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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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19 de julio de 2005
16 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Éste que firma es un humilde escribiente que teclea sobre un triste ordenador, de no más de 1500 dólares, por simple afición. Esta película que me ocupa viene avalada por tres de los actores más alabados de la historia del cine y con un presupuesto de más de medio centenar de millones de dólares. ¿Cómo me atrevo, pues, a ni tan sólo clasificarla? Por venganza... por sucia, mísera y rastrera venganza. Es lo que nos queda a la plebe. Después de todo he pagado casi cinco pavos por verlos y esta opinión es el único beneficio que puedo obtener, mientras que ellos en nada contribuirán a mi patrimonio (incluso en el absurdo caso en que leyeran estas líneas, únicamente contribuirían con una centésima de pavo, lo cual tampoco proporciona demasiadas alegrías).

He salido decepcionado del cine, escarmentado y profundamente decepcionado. Todo ello a pesar de muchas críticas pero, ¿quién se resiste a semejante reparto? Con su permiso, Sres. De Niro, Brando y Norton, no hablaré por mí, sino que me limitaré a transcribir nuestra conversación a la salida del cine (aquellas palabras impropias de un foro como éste han sido censuradas, esperando que con mínimo perjuicio sobre la frescura de los diálogos):

- ¡Qué triste! ¿Cuánto deben haber cobrado estos xxxxxxs? Porque ahora me vas a decir que el Marlon Brando estaba ´inspirado´... Casi me quedo dormida.
- Por lo menos el Edward Norton se sigue saliendo, ¡cómo actúa el xxxx!
- ¡Discrepo! No he visto nada que me haya llamado la atención, y el peor de todos es precisamente Norton, que se repite en su doble papel de subnormal y chico listo, como ya hiciera en ´Las dos caras de la verdad´, pero a peor...
- Ya saltó el enterado, a mí sí me gusto. El final es alucinante y tiene bastantes golpes buenos, como las desconfianzas de los tipos al principio, el rollo con los hackers, ¿qué más quieres?
- Mira, sustituye ladrones por actores: te diría que Norton me parece un tipo muy inteligente y de gran futuro, pero tal vez se le fue la olla esta vez, tal vez apuntado muy alto con semejantes compañeros de reparto, y se ha equivocado. ¿Lo ves acaso haciendo de Rainman?
- Si te fijas en Marlon Brando, parece ahogado por su propia opulencia, esperando recibir el cetro sólo por participar... Breves intervenciones, como intentando repetir la gran presencia que demostró en ´El padrino´. Tal vez esté lleno de deudas, porque muy motivado no lo veo... casi como con ´Don Juan de Marco´.
- Eh, no te metas con ´mi´ película, que me gustó mucho. Y ahora me dirás que de Niro se metió en la película por nada...
- Bueno, como con el robo, cada película es un riesgo. No siempre tiene por qué salir bien, pero en mi opinión es el que ha salido mejor parado, muy digno, correcto y lúcido...
- ¿es que no hay nada que te haya gustado?
- Mmmm, sí, Montreal.
29 de marzo de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Habéis detectado alguna vez la suprema fuerza poética de una gota de aceite que se esfuerza en mantenerse íntegra entre los estériles esfuerzos del agua por invadirla? ¿No? Vaya, esforzaros un poco más: retirad el florero, los diarios de la mañana y apagad la televisión. Ahora volved a mirad ese vaso donde el dorado verdor remanente del olivo se aglutina en una densa resistencia a la insípida pero ahogadora humedad que lo rodea. ¿Captáis algo? ¿No? Bueno... yo tampoco.

Aún así agradezco al recién estrenado como director Gonzalo López-Gallego por sus esfuerzos para hacernos llegar su poesía, sus silencios y su (o sus) mensaje. Tal vez mi cansancio, atonía o simple aburguesamiento me han impedido disfrutar más de la película, pero claramente no puedo recomendarla. Muchos en la sala decidieron abandonarla.

Acudí a verla víctima de los comentarios de un crítico de ´La Vanguardia´ que aludía a su éxito en diferentes circuitos, cinta ´a contracorriente´ y añade ´[...] mediante la más austera abstracción (Lynch es uno de sus reconocidos referentes), radiografiar los males de nuestro tiempo´. Para rematarlo incluye la nefasta coletilla ´puede fascinar o enervar, pero en ningún caso va a dejar indiferente al espectador´, que debería haber encendido mis alarmas.

Describiros en algo la historia no sé si os confundiría mucho más que ayudaros a decidiros, entre otras cosas porque es lo de menos. La película finaliza (¡eps!, no dejéis de leer, que cuando hablo del final me refiero a los títulos de crédito, y no de quién es el asesino) con un bonito homenaje a otros autores que parece tomar de referencia. Fueron esos últimos comentarios los que me hicieron cambiar de opinión y pensar: ´éste tipo no parece ir descaminado, aún veré su próximo trabajo´, me refiero al autor de ´Funny Games´, Michael Haneke.

Pero también debo reconocer que el autor ha realizado grandes esfuerzos por desmarcarse, por contradecir lo establecido. He creído detectar poderosos intentos por hacer secuencias memorables pero, sobretodo, genuinas: un par de vitales impulsos musicales vividos a través de los guiños y bailes de los protagonistas; la recreación en sus personalidades sin necesidad de salir de sus dormitorios o ciertos paralelismos oníricos que siempre resultan inquietantes. Desgraciadamente este deleite rápidamente se me diluía en un soporífero agotamiento a la espera de cierta coherencia, aguardando un sentido más evidente a la secuencia de fotogramas.

No es que le esté pidiendo precisamente cine comercial, pero sí algo más asequible. Se supone que filma para transmitir ideas, no sólo por tenerlas. Un Kubrick se puede permitir meter veinte minutos de música y efectos psicodélicos en su ´2001...´, pero eso tras haber demostrado que el esfuerzo vale la pena, pues tiene qué contar. A mí me gustaría que mirarais al vaso de agua con la gota de aceite exclamando ´¡Qué fuerza! ¡Qué genialidad!´ pero afortunadamente no pagaríais por ello...
29 de marzo de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
- ¡Abuelito, abuelito, vuelve a contarme cómo era tu primera novia...
- No querido, no. Te contaré algo mejor, te contaré cómo es la novia que me acabo de echar... (ahora que lo pienso, ¡es la misma!)

A menudo nos decimos que si ahora volviéramos a vivir nuestro primer amor, ¡cuántas locuras experimentaríamos, cómo nos volveríamos a dejar llevar por la ilusión! Pero este delicioso rito de iniciación también va de la mano de grandes ambiciones, de una mirada perdida confiando en un futuro aún por construir. La osada juventud nos hace creer que el mañana siempre nos traerá experiencias mucho más apasionantes a las que tan casualmente nos acaban de abordar, aunque impliquen romper nuestro primer pedazo de corazón conquistado.

La jubilación se asocia a revivir viejos álbumes fotográficos, a mirarse en los ojos de los más niños buscando ternura, recuperando la ingenuidad del disfrute minuto a minuto, una vez desprendidos del yugo de las expectativas sociales y propias. Los años nos reflotan los recuerdos como silenciosos testigos, inexpugnables referentes que nos convierten en los jueces más severos para con la vanidad de nuestras virtudes, pero los observadores más comprensivos respecto a la humanidad de nuestros vicios.

´Innocence´ tiene el acierto de conjugar el que suele ser el amor más puro, el primero, con el que parece más auténtico por destilarse tras los trajines de desengaños y varapalos propios de una larga vida, el de anciano.

Desde los primeros minutos del largo se aprecia un intento por bucear en nuestras universales inquietudes, como si la vejez trajera consigo un profundo pensamiento filosófico. Se agradecen (mucho) las bofetadas al interiorismo humano, se soportan ciertas licencias pretenciosas pero disgusta cierta coartada moralista de la trama. En esencia es ésta una historia, dicho vulgarmente, de cuernos. Pero las arrugas, la vulnerabilidad senil, los tiernos ´flashback´ de sus escarceos de juventud parecen perseguir bloquear toda posible reflexión sobre el marido ofendido. ¿No presume de cinta reflexiva? ¿A qué la puñalada ´si hubiéramos estado más unidos físicamente, esto no hubiera pasado´? ¿Qué infidelidad busca sensaciones que ya se encuentran en el seno de la pareja? Me sobra la estampita del aséptico marido que tiene a la mujer de florero. De no ser así ¿hubiera renunciado acaso el escritor a reconquistarla? ¿hubiera ella acallado la ilusión del galanteo y el bombardeo de intensos recuerdos que recrea la película? Quizás, pero el cuadro sería más honesto.

Pese a estas forzadas justificaciones, resulta agradable comprobar que no hay mejor antiarrugas que los sentimientos, ni caducidad alguna que impida reanudar un desbocado amor de juventud donde mismo se quedó, sin que las pastillas que recomienda el geriatra supongan mayor obstáculo que aquéllas antiacné. Un buen antídoto contra tanta basura que exalta hasta el ridículo la eterna juventud...
19 de julio de 2005
28 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amelie se nos presenta como chica cotidiana, camarera en un bar repleto de excéntricos, de padres no menos peculiares y con episodios infantiles que parecen una caricaturesca disputa entre sus ángeles de la guarda. Pura sensualidad francesa, mágica fórmula que combina inocencia y picardía sin estridencias. Cabello negrísimo, liso y corto, contorneados pómulos, inmensos ojos azabache y facciones, en definitiva, difíciles de olvidar para cualquiera, tanto por la atractiva fisonomía en sí como porque ocupa casi toda la pantalla durante buena parte del metraje.

La joven Amelia gusta de disfrutar de aquellos pequeños detalles que nos pasan desapercibidos a la mayoría: hacer rebotar piedras sobre el Sena, enterrar la mano entre el cereal. Sus preocupaciones rayan desde el surrealismo de imaginarse el número de orgasmos simultáneos en la ciudad hasta el deseo de alegrar (arreglar) la vida de sus semejantes (no deja de ser otro tipo de surrealismo). No es extraño que ante tal ángel sintamos una inmensa simpatía y que un simple esbozo de su sonrisa nos pueda deslumbrar e hipnotizar.

¡Ay, incautos de nosotros! Si el director, Jean-Pierre Jeunet, se hubiera encontrado ya realizada semejante historia, posiblemente habría descargado toda su ironía sobre la misma. El autor de las impresionantes ´Delicatessen´ o ´La ciudad de los niños perdidos´ nos ha ayudado a reírnos de temas tabú, ha sabido provocar giros histriónicos en cada uno de los planos de dichos trabajos (tiene la excepción de su impropia pero razonable ´Alien Resurrection´). Sin embargo, en esta ´Amelie´ nos presenta una heroína peligrosa, casi rayando el fundamentalismo, cuyo aparente buen corazón se torna en patéticos delirios de grandeza bajo la máscara del zorro que incluso tiene la desfachatez de ceñirse.

Sólo un par de ejemplos: primero presta apoyo a un invidente al que conduce atropelladamente por su barrio, disparando una verborrea a priori simpática pero que personalmente se me antoja sumamente intrusiva y descortés para el pobre anciano y segundo somete a todo tipo de humillaciones al tendero, en un cínico ´ojo por ojo´ debido al mal trato que éste manifiesta hacia su manco ayudante.

La película queda en una sucesión de gamberradas burdamente entrelazadas con un eje conductor centrado en las inquietudes de tal encantadora mujer, pretendidamente compasiva. Las travesuras, el modo chisposo (e indudablemente agudo) de vestir las situaciones se agradecen infinito pero desafortunadamente Amelie, como persona y como historia, sólo representa un modus vivendi que no aguanta el mínimo análisis de consistencia.

Sólo puedo aconsejar tres opciones: verla como analistas del trabajo técnico (sin duda de gozoso detalle); acudir para reírse un rato con una concepción insultantemente superficial de la solidaridad (a riesgo de creérsela) o, como la propia protagonista podría dictaminar, esperarla en video o por televisión para una tarde de domingo.
29 de marzo de 2009 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tienes frente a ti a un asesino que ha quemado vivas a siete pobre desgraciados, siete infelices a quien sólo podía robarle penurias. El asesino afirma haber ejecutado a otras cinco mujeres, quemándolas también con idéntica frialdad. Por si estuviéramos adormecidos por crímenes similares, el criminal se acusa de acabar con diecisiete mujeres más y, como si supiera que nuestra sed de sangre es aún mayor, enriquece su confesión declarando que todas sus víctimas estaban embarazadas. No, no lo hizo con un rifle de precisión, ni en Washington. Eso es otra historia, desgraciadamente real, desgraciadamente impactante, desgraciadamente olvidada. Ahora sólo hablamos sobre una película...

“Aro Tolbukhin - En la mente del asesino” supone un experimento fascinante, un collage de técnicas narrativas (reconstrucción de sucesos, entrevistas, evocaciones al pasado e incluso alucinaciones), de filmación (diferentes formatos, exteriores, directores) y de ritmos, pero sobretodo, de atrevidos forcejeos mentales con el despistado público. De hecho, se me antoja que un título más adecuado habría sido: “en la mente del espectador”, pues los autores parecen experimentar todo tipo de estratagemas para hacernos navegar entre múltiples planteamientos, frente a la figura de ese tal Tolbukhin ¿lo compadecemos, especialmente cuando se registra algún enternecedor episodio de su infancia o su convivencia con las generosas monjas que lo cuidaron? ¿lo aborreceremos, cuando muestra su terrible daño asesino y posterior indiferencia? ¿llegaremos a identificarnos con él o se nos mantendrá siempre distante?

En ningún momento los autores niegan la inventiva tras la historia pero, sin embargo, la retahíla de situaciones se nos acerca de una manera tan natural, tan previsible aunque inesperada, que tal ficción parece constituir un simple ejemplo de la amarga realidad. Se nos reconoce la mentira narrada como se nos restriega, con no menos fuerza, que la historia bebe de situaciones, quizás más crudas, que podemos encontrarnos en cualquier momento en Guatemala, donde se rodó parte de la historia. Y ahí radica la mayor fuerza de la historia, que con desarrollos como éste no tienen cabida preguntas dónde aún nos extraña el polvorín latinoamericano, o las violentas reacciones ante situaciones límite.

Volvamos a imaginarnos que estamos frente a él? ¿Qué le preguntaríamos? ¿si no le importa que le partamos el cráneo? Oh, vamos, un esfuerzo más... ¿que si se reconoce en nosotros? ¿que si nos reconoce en él? ¿que si...? ¿o le pediríamos que nos diera lumbre? ¿Realmente nos interesa lo que pueda decir semejante engendro de la sociedad, que tan claramente percibimos como dañino? ¿o acaso tememos parecernos a él? Si no fuera así, si buscamos otros modelos, ¿por qué casi nos resulta insulso conocer el motor que empuja a las misioneras que le acogieron, excepto si ocultaran algún “sucio” secreto? ¿Acaso vamos tras alguna coartada que excuse nuestra maldad humana?
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