Es patético que grandes y triunfantes actores como Washington y Liam Neeson se presten a interpretar esos papeles (no roles) de justicieros invencibles a despecho de sus edades.
En este caso además el tal McCall tiene una extraña y no explicada habilidad para ¿controlar? el tiempo.
Al final deja un regusto a fracaso.

Si son así los adolescentes apaga y vámonos. Viciosos, estúpidos, malos, peores y de ahí p'adelante.
Me pregunto en serio cuál es el propósito final de una serie como esta, aparte (no "a parte", como dicen ahora los muchos analfabetos que adornan nuestro país) de ganar pasta, claro. Si me pusiera conspiranoico pensaría lo peor, que se intenta crear un modelo a seguir. ¿Puttin, la extrema derecha, la extrema izquierda, el sionismo, la yihad? No, es la codicia de los productores nada más y nada menos.
Quizás en USA sean esos especímenes lo habitual, pero no aquí a pesar de todo lo que la adolescencia conlleva y por eso se llama así.
Me asombran las críticas elogiosas plagadas de filosofía de bar de Facultad y alardes pseudosicosociogicos, perdón por el palabro.
Iba a hacer un spoiler con las memeces que se narran pero no merece la pena. El que quiera que se entretenga buscándolas.
En fin, paciencia.

Es una pena que los sistemas técnicos de rodaje y de fotografía, así como la participación de un actor estupendo como Thornton se empleen en hacer algo tan artificioso, exagerado y, al final, cansino como esta especie de secuela de la maravillosa Fargo, de los Coen.
Un asesino aparentemente listisimo pero en realidad loco cual cabra se dedica a matar gente sin ton ni son casi siempre y a pesar de hacerlo dentro de un área bastante pequeña nadie lo detecta.
Un pobre hombre desafortunado, mala copia del personaje patético interpretado de forma admirable por William H. Macy, sirve de causa y nexo de unión de una serie disparatada de asesinatos a los que se tiñe con un humor negro que fatiga.
Reconozco que el final del tontaina hace gracia y que los paisajes son espectaculares.

Reconozco que solo he visto los dos primeros capítulos y no me he enterado de nada, ni de los parentescos, ni del lío de las estudiantes, ni de quién es a la que ve, dos veces, el comisario en su casa haciendo aquello y se queda tan ancho. Tampoco comprendo como el predicador chiflado y el cura de la barba encuentran carteras y cajas bien ocultas.
La acumulación de misterios en un malsano ambiente religioso es tal que me hace temer un final con toques sobrenaturales.
La producción, en cambio, es muy buena de modo que con una trama un poco menos rebuscada podría ser una serie muy interesante.

Excesiva suciedad, excesivo desengaño en los personajes y un remolino creciente de violencia llegan a cansar. Causa fatiga que no haya un solo momento distendido ni siquiera en el romance entre la policía y el ex presidiario, bastante inverosímil por otra parte.
Es como un café demasiado cargado y sin azucar: difícil de tragar salvo por los adictos.