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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4
17 de febrero de 2011 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es frecuente (hasta donde yo sé, que es bastante poco) el género fantástico en el cine yugoslavo, por lo cual la curiosidad me llevó hacia esta película. Sin embargo, debo decir que me ha resultado bastante decepcionante.

El título en español sería algo así como "El hombre que debe morir"; lleva también el subtítulo de "La leyenda de Esteban el Pequeño". Fue dirigida por Veljko Bulajic, director de origen montenegrino que tuvo su momento de esplendor en los años 60 y que aún hoy continúa en activo (su última película es de 2006), autor de uno de los grandes éxitos del cine yugoslavo, el filme bélico "La batalla del río Neretva" (1969). El punto de partida de "El hombre que debe morir" es un curioso episodio de la historia de Montenegro. En el último tercio del siglo XVIII, un campesino dálmata se hizo pasar por el zar de Rusia Pedro III, asesinado poco antes, y se convirtió en gobernante del pequeño país balcánico, con el nombre de "Esteban el Pequeño". Reinó desde 1767 hasta 1773, hostigado por las grandes potencias de la época (el Imperio Otomano, el Imperio Ruso y la República de Venecia).

En la película se cuenta esta historia con una buena dosis de elementos fantásticos. En el contexto de una "guerra fría" entre los poderes del Cielo y del Infierno, el asesinato de Pedro III representa un retroceso para los demonios; para restaurar el equilibrio, proyectan volver a poner en el trono de Rusia a un doble del zar asesinado, que es en realidad un demonio de baja categoría que busca promocionarse. Así que lo envían a Montenegro para que desde allí inicie su reconquista del Imperio ruso. De ahí en adelante, la película se centra en las andanzas de Farfa, el demonio menor enviado a los Balcanes, y en las decisiones que éste toma, no siempre acordes con los deseos de sus patrones subterráneos.

De hecho, lo más atrayente de la película son las imágenes que en la primera parte describen la vida en un Infierno gris y burocratizado (que puede simbolizar perfectamente los Estados del socialismo real), así como la sátira del poder de la Iglesia, en todo equivalente a su contrapoder infernal. De algún modo se está hablando de la política de bloques de la guerra fría, en la que la Yugoslavia de Tito escogió una tercera vía, alternativa tanto al bloque estadounidense como al soviético.

A pesar de que su arranque sobrenatural parece promisorio, la película termina siendo bastante aburrida y predecible. El componente fantástico está demasiado subordinado a la alegoría política como para que la trama logre interesar.
18 de abril de 2010
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película. Resulta casi imposible creer que una visión tan cruda y descarnada de la represión estalinista se haya rodado en la Polonia comunista en 1982, siete años antes de la caída del muro de Berlín. No es extraño que estuviese prohibida por las autoridades y que solo llegase a estrenarse en 1989. En el filme se muestra a las claras el funcionamiento de los sistemas totalitarios, cualquiera que sea su signo (hay claras referencias en la película a la identidad esencial de la barbarie estalinista y la nazi), tanto por el interminable catálogo de vejaciones y torturas a que es sometida la protagonista (interpretada por una espléndida Krystyna Janda), como por lo absurdo y kafkiano de la investigación (es inevitable recordar durante su visionado El proceso de Kafka).

Una película dura y necesaria.
30 de marzo de 2018
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No ayuda a interesarse por la serie conocer el desenlace desde el principio... ¿Qué necesidad habla de mostrar esos planos al comienzo del primer capítulo? Seguramente en Inglaterra la historia será de dominio público, pero para quien la desconozca, como es mi caso, este planteamiento resulta completamente desacertado.

Y luego... el guion es plúmbeo. Insoportablemente tedioso. ¿Cómo se puede aburrir tanto al espectador en solo tres capítulos? La ambientación es pobrísima y se pasa de deprimente. Una y otra vez las mismas calles mal iluminadas del más sórdido Londres de posguerra. Es posible que sea muy fiel a los hechos (no tengo ni idea), pero, francamente, eso me trae sin cuidado. El trabajo de los actores es anodino, y los personajes, empezando por el interpretado por Tim Roth, carecen por completo de profundidad psicológica y solo logran despertar irritación. Bueno, la caracterización de Roth también da en ocasiones un poco de vergüenza ajena.

Por suerte, se acaba pronto.¡Qué alivio! Aquí llegamos al principal valor de la serie: su brevedad. ¿Y lo aliviado que se queda uno cuando se termina?
21 de febrero de 2011 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues no es para tanto. Una correcta historia de superación personal, con la novedad de que el discapacitado en cuestión es de sangre real. Bien contada, sí, aunque con un dramatismo excesivo, potenciado por la elección de la música (la Séptima de Beethoven en el "tour de force" final, por ejemplo). Un poco errática la sucesión de encuentros y desencuentros de Bertie con Mr. Logue (que se llamaba así de verdad, no es un juego de palabras, aunque lo parezca). A mí me resulta una relación profundamente asimétrica e injusta; supongo que para un súbdito de Su Graciosa Majestad, monárquico hasta la médula, estará justificado soportar los comentarios y actitudes clasistas de Bertie y el pavo real que tiene por esposa, pero que le den a uno no sé qué condecoración después de años y años no me parece compensación suficiente por aguantar a tales individuos. Pero es que los británicos (no todos, supongo) entran en una especie de éxtasis en presencia de la realeza, como le pasa a la señora Logue cuando se encuentra a la mujer de Bertie en el salón de su casa y casi le da un vahído.

La película muestra a los Windsor como una familia de lo más burguesa, desde la forma de vestir hasta la manera de desenvolverse en familia. Curioso el retrato de la niña mayor, futura Isabel II como una perfeccionista neurótica, que no puede evitar criticar a su padre ni en el momento del mayor éxito de éste. Los interiores son a menudo inhóspitos: espacios enormes con muy pocos personajes en ellos, sin duda una forma de ilustrar visualmente la soledad del monarca frente a la enormidad de sus obligaciones. La consulta de Logue tiene un cierto aire onírico, con esa extraña pared multicolor. Y qué decir de ese espacio acolchado, especie de útero materno al que Jorge VI tiene que regresar para poder decir su discurso. Logue no escarba mucho en el pasado de su real paciente, pero sí lo bastante para que se vea que el tipo acarrea un considerable lote de traumas infantiles, así que allí debía de desenvolverse como pez en el agua.
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Los sucesos políticos de importancia, exceptuada la abdicación de Eduardo VIII ocurren en un segundo plano bastante remoto: la película da a entender que Jorge VI estaba tan poco interesado por la política internacional que poco antes de la guerra apenas sabía quién era Hitler, y sólo le llamaba la atención por lo bien que hablaba. La película elude cuidadosamente cuestiones políticas que puedan resultar comprometedoras, y limitándose a destacar que el rey Jorge, a diferencia de su hermano, estuvo siempre del lado de los buenos.

Los actores, es verdad, lo hacen bien, sobre todo Colin Firth y Geoffrey Rush. La interpretación es el principal valor de una película, que en muchos momentos resulta más teatral que cinematográfica. Por cierto, buena idea la de incluir en el reparto a otro gobernante con problemas de dicción: me refiero, claro, a Derek Jacobi (“Yo Claudio”), que interpreta aquí a un intrigante arzobispo de Canterbury.

En conjunto me parece una película bastante mediocre. Difícil encontrarle a una historia tan banal la grandeza épica que sus creadores le quieren atribuir. A quién le importa si el discurso del rey queda mejor o peor cuando acaba de estallar una guerra que causará la muerte de sesenta millones de seres humanos.
19 de enero de 2011 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Fiorile” es una saga familiar con ciertos ecos del realismo mágico de “Cien años de soledad” y tono de cuento de hadas romántico, empaquetada con una prodigiosa fotografía y una convincente banda sonora. La historia de la familia Benedetti es contada por un padre a sus hijos, cuando estos viajan de París a la Toscana para ver a su abuelo, en tres episodios sucesivos: la invasión napoleónica de Italia (finales del siglo XVIII), la elección como diputado de un antepasado a comienzos del siglo XX y los años de la resistencia frente al fascismo y la ocupación alemana (1943-1945). El automóvil en el que la familia atraviesa la campiña toscana funciona como una especie de máquina del tiempo: mirando a través de la ventanilla del coche, los niños ven, en el mismo paisaje que atraviesan, escenas del pasado familiar ocurridas muchos años atrás.

El título, "Fiorile", es la traducción al italiano del nombre del octavo mes del calendario revolucionario francés, "Floreal" (20 abril-20 mayo aprox.), y es también el sobrenombre que un joven soldado y convencido revolucionario francés, Jean, da a su joven amante campesina, Elisabetta Benedetti. Los sucesos que ambos protagonizan están en el origen de la maldición familiar, que hace que sus sucesores sean llamados "maledetti" ("malditos") en lugar de "Benedetti" ("benditos"). En este episodio y en el siguiente se confrontarán la codicia de los hermanos varones de la familia con el ideal del amor romántico, encarnado en las mujeres de la familia, y en sus respectivos amantes. Los papeles de los hombres (Corrado y Alessandro Benedetti) son interpretados por un mismo actor, Claudio Bigagli, al igual que los de las mujeres (Galatea Ranzi) y los de los amores imposibles de estas (Michael Vartan). En el episodio final, de algún modo el personaje de Massimo Benedetti (interpretado, de nuevo, por Vartan) representa el final de esta serie de enfrentamientos y de la propia supuesta maldición.

En esta película, los Taviani regresan a algunos de sus temas favoritos: la Revolución francesa (antes tratada en "Allonsanfan", 1973) y la resistencia antifascista en Toscana (tema de "La noche de San Lorenzo", 1982). Destaca la belleza de los escenarios naturales (p.ej. en la secuencia del avance de los soldados franceses por los bosques de Toscana): la película se rodó íntegramente en esta región de Italia: gran parte de la acción transcurre en una villa de la época de los Medici, llamada “La Petraia”, en las cercanías de Florencia (hay, por cierto, un curioso homenaje a esta familia que gobernó Florencia en su época de esplendor en la cena “medicea” que organiza, en el segundo episodio, Alessandro Benedetti. Igualmente destacables son la factura exquisita de la puesta en escena y la espléndida fotografía, de calidad pictórica, de Giuseppe Lanci, especialista en cine de época.
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Para disfrutar de la película, hay que tener en cuenta que no se pretende una reconstrucción fidedigna de la historia, sino una bonita historia de época, de tono romántico, una especie de ensoñación sobre la lucha entre los instintos más bajos del ser humano (la codicia) y su aspiración a los más altos ideales (el amor, la libertad).
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