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Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4
2 de abril de 2020
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me trago estas historias de ‘chupasangres’ desdichados que practican el veganismo (en lo que a seres humanos se refiere) y que sobreviven a la sombra de los mortales, escondidos como ratas en suburbios decadentes o como vagabundos drogadictos en vagones de tren abandonados. De una raza inmortal con sentidos desarrollados y una fuerza sobrenatural espero que a estas alturas de la historia tengan, como mínimo, un servicio de Glovo con sangre a domicilio.

‘Vampiros’, de Netflix, parece que quiere ofrecernos una visión renovada de lo que implicaría ser adicto a la hemoglobina e intolerante al astro rey en los tiempos que corren, pero salvo alguna actualización sobre los conceptos básicos de un vampiro, esta serie (en alusión a una frase de uno de los protagonistas) “huele a cerrado”.

Después de décadas e incluso siglos entre nosotros, el colectivo de vampiros continua demostrando no haber aprendido nada, ni siquiera han sabido lucrarse de una inversión en bolsa o de bienes inmuebles. Siguen siendo una comunidad de segunda que organiza fiestas de Halloween clandestinas y que mantiene una estructura social de colmena en la que se imponen las mismas leyes y se venera a un anciano como sabiduría máxima.

Aunque en la realidad el vampirismo o hematofilia se diagnostique como un trastorno mental, en esta nueva ficción francesa se considera una enfermedad genética que se puede transmitir de generación en generación. La protagonista de esta historia es una joven gala, medio humana medio vampiro, que deambula por las calles de París padeciendo las inseguridades propias de la pubertad y que debe afrontar su despertar sexual y ‘vampiril’ mientras contiene las ganas de merendarse a alguien. Doble marrón para su madre, que no tenía suficiente con alejar a la niña de los deseos carnales que debe reprimir también su filia por la sangre. Una madre vampiro que se dedica media serie a pasearse por las calles en pleno día vestida de incógnito y fotoprotector en la cara. Por lo visto en la “siempre soleada” capital francesa, nunca llueve ni se nubla…

La serie destaca más por su apartado visual, que se alimenta de un realismo sucio y sin adornos, que por su argumento, su capacidad para sorprender o su desarrollo de personajes, que estimulan más bien poco el apetito. Giros precipitados (el suceso en la fiesta de ‘la comunidad’) y saltos temporales en la trama que llevan a confusión evidencian una dirección un tanto amateur. Puede que la evidente falta de presupuesto se sienta más acusada en cuanto a localizaciones, que salvo un puñado de secuencias aéreas de la ciudad, París se percibe desaprovechada.

De forma muy desganada, este drama juvenil sin colmillos, deja entrever su mensaje, el mismo de siempre: transformación y autodescubrimiento de una adolescente mientras afronta sus miedos y busca su lugar en el mundo. Deberíamos exigirle un poco más al gigante Netflix que solo se preocupa de venderlo todo muy ‘bonito’. No es necesario añadir la larga lista de referencias vampíricas de las que esta serie se nutre, tampoco me considero un profesional en la materia.

Más inofensiva que un tímido mordisco en el lánguido cuello de un púber, no logra rejuvenecer el género y sirviéndome de la expresión, le falta sangre en las venas.
29 de febrero de 2024
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi cinco años ha necesitado Jeff Chan para entregarnos la segunda parte de su 'Código 8'. Ni siquiera las mega producciones de Marvel se toman tanto tiempo entre secuela y secuela pero, visto el nivel de las últimas entregas, quizás deberían... Incluso los fanes más acérrimos coinciden en que la compañía propiedad de Disney ya no es un ejemplo de buen hacer, hasta nuevo aviso. 'Código 8' juega en otra liga, en una más local y sin grandes patrocinadores detrás salvo por el amparo de Netflix que sigue apostando por el proyecto gracias al éxito de la primera parte y quien sabe si con el malvado objetivo de saturar todavía más el mercado de "individuos con habilidades sobrehumanas" y fomentar el declive de la todopoderosa Marvel.

No soy el único que esperaba con cierto interés esta segunda entrega de 'Código 8' y aquellos que renegaron de la primera seguro han seguido de reojo el desarrollo de esta secuela y examinado sus prometedores tráilers, aunque no lo admitan por miedo a ser desacreditados. Esta vez la inversión ha sido mayor, pero ya saben lo que dicen sobre Marvel: más billetes no implica una historia mejor.

Esta continuación continua sin inventar nada (valga la redundancia) y sigue tomando prestado de aquí y de allá ('Héroes', 'Robocop', 'X-Men', 'Chronicle'...). El argumento es escaso, una simple excusa para aprovechar el tirón de la primera y seguir explotando a la pareja protagonista y sus caras conocidas que, si no fuera por ellos, podría funcionar como un spin-off, una historia al margen de lo acontecido en la primera.

Nos encontramos ante la típica historia que arrastra al protagonista principal a convertirse en tutor y protector de un/a niño/a especial, por circunstancias equis y por exigencias del guión que convenientemente une sus caminos. A pesar de su recelo inicial vivirán aventuras juntos, se ayudarán el uno al otro y terminarán haciéndose 'amiguis'. Como es lógico, siempre habrá algún secundario que se sacrificará por la causa y será recordado con cariño. Lo que me recuerda a la reciente 'The Last of Us' (2023), entre otras cosas, porque ambas niñas protagonistas poseen una frente más extensa que el territorio de Castilla y León.

Entonces, ¿cuál es aliciente para darle al play?. La inyección de billetes logra lustrosas escenas de acción a cámara lenta con efectos especiales que nada tienen que envidiar a las películas de superhéroes, eso y la tensión sexual entre los dos varones coprotagonistas, primos en la vida real, que podrían habernos deleitado con una relación incestuosa pero que el director no supo aprovechar. Un nuevo aliciente para esperar con cierto interés la tercera entrega.
15 de abril de 2020
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La heredera de ‘Juego de Tronos’ y ‘The Walking Dead’ es coreana y se llama ‘Kingdom’.

Aunque más próxima a la primera, pero sin su desmesurada grandilocuencia, supera con creces a la segunda, que muchos se empeñan todavía en posicionar como referente de algo. Y es que la soporífera serie americana de los caminantes y esta nueva serie coreana se parecen únicamente en el hecho de que los muertos se levantan y caminan. Y ni siquiera en eso coinciden. En ‘Kingdom’, estos seres pestilentes no solo vagan en busca de carne fresca, echan a correr tan pronto como se ponen en pié y tropiezan torpemente cuando es necesario (la verdad sea dicha), un cruce entre el infectado, véase ’28 días después’, y el clásico zombie de Romero.

Entiendo que muchos de los que aquí escribimos somos muy jóvenes y, sin ánimo de ofender a los muertos, ‘The Walking Dead’ es azúcar para la historia y aquello de que "El hombre es un lobo para el hombre" es sabido desde que el uomo es uomo. Por lo visto, ahora todos nos creemos una suerte de filósofos…

Es evidente que ’Kingdom’ es una gran producción y demostrado queda a todos los niveles. Desde los majestuosos templos originales de la ciudad de Seúl, que se convierten en escenarios para acoger apasionantes disputas por el poder y frenéticas batallas por la supervivencia, pasando por lo rocambolesco de las vestimentas fruto de una exhaustiva documentación y el encomiable trabajo de interpretación de los ‘no muertos’ que poco tienen que envidiar a los de su homónima del futuro, ‘Train to Busan’.

Pero lo que realmente hace especial a esta serie no es solo su apartado técnico, ‘Kingdom’ es pura emoción, pone la carne en el asador en cada episodio, sin rellenos superfluos ni estiramientos de chicle y ofrece una historia rebosante de giros, que ya quisieran los circuitos de la Formula 1. Aquí los muertos vivientes no solo hacen acto de presencia cuando a uno de los actores se le termina el contrato, en esta lucha de clases y de tronos, intervienen como un adversario más en la trama, que se va descubriendo ante nosotros y que guarda más de un as bajo la manga.

Aquellos que no descubrimos recientemente la existencia de Corea del Sur a causa de eso que llaman K-pop, somos conocedores de la excentricidad de unas actuaciones que, a los ojos del público occidental menos acostumbrado, pueden parecer histriónicas por lo exagerado de sus reacciones, menos contenidas o sobre dramatizadas y en ocasiones cómicas. Los que disfrutamos de la fantástica ‘The Host’ (de Bon Joon-ho, director de ‘Parásitos’) recordaremos esa icónica escena del funeral que resume perfectamente el modus operandi del cine coreano. Por cierto, las dos producciones comparten actriz principal (Doona Bae).

Por último, no le deis al botón de omitir introducción. Netflix malo.
4 de agosto de 2023
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sabría explicar el porqué no me ha terminado de convencer. Esperaba encontrar aquí el veredicto de algún experto en la materia que me ayudase a esclarecer mis pensamientos. Pero, para un servidor, 'El resort' ha resultado ser un viaje a ninguna parte, una experiencia entretenida pero por momentos agotadora. Un relato que mezcla géneros partiendo del drama y la comedia que posteriormente adquiere un cariz detectivesco con pinceladas de suspense y que termina dejándose llevar sin remedio por la imaginación.

Lo que se suponía iban a ser las relajantes vacaciones en el paraíso de una pareja de turistas con problemas conyugales con el propósito de regenerar cuerpo y mente, se transforma en una aventura por la jungla, repleta de misterios y casualidades que se sustenta en misticismos y leyendas. Durante el camino se tantean muchos temas: el amor y el desamor, el dolor de la pérdida, la libertad para escoger tu propio destino y por supuesto, la necesidad de volver atrás y subsanar el pasado. Parece que nos han querido contar muchas cosas que se han desdibujado entre tanto ajetreo y enredo.

La cuestión es si el viaje vale la pena y aquellos que, como yo, esperen una explicación racional no la van a encontrar. Yo es que soy más de ciencias y 'El resort' no es una historia convencional, es de esas historias que te hacen cuestionarte si es más importante el destino o el camino recorrido. Los protagonistas aprenden una valiosa lección a medida que recorren el trayecto en busca de su MacGuffin pero como espectador, me he quedado exhausto a base de teorizar y buscar una resolución plausible a lo que se iba desarrollando. Si quieren una moraleja, que la hay, es que el pasado, pasado está. Para seguir adelante debemos dejar de mirar atrás y si es con ayuda de nuestros seres queridos, mucho mejor.

Si alguien más se ha fijado en esas imágenes oníricas que nos asaltan en todos los episodios de 'El resort' y que parecen imitar la forma y las tonalidades del iris, es casi improbable que se acuerde de aquella primera escena que abría la serie de J.J. Abrams, el ojo de Jack Shephard abriéndose mientras la cámara se alejaba. Admito que soy de referentes 'dosmileros' y si hay una serie capaz de justificar un desenlace complejo e irresoluble con un largo viaje fascinante que mantuvo a medio mundo en vilo ante la pantalla, esa es 'Perdidos' (2004). Aprovecho esta oportunidad para sacar a relucir esta obra maestra de la ingeniería narrativa y no solo porque me enseñó que los finales no tienen porque cambiar nada ni permanecer atados y bien atados si después de todo, hemos disfrutado del camino. ‘El resort' me ha hecho rememorar un poco de aquel espíritu, por su combinación de realismo y surrealismo, de realidad y de ficción y por formular algunas preguntas cuyas respuestas no vienen en bandeja.

Al margen, también destacaría su banda sonora tan particular y diversa, de esas que no se deben interrumpir cuando alcanzan los créditos finales para que te acompañen hasta el próximo episodio. 'El resort' inaugura con el tema Strange Overtones de David Byrne y Brian Eno, una carta de presentación que encaja perfectamente con el tono de la serie, extraño a la vez que cautivador.
8 de septiembre de 2020
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sombra de ’28 días después’ (Danny Boyle, 2002) es alargada.

'#Alive' de Il Cho, parece una parodia macabra, no intencionada, sobre el coronavirus y la cuarentena. Quizás hubiese sido más oportuno e interesante realizar una critica social y retratar con sorna y tono sarcástico lo que la humanidad ha “experimentado” estos últimos meses y todavía sigue padeciendo. Sin embargo, este filme surcoreano se limita a ser otra irrelevante historia sobre infectados y supervivencia que no aporta nada que no hayamos visto antes y que podría haber funcionado como un simple spin-off de la más emocionante y afilada ‘Train to Busan’.

Algunos aciertos de ‘#Alive’ son la presencia de las nuevas tecnologías (los coreanos siempre a la última en lo que a gadgets se refiere), la pareja protagonista (los emergentes Yoo Ah-in (‘Burning’) y Park Shin-hye) que ejercen de reclamo para la taquilla y alguna que otra escena de acción inspirada.

Los primeros diez minutos de metraje sirven para que juzguemos al protagonista, cuestionemos su estilo de vida y lo encasillemos como el típico ‘gamer’ que apenas ve la luz del día. Si quisiéramos buscarle los ‘tres pies al gato’, podríamos tomarnos está historia como una metáfora de la vida de un introvertido joven que se refugia en el mundo virtual y cómo afronta sus miedos y vence el aislamiento social al que se somete. Léase el síndrome ‘Hikikomori’, conocido en España como síndrome ‘de la puerta cerrada’, un fenómeno iniciado en Japón en el año 2000 del que se llegó a decir que se había extendido como una pandemia por el resto del mundo.

Aunque está teoría podría encajar en la actual sociedad coreana, ‘#Alive’ no es más que otra boba película sobre zombies.
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