con repatriados, inmigrantes ilegales, estafadores que se enriquecen, que tienen algo en común; la explotación del débil a manos del fuerte.
9
19 de junio de 2021
19 de junio de 2021
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
...con la estética retro puesto de moda por gente como Refn y Cosmatos, aunque se aleja de la aureola un tanto relamida y de la contención de éstos para parecerse más a un Abel Ferrara en su primera época (diría que hace hasta alusión directa de su “asesino del taladro”, o lo que habría querido hacer el italoamericano entonces y no pudo o no fue capaz de hacer).
Me ha parecido una más que digna aportación a un subgénero del fantástico cuando poco podía esperarse de él a estas alturas, desprendiendo autenticidad y mugre una cámara amateur que tan sólo es uno de los muchos recursos que el tal Bezos despliega para crear una experiencia hipnótica: montaje desquiciado, uso excesivo del color y de luces parpadeantes (aviso justo al principio sobre la epilepsia fotosensible), banda sonora metalera… me imagino al director dándolo todo, igual que una joven y maravillosa actriz que desprende carisma, te enamora con sus paseos en coche por L. A. y lo que es más importante; se pasa media película soltando tacos a diestro y siniestro y metiéndose todo lo metible por la nariz.
Mitad cuento gótico a lo Dorian Gray, mitad macarrada de género sin contemplaciones, la cuestión de la droga y de lo onírico ayuda a disimular las posibles inconsistencias de la trama (que al final no importa tanto), pero el proceso de descenso a los infiernos y la inmersión progresiva en la locura creo que están bastante bien logrados.
Me ha parecido una más que digna aportación a un subgénero del fantástico cuando poco podía esperarse de él a estas alturas, desprendiendo autenticidad y mugre una cámara amateur que tan sólo es uno de los muchos recursos que el tal Bezos despliega para crear una experiencia hipnótica: montaje desquiciado, uso excesivo del color y de luces parpadeantes (aviso justo al principio sobre la epilepsia fotosensible), banda sonora metalera… me imagino al director dándolo todo, igual que una joven y maravillosa actriz que desprende carisma, te enamora con sus paseos en coche por L. A. y lo que es más importante; se pasa media película soltando tacos a diestro y siniestro y metiéndose todo lo metible por la nariz.
Mitad cuento gótico a lo Dorian Gray, mitad macarrada de género sin contemplaciones, la cuestión de la droga y de lo onírico ayuda a disimular las posibles inconsistencias de la trama (que al final no importa tanto), pero el proceso de descenso a los infiernos y la inmersión progresiva en la locura creo que están bastante bien logrados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final nos queda un retrato literal (o autorretrato) del artista autodestructivo y de su difícil proceso creativo, semejante a un frenesí irracional, en el que tampoco faltan paralelismos (se me ocurre) con Arrebato de Zulueta (cambiando cine por pintura). El cuadro incompleto viene a ser una obra en marcha; su elaboración, una búsqueda de la siguiente pincelada como a tientas, a través de un oscuro submundo donde el artista no puede fiarse de nadie… pero éste es capaz de todo, de ir cada vez más lejos con tal de hacer su obra maestra y dar forma a una oscura pulsión creativa que acaba devorando al propio individuo… el estallido hemoglobínico final recuerda de hecho, entre tanta modernez, a cierto clásico del cine mudo.
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