Entre todas las comedias románticas simplonas y tontas a las que nos tiene acostumbrados Netflix pueden surgir saludables excepciones como ésta. Una historia de amor con reminiscencias de Romeo y Julieta, con un tono de realismo mágico y una descripción notable de una realidad social muy extraña para nosotros, acompañada de buena fotografía, música y adecuadas actuaciones. Todo esto al servicio de un guion muy bien logrado. Recomendable para salir de las comedias de Hollywood y disfrutar de algo muy bien hecho y por momentos conmovedor. Un soplo de aire fresco en las comedias de Netflix.

Undine sigue la estructura de tantas películas cuya historia se basa en la idea de un amor que perdura más allá de la muerte. De cualquier idea, por más antigua o remanida que parezca, se puede hacer algo bueno, pero en este caso no termina de convencer. Será por la lentitud del desarrollo, será por las clases de urbanismo berlinés que ocupan una parte demasiado importante de la película (sí, será simbólico y etcétera, pero para símbolo podría ser más breve), será por la frialdad de los personajes que en una película de amor y muerte parecen témpanos, será por el manejo de la fantasía y los elementos simbólicos referidos al mar que son confusos o directamente incomprensibles, será por los resultados demasiado forzados o ilógicos de algunas escenas (el encuentro en la piscina, la evolución de alguien con un diagnóstico médico definitivo). Por alguna de esas razones o por todas juntas la película no convence, a pesar de las buenas intenciones y los antecedentes del director. No está para calificarla como una mala película, pero apenas pasa.

Humor grosero, carente de ingenio. Las actuaciones son mediocres, si dejamos de lado la sobreactuación de la protagonista, que parece que hay muchos que valoran. El guión es espantoso, con intentos de humor absurdo, bizarro, que en su mayoría no mueven ni una sonrisa. Es difícil imaginar una película peor. En algún momento de la película me reí, y por eso es que no le pongo un 1.

Las películas de humor absurdo no suelen tener buena prensa, al igual que las películas decididamente cómicas (hay excepciones, claro) o aquellas en las que participan actores que hacen de lo gestual su principal forma de llegada al público, y que suelen cosechar fanatismos y odios por igual. En este caso se trata de una película de humor absurdo, delirante, ingenuo, y ya sólo con esta caracterización sabemos que el promedio de calificaciones va a ser bajo. Es una injusticia porque la película está muy bien hecha, mantiene el interés en toda su duración, los personajes están bien delineados, la idea es realmente graciosa (ese planeta con una especie de España clavada en los ´50 es ingeniosa y original) y toda la ingenuidad del planteo está puesta adrede, no les salió de casualidad ni porque los guionistas sean lelos. No sólo es divertida (si uno tiene claro qué tipo de película va a ver) sino que se nota que los guionistas, actores y todos los participantes la pasaron bomba durante la filmación, que lo disfrutaron mucho. Esa alegría se contagia al espectador, con la condición de que no parta de prejuicios ni espere otra cosa. Vamos, que no llega a las alturas de "Amanece que no es poco" (una de mis favoritas en este rubro) pero lo hace muy bien. Si detesta el humor absurdo no la vea. Si está abierto a este tipo de propuestas no se la pierda.

Típica comedia de la dupla Hudson-Day, que debería tomarse como modelo de comedia blanca, ligera, graciosa, simpática, agradable, colorida, luminosa. Aun en su sencillez tiene puntos altos: las situaciones están bien planteadas, los diálogos pueden llegar a ser muy graciosos, los personajes están perfectos, incluso los secundarios. Una mención especial para Clint Walker, que ingresa en la película con un guiño a su papel de la recordada serie Cheyenne, que había abandonado poco tiempo tiempo antes.

Por supuesto que se puede ampliar el análisis hacia el tema del boom del consumo de la sociedad norteamericana de inicios de la década del 60, las casas espectaculares, llenas de electrodomésticos (aunque todavía hay una máquina de cortar pasto manual), el ideal de belleza americano, el racismo (ni un solo negro en toda la película) y otras consideraciones sociológicas y políticas, pero es mejor dejar todo eso y disfrutar de una de Rock Hudson y Doris Day. Es imposible que algo así vuelva al cine actual, pero se extraña ver este tipo de comedias. Es para pasar un rato agradable envuelto en nostalgia.