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Críticas ordenadas por utilidad
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5,2
14.509
8
7 de noviembre de 2010
7 de noviembre de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una Italia invernal, un asesino a sueldo y fabricante experto de armas, forzado a matar en las primeras imágenes de la película a una mujer a quien ha aprendido, si no a querer, a apreciar, decide retirarse del negocio. Sus sorprendentes habilidades en mecánica seguramente le darán para sobrevivir por la última mitad de su vida, así que, perseguido por unos enigmáticos suecos que buscan acabar por su vida, se adentrará en un pueblito en las montañas de Italia a construir una potente arma para vender a una comerciante internacional, un último trabajo en el que nadie saldrá herido, o eso cree él.
Por supuesto, nada de lo anterior es enunciado explícitamente en un largometraje que es bien llevado por diálogos cortos pero precisos y por tomas inteligentemente secuenciadas acompañadas de una de las bandas sonoras más pertinentes y memorables del año.
Después de su debut en blanco y negro con “Control” (2007), la historia del vocalista de Joy Division, el director holandés Anton Corbijn decide colorear su lente con los contrastantes tonos del invierno europeo, entre la luz del día que acerca a su protagonista a un cura que quiere redimirlo y lavarlo de una vida llena de pecados para empezar de nuevo, y una noche que le recuerda que no es más que un completo anónimo incapaz de establecer una relación que lo satisfaga.
Aunque para muchos la película de Corbijn más que entretener termina poniendo el “largo” en “largometraje”, esa aparente lentitud es necesaria para que intentemos asomarnos por las diminutas grietas de la armadura emocional de un abatido y hermético George Clooney, quien da una interpretación precisa para su personaje.
“The American” no es, como se había promocionado (ver trailer), una película de acción. Es más un acompañamiento a un hombre que se ha dado cuenta muy tarde de que su vida no le satisface. Y Anton Corbijn, quien ha evidentemente madurado desde “Control”, logra a la perfección contarnos ese trayecto, que terminará en una escena final inolvidable.
Por supuesto, nada de lo anterior es enunciado explícitamente en un largometraje que es bien llevado por diálogos cortos pero precisos y por tomas inteligentemente secuenciadas acompañadas de una de las bandas sonoras más pertinentes y memorables del año.
Después de su debut en blanco y negro con “Control” (2007), la historia del vocalista de Joy Division, el director holandés Anton Corbijn decide colorear su lente con los contrastantes tonos del invierno europeo, entre la luz del día que acerca a su protagonista a un cura que quiere redimirlo y lavarlo de una vida llena de pecados para empezar de nuevo, y una noche que le recuerda que no es más que un completo anónimo incapaz de establecer una relación que lo satisfaga.
Aunque para muchos la película de Corbijn más que entretener termina poniendo el “largo” en “largometraje”, esa aparente lentitud es necesaria para que intentemos asomarnos por las diminutas grietas de la armadura emocional de un abatido y hermético George Clooney, quien da una interpretación precisa para su personaje.
“The American” no es, como se había promocionado (ver trailer), una película de acción. Es más un acompañamiento a un hombre que se ha dado cuenta muy tarde de que su vida no le satisface. Y Anton Corbijn, quien ha evidentemente madurado desde “Control”, logra a la perfección contarnos ese trayecto, que terminará en una escena final inolvidable.

5,1
43.522
5
30 de julio de 2006
30 de julio de 2006
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Superman Regresa" (con ese título llegó a Colombia) trata, precisamente, sobre el regreso de Superman. No se gasta dos horas y media mostrando a Superman volando desde su destruida Kriptón hasta la Tierra. Si hubiera sucedido eso, creo que la hubiera disfrutado más, viendo una y otra vez la escena inicial del viaje por el universo.
Esta película no tiene tema alguno, excepto al que se le atribuye su nombre. Uno pensaría que el tema es la batalla con Lex Luthor, pero esta sub-historia se roba menos de media hora del total. Entonces, ¿en qué gasta "Superman Returns" todo el tiempo? Primero, en la historia de amor entre Lois Lane y Superman, cuando Lois lo ha intentado olvidar y rehacer su vida tras la ausencia del superhéroe. Segundo, la gente asombrada de Supermán. Tercero, Clark Kent vuelve al trabajo y todo están felices. Y, por último, Supermán (o Kal-El), celoso del esposo y del hijo de Lois. Ah, y también hay muchísimas escenas que fallan intentando sacarle al espectador una sonrisa.
Sin embargo, y, a pesar de todo esto, hay buenas escenas con buenos efectos especiales y... tiene un toque especial que no la hace tan mala, quizás el toque del director Singer, no se. En últimas, y aunque tenga tantos argumentos en contra, no es tan mala si no vamos con la esperanza de ver a Supermán utilizando asombrosamente sus poderes para salvar al mundo de las malvadas fuerzas de Lex Luthor.
Esta película no tiene tema alguno, excepto al que se le atribuye su nombre. Uno pensaría que el tema es la batalla con Lex Luthor, pero esta sub-historia se roba menos de media hora del total. Entonces, ¿en qué gasta "Superman Returns" todo el tiempo? Primero, en la historia de amor entre Lois Lane y Superman, cuando Lois lo ha intentado olvidar y rehacer su vida tras la ausencia del superhéroe. Segundo, la gente asombrada de Supermán. Tercero, Clark Kent vuelve al trabajo y todo están felices. Y, por último, Supermán (o Kal-El), celoso del esposo y del hijo de Lois. Ah, y también hay muchísimas escenas que fallan intentando sacarle al espectador una sonrisa.
Sin embargo, y, a pesar de todo esto, hay buenas escenas con buenos efectos especiales y... tiene un toque especial que no la hace tan mala, quizás el toque del director Singer, no se. En últimas, y aunque tenga tantos argumentos en contra, no es tan mala si no vamos con la esperanza de ver a Supermán utilizando asombrosamente sus poderes para salvar al mundo de las malvadas fuerzas de Lex Luthor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El hijo de Superman... Me pareció muy malo que hayan incorporado a este sujeto, quizás para alargar la saga, para darle un "cliffhanger" a la película, del tipo de "¿Ya viste Superman? Tiene un secreto que mejor ni te cuento" Pero, en total, no es tan buena. Mucha expectativa.

5,5
4.073
7
18 de octubre de 2017
18 de octubre de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
http://filmicas.com
“¿El mal existe?”. Hernán Blanco, un desprevenido presidente de Argentina, que lleva apenas un par de meses en el cargo y del que poco se sabe, es tomado por sorpresa por esta pregunta, durante una entrevista privada con una periodista experimentada. Su respuesta, por primera vez, no es calculada ni diplomática. Existe, y no se llega a presidente sin haber visto el mal–y no solo en los otros. Es quizás el primer momento en “La cordillera” en donde se revela algo real en el personaje de Blanco, quien ha sido descrito por periodistas como poco más que un idiota útil.
Desde el inicio de “La cordillera”, el presidente de Argentina es presentado como un enigma. Vemos a sus colaboradores hablando de él pero él permanece oculto, en medio de su primer reto internacional como presidente, una cumbre de países latinoamericanos donde se definiría el futuro petrolero de la región. Verlo, encarnado en Ricardo Darín, no cambiará mucho el asunto. Su carácter tenue nos genera la misma duda que acecha al país que lo eligió: ¿es realmente un “hombre del pueblo”, un trabajador nato que casi por azar llegó a lo más alto, o está esperando el momento preciso para sacar las garras?
La película de Santiago Mitre, conocido por “El estudiante” y la excelente “Paulina” (La Patota) de 2015, se desenvuelve como un estilizado y atrapante thriller político enfocado en el personaje de Blanco hasta que la hija del presidente se sienta frente a un psiquiatra, y una extraña y larga secuencia de hipnosis le da a la película un giro inesperado.
Estas dos mitades de la película, que por momentos parecen irreconciliables, están tejidas por el enigma del personaje principal. Blanco se convierte en la clave para las negociaciones en la cumbre, y en la clave para entender la crisis de su hija. Y mientras unos y otros–periodistas, presidentes, cancilleres y psiquiatras–intentan desentrañar el misterio del presidente, nosotros lo iremos descubriendo poco a poco.
Lo que parece interesar a Mitre es desconstruir un personaje que se presenta como el epítome de la “figura pública” en el mundo contemporáneo. Una figura donde cada gesto, cada palabra y cada imagen está sumamente cuidada, en la era donde un tweet o una fotografía puede derrumbar, a veces justamente, una carrera. Una figura para la que no existe el bien o el mal, sino lo que se ve bien, o mal.
La fotografía de Javier Julia acentúa el enfriamiento en las relaciones del protagonista hasta el punto de congelamiento, con unos tonos azules y blancos que se endurecen a medida que aumenta la tensión, especialmente entre padre e hija. Y cuando Blanco se ve enredado en una maraña de intereses políticos y económicos, la cámara lo sigue por los sinuosos caminos que suben y bajan de la cordillera de los Andes. Y Alberto Iglesias demuestra, una vez más, que merece su lugar en el podio de los grandes compositores para cine. La inteligente dirección de Mitre es evidente también en el manejo de los actores, una suerte de all-stars del cine reciente latinoamericano que, a pesar de ser numerosos, logran brillar en sus propios momentos: a Ricardo Darín lo acompañan Érica Rivas (Relatos Salvajes), Paulina García (Gloria), Daniel Giménez Cacho (La mala educación), Dolores Fonzi (Paulina), Alfredo Castro (Desde allá), Elena Anaya (La piel que habito) y una participación breve pero precisa de Christian Slater.
“La cordillera” es, en su base, un estudio psicológico del poder, disfrazado de intriga política y de thriller psicológico. Y aunque por momentos el disfraz sea más llamativo de lo que le conviene, Mitre demuestra que tiene el control sobre cada aspecto de su película.
“¿El mal existe?”. Hernán Blanco, un desprevenido presidente de Argentina, que lleva apenas un par de meses en el cargo y del que poco se sabe, es tomado por sorpresa por esta pregunta, durante una entrevista privada con una periodista experimentada. Su respuesta, por primera vez, no es calculada ni diplomática. Existe, y no se llega a presidente sin haber visto el mal–y no solo en los otros. Es quizás el primer momento en “La cordillera” en donde se revela algo real en el personaje de Blanco, quien ha sido descrito por periodistas como poco más que un idiota útil.
Desde el inicio de “La cordillera”, el presidente de Argentina es presentado como un enigma. Vemos a sus colaboradores hablando de él pero él permanece oculto, en medio de su primer reto internacional como presidente, una cumbre de países latinoamericanos donde se definiría el futuro petrolero de la región. Verlo, encarnado en Ricardo Darín, no cambiará mucho el asunto. Su carácter tenue nos genera la misma duda que acecha al país que lo eligió: ¿es realmente un “hombre del pueblo”, un trabajador nato que casi por azar llegó a lo más alto, o está esperando el momento preciso para sacar las garras?
La película de Santiago Mitre, conocido por “El estudiante” y la excelente “Paulina” (La Patota) de 2015, se desenvuelve como un estilizado y atrapante thriller político enfocado en el personaje de Blanco hasta que la hija del presidente se sienta frente a un psiquiatra, y una extraña y larga secuencia de hipnosis le da a la película un giro inesperado.
Estas dos mitades de la película, que por momentos parecen irreconciliables, están tejidas por el enigma del personaje principal. Blanco se convierte en la clave para las negociaciones en la cumbre, y en la clave para entender la crisis de su hija. Y mientras unos y otros–periodistas, presidentes, cancilleres y psiquiatras–intentan desentrañar el misterio del presidente, nosotros lo iremos descubriendo poco a poco.
Lo que parece interesar a Mitre es desconstruir un personaje que se presenta como el epítome de la “figura pública” en el mundo contemporáneo. Una figura donde cada gesto, cada palabra y cada imagen está sumamente cuidada, en la era donde un tweet o una fotografía puede derrumbar, a veces justamente, una carrera. Una figura para la que no existe el bien o el mal, sino lo que se ve bien, o mal.
La fotografía de Javier Julia acentúa el enfriamiento en las relaciones del protagonista hasta el punto de congelamiento, con unos tonos azules y blancos que se endurecen a medida que aumenta la tensión, especialmente entre padre e hija. Y cuando Blanco se ve enredado en una maraña de intereses políticos y económicos, la cámara lo sigue por los sinuosos caminos que suben y bajan de la cordillera de los Andes. Y Alberto Iglesias demuestra, una vez más, que merece su lugar en el podio de los grandes compositores para cine. La inteligente dirección de Mitre es evidente también en el manejo de los actores, una suerte de all-stars del cine reciente latinoamericano que, a pesar de ser numerosos, logran brillar en sus propios momentos: a Ricardo Darín lo acompañan Érica Rivas (Relatos Salvajes), Paulina García (Gloria), Daniel Giménez Cacho (La mala educación), Dolores Fonzi (Paulina), Alfredo Castro (Desde allá), Elena Anaya (La piel que habito) y una participación breve pero precisa de Christian Slater.
“La cordillera” es, en su base, un estudio psicológico del poder, disfrazado de intriga política y de thriller psicológico. Y aunque por momentos el disfraz sea más llamativo de lo que le conviene, Mitre demuestra que tiene el control sobre cada aspecto de su película.
7
5 de octubre de 2010
5 de octubre de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escondido entre las majestuosas montañas en algún lugar de Turquía hay un pueblo que en los 90s vio crecer a Yusuf, un joven que se convertiría en un luchador por el socialismo y que terminaría pasando diez años, sus veintes, en una cárcel de máxima seguridad como un prisionero político. “Otoño” cuenta la historia de su regreso a una madre que pasó días sin comer y sin dormir, y a una comunidad que pasó años preguntándose a dónde se había metido.
La historia se mueve con lentitud porque no hay otra forma en que lo haga. La cotidianidad de Yusuf en la prisión se ve reemplazada abruptamente por la de su pueblo, inmerso en una inercia que no les permite a sus habitantes ir más allá de su refugio montañoso, o pensar para ellos un destino distinto al de volverse uno más de los viejos locos que allí viven. Yusuf fue “el loco”, el de “las ideas anarquistas”, el que logró escapar de esa otra cárcel que tenía para su vida una historia escrita, pero que ahora vuelve indefenso, impotente por no poder hacer nada, por haber perdido a la fuerza sus ideales.
El primer largometraje de Özcan Alper es generoso en tomas estáticas que muestran los paisajes de Turquía y se agradece la intensidad de escenas como el contraste entre las quietas montañas heladas enfrentadas a un turbulento mar. Yusuf tuvo alguna vez la fuerza de ese oleaje pero, como el agua, ha chocado con la bahía y ha perdido su impulso para quedarse allí atascado. Quizás la película en algunos momentos se exceda en lentitud, o tal vez lo que tiene que decir se hubiera podido haber dicho en un tiempo menor a sus 110 minutos, pero logra transmitir su mensaje y a la vez dar un poco de contexto, con vagas referencias, a quienes no estamos familiarizados con la historia de Turquía.
La historia de Yusuf se enmarca en la controversia que en ese país suscitó la creación de las “prisiones tipo F”, cárceles de máxima seguridad en la que los reos eran puestos en celdas individuales, limitando considerablemente la interacción entre ellos. Los prisioneros decidieron hacer revueltas y huelgas de hambre para evitar su traslado a estas prisiones, lo que condujo a que varios de ellos murieran y muchos más, como es notable con Yusuf a lo largo de la película, terminaran con su salud irreparablemente deteriorada.
“Otoño” logra, sin muchos artificios, construir unos personajes sólidos y una historia conmovedora sobre la derrota. Las promesas extraordinarias no se podrán cumplir y la inercia que mueve con parsimonia el filme terminará inalterada. Y nosotros quedaremos con la sensación de que, en realidad, no hubiera podido haber un destino distinto a ese.
La historia se mueve con lentitud porque no hay otra forma en que lo haga. La cotidianidad de Yusuf en la prisión se ve reemplazada abruptamente por la de su pueblo, inmerso en una inercia que no les permite a sus habitantes ir más allá de su refugio montañoso, o pensar para ellos un destino distinto al de volverse uno más de los viejos locos que allí viven. Yusuf fue “el loco”, el de “las ideas anarquistas”, el que logró escapar de esa otra cárcel que tenía para su vida una historia escrita, pero que ahora vuelve indefenso, impotente por no poder hacer nada, por haber perdido a la fuerza sus ideales.
El primer largometraje de Özcan Alper es generoso en tomas estáticas que muestran los paisajes de Turquía y se agradece la intensidad de escenas como el contraste entre las quietas montañas heladas enfrentadas a un turbulento mar. Yusuf tuvo alguna vez la fuerza de ese oleaje pero, como el agua, ha chocado con la bahía y ha perdido su impulso para quedarse allí atascado. Quizás la película en algunos momentos se exceda en lentitud, o tal vez lo que tiene que decir se hubiera podido haber dicho en un tiempo menor a sus 110 minutos, pero logra transmitir su mensaje y a la vez dar un poco de contexto, con vagas referencias, a quienes no estamos familiarizados con la historia de Turquía.
La historia de Yusuf se enmarca en la controversia que en ese país suscitó la creación de las “prisiones tipo F”, cárceles de máxima seguridad en la que los reos eran puestos en celdas individuales, limitando considerablemente la interacción entre ellos. Los prisioneros decidieron hacer revueltas y huelgas de hambre para evitar su traslado a estas prisiones, lo que condujo a que varios de ellos murieran y muchos más, como es notable con Yusuf a lo largo de la película, terminaran con su salud irreparablemente deteriorada.
“Otoño” logra, sin muchos artificios, construir unos personajes sólidos y una historia conmovedora sobre la derrota. Las promesas extraordinarias no se podrán cumplir y la inercia que mueve con parsimonia el filme terminará inalterada. Y nosotros quedaremos con la sensación de que, en realidad, no hubiera podido haber un destino distinto a ese.
31 de julio de 2006
31 de julio de 2006
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta, es, sin duda, la mejor película colombiana que he visto hasta el momento. Muestra una realidad de una forma espectacularmente realista, se refleja a la gente colombiana, con todos sus sueños, sus peleas, sus preocupaciones. Es una muy recomendable película que no debemos dejar pasar
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