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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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10 de noviembre de 2008 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Christopher Nolan se está convirtiendo por méritos propios en uno de los mejores cineastas de la actualidad. A una capacidad increíble para adaptar historias intrigantes y oscuras, con argumentos laberínticos y complejos, se le suma su indudable talento para lograr una puesta en escena que una y que compacte todas los hilos argumentales que nos cuenta. Ya lo vimos en "Memento", película rara, extraña, que juega con el espectador que se atreva a participar en el juego, y que deja sensación de desconcierto, de no saber muy bien si lo que ve es verdad o no. Lo clavó en "Insomnio", devolvió la dignidad al personaje de Batman con su estupenda "Batman Begins", y más tarde lo elevó a los altares del cine, hasta donde nunca había llegado, con "El caballero oscuro". La película que nos ocupa tiene más rasgos "mementianos" que ninguna otra. Es una película-matrioska, una película que al igual que las muñecas rusas, contiene varios argumentos, varias lecturas, que van apareciendo una dentro de otra, y ésta dentro de otra, etc. La película, narrativamente, es un puro truco de ilusionismo, un juego de cartas, un número de magia. Aunque en su esencia contiene una de las historias de rivalidades malsanas más apasionantes que un servidor haya visto jamás (ayudado por unas perfectas interpretaciones de Hugh Jackman y Christian Bale), esa historia permite a Nolan saltar continuamente de un hilo a otro, como un trapecista. Desde la historia contada por Jackman hasta la historia contada por Bale, hasta la historia contada por Cutter, el personaje de Michael Caine... desde el pasado al presente para volver al pasado... todos estos "saltos", que a otro cineasta se le habrían ido de las manos, mantienen un ritmo ascendente hasta que al final todas las historias acaban convirtiéndose en una sola, y todos los hilos, en uno solo: la matrioska final, la que ya no se abre. Sí es verdad que el truco final acaba siendo un pelín efectista y fantasioso, pero qué rayos. El verdadero misterio y truco de magia es cómo Nolan nos deja boquiabiertos por la forma de contarnos esa lucha obsesiva (física y psicológica) entre los dos magos, que destruyen todo lo que tienen a su alrededor (amores, amistades), incluídos ellos mismos, por superarse en todo. Al final, acaba venciendo uno, pero a un precio muy alto. Por otro lado, perfecta fotografía tenebrista de Wally Pfister, habitual de Nolan, que sumerge a toda la película en un permanente tono semi-siniestro muy apropiado. Magnífico Michael Caine, ajustando cuentas al final, espléndida una descubierta Rebecca Hall (luego vendría Woody Allen), testimonial el papelito de Scarlett y atención a las apariciones de un Andy Serkis post-Señor de los Anillos, y un David Bowie curioso e irreconocible.
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Lo del hermano gemelo es un buen recurso, pero no deja de ser algo facilón (sobre todo porque para un espectador avispado puede ser adivinable), al igual que el que la solución del misterio sea la máquina de crear clones. Pequeños fallos, apuntes a pie de página para un verdadero peliculón, que, aparte de atarte, intrigarte y apasionarte, te obliga a estar atento al desarrollo, y a que tengas que atar cabos y establecer conclusiones tú mismo, según avanza la película. Pocas películas de tintes comerciales logran este nivel, tanto cinematográfico como narrativo. Una verdadera lección de originalidad.
8 de septiembre de 2005 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy buena adaptación de la novela del gran Miguel Delibes, retratando a la perfección la dureza de la vida rural, y el abuso de los poderosos a los débiles. Rabal y Landa están por encima de las estrellas. Recuerdo especialmente el "milana bonita" de Rabal, que es capaz de emocionar hasta a un ladrillo.
4 de abril de 2010 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película a película, sin hacer demasiado ruido, David Fincher se está labrando una carrera más que prestigiosa, en la que ninguna película sobra, y prácticamente todas ellas son ejercicios de auténtico maestro a la hora de crear atmósferas e historias que encajen como un guante en esas atmósferas. Algunas de ellas, como "Seven", "Zodiac" o "El curioso caso de Benjamin Button" rozan la maravilla y la perfección, y ninguna se parece a las otras. Por eso, no deja de ser curioso que el debut de Fincher en la dirección fuera en medio de una de las sagas más famosas del cine, la del oscuro asesino espacial que surgiera de la enfermiza imaginación de H.R. Giger y de la poderosa inventiva visual de un Ridley Scott en su apogeo (su "Alien" llegó tras "Los duelistas" y antes de "Blade Runner", nada menos). En 1992 la saga no parecía que tuviera nada más que ofrecer, tras ese brillante espectáculo de acción espacial que el mejor James Cameron ochentero nos ofreció en la continuación de la obra maestra de Scott. Es evidente, claro está, que los productores de la Fox querían seguir estrujando a la gallina de los huevos de oro de la saga, de modo que, tras tantear a varios directores (Renny Harlin entre ellos), Fincher se encontró al frente de la nueva entrega. Un Fincher que, como se vio después, tenía un universo personal, un estilo visual nuevo que podía encajar perfectamente en el universo Alien. El director se entregó a fondo, y con el beneplácito de la protagonista y a la vez productora, Sigourney Weaver, tomó la continuación de la historia, donde Ripley y los supervivientes de la película anterior partían al espacio en estado de hibernación, y los hizo estrellarse en un oscuro planeta inhóspito, sede de una cárcel de máxima seguridad donde los presos más peligrosos pululaban por oscuros corredores, entregados a la extracción de mineral, y únicamente controlados por un capataz autoritario y una especie de líder religioso. Semejante argumento daba pie a que Fincher desplegara su posteriormente demostrada querencia por las atmósferas opresivas, decadentes y casi asfixiantes, reflejos de una misma sociedad o grupo humano igualmente decadente y asfixiante. Esto lo llevaría al infinito con "Seven", pero aquí ya mostraba parte de sus cartas utilizando esa cárcel y a ese grupo de violadores y asesinos rapados, jadeantes por ver a una mujer después de años y desquiciados por las soflamas religiosas de su profeta, para mantener un continuo estado de tensión latente y de peligros tras cada esquina. Hasta el único personaje aparentemente amable, como es el del médico interpretado estupendamente por el actor británico Charles Dance, tiene un lado inquietante.

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Durante la primera media hora, casi nos olvidamos que es una película más de Alien, hasta que el adorable alienígena hace su aparición (en una de las mejores escenas de la película, con un montaje paralelo entre el nacimiento del alien y la cremación de los cuerpos de los compañeros de Ripley).

Lo mejor de la película, sin duda, es el estilo visual de Fincher, diferente a los de Scott y Cameron, pues la película tiene un montaje y unos planos sencillamente soberbios, además de una fotografía oscura y tenebrosa perfectamente conseguida. Es significativo también que Fincher, a día de hoy, no quiera saber nada de esta película, sobre todo tras los obstáculos que, parece, le fueron poniendo los productores, ansiosos por lograr un producto veraniego de acción y fácil de consumir por el americano medio. También es gracioso comprobar como, en el extenso making of de la película, todo el mundo parece lavarse las manos y mirar para otro lado sobre esta cuestión. En fin.

Quizá, en determinados momentos, a la película se le echa en falta algo más de coherencia entre los planos (sobre todo en su versión cinematográfica, en la versión extendida del DVD el ritmo mejora) y las secuencias, y cuando se piensa en ella, se recuerda más escenas sueltas que el todo. Lo que importa es que Fincher logró una muy meritoria película sombría y tenebrosa, claramente deudora del Alien de Scott, por momentos desquiciada y en tensión, con escenas ya para el recuerdo, como las persecuciones frenéticas, maravillosamente rodadas, por los túneles de la cárcel, con puertas abriéndose y cerrándose mientras el alien aparecía y desaparecía. O escenas como la autopsia de Newt, la breve reconstrucción de Bishop, el primer ataque del alien al médico y el final, ese polémico y grandioso final con Ripley dejándose caer al fuego. Muy meritorio el trabajo de los actores, aparte del mencionado Dance. Sigourney Weaver le tiene cogido el punto a su personaje, pero Charles S. Dutton, Brian Glover y la caterva de presos histéricos no le van a la zaga. El diseño y la música de Goldenthal son excelentes, y contribuyen decisivamente a crear la atmósfera de la película. Lástima de los montajes y los problemas que tuvo en su día, que mermaron la calidad de la película y su fama, pero el tiempo está poniendo en su lugar a un filme que es un referente en el cine de ciencia-ficción de los 90. Tras su estreno, Fincher fue labrándose una carrera magistral, mientras que la saga de Alien acabaría con el despropósito que es "Alien: Resurrección", una locura que nunca debió ver la luz y que nunca tuvo que dirigir Jean-Pierre Jeunet. De momento, la saga está hibernando. Veremos si Ridley Scott es capaz de revivirla con la precuela de su propia película de 1979.
2 de enero de 2010 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tardé mucho en ver esta película, hasta que no me la regalaron en DVD. La película se estrenó en 2004, y aún recuerdo la que se montó, con prácticamente el 90% de crítica y público celebrándolo como un peliculón de los que hacen época. El circo prosiguió en USA, hasta ganar, como todos sabemos, el Oscar. El argumento no hace falta que lo explique, ya todos lo sabemos. Pues bien, por fin vi el filme.

No sé si cuenta tanto que te predispongan de una manera determinada para ver una película. Un director alemán famoso, pero cuyo nombre ahora no recuerdo, dijo una vez que habría que ver las películas, y luego leer opiniones y contrastar críticas. Llegar virgen al visionado, vamos. Es bastante complicado, sobre todo para los que estamos ávidos de nuevas películas, y queremos saber qué opinan los "expertos". Bueno, pues tantas alabanzas y tal fue la excelencia que me prometieron con esta película, que me acabó decepcionando. La historia de Ramón Sampedro, con todos sus matices y complejidades, merecía mucha sutileza y maestría, para no caer en cierta brocha gorda y lugares comunes. Y, tras haber visto dos veces la película ya, Amenábar no lo consigue. O al menos, son las sensaciones que me provoca. Digamos que la película, lentamente, va de más a menos.

Empieza bien, mostrando la rutina diaria de Sampedro, con todas las limitaciones físicas, pero con toda la agudeza y campechanía de su personalidad. Pero a medida que observamos los conflictos que va teniendo con los que le rodean (Julia, su sobrino, con los abogados, con su padre) el guión va cayendo en lugares más comunes, y termina por seguir un rumbo que busca más forzadamente la empatía con el espectador y con el personaje de Sampedro. Hay buenas secuencias (el flashback de su juventud y su accidente), pero otras sobran completamente. Por ejemplo, la secuencia con el sacerdote y su ayudante, que pretende ser una crítica al anquilosamiento de la Iglesia en el tema de la eutanasia. Lástima que Amenábar use el humor y la famosa brocha gorda en un aspecto delicado y controvertido de la película, que exige más sutilidad y matizaciones. Dicho de otro modo, que Clint Eastwood hubiera hecho esa escena de otro modo.
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También me sobran historias completas, como la de Belén Rueda. No me dice nada su desgracia, su amor por Sampedro, y su personaje. Amenábar se equivoca también, confundiendo lirismo con pastel, y no se da cuenta que el lirismo se consigue a través del diálogo de los personajes, de su crecimiento interior y de cómo lo proyecten. No encontré nada de eso en la historia de Julia con Sampedro. Vuelvo a remitirme a Eastwood en este aspecto. Y aunque repito que no es que sea una mala película (funciona a ratos sí, a ratos no; y hay personajes conmovedores como el de Lola Dueñas), no es la maravilla que todos se apresuraron a ensalzar.

Evidentemente, la interpretación/caracterización de Javier Bardem es portentosa, pero no basta, hay que ser, vuelvo a repetir, mucho más sutil con temas como el de la eutanasia y el deseo de morirse de un hombre perfectamente cuerdo, que puede hablar y comunicarse. Quizá penséis que todas las escenas del juicio y de los abogados bastan, pero para mí no, la película peca de ser demasiado parcial, demasiado defensora de la actitud de Sampedro, cuando lo que la historia pedía a gritos era otra cosa. El final es muy bonito y muy emotivo... provoca torrentes de lágrimas en los espectadores que se han conmovido a lo largo de la historia (y que, al fin y al cabo, es lo que Amenábar busca), pero cuando comienzan los títulos de crédito, y volamos sobre el mar, lamento que esta historia no se hubiera contado de otra manera, con más sencillez y poesía, y menos énfasis y efectismo. Ojo, Amenábar cuenta con mi simpatía (de hecho, "Ágora" me parece espléndida), pero aquí quiso ser Spielberg cuando lo que tenía que haber hecho es fijarse en Eastwood o en Schnabel, quien, por ejemplo, sí dio en la diana con una historia parecida, "La escafandra y la mariposa", que contiene todas las virtudes que le faltan a ésta.
20 de diciembre de 2008 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peliculilla de aventuras que no merece una crítica más exhaustiva que la de indicar que se trata de otro producto Bruckheimer con cierto empaque. En esta ocasión, el guión está ligeramente más cuidado que en otras mierdas del productor, y es curioso comprobar cómo el titánico presupuesto no luce en todo su esplendor, puesto que no hay grandes escenas de acción, y el clímax de la película es hasta "modesto" para lo que nos suele ofrecer este productor. Eso sí, la película es una sucesión de tópicos a más no poder: héroe listo, inteligente e intrépido (Nicolas Cage, que, manda huevos, no sé quién fue el listo que le vio perfil de héroe, cuando tiene un perfil de hombre atormentado que tan bien explotó Scorsese en "Al límite"), chica (Diane Kruger, sin enseñar carne como en "Troya"), amigo gracioso, malo malísimo (Sean Bean, el mejor actor de esta peliculilla), y papá del héroe, listo y gracioso (Jon Voight, con su antiguo prestigio ya hundido). La trama está convenientemente poco explicada y es algo liosa para que entendamos que es algo importante y que solo los inteligentes de los protagonistas podrán resolverlos. Aunque eso sí, la idea de que los masones custodian el Tesoro de los Templarios, cuya clave está en el reverso de la Declaración de Independencia de los EUA, no puede ser más tonta... y más patriótica, porque da mucho juego el hecho de, durante la mitad de la película, se maten todos porque no le pase nada a tan magno y patriótico documento. En fin. Pena da de ver a dos grandísimos actores como Harvey Keitel y Christopher Plummer dejarse comprar por un puñado de dólares para participar en este circo.
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Al final, aunque la película entretiene y mantiene un buen ritmo, uno acaba cansado de tantas claves y contraclaves, traiciones, dobles engaños, y recursos inteligentes de los protagonistas... y de que el clímax, el descubrimiento del tesoro esté tan mal rodado y con tal falta de pasión que uno no sabe si han descubierto algo o es una antecámara a un nuevo enigma. En fin, como ridícula es la manera en que se conocen y se enamoran Indiana Cage y la Kruger, en poco menos de dos días, y tras un breve intercambio de inteligentes comentarios, acaban intercambiando saliva sin más preámbulo. Lo peor no es eso, sino que hubo una segunda parte donde los que se dejaron comprar por un puñado de dólares fueron... Ed Harris y Helen Mirren. Eso sí que es un enigma, y no la Declaración de Independencia de las Narices.
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