Vivir en paz es, por poco, un canto bucólico a la solidaridad y al antibelicismo. En cualquier campiña italiana en los últimos estertores de la II Guerra Mundial se vive la angustia por el desenlace, pero realmente pareciera que todo está en paz. La llegada de los dos intrusos cambia en muy poco la cotidianidad del villorrio.

Para ambientar la situación, hermosos paisajes y no menos atractivas tomas de los recovecos del pueblecillo. Primeros planos de caras hermosas, que dialogan en silencio con el espectador, para contarle las angustias y las esperanzas.

No hay grandes discursos antifascistas, pero contemplar el pueblo apacible y sentir a todo momento la angustia de lo impensable, torna a la película en otro canto contra las dictaduras.

Para quien quiera conocer "el huevo de la serpiente" (para emplear el título de otra excelente película) y poder entender la historia del siglo XXI..

En efecto, los grandes empresarios alemanes, según nos narra Visconti, aprobaron los hechos del nazismo, sin importar que cuando se reunían alrededor de la chimenea para discutir sus asuntos vieran a Hitler como a una especie de intocable por su formas rústicas.

Pero lo importante era engrandecer la empresa familiar, de hecho la mayor del país. Poco importaba, además, la podredumbre que carcomía a sus miembros dedicados a hacerse con la herencia a como diera lugar.

Buena película, si bien hay problemas técnicos en el color y, ocasionalmente, en el sonido. Pero lo que cuenta es dolorosamente cierto. Sabe moverse entre la lágrima fácil y la mirada del médico inmune al dolor. Porque sabe contar la angustia y padecimiento de quien cuida a un enfermo, de la forma como va decayendo a medida que pasan los años, y eso que el tipo de padecimiento del chico no tiende a agravarse con los años, como suele ocurrir con enfermedades crónicas intratables.

El final, muy ajustado a lo que suele pasar por la mente de una madre desprovista de prejuicios sociales o religiosos, solo movida por el amor y la compasión.

Lástima que esta película esté tan olvidada. Casi no la consigo y después el problema de los subtítulos. Finalmente pude verla y me pareció que merece mejor suerte. Más hoy cuando el respeto por la diferencia está cada vez más en riesgo. No hago referencia a lo que está pasando en los países árabes sino con el día a día en Europa o Estados Unidos donde el homosexualismo es cada vez más atacado.

Los actores no son de lo más pulidos pero sí son capaces de reflejar la intensa contradicción en que se tuvieron que desenvolver los "diferentes" poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, en pleno ascenso de los totalitarismos en Europa, que imponían desde ya un prototipo de hombre y de mujer encuadrado en el expansionismo.

El nobel colombiano Gabriel García Márquez dijo que le impactaba sobremanera que en China, en Japón, en muchos lugares de Europa, encontraba lectores que le decían en referencia al pueblo donde transcurre Cien años de soledad: "Macondo es mi pueblo".

Pues esta hermosa película muestra que macondo queda en todas partes, pues historias como la del campesino que ara la carretera o la procesión para acompañar a un difunto que todos o nadie conoce, solo ocurren en Macondo, mejor dicho, en cualquier parte del mundo.