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7
15 de diciembre de 2010
15 de diciembre de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente que Woody Allen sigue con su cine de siempre, salvo algunas (a veces honrosas) excepciones.
Es un cine coral pero disperso. Coral por los muchos personajes que intervienen, pero disperso porque dichos personajes suelen aparecer en grupos aislados para ir entrelazándose según el devenir de la historia.
Hace años (muchos) Allen llegó a ser un autor, luego devino en artesano y ha acabado siendo un funcionario del cine, eso sí, con esos rasgos o detalles de genio que siempre tuvo, salvo en ese horror/esperpento que fue “Vicky Cristina Barcelona”, que parece no dirigida por él.
En “Conocerás al hombre de tus sueños” recobra su pulso a nivel de guión, con buenos y chispeantes diálogos, y curiosas (aunque a veces repetidas) historias que siempre fueron el caldo de cultivo de Allen. Todo (o parte) de su cine lenguaraz se encuentra en esta amable y entretenida película que se desliza por la pantalla de manera suave, contándonos esas historias dentro de otras historias que a Allen siempre se le ha dado tan bien. La película se ve con agrado y distracción y algunos momentos, algunas composiciones, de los actores/personajes son divertidas. Hay un poco de todo, aunque, como siempre, los personajes se vayan cruzando, yendo y viniendo por sus vidas y las de los otros de forma progresiva, ateniendo a su lógica evolución/involución.
Los actores interpretan bien su papel, excepto un tanto vulgar Antonio Banderas que no consigue plasmar en sus gestos y actitud la emoción/tópica encrucijada en la que parece encontrarse su personaje.
Hace ya mucho… muuuuuuuucho que Allen perdió esa fuerza de dotar a sus criaturas y a sus historias de esa pasión que les hacía avanzar en la vida hasta encontrar su camino o su encrucijada; pero siempre le quedará un privilegiado cerebro para contar historias cotidianas (americanas, aunque ruede en Reino Unido) que nos resulten curiosas y nos hagan sonreír.
Lejos queda la intensidad de “Annie Hall” con que dotaba las vivencias y los diálogos, y aunque Allen hace ya mucho que persiste en decepcionarme, aun exhala a veces halos de interés que le hacen sobrevivir en este mundo del cine. “Match Point” fue la última vez que hizo algo más que llamarme la atención gratamente. Quizás no le quede mucho que decir, pero espero que lo haga con cierta gracia y desparpajo como en “Conocerás al hombre de tus sueños” un “divertimento ma non troppo”
Es un cine coral pero disperso. Coral por los muchos personajes que intervienen, pero disperso porque dichos personajes suelen aparecer en grupos aislados para ir entrelazándose según el devenir de la historia.
Hace años (muchos) Allen llegó a ser un autor, luego devino en artesano y ha acabado siendo un funcionario del cine, eso sí, con esos rasgos o detalles de genio que siempre tuvo, salvo en ese horror/esperpento que fue “Vicky Cristina Barcelona”, que parece no dirigida por él.
En “Conocerás al hombre de tus sueños” recobra su pulso a nivel de guión, con buenos y chispeantes diálogos, y curiosas (aunque a veces repetidas) historias que siempre fueron el caldo de cultivo de Allen. Todo (o parte) de su cine lenguaraz se encuentra en esta amable y entretenida película que se desliza por la pantalla de manera suave, contándonos esas historias dentro de otras historias que a Allen siempre se le ha dado tan bien. La película se ve con agrado y distracción y algunos momentos, algunas composiciones, de los actores/personajes son divertidas. Hay un poco de todo, aunque, como siempre, los personajes se vayan cruzando, yendo y viniendo por sus vidas y las de los otros de forma progresiva, ateniendo a su lógica evolución/involución.
Los actores interpretan bien su papel, excepto un tanto vulgar Antonio Banderas que no consigue plasmar en sus gestos y actitud la emoción/tópica encrucijada en la que parece encontrarse su personaje.
Hace ya mucho… muuuuuuuucho que Allen perdió esa fuerza de dotar a sus criaturas y a sus historias de esa pasión que les hacía avanzar en la vida hasta encontrar su camino o su encrucijada; pero siempre le quedará un privilegiado cerebro para contar historias cotidianas (americanas, aunque ruede en Reino Unido) que nos resulten curiosas y nos hagan sonreír.
Lejos queda la intensidad de “Annie Hall” con que dotaba las vivencias y los diálogos, y aunque Allen hace ya mucho que persiste en decepcionarme, aun exhala a veces halos de interés que le hacen sobrevivir en este mundo del cine. “Match Point” fue la última vez que hizo algo más que llamarme la atención gratamente. Quizás no le quede mucho que decir, pero espero que lo haga con cierta gracia y desparpajo como en “Conocerás al hombre de tus sueños” un “divertimento ma non troppo”

7,3
81.811
4
16 de octubre de 2011
16 de octubre de 2011
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya tiempo que el cine de Woody Allen ha ido perdiendo fuelle, con alguna honrosa excepción, y en su hasta ahora última película, Midnight in Paris, lo confirma.
El otrora ingenioso, inteligente, irónico, mordaz y todos los calificativos que le han otorgado un sitio indispensable en el terreno del humor, ha llegado ya a un punto en que parece que escribe sus guiones con una cierta desgana e incluso incoherencia, aunque nadie le negará la fantasía que aun posee para crear historias entrañables e imaginativas, aunque ésta le ha quedado deslavazada en su desarrollo. Su guion está lleno de flecos sueltos y acaba convirtiendo su película en una amable ñoñez, muy mal interpretada, excepto en los personaje principales, simplemente correctos.
Allen mantiene todavía el dominio de la técnica para rodar sus films, lo que les dota de un cierto atractivo visual, al que se rinden tantos incondicionales poco severos y rigurosos, pero lamentablemente el envoltorio no puede esconder la vacuidad del producto que a veces encierra.
Podría haber otorgado cierto encanto mágico a esta historia, pero Woody Allen ya está torpón, cansado o quizás hacer películas es ya para él pura rutina.
Las imágenes del comienzo nos preparan para lo mejor, como introducción a lo que podría haber sido una hermosa historia. Lamentablemente a medida que van apareciendo esos personajes añejos y surrealistas (en doble sentido algunos), asistimos a un penoso deambular de personajes mal interpretados, mal diseñados y con frases, en sus bocas, tópicas y algo ridículas, agregando una absurda necesidad de que aparezcan tantos de esos personajes de antaño, que acaban saturando la pantalla en una especie de gran guiñol, con mucha traca y poco imaginación en sus fuegos artificiales. Contemplar como ese gran director de cine español, ya fallecido, que hizo tan grande el séptimo arte, queda reducido a una mala parodia de “no sé qué” me produjo una vergüenza ajena, indigna de tan gran creador de personajes como ha sido Woody Allen.
Deseo que a este Woody Allen aun le quede algo por decir, si deja de hacer películas sólo por dinero o por contratos firmados y las impregne de esa pasión por el arte que siempre tuvo y que me enamoró, en un feliz momento de su carrera. Si no ocurre tendré que hacer como él, adentrarme en el pasado para confirmar que, algunas veces, cualquier tiempo pasado fue mejor.
El otrora ingenioso, inteligente, irónico, mordaz y todos los calificativos que le han otorgado un sitio indispensable en el terreno del humor, ha llegado ya a un punto en que parece que escribe sus guiones con una cierta desgana e incluso incoherencia, aunque nadie le negará la fantasía que aun posee para crear historias entrañables e imaginativas, aunque ésta le ha quedado deslavazada en su desarrollo. Su guion está lleno de flecos sueltos y acaba convirtiendo su película en una amable ñoñez, muy mal interpretada, excepto en los personaje principales, simplemente correctos.
Allen mantiene todavía el dominio de la técnica para rodar sus films, lo que les dota de un cierto atractivo visual, al que se rinden tantos incondicionales poco severos y rigurosos, pero lamentablemente el envoltorio no puede esconder la vacuidad del producto que a veces encierra.
Podría haber otorgado cierto encanto mágico a esta historia, pero Woody Allen ya está torpón, cansado o quizás hacer películas es ya para él pura rutina.
Las imágenes del comienzo nos preparan para lo mejor, como introducción a lo que podría haber sido una hermosa historia. Lamentablemente a medida que van apareciendo esos personajes añejos y surrealistas (en doble sentido algunos), asistimos a un penoso deambular de personajes mal interpretados, mal diseñados y con frases, en sus bocas, tópicas y algo ridículas, agregando una absurda necesidad de que aparezcan tantos de esos personajes de antaño, que acaban saturando la pantalla en una especie de gran guiñol, con mucha traca y poco imaginación en sus fuegos artificiales. Contemplar como ese gran director de cine español, ya fallecido, que hizo tan grande el séptimo arte, queda reducido a una mala parodia de “no sé qué” me produjo una vergüenza ajena, indigna de tan gran creador de personajes como ha sido Woody Allen.
Deseo que a este Woody Allen aun le quede algo por decir, si deja de hacer películas sólo por dinero o por contratos firmados y las impregne de esa pasión por el arte que siempre tuvo y que me enamoró, en un feliz momento de su carrera. Si no ocurre tendré que hacer como él, adentrarme en el pasado para confirmar que, algunas veces, cualquier tiempo pasado fue mejor.
20 de abril de 2011
20 de abril de 2011
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Balada triste de trompeta es una película excesiva, desmesurada, en todos sus sentidos, el problema es que termina siendo una película descontrolada.
No acabo de entender la propuesta de Álex de la Iglesia, ni sus intenciones al realizarla, salvo quizás exorcizar algún trauma o dar muestra de toda la abundancia visual que es capaz de llevar a la pantalla.
Alex de la Iglesia parece que desea hablarnos de las dos Españas que hubo (y que nunca parece dejar de haber) y para ello utiliza un simbolismo basado en los dos payasos que se disputan el amor (y el cuerpo) de una trapecista, aunque como parábola parece demasiado simplista al relacionar a ambos bandos con a un par de payasos (y encima uno de ellos triste). Todo parece una excusa para que Alex de la Iglesia pueda desmadrarse y hacer una película de una insólita excentricidad, pero es cierto que el film tiene una potencia visual impactante, a pesar de sus demasiados excesos.
El guion no deja de ser una excusa para una puesta en escena tan al gusto de Alex, con sus encuadres, sus decorados, sus maquillajes, sus efectos especiales… (lástima que, hacia el final, alguno es tan burdo que parece de risa). Las actuaciones de los actores/actrices, en su mayoría (por no decir totalidad) no acaban de ser lo concisas y matizadas que debieran ser, a pesar de los excesos a que se ven obligados por su papel y nadie del elenco actoral destaca, en una línea general de actuación bastante discreta. La película está bien realizada y su ritmo es vertiginoso, llevando a ciertos decorados y personajes hasta extremos demasiados alocados, pero todo su discurso y sus pretensiones, en cuanto a lo que desea evocar y transmitir, no deja de ser una excusa para crear un abigarrado espectáculo.
Como parábola me hubiera gustado que los dos payasos en lugar de representar una España brutal y fascista y otra valiente y tolerante (aunque las dos tremendamente desquiciadas) representaran a la patronal del espectáculo, represora, y a los internautas, defensores de la libertad y que la trapecista (Carolina Bang) en vez de simbolizar a España simbolizara a la denostada ministra González-Sinde, por el evidente final que le reserva un perverso Alex de la Iglesia.
Lástima que más que decirnos algo concreto, a través de las imágenes, lo único que deseaba Alex era en filmar y filmar… a cualquier precio y con cualquier resultado. De lo no cabe duda es que ha conseguido un espectáculo tan desmesurado como esperpéntico.
No acabo de entender la propuesta de Álex de la Iglesia, ni sus intenciones al realizarla, salvo quizás exorcizar algún trauma o dar muestra de toda la abundancia visual que es capaz de llevar a la pantalla.
Alex de la Iglesia parece que desea hablarnos de las dos Españas que hubo (y que nunca parece dejar de haber) y para ello utiliza un simbolismo basado en los dos payasos que se disputan el amor (y el cuerpo) de una trapecista, aunque como parábola parece demasiado simplista al relacionar a ambos bandos con a un par de payasos (y encima uno de ellos triste). Todo parece una excusa para que Alex de la Iglesia pueda desmadrarse y hacer una película de una insólita excentricidad, pero es cierto que el film tiene una potencia visual impactante, a pesar de sus demasiados excesos.
El guion no deja de ser una excusa para una puesta en escena tan al gusto de Alex, con sus encuadres, sus decorados, sus maquillajes, sus efectos especiales… (lástima que, hacia el final, alguno es tan burdo que parece de risa). Las actuaciones de los actores/actrices, en su mayoría (por no decir totalidad) no acaban de ser lo concisas y matizadas que debieran ser, a pesar de los excesos a que se ven obligados por su papel y nadie del elenco actoral destaca, en una línea general de actuación bastante discreta. La película está bien realizada y su ritmo es vertiginoso, llevando a ciertos decorados y personajes hasta extremos demasiados alocados, pero todo su discurso y sus pretensiones, en cuanto a lo que desea evocar y transmitir, no deja de ser una excusa para crear un abigarrado espectáculo.
Como parábola me hubiera gustado que los dos payasos en lugar de representar una España brutal y fascista y otra valiente y tolerante (aunque las dos tremendamente desquiciadas) representaran a la patronal del espectáculo, represora, y a los internautas, defensores de la libertad y que la trapecista (Carolina Bang) en vez de simbolizar a España simbolizara a la denostada ministra González-Sinde, por el evidente final que le reserva un perverso Alex de la Iglesia.
Lástima que más que decirnos algo concreto, a través de las imágenes, lo único que deseaba Alex era en filmar y filmar… a cualquier precio y con cualquier resultado. De lo no cabe duda es que ha conseguido un espectáculo tan desmesurado como esperpéntico.

6,6
16.180
9
24 de octubre de 2010
24 de octubre de 2010
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que ha conseguido James Gray con “Two lovers” es sencillamente increíble. A partir de una historia elemental, con unos mínimos elementos, tantas veces expuestos y vistos, crear una película llena de intensidad, emotividad y coherencia.
Partiendo de unas premisas aparentemente cotidianas, aunque al principio parezca que va a hablarnos de gente errática en sus comportamientos, desgrana unos personajes inmersos en unas vidas cuyo discurrir formará parte de la cotidianidad. Todo el montaje de la película es una cadencia de emociones y sentimientos progresivos que avanzan al ritmo pausado y armonioso de la evolución de las inquietudes de sus personajes.
Narrada con una preciosa y adecuada fotografía, una extraordinaria actuación, unos personajes que se van describiendo a medida que avanza su historia, sin ninguna estridencia y siempre en armonía con todo aquellos que les sucede, encuadrados en todo momento con el plano preciso y algún suave travelling que los acerca o los aleja, Gray nos envuelve en esas vidas donde los sentimientos afloran de manera cotidiana y las emociones se apoderan de ellos de forma espontánea. Nada hay de afectado en esta tierna, dulce y preciosa película que fluye de manera natural hasta envolvernos y turbarnos.
Pocas veces se ha podido decir tanto de una emoción tan básica como compleja. Cuando el amor despierta, cualquier ser que lo sienta se adentra en el mundo de la felicidad y la alegría, teniendo como compañeros de viaje asomos de frustración y de amargura. Ese será el dilema, pero también el horizonte que se encontrará un Joaquin Phoenix que por ser un ser corriente querrá amar de forma corriente.
Partiendo de unas premisas aparentemente cotidianas, aunque al principio parezca que va a hablarnos de gente errática en sus comportamientos, desgrana unos personajes inmersos en unas vidas cuyo discurrir formará parte de la cotidianidad. Todo el montaje de la película es una cadencia de emociones y sentimientos progresivos que avanzan al ritmo pausado y armonioso de la evolución de las inquietudes de sus personajes.
Narrada con una preciosa y adecuada fotografía, una extraordinaria actuación, unos personajes que se van describiendo a medida que avanza su historia, sin ninguna estridencia y siempre en armonía con todo aquellos que les sucede, encuadrados en todo momento con el plano preciso y algún suave travelling que los acerca o los aleja, Gray nos envuelve en esas vidas donde los sentimientos afloran de manera cotidiana y las emociones se apoderan de ellos de forma espontánea. Nada hay de afectado en esta tierna, dulce y preciosa película que fluye de manera natural hasta envolvernos y turbarnos.
Pocas veces se ha podido decir tanto de una emoción tan básica como compleja. Cuando el amor despierta, cualquier ser que lo sienta se adentra en el mundo de la felicidad y la alegría, teniendo como compañeros de viaje asomos de frustración y de amargura. Ese será el dilema, pero también el horizonte que se encontrará un Joaquin Phoenix que por ser un ser corriente querrá amar de forma corriente.
3
20 de septiembre de 2010
20 de septiembre de 2010
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente el componente poético en el cine de Julio Medem y con “Habitación en Roma” ha aislado a dos personajes en un espacio cerrado para poder dejar fluir a través de la imagen y la palabra todo ese universo que trata de plasmar en su cine.
La idea sería buena si funcionara, pero acaba en desastre, ya que para tamaña empresa se necesitaba un guion sólido, con diálogos que fueran llevando al espectador hacia la historia que pretendía contar.
Dos desconocidas se conocen una noche y acaban en una habitación de hotel. Una es lesbiana y siente atracción por la otra que no lo es, y la película se encarga de exponer a lo largo de su metraje si los mundos de ambas se pueden llegar a acercar a través de sus cuerpos y sus sensibilidades.
El primer error es la interpretación de las protagonistas, una esforzada Elena Anaya que intenta dotar de fuerza a su personaje a través de la expresión facial y del movimiento corporal, pero que no siempre acierta con ello, y una vulgar y pésima Natasha Yarovenko, incapaz de mostrar ninguna emoción con su rostro y limitándose a lucir su buen cuerpo. Las historias que se cuentan sobre sus vidas, las mentiras, anécdotas, tragedias, a lo largo de la noche avanzan de manera artificiosa sin transmitir el mínimo de empatía al espectador y Medem filma todo ello dando mucho valor a la relación física, que en el fondo es la que hace funcionar esta historia, y haciendo de la relación emocional un pestiño cargado de impostura.
La cámara enlaza imágenes de pinturas que quiere relacionar con las vivencias que ambas van compartiendo, pero que no suele conseguir integrar en la historia. Para colmo, en un momento de la película, nos muestra una pintura que sí sirve para describir el momento emocional de una de ellas, pero Medem, ansioso de crear poesía visual, acaba haciendo el ridículo materializando esa metáfora, que todos habíamos entendido, y creando una pretendida escena onírica como un pegote visual recargado, vulgar y falto de encanto.
Los cánticos y las cancioncillas que se van repitiendo a lo largo del metraje, pretenden, aparte de llenar momentos de poesía, tener el efecto de remarcar cuando hay un instante de explosión emocional entre ellas, y eso, aparte de subrayar lo evidente, se acaba volviendo cansino.
Me quedo con los cuerpos entrelazados de las actrices, filmados con delicado gusto y la suave dirección de Medem, lástima que sea para filmar una insípida y cargante historia, que ni emociona ni acaba siendo creíble. Ellas se van acercando a través de la pasión física y emocional, y sus “grandes” orgasmos se producen a través de rápidas y suaves caricias exentas de autentica entrega y pasión, así como el acercamiento emocional llega a través de un conocimiento basado en las vivencias relatadas, cargadas de artificio y faltas de intensidad.
Cuando Medem vuelva a intentarlo espero que escriba un buen guión y se busque mejores actrices, aunque ni estén tan buenas ni se desnuden tanto como éstas.
La idea sería buena si funcionara, pero acaba en desastre, ya que para tamaña empresa se necesitaba un guion sólido, con diálogos que fueran llevando al espectador hacia la historia que pretendía contar.
Dos desconocidas se conocen una noche y acaban en una habitación de hotel. Una es lesbiana y siente atracción por la otra que no lo es, y la película se encarga de exponer a lo largo de su metraje si los mundos de ambas se pueden llegar a acercar a través de sus cuerpos y sus sensibilidades.
El primer error es la interpretación de las protagonistas, una esforzada Elena Anaya que intenta dotar de fuerza a su personaje a través de la expresión facial y del movimiento corporal, pero que no siempre acierta con ello, y una vulgar y pésima Natasha Yarovenko, incapaz de mostrar ninguna emoción con su rostro y limitándose a lucir su buen cuerpo. Las historias que se cuentan sobre sus vidas, las mentiras, anécdotas, tragedias, a lo largo de la noche avanzan de manera artificiosa sin transmitir el mínimo de empatía al espectador y Medem filma todo ello dando mucho valor a la relación física, que en el fondo es la que hace funcionar esta historia, y haciendo de la relación emocional un pestiño cargado de impostura.
La cámara enlaza imágenes de pinturas que quiere relacionar con las vivencias que ambas van compartiendo, pero que no suele conseguir integrar en la historia. Para colmo, en un momento de la película, nos muestra una pintura que sí sirve para describir el momento emocional de una de ellas, pero Medem, ansioso de crear poesía visual, acaba haciendo el ridículo materializando esa metáfora, que todos habíamos entendido, y creando una pretendida escena onírica como un pegote visual recargado, vulgar y falto de encanto.
Los cánticos y las cancioncillas que se van repitiendo a lo largo del metraje, pretenden, aparte de llenar momentos de poesía, tener el efecto de remarcar cuando hay un instante de explosión emocional entre ellas, y eso, aparte de subrayar lo evidente, se acaba volviendo cansino.
Me quedo con los cuerpos entrelazados de las actrices, filmados con delicado gusto y la suave dirección de Medem, lástima que sea para filmar una insípida y cargante historia, que ni emociona ni acaba siendo creíble. Ellas se van acercando a través de la pasión física y emocional, y sus “grandes” orgasmos se producen a través de rápidas y suaves caricias exentas de autentica entrega y pasión, así como el acercamiento emocional llega a través de un conocimiento basado en las vivencias relatadas, cargadas de artificio y faltas de intensidad.
Cuando Medem vuelva a intentarlo espero que escriba un buen guión y se busque mejores actrices, aunque ni estén tan buenas ni se desnuden tanto como éstas.
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