En la granja, los corderos guardaban silencio a la espera de que, la favorita recién llegada, dictase sentencia. Una sentencia pulp, ya que, el padre jugaba a escribir guiones repletos de florituras. Tanto o, más, que la propia realidad mostrada. La que, una vez terminada la dicotomía, resultaba ser la celebración de un aniversario en fin de año. El de un protagonista que vive en un mundo repleto de ideas, tal vez erróneas, pero no ajenas a un escaparate, pasillo gris. O, mejor dicho, verde, ya que, al final, el ejercicio de saberse cuerdo es, fue tan natural como el hecho de comenzar, otra vez, a revivirlo.