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Críticas 367
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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28 de febrero de 2024 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un niño perteneciente a una adinerada familia londinense es secuestrado por los criados (Susan George y Oliver Reed) con la ayuda de un profesional del crimen (Klaus Kinski), pero cuando el plan no sale como esperaban, por cosas del azar, un peligro mayor se suma a la ya de por sí peliaguda situación; una mamba negra, la serpiente más venenosa del mundo, anda suelta por el edificio...

Producción británica que Hooper no terminó y que fue concluida por un tal Piers Haggard, descendiente nada menos que del célebre autor de “Las minas del rey Salomón”, referenciado directamente y homenajeado por un personaje, el abuelo del chiquillo, una versión entrañable, mágica y jubilada del típico aventurero a la vieja usanza. Curiosa cuanto menos la mezcolanza de película de secuestros y terror con animales peligrosos, donde el bicho hace de las suyas mientras la pasma mantiene acorralados a los delincuentes; fenomenal la secuencia en la que confluyen fatalmente los acontecimientos y se lía pero que muy parda, más disfrutable aún si uno no está muy al tanto de qué va el argumento.

A partir de ahí la cosa pisa un poco el freno y nos queda un thriller resultón a ratos, pero que deja un poso agridulce, como de estancarse y no terminar de sacar partido a tan impactante escenario y participantes del drama, que discurren por caminos algo trillados. Nada mal un reparto encabezado por dos bestias pardas como Reed y Kinski, intepretando (¿interpretando?) a unos sujetos más viles que cualquier alimaña de la jungla; serpientes humanas cuya ponzoña, cuya maldad y ambición es aún peor, pues al menos la mamba sólo sigue su instinto y su naturaleza. Los dos tienen sus estilos bien diferenciados, pues si el primero es un bruto de carácter impulsivo, que no para de estropearlo todo y de darle a la botella, el otro hace gala de sus maneras sibilinas, de su frialdad característica y carácter engañoso con que la mete doblada, al que tendrá que enfrentarse un sagaz policía. El caso es que el choque de estos dos energúmenos debió de ser de mucho cuidado, pues en efecto, no se soportaron y convirtieron el rodaje en un verdadero infierno... pero sobre eso de momento no tenemos película.
28 de febrero de 2024 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una misteriosa damisela llega a un motel en plena noche y le hace al botones una extraña proposición; recibirá una buena suma de dinero a cambio de casarse con ella. Pero está claro que tan tentadora promesa encubre intenciones retorcidas que no tardan en revelarse…

Un año después del estreno de "Psicosis", el granuja de Castle firma una imitación descarada que, con el tiempo, ha acabado haciéndose un hueco por méritos propios en la historia de la serie B como una “hermana menor” del clásico hitchcockiano. Una secuencia inicial de asesinato, rodada con una contundencia, un sentido del tremendismo y búsqueda del impacto que debieron de resultar novedosos en una época cuya inocencia empezaba a quedar atrás. Varios personajes, distinguiendo claramente a la chica buenecita y a la arpía del demonio, relaciones algo tirantes, una ausencia, y a partir de ahí arranca una complicada, descabellada trama en la que las mentes esquizoides y frustradas, la ambivalencia sexual de un hijo afeminado en exceso, se combinan con un enigma a lo Agatha Christie con herencia suculenta tras las motivaciones de quien comete el crimen, planeando la sombra de una autoridad paterna despiadada con quien se sale del redil.

Fácil averiguar el pastel en cuanto uno sabe de qué va el asunto, pero quien dirige aún no ha mostrado algunas de sus sorpresas, especialmente las más chorras. Una frase, “ahora la gente sólo sabe odiar”. Un ramalazo ¿pedófilo?, Dinamarca como ese rincón de la misteriosa Europa donde pasan cosas raras, una escena de niñez con que todo comienza, con una muñeca de por medio, que tan característica de cierto género se volvería… y un personaje, el del “testigo mudo” que sabe algo, pero su condición de invalidez le impide hablar y dar al traste con los planes malvados, para desesperación del espectador.

Al margen de pistas falsas varias, lo curioso son los recursos torticeros para atraer la atención; además de la típica introducción sensacionalista del director, cual maestro de ceremonias, tenemos sobreimpresa en pantalla una cuenta atrás, avisando a los más sensibles para que abandonen la sala si no están preparados para asistir a tan terrorífica revelación. Si comparamos con la audacias de De Palma, esto queda en un simple juego de colegial, ahora bien, denota ese carácter lúdico y gamberro, esa búsqueda de las emociones fuertes que oscila entre lo genial y lo chusquero, que tan de apreciar es.
8 de diciembre de 2023 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un aviso, en primer lugar, sobre la cuestión idiomática y el juego con el lenguaje que hacen imprescindible, creo yo, el visionado en versión original; en la versión doblada se lo han cargado completamente doblando todo los diálogos, hasta el punto de que muchas situaciones no se entienden o incluso carecen de sentido… Una completa chapuza.

Esta sería una de esas películas que tienen “algo especial”, como suele decirse vagamente de aquellas que no destacan por lo insólito de su trama o por su novedad, pero que de algún modo se quedan dentro de uno.

La mínima historia podría ser la de un relato corto, con sólo tres personajes, aunque con una dilatación temporal que abarca desde la infancia hasta cierta crisis de los cuarenta; cuidada, eso sí, y pulida al extremo en un ejercicio de sutileza y control de cada plano, cada elipsis, del color. Adquiere cierto tono “meta” en su abordaje del género romántico, está la profesión de escritor, la reflexión consciente sobre roles, clichés, pero también una secuencia inicial desde un observador externo que se pregunta por lo que hay tras una escena cotidiana de unas personas en la barra de un bar y qué parentescos les unen. La respuesta no es del todo sencilla, incluso para ellos, y de esto precisamente trata la peli; de las experiencias, decisiones, actos, a veces fruto del azar, a veces por elección, de una gente que en parte podríamos ser cualquiera y que más o menos de manera imperfecta les definen. Cuestiones de enorme sencillez que, finalmente, y como suele pasar, acaban por ser las más insondables de nuestras vidas, pasadas o presentes, donde la nostalgia, la tristeza, pero también la esperanza y las formas del amor se superponen y se mezclan.

Estos tres caminan un poco a la deriva y dudando, como todo hijo de vecino, se cuestionan; la vida nunca es exactamente como uno querría, cabe preguntarse por el tan socorrido “qué hubiera pasado si…”, pero lo que hay es lo que hay y así está bien. Aún así, están esas conexiones misteriosas e ingobernables a través del tiempo como eje de la narración, la trama tenue que nos une de algún modo y no deja de aportar algo mágico. A lo mejor esa noción coreana del destino no consiste en un romance idílico y eterno, pero sí en un instante que aún consigue resonar años después. Amor idealista, callado, frente a un amor pragmático y del día a día, el de escritor y el del ingeniero.

Si bien la cosa trata de la identidad, las fronteras del lenguaje, la inmigración y las diferencias culturales (entornos de clase alta de la burguesía intelectualizada con pretensiones frente al convencional anonimato de la sociedad coreana, con esas reuniones etílicas de amigos en el bar como refugio) o la re-conexión humana por medio de lo digital… aquí uno se queda con los dos hombres del film; ese respeto que demuestran el uno por el otro cuando no tienen nada en común. Pues si de algo trata esto es de la aceptación, de que hay una parte del otro a la que no podemos acceder, que pertenece a su ser más íntimo. De igual modo, el pasado ya no existe, hay que aceptar la separación, el paso del tiempo, aunque ese pasado sigue vivo y es real a su manera. Algo hay, por tanto, en torno a las inseguridades y vulnerabilidad del macho, felizmente superadas y superables.

Importancia de espacios físicos, y una vez más, Nueva York como inagotable escenario romántico y cinematográfico en general, trasfondo de las almas solitarias, aunque aquí al servicio de una historia corriente, bastante alejada de grandes y desbordadas pasiones cinéfilas. Motivos: cortinas, ventanas que reencuadran, espejos, uso de planos laterales, flashbacks limpiamente trazados que muestran esa fluidez temporal, cómo el tiempo apenas parece haber pasado con el reencuentro… imágenes tan elocuentes como la de las calles que parten en direcciones y alturas opuestas. La de una niña aislada en el patio del colegio, o las de una travesía urbana en solitario, con frío, sombras, humedad...
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spoiler:
La sigilosa secuencia final, con todo, sigue siendo ese clímax catártico del cine clásico-romántico, pero aquí los gestos, las palabras, sobran o han dejado de tener sentido.
1 de febrero de 2023 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer retrato más o menos explícito del lesbianismo en el cine, un film característico del ambiente liberal de la república de Weimar poco antes de la irrupción del nazismo.

Moderno alegato en contra del autoritarismo, tal es creo yo su auténtico propósito y no tanto la cuestión sexual o de género, historia de amor imposible e insinuada entre una sensible adolescente y su misteriosa y atractiva profesora en un estricto colegio para chicas de clase alta, donde la disciplina y las normas de obediencia más estrictas, más propias de un establecimiento penitenciario o militar, rigen constantemente las vidas de las internas, prescindiendo por completo de cualquier atisbo de afecto o de calor humano. La transgresión de la protagonista, incapaz de contener lo que siente, será por lo tanto secundada por una colectividad que simpatiza con ella debido al panorama tan represivo.

La odiosa directora del internado es, cual Bernarda Alba, la personificación de unos valores masculinos y tradicionales puramente “prusianos” (aunque no aparezca un sólo varón en toda la película), con la disciplina como único criterio y las apariencias que mantener de cara a las autoridades (monárquicas) a las que se debe; finalmente acabará por ser severamente cuestionado, y por eso mismo, humanizado.

Con un paralelismo de montaje no exento de ironía, se muestran las diferencias generacionales, con ella discurseando en torno a las privaciones y el hambre, que forjan el carácter nacional, mientras las alumnas departen entusiasmadas sobre… comida.

Los estereotipos resultan familiares, pues tenemos a la buenecita que siempre hace lo que le dicen, la amiga de la protagonista, la petarda… la película consigue recoger el ambiente de encierro y lo hace visualmente; la escalera de caracol, que resulta ser casi el espacio principal y vertebrador, numerosos planos de las internas formando, o una secuencia inicial con toques de trompeta y una serie de conjuntos escultóricos, elocuente sobre las glorias patrióticas.

Recoge también el extremo contrario, las pequeñas ilusiones, la cotidianeidad, con los pequeños intentos de rebeldía, los juegos a veces un poco subidos de tono; el microcosmos de pícara inocencia que forman estas muchachas uniformadas, enamoradas de su maestra y deseosas de recibir el beso que les da antes de acostarse (tan tierno como inevitablemente erótico esto). Dicha profe es tal vez el personaje más complejo, escindido entre su fidelidad a la institución y los sentimientos hacia sus bellas alumnas, y deberá tomar una decisión antes de que sea demasiado tarde.

Una idea, la del teatro como farsa que expresa sin embargo sentimientos reales y permite expresar lo inexpresable, incómodo por lo tanto para el poder. Decir que el montaje contiene algún que otro juego curioso y que a veces resulta brusco (entiendo que el film no nos ha llegado íntegro)...
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...y que existen dos finales, uno más trágico (versión estadounidense) y otro que logra esquivar esa truculencia habitual de la temática gay y lésbica, aunque no por ello menos desolador en su último y elocuente plano.
31 de enero de 2023 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sirk vuelve a manipular con maestría las claves escénicas, sean ventanas, paneles, espejos que aprisionan a los seres humanos, profundidad de plano. Un pequeño jardín a modo de imitación imposible de una naturaleza verdadera. O bien aspectos climáticos; la felicidad y las actividades al aire libre con buen tiempo, la lluvia de los días grises y su consecuente tormenta emocional, con gotas que son lágrimas... aunque de modo no tan vistoso, pues aquí el esplendor del tecnicolor da paso a un blanco y negro que a priori desentona con el estilo del cineasta.

El no-romance de un fabricante de juguetes y padre de familia con una amiga de juventud, ahora una exitosa aunque solitaria diseñadora de modas, sirve para contarnos no una trama de adulterio o amores prohibidos, sino sobre el tiempo perdido; el de dos maduritos que escogieron caminos divergentes y para quienes es demasiado tarde. Ambos proyectan en el otro sus deseos frustrados. Ella goza de un éxito vacío y nunca ha conocido la vida doméstica ni los hijos, mientras que él anhela una existencia placentera, alejada de su agobiante entorno hogareño… es el típico hombre americano que lo da todo por los suyos, pero que no es igualmente correspondido; un hombre de hojalata, como los que diseña, que experimenta el matrimonio como una forma de encarcelamiento y que guarda dentro de sí a un niño, tan necesitado de afecto y atención como cualquier otro.

La prole vuelve a desempeñar el papel de villano ocasional, y llega a ser odioso el muchacho en su carácter posesivo y en su constante vigilancia, interpretando las cosas a conveniencia y guiándose más por impulsos que por la razón. Mientras tanto, la madre es pura sensatez y pies en la tierra, siempre sacrificada. Una forma de querer desde luego poco apasionada, pero firme; una forma de poder blando, a fin de cuentas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Puede interpretarse cierto conservadurismo, por lo tanto, en el alegato familiar final... pero también un dardo envenenado (el señor convertido en un robot viviente ya definitivo), y nunca se oculta una historia tristísima de renuncias, sostenida más que nada por el recuerdo de un tiempo mejor y la nostalgia de una vieja foto, la misma que representa ese tema, “Blue moon”, que funciona como leitmotiv a lo largo de toda la película.
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