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Críticas ordenadas por utilidad
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6,9
38.943
10
30 de enero de 2011
30 de enero de 2011
69 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué imperio? El de Disney.
¿Y por qué contraataca? Pues porque, como ya se anticipaba en Tiana y el sapo, la major ha vuelto por sus fueros. Bueno.... o había vuelto, porque con sólo Winnie the Pooh en la recámara, y habiéndose cancelado todas las adaptaciones previstas de otros cuentos de hadas, la teórica resurrección del estilo clásico de la compañía ha de quedar en entredicho. Veremos lo que pasa. Mientras tanto, disfutemos con Enredados, no vaya a ser la última ocasión de ver películas de princesas en pantalla grande....
Porque Enredados es, simplemente, una gozada absoluta. Una película de las de antes. Un clásico instantáneo. Todo encaja a la perfección: la banda sonora (maestro alan Menken..... bienvenido de nuevo, aunque hayas tenido partituras mejores. Qué habría sido de Dsney sin tí y tus socios, Howard Ashaman, Tim Rice y Stephen Schwartz), la historia (encantadora a más no poder), la animación (qué lujazo de diseños. Y cómo se nota la mano de John Lasseter y la troupe Pixar detrás), la emotividad (atención a todo el final, o la maravillosa escena de los farolillos... y hasta ahí puedo leer), el sentido del humor (una carcajada detrás de otra).... Maravillosas partes de un todo simplemente magistral. Y qué personajes. Los dos animalillos graciosos, Maximus y Pascal, están dotados de una expresividad y personalidad apabullantes. Rapunzel es simplemente una chica encantadora, y quizás es en quien más se nota el interés por adaptar el estilo clásico de la compañía a los nuevos tiempos. Es encantadora, sí, pero también una chica de acción..... aunque sea con sartenes. Y Flynn (o Eugene Fitzherbert.... extraño nombre para un héroe Disney...) es también el nuevo príncipe: ladrón, sinvergüenza, caradura, con mucha labia y más defectos que virtudes.... o éso parece, claro. Una especie de mezcla entre Aladdín y Naveen, el de Tiana y el sapo.
Pero sin duda, lo más destacado de toda esa larga lista de virtudes que es Enredados es sin duda la magia. No se puede definir. No se puede ver. Sólo se puede sentir. Y quien no la haya sentido viendo esta película.... pues una de dos: o está de vuelta de todo, o necesita dejar ya de ver las tontunas de DreamWorks y compañía.
Señoras, señores, Disney ha vuelto por la puerta más grande que había. Dios quiera que no la cierren. Ya no hay excusa para no rendirse a sus pies.
Lo mejor: ¿Todo?
Lo peor: No le pongo un 10 porque creo que probablemente hace falta verla más veces para apreciar todos sus detalles.
¿Y por qué contraataca? Pues porque, como ya se anticipaba en Tiana y el sapo, la major ha vuelto por sus fueros. Bueno.... o había vuelto, porque con sólo Winnie the Pooh en la recámara, y habiéndose cancelado todas las adaptaciones previstas de otros cuentos de hadas, la teórica resurrección del estilo clásico de la compañía ha de quedar en entredicho. Veremos lo que pasa. Mientras tanto, disfutemos con Enredados, no vaya a ser la última ocasión de ver películas de princesas en pantalla grande....
Porque Enredados es, simplemente, una gozada absoluta. Una película de las de antes. Un clásico instantáneo. Todo encaja a la perfección: la banda sonora (maestro alan Menken..... bienvenido de nuevo, aunque hayas tenido partituras mejores. Qué habría sido de Dsney sin tí y tus socios, Howard Ashaman, Tim Rice y Stephen Schwartz), la historia (encantadora a más no poder), la animación (qué lujazo de diseños. Y cómo se nota la mano de John Lasseter y la troupe Pixar detrás), la emotividad (atención a todo el final, o la maravillosa escena de los farolillos... y hasta ahí puedo leer), el sentido del humor (una carcajada detrás de otra).... Maravillosas partes de un todo simplemente magistral. Y qué personajes. Los dos animalillos graciosos, Maximus y Pascal, están dotados de una expresividad y personalidad apabullantes. Rapunzel es simplemente una chica encantadora, y quizás es en quien más se nota el interés por adaptar el estilo clásico de la compañía a los nuevos tiempos. Es encantadora, sí, pero también una chica de acción..... aunque sea con sartenes. Y Flynn (o Eugene Fitzherbert.... extraño nombre para un héroe Disney...) es también el nuevo príncipe: ladrón, sinvergüenza, caradura, con mucha labia y más defectos que virtudes.... o éso parece, claro. Una especie de mezcla entre Aladdín y Naveen, el de Tiana y el sapo.
Pero sin duda, lo más destacado de toda esa larga lista de virtudes que es Enredados es sin duda la magia. No se puede definir. No se puede ver. Sólo se puede sentir. Y quien no la haya sentido viendo esta película.... pues una de dos: o está de vuelta de todo, o necesita dejar ya de ver las tontunas de DreamWorks y compañía.
Señoras, señores, Disney ha vuelto por la puerta más grande que había. Dios quiera que no la cierren. Ya no hay excusa para no rendirse a sus pies.
Lo mejor: ¿Todo?
Lo peor: No le pongo un 10 porque creo que probablemente hace falta verla más veces para apreciar todos sus detalles.

7,0
21.847
9
22 de octubre de 2024
22 de octubre de 2024
79 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
La infiltrada es ya una de las películas españolas del año, y sin duda la mejor hasta la fecha de su directora, Arantxa Echevarría. Éxito crítico y comercial. Qué más se puede pedir.
Y la verdad es que no es para menos. Y eso que la cinta comienza bastante mal, con un montaje errático de escenas que parecen inacabadas, saltando de un año a otro sin orden ni concierto, y que no prestan suficiente atención a algo que hubiera sido interesantísimo, como los primeros años de Arantxa / Mónica como infiltrada en la izquierda abertzale. Por suerte, la película se entona rápidamente, para convertirse en un ejercicio de tensión creciente y virtuosismo narrativo que deja al espectador clavado en la butaca. El guion de Echevarria y Amèlia Mora (nota: qué momento tan espectacular están viviendo las directoras y guionistas españolas. Ojalá dure mucho) cuida mucho a los personajes secundarios (ver el ejemplo de los de Nausicaa Bonnín, Víctor Clavijo, Diego Anido o Iñigo Gastesi), y sabe construir un relato de alguien que se convierte casi en una yonqui de la misión, que corta todos los lazos con su familia para entregarse a la lucha contra ETA, pasando muchas dudas y miedo en el proceso. Todo ello culminando en un tercio final antológico de tensión y acción acelerada que es trepidante, y que rompe en un personaje, el de Arantxa, que ya no sabe salir del bucle en el que lleva ocho años metida.
Todo eso lo interpreta Carolina Yuste con una maestría propia de quien es una de las mejores actrices españolas de los últimos años. Desde su ambigua relación con Kepa, a los gritos silenciosos para desahogarse, a la llamada a su madre también en silencio, sólo para oír su voz, llegando a ese momento de derrota total en la estación, la pacense hace un trabajo soberbio que sin duda va a verse recompensado con muchos premios. Veremos si el Goya será uno de ellos, porque la competencia va a ser muy fuerte (Najwa Nimri, Tilda Swinton, Julianne Moore, Mireia Oriol, Emma Vilarasau, Patricia López Arnaiz), pero La infiltrada es lo que es en buena parte gracias a ella.
Excelente.
Lo mejor: Lo vertiginoso y cuidado de su narración, y la interpretación descomunal de Carolina Yuste, al frente de un reparto excepcional (atención a Nausicaa Bonnín, Víctor Clavijo, Diego Anido e Íñigo Gastesi).
Lo peor: El comienzo es errático, y se hubiese deseado más profundización en la preparación de Arantxa como infiltrada.
Y la verdad es que no es para menos. Y eso que la cinta comienza bastante mal, con un montaje errático de escenas que parecen inacabadas, saltando de un año a otro sin orden ni concierto, y que no prestan suficiente atención a algo que hubiera sido interesantísimo, como los primeros años de Arantxa / Mónica como infiltrada en la izquierda abertzale. Por suerte, la película se entona rápidamente, para convertirse en un ejercicio de tensión creciente y virtuosismo narrativo que deja al espectador clavado en la butaca. El guion de Echevarria y Amèlia Mora (nota: qué momento tan espectacular están viviendo las directoras y guionistas españolas. Ojalá dure mucho) cuida mucho a los personajes secundarios (ver el ejemplo de los de Nausicaa Bonnín, Víctor Clavijo, Diego Anido o Iñigo Gastesi), y sabe construir un relato de alguien que se convierte casi en una yonqui de la misión, que corta todos los lazos con su familia para entregarse a la lucha contra ETA, pasando muchas dudas y miedo en el proceso. Todo ello culminando en un tercio final antológico de tensión y acción acelerada que es trepidante, y que rompe en un personaje, el de Arantxa, que ya no sabe salir del bucle en el que lleva ocho años metida.
Todo eso lo interpreta Carolina Yuste con una maestría propia de quien es una de las mejores actrices españolas de los últimos años. Desde su ambigua relación con Kepa, a los gritos silenciosos para desahogarse, a la llamada a su madre también en silencio, sólo para oír su voz, llegando a ese momento de derrota total en la estación, la pacense hace un trabajo soberbio que sin duda va a verse recompensado con muchos premios. Veremos si el Goya será uno de ellos, porque la competencia va a ser muy fuerte (Najwa Nimri, Tilda Swinton, Julianne Moore, Mireia Oriol, Emma Vilarasau, Patricia López Arnaiz), pero La infiltrada es lo que es en buena parte gracias a ella.
Excelente.
Lo mejor: Lo vertiginoso y cuidado de su narración, y la interpretación descomunal de Carolina Yuste, al frente de un reparto excepcional (atención a Nausicaa Bonnín, Víctor Clavijo, Diego Anido e Íñigo Gastesi).
Lo peor: El comienzo es errático, y se hubiese deseado más profundización en la preparación de Arantxa como infiltrada.

6,2
156.992
9
23 de octubre de 2007
23 de octubre de 2007
75 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablemos claro: Algo pasa con Mary es divertidísima. La primera vez que la ves, claro. Una vez pasas de ahí, es cierto que las gracias ya no hacen tanta ídem, pero sigue siendo una película ede ésas que da gusto ver en una tarde aburrida. Y algo muy importante: No insulta tu inteligencia ni pone a prueba tu paciencia, o al menos no tanto como en toda la retahíla de comedietas posteriores a las que dio pie (es decir, todo lo que han hecho los propios Farrelly después y sus sucesores, fácilmente identificables). Y es que en el fondo, y como también pasa en Sr. y Sra. Smith, la cosa es una comedia romántica de las de toda la vida, aunque con menos azúcar y más mala leche. Bienvenida sea, pero con moderación. Todo exceso es malo.
Lo mejor: Que consigue que te rías a carcajadas. Y Cameron Díaz, que por primera vez en su carera no hacía de rubia tonta, sino de rubia un poco más lista que de costumbre.
Lo peor: Ciertos chistes de pésimo gusto que son supuestamente graciosos precisamente por ser guarros. Pues vale, pero cuando a mí más gracia me hace el asunto es cuando reina el absurdo y la hilaridad, no la escatología.
Lo mejor: Que consigue que te rías a carcajadas. Y Cameron Díaz, que por primera vez en su carera no hacía de rubia tonta, sino de rubia un poco más lista que de costumbre.
Lo peor: Ciertos chistes de pésimo gusto que son supuestamente graciosos precisamente por ser guarros. Pues vale, pero cuando a mí más gracia me hace el asunto es cuando reina el absurdo y la hilaridad, no la escatología.

7,0
24.767
9
17 de enero de 2018
17 de enero de 2018
57 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo, Tonya es muchas cosas, y todas ellas muy interesantes.
Es una crítica al hambre de carnaza y polémica de la sociedad, siempre ávida por saber de escándalos para poder babear en ellos, como ejemplifica el personaje de Bobby Cannavale.
Es una reflexión sobre el éxito, la fama, y lo que algunos están dispuestos a hacer para conseguirlo, especialmente dentro del mundo del deporte de alta competición.
Y sobre todo es la historia de Tonya Harding, de su auge y caída, y aquí viene lo más interesante: Craig Gillespie y su guionista Steven Rogers no se mojan. O mejor dicho, no escurren el bulto. Así, se nos presenta a Harding como una víctima de abusos varios por parte de su madre y su marido y como alguien que ha llevado una vida de todo menos fácil, pero en ningún momento se idealiza su figura ni se atenúa el crimen por el que fue condenada judicialmente y apartada del patinaje profesional. Harding es una víctima, sí, pero en modo alguno es una santa, y eso queda muy claro en la película. Así, cada espectador puede decidir lo que cree y lo que no y formarse su propia opinión sobre la protagonista. ¿Es Tonya Harding una villana o una víctima? Posiblemente ambas. Decidan ustedes. Gillespie nos muestra los hechos con un estilo de mockumentary, con entrevistas y rupturas de la cuarta pared, que otorgan un carácter informativo a la ficción que le va estupendamente.
Solo hay un problema, que es que tiene media hora, justo después del ataque que sufre Nancy Kerrigan, en que pierde un poco de interés y el ritmo baja. La investigación policial es demasiado larga y el pulso se resiente. Afortunadamente, la última media hora compensa ese bajón con un final de antología que encadena escenas memorables una detrás de otra.
Vamos a hablar ahora del monumental trabajo de Margot Robbie. Repitamos: monumental. La Harley Quinn cinematográfica hace aquí su mejor trabajo hasta la fecha, y en un año con menos competencia se hubiera llevado todos los premios. su Tonya Harding lo tiene todo: según Robbie mire, llore, grite o ría, la vemos indefensa, orgullosa, egoísta, simpática o insoportable, y lo vemos gracias al superlativo talento de la australiana. Es una delicia ver un trabajo tan matizado, que además no juzga nunca a la persona real que interpreta. Cuando se mira al espejo antes de la última competición, cuando por fin habla a la prensa, cuando escucha su sentencia... son momentos en los que es imposible apartar la mirada de la actriz. A su lado, Allison Janney se luce con el personaje de la despreciable madre de Harding. Janney lleva años demostrando su valía (imposible olvidarla en American Beauty, Las Horas, Juno o la serie Mom) pero este es quizás su mejor trabajo. Cada vez que aparece en pantalla roba la escena, tal es su fuerza y su talento (ver el prólogo en la pista de patinaje, o cada uno de los momentos en que discute con su hija). Igualmente, no sería justo olvidar a Sebastian Stan, que también hace un trabajo excelso como el abusivo e infantil marido de la patinadora.
Una de las mejores películas de 2017, valiente, arriesgada y ácida, que mete el dedo en la llaga en muchos de nuestros defectos, como sociedad y como seres humanos.
Lo mejor: Su guión, fantástico, y las monumentales presencias de Robbie, Janney y Stan.
Lo peor: Pierde un poquito de fuelle en su segunda hora, una vez ocurre el asalto.
Es una crítica al hambre de carnaza y polémica de la sociedad, siempre ávida por saber de escándalos para poder babear en ellos, como ejemplifica el personaje de Bobby Cannavale.
Es una reflexión sobre el éxito, la fama, y lo que algunos están dispuestos a hacer para conseguirlo, especialmente dentro del mundo del deporte de alta competición.
Y sobre todo es la historia de Tonya Harding, de su auge y caída, y aquí viene lo más interesante: Craig Gillespie y su guionista Steven Rogers no se mojan. O mejor dicho, no escurren el bulto. Así, se nos presenta a Harding como una víctima de abusos varios por parte de su madre y su marido y como alguien que ha llevado una vida de todo menos fácil, pero en ningún momento se idealiza su figura ni se atenúa el crimen por el que fue condenada judicialmente y apartada del patinaje profesional. Harding es una víctima, sí, pero en modo alguno es una santa, y eso queda muy claro en la película. Así, cada espectador puede decidir lo que cree y lo que no y formarse su propia opinión sobre la protagonista. ¿Es Tonya Harding una villana o una víctima? Posiblemente ambas. Decidan ustedes. Gillespie nos muestra los hechos con un estilo de mockumentary, con entrevistas y rupturas de la cuarta pared, que otorgan un carácter informativo a la ficción que le va estupendamente.
Solo hay un problema, que es que tiene media hora, justo después del ataque que sufre Nancy Kerrigan, en que pierde un poco de interés y el ritmo baja. La investigación policial es demasiado larga y el pulso se resiente. Afortunadamente, la última media hora compensa ese bajón con un final de antología que encadena escenas memorables una detrás de otra.
Vamos a hablar ahora del monumental trabajo de Margot Robbie. Repitamos: monumental. La Harley Quinn cinematográfica hace aquí su mejor trabajo hasta la fecha, y en un año con menos competencia se hubiera llevado todos los premios. su Tonya Harding lo tiene todo: según Robbie mire, llore, grite o ría, la vemos indefensa, orgullosa, egoísta, simpática o insoportable, y lo vemos gracias al superlativo talento de la australiana. Es una delicia ver un trabajo tan matizado, que además no juzga nunca a la persona real que interpreta. Cuando se mira al espejo antes de la última competición, cuando por fin habla a la prensa, cuando escucha su sentencia... son momentos en los que es imposible apartar la mirada de la actriz. A su lado, Allison Janney se luce con el personaje de la despreciable madre de Harding. Janney lleva años demostrando su valía (imposible olvidarla en American Beauty, Las Horas, Juno o la serie Mom) pero este es quizás su mejor trabajo. Cada vez que aparece en pantalla roba la escena, tal es su fuerza y su talento (ver el prólogo en la pista de patinaje, o cada uno de los momentos en que discute con su hija). Igualmente, no sería justo olvidar a Sebastian Stan, que también hace un trabajo excelso como el abusivo e infantil marido de la patinadora.
Una de las mejores películas de 2017, valiente, arriesgada y ácida, que mete el dedo en la llaga en muchos de nuestros defectos, como sociedad y como seres humanos.
Lo mejor: Su guión, fantástico, y las monumentales presencias de Robbie, Janney y Stan.
Lo peor: Pierde un poquito de fuelle en su segunda hora, una vez ocurre el asalto.

5,2
12.123
6
11 de enero de 2015
11 de enero de 2015
54 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Disney siempre será Disney, y a la casa de Mickey Mouse se le deben miles de momentos maravillosos y películas inolvidables de la Historia del Cine, pero a veces también meten la pata. Into the Woods es uno de esos casos.
En esta adaptación del célebre musical de Stephen Sondheim, lo que falla a Rob Marshall (tercer musical en cine para él después de Chicago y Nine) no es ni los medios ni la intención. Es admirable que se haya logrado hacer una película visualmente tan lograda con tan escaso presupuesto, y el interés por trasladar este crossover de cuentos a la pantalla al ritmo de las canciones del autor de Sweeney Todd es de agradecer. Pero el toque Disney tiene siempre que imponerse, y eso en una historia como esta es un error. Continuamente hay una oscuridad que quiere salir a la luz pero que no puede hacerlo porque la mano de la casa madre Disney es demasiado poderosa sobre ella. Y eso finalmente es un lastre para la película, porque nada funciona como debería y queda una sensación rara, como si faltara algo para completarla y redondearla. Efectivamente, falta toda esa oscuridad, sangre, sexo e implicaciones malsanas que tiene el original teatral y que aquí brillan por su ausencia. Cabe pensar qué habrían hecho directores y otros estudios con el material original sin necesidad de pagar el necesario peaje de endulzamiento Disney. Además, después de ese prólogo brillante (el mejor tramo de la película de largo), la película cae en una sucesión demasiado larga (prácticamente una hora...) de escenas inconexas, como set pieces independientes pegadas con Super Glue unas con otras pero sin dar en ningún momento sensación de cohesión a pesar de la presencia continua del Panadero y su mujer en todos los fregados. Toda la trama de la Gigante que amenaza el reino tampoco está todo lo bien llevada que debería y termina dando bastante igual a un espectador que nunca siente miedo por el destino de los personajes.
Afortunadamente, Into the Woods tiene un casting capaz de salvar el día, el mes y lo que haga falta. Anna Kendrick sigue demostrando que es una de las actrices de presencia más simpática de los últimos años, Chris Pine está fantástico y muy divertido, y Emily Blunt llena la pantalla cada vez que aparece. La protagonista de Looper es sin duda lo mejor de la cinta, canta como los ángeles (igual que Kendrick) y es quien más aprovecha el arco dramático de su personaje. Meryl Streep tiene talento y carisma de sobra para acometer un personaje, el de la Bruja, que la actriz disfruta como una enana, aunque que nadie se llame a engaño. Este no es uno de los mejores trabajos de Streep, ni de casualidad, y el aluvión de nominaciones que está recibiendo se deben solamente a que es Meryl Streep, una de las mejores actrices de la Historia (si no ya la mejor indiscutiblemente) y haga lo que haga hay que aplaudirla. Lo mismo se puede decir de un fugaz Johnny Depp en otro de sus clásicos roles raros e histriónicos en los que es especialista y que puede interpretar ya hasta con los ojos cerrados.
Una lástima que Disney tuviera que meter la mano en esto, porque la gran virtud de Into the Woods, el musical de Sondheim, fue siempre la oscuridad, la mala baba y la cantidad de elementos adultos y turbios que introducía en los cuentos de siempre. Todo eso se ha perdido por el camino (atención a la rapidez con que se despacha el terrible castigo de la madrastra y hermanastras de Cenicienta). Lástima.
Lo mejor: El excelente reparto, y muy especialmente Emily Blunt.
Lo peor: No funciona como debería porque su enfoque es equivocado desde el principio.
En esta adaptación del célebre musical de Stephen Sondheim, lo que falla a Rob Marshall (tercer musical en cine para él después de Chicago y Nine) no es ni los medios ni la intención. Es admirable que se haya logrado hacer una película visualmente tan lograda con tan escaso presupuesto, y el interés por trasladar este crossover de cuentos a la pantalla al ritmo de las canciones del autor de Sweeney Todd es de agradecer. Pero el toque Disney tiene siempre que imponerse, y eso en una historia como esta es un error. Continuamente hay una oscuridad que quiere salir a la luz pero que no puede hacerlo porque la mano de la casa madre Disney es demasiado poderosa sobre ella. Y eso finalmente es un lastre para la película, porque nada funciona como debería y queda una sensación rara, como si faltara algo para completarla y redondearla. Efectivamente, falta toda esa oscuridad, sangre, sexo e implicaciones malsanas que tiene el original teatral y que aquí brillan por su ausencia. Cabe pensar qué habrían hecho directores y otros estudios con el material original sin necesidad de pagar el necesario peaje de endulzamiento Disney. Además, después de ese prólogo brillante (el mejor tramo de la película de largo), la película cae en una sucesión demasiado larga (prácticamente una hora...) de escenas inconexas, como set pieces independientes pegadas con Super Glue unas con otras pero sin dar en ningún momento sensación de cohesión a pesar de la presencia continua del Panadero y su mujer en todos los fregados. Toda la trama de la Gigante que amenaza el reino tampoco está todo lo bien llevada que debería y termina dando bastante igual a un espectador que nunca siente miedo por el destino de los personajes.
Afortunadamente, Into the Woods tiene un casting capaz de salvar el día, el mes y lo que haga falta. Anna Kendrick sigue demostrando que es una de las actrices de presencia más simpática de los últimos años, Chris Pine está fantástico y muy divertido, y Emily Blunt llena la pantalla cada vez que aparece. La protagonista de Looper es sin duda lo mejor de la cinta, canta como los ángeles (igual que Kendrick) y es quien más aprovecha el arco dramático de su personaje. Meryl Streep tiene talento y carisma de sobra para acometer un personaje, el de la Bruja, que la actriz disfruta como una enana, aunque que nadie se llame a engaño. Este no es uno de los mejores trabajos de Streep, ni de casualidad, y el aluvión de nominaciones que está recibiendo se deben solamente a que es Meryl Streep, una de las mejores actrices de la Historia (si no ya la mejor indiscutiblemente) y haga lo que haga hay que aplaudirla. Lo mismo se puede decir de un fugaz Johnny Depp en otro de sus clásicos roles raros e histriónicos en los que es especialista y que puede interpretar ya hasta con los ojos cerrados.
Una lástima que Disney tuviera que meter la mano en esto, porque la gran virtud de Into the Woods, el musical de Sondheim, fue siempre la oscuridad, la mala baba y la cantidad de elementos adultos y turbios que introducía en los cuentos de siempre. Todo eso se ha perdido por el camino (atención a la rapidez con que se despacha el terrible castigo de la madrastra y hermanastras de Cenicienta). Lástima.
Lo mejor: El excelente reparto, y muy especialmente Emily Blunt.
Lo peor: No funciona como debería porque su enfoque es equivocado desde el principio.
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