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Documental

7,3
1.642
8
31 de octubre de 2022
31 de octubre de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recorrido por la carrera del artista andrógino, el ser llegado de las estrellas. El hombre que se sentía como una mosca en un vaso de leche, y amaba la vida más que a nada.
El documento dura más de horas y no me aburrió ni un minuto. Canciones de siempre, entrevistas, escenas de otros films, de las metrópolis que el genio visitó huyendo del público, del imperio de los sentidos que exploró hasta el fin de sus días.
Morgen se centra especialmente en la era glam, la época gloriosa de Ziggy Stardust, en un festival de imágenes y música que refleja nuestros mismos recuerdos.
También destaco el mérito del dentista de Bowie,pero no quiero hacer spoilers.
El documento dura más de horas y no me aburrió ni un minuto. Canciones de siempre, entrevistas, escenas de otros films, de las metrópolis que el genio visitó huyendo del público, del imperio de los sentidos que exploró hasta el fin de sus días.
Morgen se centra especialmente en la era glam, la época gloriosa de Ziggy Stardust, en un festival de imágenes y música que refleja nuestros mismos recuerdos.
También destaco el mérito del dentista de Bowie,pero no quiero hacer spoilers.

6,3
5.634
9
18 de agosto de 2021
18 de agosto de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquel verano en Long Island quedaría para siempre en el recuerdo de Nick Carraway. Sobre todo la figura de Jay Gatsby,su efigie mirando desde el balcón hacia la luz verde al fondo de la bahía. Gatsby vivía en la fastuosa mansión, cercana a su modesta casa alquilada.
Esta versión del clásico de la literatura norteamericana escrito por Scott Fitzgerald, fue dirigida por Jack Clayton, con Sam Waterston en el papel del observador Carraway, Daisy Buchanan -Mia Farrow-, la mujer de la pamela que se queda absorta con los ruiseñores del jardín, Bruce Dern, su zafio y multimillonario marido, y un enigmático Robert Redford, que desea recrear los días del pasado con su amada Daisy. Gatsby vive presa de una obsesión y su objetivo es más complejo de lo que cree. Daisy y Tom, deshonestos y ricos, disfrutan de su posición y se saben privilegiados. Los describe Nick como lo que más desdeña en el mundo, el glamour y la despreocupación de los que buscan agruparse con otros ricos, jugar al polo y pasear sus yates de lujo. Mientras, a pocos kilómetros malviven los pobres. En el valle de las cenizas, los que se ensucian de grasa cada día para ganarse el jornal, siempre observados por las lentes enormes de un cartel publicitario. Jay Gatsby nunca será un rico de herencia como ellos, Tom le echa en cara su reputación, asegura que su fortuna procede de ganancias ilícitas.
Con un ritmo plácido, y la colorista y suave fotografía de Douglas Slocombe, Clayton recrea las fiestas nocturnas del magnate, la opulencia, el bochorno de unos invitados que se emborrachan con champán y bailan el foxtrot a la luz de la luna, mirando de reojo a ver si la figura misteriosa del anfitrión se recorta en la terraza. Aunque Carraway sienta reparos al principio, no podrá negar la atracción hacia un hombre que vive de una ilusión. El sueño americano en la edad del Jazz, Gatsby ha conseguido amasar toda una fortuna, aún le queda lo más importante, la fijación de una imagen antigua en un álbum de fotos, la ambición de un nuevo rico, de un romántico seguro de sí mismo, aunque en cualquier momento la carrocería impoluta de un deportivo color crema se pueda manchar de barro y sangre.
Esta versión del clásico de la literatura norteamericana escrito por Scott Fitzgerald, fue dirigida por Jack Clayton, con Sam Waterston en el papel del observador Carraway, Daisy Buchanan -Mia Farrow-, la mujer de la pamela que se queda absorta con los ruiseñores del jardín, Bruce Dern, su zafio y multimillonario marido, y un enigmático Robert Redford, que desea recrear los días del pasado con su amada Daisy. Gatsby vive presa de una obsesión y su objetivo es más complejo de lo que cree. Daisy y Tom, deshonestos y ricos, disfrutan de su posición y se saben privilegiados. Los describe Nick como lo que más desdeña en el mundo, el glamour y la despreocupación de los que buscan agruparse con otros ricos, jugar al polo y pasear sus yates de lujo. Mientras, a pocos kilómetros malviven los pobres. En el valle de las cenizas, los que se ensucian de grasa cada día para ganarse el jornal, siempre observados por las lentes enormes de un cartel publicitario. Jay Gatsby nunca será un rico de herencia como ellos, Tom le echa en cara su reputación, asegura que su fortuna procede de ganancias ilícitas.
Con un ritmo plácido, y la colorista y suave fotografía de Douglas Slocombe, Clayton recrea las fiestas nocturnas del magnate, la opulencia, el bochorno de unos invitados que se emborrachan con champán y bailan el foxtrot a la luz de la luna, mirando de reojo a ver si la figura misteriosa del anfitrión se recorta en la terraza. Aunque Carraway sienta reparos al principio, no podrá negar la atracción hacia un hombre que vive de una ilusión. El sueño americano en la edad del Jazz, Gatsby ha conseguido amasar toda una fortuna, aún le queda lo más importante, la fijación de una imagen antigua en un álbum de fotos, la ambición de un nuevo rico, de un romántico seguro de sí mismo, aunque en cualquier momento la carrocería impoluta de un deportivo color crema se pueda manchar de barro y sangre.

7,2
114.744
10
28 de febrero de 2008
28 de febrero de 2008
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Películas así son las que te hacen amar el cine, hay momentos tan buenos de tensión al límite, tan bien rodados por los dos genios de Minnesota, los hermanos Cohen, mostrando la America profunda tal como hacen en otras películas anteriores como Fargo o Arizona Baby. Si en Fargo el peso interpretativo lo lleva la actriz Frances McDormand en su inolvidable papel de policía embarazada en Minnesota, tierra natal de los Cohen, y en Arizona Baby el protagonismo es para otro monstruo como Nicolas Cage, en el western moderno No Country for old Men, situado esta vez en el desierto de Texas, con unos planos panorámicos espectaculares, el papelazo lo hace Javier Bardem, que ha hecho una interpretación memorable, un psicópata a la altura de un Nicholson en El resplandor o un Robert Mitchum en La noche del cazador. El Anton Chigurh que encarna Bardem -el mejor actor español de todos los tiempos, junto a Juan Diego- es más complejo y metódico que otros desquiciados anteriores, encarna una maldad fría y arbitraria que deja relucir en su semblante tumefacto y en unos ojos que revelan un indefinido terror interior, aparte del peinado que gasta el amigo, que contribuye al conjunto general.

7,4
56.898
9
19 de julio de 2018
19 de julio de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca existen indicios en la vida de lo que nos puede ocurrir en el instante siguiente. Uno confía en que todo irá bien, siguiendo un esquema ordenado de acontecimientos. El sentido común no siempre se impone, el caos acecha en la trastienda. En las tranquilas noches de Lumberton la luz de las farolas cae mortecina sobre el césped húmedo, en las urbanizaciones, los barrios de personas aparentemente normales, que viven sus rutinas sin querer caer en la cuenta de que existe gente como Frank. El terciopelo azul excita al papaíto, el fetichismo de un pervertido que se droga con gas a través de una mascarilla, el terror del otro que llama a la puerta en el silencio de la madrugada.
David Lynch consiguió realizar este film esencial gracias al dinero de Dino de Laurentiis, y eso que el productor había ya perdido un pastizal con su anterior Dune. Rodada en formato panorámico, la retorcida creación del artista de lo raro nos envuelve en un mundo perverso, bajo la hojarasca los insectos pululan sin descanso, en los clubes de alterne las prostitutas ajadas se sientan inmoviles, y el amigo de Frank, un tipo con rasgos de payaso hundido hace un playback perfecto del In Dreams de Roy Orbison. En el cine de Lynch la belleza se funde con lo tenebroso, la rutina con la nostalgia del ayer, lo críptico con la sensualidad de una mujer de labios rojos y bata de terciopelo azul.
David Lynch consiguió realizar este film esencial gracias al dinero de Dino de Laurentiis, y eso que el productor había ya perdido un pastizal con su anterior Dune. Rodada en formato panorámico, la retorcida creación del artista de lo raro nos envuelve en un mundo perverso, bajo la hojarasca los insectos pululan sin descanso, en los clubes de alterne las prostitutas ajadas se sientan inmoviles, y el amigo de Frank, un tipo con rasgos de payaso hundido hace un playback perfecto del In Dreams de Roy Orbison. En el cine de Lynch la belleza se funde con lo tenebroso, la rutina con la nostalgia del ayer, lo críptico con la sensualidad de una mujer de labios rojos y bata de terciopelo azul.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Jeffrey pasa por un momento duro, su padre acaba de sufrir un infarto mientras regaba el jardín, el crío despistado y bonachón tiene que espabilar. Jeffrey se aburre en la ferretería, entre los muros de su habitación de adolescente, hasta que un día cualquiera el hallazgo entre la hierba de una oreja humana le obsesionará hasta límites insospechados. En la planta numero 7 de la calle Linton habita la cantante rota, enigmática, Dorothy enseña su espalda desnuda en el club nocturno mientras canta Blue Velvet, la mujer de la peluca se desnuda ante un voyeur escondido en un armario. La intoxicación del lado oscuro puede sacarte del sopor diario, ahí fuera un tipo maligno aspira gas y abusa de una mujer. No puede dejar de mirar, el chico ha decidido inmiscuirse en el peligro, en el habitáculo de paredes rojas. ¿Por qué existe gente como Frank? La mojigata hija del policía, la chica de rosa, se deja llevar por la imprudencia del que juega a ser detective.
13 de septiembre de 2020
13 de septiembre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La espontaneidad del título firmado por Richard Rush ("Camino Recto", "Una extraña pareja de polis") parece salirse por la tangente en más de una ocasión. El coche de época cae dos veces puente abajo, y en el único momento de calma, el fugitivo queda como extasiado, alza la mirada al cielo, se escucha el canto de los pájaros, y es que el joven ha entrado en otra dimensión. Es la magia del cine, un helicóptero se aproxima, del ruidoso aparato emerge la extraña y enfermiza expresión de Peter O ´Toole, o Eli Cross, el director de la película, que lo mira como si quisiera diseccionar a una especie desconocida de insecto. La particular noche americana de Rush se centra en la figura del doble, del especialista que se juega la vida, con aquella estética a caballo entre dos décadas ya lejanas, los 70 y los 80, un aroma de libertad, de ilusión, de días luminosos. Rush se recrea en mostrar el engaño del cine, el atrezzo, el maquillaje, los focos que iluminan el país de las maravillas. "Ten confianza, cierra los ojos y disfruta".. Así quiere tranquilizar Eli al nuevo que sustituye al anterior, que según parece ha fallecido ahogado en la repetida secuencia del puente.
La perspectiva del que observa desde la grúa y parece controlar cada movimiento en el rodaje no es la misma del que anda ahi debajo, a merced de su escrutinio, El director obsesivo y megalómano quiere aprovechar la irrupción del joven que, perseguido por la policía buscará cobijo entre los miembros del equipo. Entretanto se enamorará de la actriz principal, una sonriente y lozana Barbara Hershey.
El director de la película dentro de la película pretende a toda costa que resulte lo más excesiva posible, y esta locura subyace en todo lo que se nos va narrando. Los tres personajes principales son impulsivos y viven el instante, parece no importarles nada más que el momento presente, se mueven por impulsos. En el caso de Cameron -Steve Railsback-, veterano del Vietnam, la necesidad de escapar también del rodaje la resume en un recuerdo del frente, cuando un compañero pisó una mina y tuvo la certeza de que el artefacto solo explotaría cuando retirara el pie, solo podía permanecer allí sin moverse hasta que le fallaran las fuerzas. Quizá todo se reduce a esto, al azar, a una partida de pinball en la que las bolas rebotan unas contra otras causando acción y reacción de forma inesperada, ya lo dijo Rush. Hay que tener cuidado y mirar bien donde uno pisa, no vaya a ser que sea imposible escurrir el bulto y se terminen las bolas extras.
La perspectiva del que observa desde la grúa y parece controlar cada movimiento en el rodaje no es la misma del que anda ahi debajo, a merced de su escrutinio, El director obsesivo y megalómano quiere aprovechar la irrupción del joven que, perseguido por la policía buscará cobijo entre los miembros del equipo. Entretanto se enamorará de la actriz principal, una sonriente y lozana Barbara Hershey.
El director de la película dentro de la película pretende a toda costa que resulte lo más excesiva posible, y esta locura subyace en todo lo que se nos va narrando. Los tres personajes principales son impulsivos y viven el instante, parece no importarles nada más que el momento presente, se mueven por impulsos. En el caso de Cameron -Steve Railsback-, veterano del Vietnam, la necesidad de escapar también del rodaje la resume en un recuerdo del frente, cuando un compañero pisó una mina y tuvo la certeza de que el artefacto solo explotaría cuando retirara el pie, solo podía permanecer allí sin moverse hasta que le fallaran las fuerzas. Quizá todo se reduce a esto, al azar, a una partida de pinball en la que las bolas rebotan unas contra otras causando acción y reacción de forma inesperada, ya lo dijo Rush. Hay que tener cuidado y mirar bien donde uno pisa, no vaya a ser que sea imposible escurrir el bulto y se terminen las bolas extras.
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