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Críticas ordenadas por utilidad
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3
2 de febrero de 2013
2 de febrero de 2013
33 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que nada, aclaro que soy un fan de la saga de videojuegos que da nombre a este esperpento, que, en mi opinión, y al menos en sus primeros episodios, trasciende su supuesto papel de entretenimiento mataneuronas y se eleva a la categoría de arte con mayúsculas.
En cambio, respecto a la película de Gans, que me parece interesante, no soy tan entusiasta. Lleno de altibajos, aquel Silent Hill combinaba una atmosfera impresionante y una cierta elegancia general muy de agradecer con momentos que daban auténtica vergüenza ajena. Mientras que la puesta en escena y todo el aspecto visual eran sobresalientes y muy fieles al universo original, el guion era una montaña rusa que pasaba de lo brillante en una escena a la gilipollez más infame en la siguiente. Una ezquizofrenia que se explicaba bastante bien al descubrir que los guionistas principales eran el propio Christophe Gans (presumible autor de las pifias, pues le vamos conociendo) y Roger Avary, nada más y nada menos que el tipo que escribió Pulp Fiction.
Y llegamos a Silent Hill Revelation, una película que a día de hoy, y cuando ya ha salido el Bluray en USA, ni siquiera tiene fecha de estreno en España (¿Este mes? Ya veremos...). Y ni falta que hace, oiga… Porque es un truño de dimensiones épicas: la cura definitiva del insomnio… De hecho, y tras verla, me he visto obligado a subirle un punto a la de Gans, que en comparación con esto es Ciudadano Kane. Este pestiño no tiene ni una de las virtudes de aquella y colecciona todos sus defectos elevados al cubo: a tomar por el culo la atmosfera, la intriga, el desasosiego y el misterio; bienvenidas la vulgaridad, el ritmo acelerado, el infantilismo, los diálogos absurdos y el regusto adolescente. Por joder, jode hasta la música de Yamaoka, que convierte en un remix bakaladero.
Sí lo que jodía (en parte) el trabajo de Gans eran ciertas flaquezas del guion y su interés en meter con calzador elementos del juego que no venían a cuento (como Piramid Head, por ejemplo) con el presumible fin de llenar los cines de niñatos, aquí todo se reduce a eso: basura puramente adolescente; situaciones absurdas e inconexas de relleno que tratan de epatar al personal base de gore de baratillo, diseños cutres, y sobredosis de los más vergonzosos y casposos efectos digitales vistos en décadas. En otras palabras, estamos ante la típica adaptación a lo Uwe Boll de un videojuego.
El tal Bassett ya demuestra desde el prólogo ser una nulidad como director y desconocer los más elementales mecanismos del terror, pero, aun y todo, los primeros minutos parecen dar a entender que la película puede resultar moderadamente entretenida. Pero no, ni eso… Lo que no destroza su ritmo acelerado y su total falta de medios lo hace el patético guion. Y es que el tipo, incapaz de distinguir que era lo relevante y que accesorio en la historia que se adapta (correspondiente al Silent Hill 3) o que funciona y que no, se las arregla para destruir con sus infantilismo y estúpidez tanto la idea original del juego como la película de la que es secuela, cuyo buen final enmierda con sus idioteces pueriles (¿Qué coño es eso del espejo?).
¿Algo salvable? Sí. Únicamente, las dos escenas aisladas que comento en el spoiler. El resto, perfectamente prescindible e inevitablemente olvidable, va para el contenedor de materia orgánica.
En definitiva, una pobrísima e infantiloide cinta de “terror” que no contentará a nadie. Ni al espectador medio, al que le resultará soporífera e incomprensible, ni al fan, al que se le hará insultante y dolorosamente torpe.
En cambio, respecto a la película de Gans, que me parece interesante, no soy tan entusiasta. Lleno de altibajos, aquel Silent Hill combinaba una atmosfera impresionante y una cierta elegancia general muy de agradecer con momentos que daban auténtica vergüenza ajena. Mientras que la puesta en escena y todo el aspecto visual eran sobresalientes y muy fieles al universo original, el guion era una montaña rusa que pasaba de lo brillante en una escena a la gilipollez más infame en la siguiente. Una ezquizofrenia que se explicaba bastante bien al descubrir que los guionistas principales eran el propio Christophe Gans (presumible autor de las pifias, pues le vamos conociendo) y Roger Avary, nada más y nada menos que el tipo que escribió Pulp Fiction.
Y llegamos a Silent Hill Revelation, una película que a día de hoy, y cuando ya ha salido el Bluray en USA, ni siquiera tiene fecha de estreno en España (¿Este mes? Ya veremos...). Y ni falta que hace, oiga… Porque es un truño de dimensiones épicas: la cura definitiva del insomnio… De hecho, y tras verla, me he visto obligado a subirle un punto a la de Gans, que en comparación con esto es Ciudadano Kane. Este pestiño no tiene ni una de las virtudes de aquella y colecciona todos sus defectos elevados al cubo: a tomar por el culo la atmosfera, la intriga, el desasosiego y el misterio; bienvenidas la vulgaridad, el ritmo acelerado, el infantilismo, los diálogos absurdos y el regusto adolescente. Por joder, jode hasta la música de Yamaoka, que convierte en un remix bakaladero.
Sí lo que jodía (en parte) el trabajo de Gans eran ciertas flaquezas del guion y su interés en meter con calzador elementos del juego que no venían a cuento (como Piramid Head, por ejemplo) con el presumible fin de llenar los cines de niñatos, aquí todo se reduce a eso: basura puramente adolescente; situaciones absurdas e inconexas de relleno que tratan de epatar al personal base de gore de baratillo, diseños cutres, y sobredosis de los más vergonzosos y casposos efectos digitales vistos en décadas. En otras palabras, estamos ante la típica adaptación a lo Uwe Boll de un videojuego.
El tal Bassett ya demuestra desde el prólogo ser una nulidad como director y desconocer los más elementales mecanismos del terror, pero, aun y todo, los primeros minutos parecen dar a entender que la película puede resultar moderadamente entretenida. Pero no, ni eso… Lo que no destroza su ritmo acelerado y su total falta de medios lo hace el patético guion. Y es que el tipo, incapaz de distinguir que era lo relevante y que accesorio en la historia que se adapta (correspondiente al Silent Hill 3) o que funciona y que no, se las arregla para destruir con sus infantilismo y estúpidez tanto la idea original del juego como la película de la que es secuela, cuyo buen final enmierda con sus idioteces pueriles (¿Qué coño es eso del espejo?).
¿Algo salvable? Sí. Únicamente, las dos escenas aisladas que comento en el spoiler. El resto, perfectamente prescindible e inevitablemente olvidable, va para el contenedor de materia orgánica.
En definitiva, una pobrísima e infantiloide cinta de “terror” que no contentará a nadie. Ni al espectador medio, al que le resultará soporífera e incomprensible, ni al fan, al que se le hará insultante y dolorosamente torpe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Dos momentos visualmente interesantes en un océano de mediocridad: La cocina de la hamburguesería y sus filetes “frescos” y el taller de maniquís.
Documental

7,6
19.542
7
4 de mayo de 2011
4 de mayo de 2011
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocer que he quedado ligeramente decepcionado con este “Inside Job”. No porque no me parezca sólida su argumentación, que es inapelable, o porque tenga la más mínima duda de que cada palabra de lo denunciado es cierta. Ni siquiera tengo nada que reprochar a la realización, que es más que solvente. Simplemente, he echado en falta algo que, dada la naturaleza de lo narrado, resulta imprescindible: pasión. Ferguson es como un minucioso forense que se limitase a tomar nota de cada escabroso detalle del crimen pero renunciado a implicarse emocionalmente en él.
Y lo digo porque este distanciamiento, mucho me temo, puede provocar que la mayor parte del público (que, por desgracia, se mueve mucho más en el campo de lo emocional que de lo racional, y que difícilmente, y por más que se lo expliquen, va a terminar de situarse entre tanto ODC, Goldman Sachs, AIG-PI, Calificación A2, hipoteca subprime, y la madre que los parió a todos) se vaya del cine sin interiorizar las pocas simples ideas que Ferguson quiere contarnos. A saber:
1) Esto no ha sido una “recesión”, sino una estafa a gran escala. El dinero ni se crea ni se destruye; simplemente, cambia de manos. Adivina dónde está ahora el tuyo…
2) La causa primigenia de la crisis es que el chiringuito capitalista -al menos, en occidente y, más concretamente, en EEUU- dejó de funcionar a principios de los ochenta, cuando todas las grandes empresas productivas se trasladaron al 3er mundo para reducir costes. Así que, en vista de que Occidente ya no fabricaba una mierda y era totalmente dependiente del consumo, se decidió dar carta blanca los especuladores para que inflasen la economía a base de crédito y de hacerse trampas al solitario.
3) En los últimos veinte años han sido los zorros los que han cuidado del Gallinero. Y así nos ha ido.
4) La única diferencia entre un economista y una puta es el precio (y que ésta, normalmente, no te muerde). La “profesionalidad” y “objetividad” de los más “sesudos” economistas del mundo es casi tan digna de confianza como Nanysex haciendo de canguro.
5) Esto, en vista de que todo sigue igual, volverá a pasar.
Así de simple. Fíjate si es fácil de entender.
Porque, a veces -eso es algo que aprende todo el que ha impartido clases-, conviene simplificar los hechos para que el alumno no se pierda en el detalle. Y aquí se ha faltado a ese principio básico. Contando exactamente lo mismo, me parece mucho más efectivo –y efectista, de acuerdo- Michael Moore, que, aunque menos riguroso, añade la imprescindible toque de mala leche, sarcasmo y defenestración pública de esta panda ce H***P****. Incluso documentales relativamente áridos como “El dinero es deuda” –que recomiendo vivamente - me parecen más eficaces en este sentido.
En definitiva, lo dicho: es un gran documental que nos permite a muchos terminar de encajar las piezas sueltas en la comprensión de este gran putiferio, pero que, seguramente, no llegará del todo al público en general.
Y lo digo porque este distanciamiento, mucho me temo, puede provocar que la mayor parte del público (que, por desgracia, se mueve mucho más en el campo de lo emocional que de lo racional, y que difícilmente, y por más que se lo expliquen, va a terminar de situarse entre tanto ODC, Goldman Sachs, AIG-PI, Calificación A2, hipoteca subprime, y la madre que los parió a todos) se vaya del cine sin interiorizar las pocas simples ideas que Ferguson quiere contarnos. A saber:
1) Esto no ha sido una “recesión”, sino una estafa a gran escala. El dinero ni se crea ni se destruye; simplemente, cambia de manos. Adivina dónde está ahora el tuyo…
2) La causa primigenia de la crisis es que el chiringuito capitalista -al menos, en occidente y, más concretamente, en EEUU- dejó de funcionar a principios de los ochenta, cuando todas las grandes empresas productivas se trasladaron al 3er mundo para reducir costes. Así que, en vista de que Occidente ya no fabricaba una mierda y era totalmente dependiente del consumo, se decidió dar carta blanca los especuladores para que inflasen la economía a base de crédito y de hacerse trampas al solitario.
3) En los últimos veinte años han sido los zorros los que han cuidado del Gallinero. Y así nos ha ido.
4) La única diferencia entre un economista y una puta es el precio (y que ésta, normalmente, no te muerde). La “profesionalidad” y “objetividad” de los más “sesudos” economistas del mundo es casi tan digna de confianza como Nanysex haciendo de canguro.
5) Esto, en vista de que todo sigue igual, volverá a pasar.
Así de simple. Fíjate si es fácil de entender.
Porque, a veces -eso es algo que aprende todo el que ha impartido clases-, conviene simplificar los hechos para que el alumno no se pierda en el detalle. Y aquí se ha faltado a ese principio básico. Contando exactamente lo mismo, me parece mucho más efectivo –y efectista, de acuerdo- Michael Moore, que, aunque menos riguroso, añade la imprescindible toque de mala leche, sarcasmo y defenestración pública de esta panda ce H***P****. Incluso documentales relativamente áridos como “El dinero es deuda” –que recomiendo vivamente - me parecen más eficaces en este sentido.
En definitiva, lo dicho: es un gran documental que nos permite a muchos terminar de encajar las piezas sueltas en la comprensión de este gran putiferio, pero que, seguramente, no llegará del todo al público en general.
8 de agosto de 2009
8 de agosto de 2009
86 de 149 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seré franco: el problema de la mayoría es que viven anclados en las impresiones de la niñez. Es como el primer amor: siempre tendemos a recordar a la muchacha como si hubiera sido Megan Fox, y, luego, cuando casualmente nos la encontrarnos en el Pryca quince años después, ¡coño!, resulta que era un callo malayo... Y es que, en serio, ¿cuándo fue la última vez que le echasteis un vistazo al primer Terminator? Hacerme el favor, volver a verla, vamos… Comprendo perfectamente que en el lejano 1984 (¡tempus fugit!) la película resultara entretenida y bastante resultona (no más), pero ha envejecido muy, pero que muy mal: El “Chuache” (que, obviamente, nunca ha sido Jeremy Irons, pero que ha ido cogiendo su punto socarrón) está para matarlo; Linda Hamilton está como de costumbre: entre el exceso y el defecto sin llegar nunca (pero, bueno, son las ventajas de tirarse al director…); los efectos especiales son de tienda de chinos, y vistos hoy hacen recordar a Ed Wood…
Y en cuanto a Terminator 2… Sí, es una gran película (con la mitad de planos fusilados de Aliens, dicho sea de paso), pero… ¿Cuántas veces la habéis visto, chavales? ¿Os sigue gustando igual la quinta vez?
Terminator 3 es una película estupenda, con una factura impecable y unos efectos especiales absolutamente solventes. Fabulosa para pasar una tarde entretenida y disfrutarla con unos colegas. Schwarzenegger nunca se ha parecido tanto a un actor como aquí y Kristanna Loken (¡Vaya hembra!) se come la pantalla con papas -Soy, lo reconozco, de los que, además de quedar impresionado por sus evidentes “capacidades” (dos), pensé entonces que era una gran actriz (“¡Joder!, hay que ver lo bien que hace de robot, la tía… ¡Ni pestañea!”). Luego me he ido percatando que la cara en cuestión le viene de fábrica y que pondría la misma si tuviera que interpretar a una monjita violada por una tribu de caníbales…-. Además, y en eso, y lo siento mucho por los “talibanes”, ésta le da doscientos millones de vueltas al tono pueril que domina la serie -“El bien finalmente triunfa, porque… ¡Coño!, esto es América!”-, posee uno de los finales más devastadores y lúcidos que ha tenido a bien darnos Hollywood en mucho tiempo. Un final cabrón, sin espacio a la esperanza, que, por fin en una película yanqui, reconoce que “Sí hay destino”.
Por supuesto, la película no es perfecta. Su ritmo narrativo deja que desear, haciendo que la acción vaya a trompicones; entreteniéndose demasiado en cuestiones menores y acelerando demasiado al final: reconozco que en esto, en mantener el pulso narrativo, Cameron es claramente superior. Y en cuanto a los sujetos (de cuyo nombre no quiero acordarme) que perpetran los papeles de John Connor y su novia (el cara de palo y la histérica gritona), mejor me callo: son todo un ejemplo de hasta qué punto un mal reparto puede, él solo, joder una película…
Aún y todo, muy recomendable. Entretenimiento puro.
Y en cuanto a Terminator 2… Sí, es una gran película (con la mitad de planos fusilados de Aliens, dicho sea de paso), pero… ¿Cuántas veces la habéis visto, chavales? ¿Os sigue gustando igual la quinta vez?
Terminator 3 es una película estupenda, con una factura impecable y unos efectos especiales absolutamente solventes. Fabulosa para pasar una tarde entretenida y disfrutarla con unos colegas. Schwarzenegger nunca se ha parecido tanto a un actor como aquí y Kristanna Loken (¡Vaya hembra!) se come la pantalla con papas -Soy, lo reconozco, de los que, además de quedar impresionado por sus evidentes “capacidades” (dos), pensé entonces que era una gran actriz (“¡Joder!, hay que ver lo bien que hace de robot, la tía… ¡Ni pestañea!”). Luego me he ido percatando que la cara en cuestión le viene de fábrica y que pondría la misma si tuviera que interpretar a una monjita violada por una tribu de caníbales…-. Además, y en eso, y lo siento mucho por los “talibanes”, ésta le da doscientos millones de vueltas al tono pueril que domina la serie -“El bien finalmente triunfa, porque… ¡Coño!, esto es América!”-, posee uno de los finales más devastadores y lúcidos que ha tenido a bien darnos Hollywood en mucho tiempo. Un final cabrón, sin espacio a la esperanza, que, por fin en una película yanqui, reconoce que “Sí hay destino”.
Por supuesto, la película no es perfecta. Su ritmo narrativo deja que desear, haciendo que la acción vaya a trompicones; entreteniéndose demasiado en cuestiones menores y acelerando demasiado al final: reconozco que en esto, en mantener el pulso narrativo, Cameron es claramente superior. Y en cuanto a los sujetos (de cuyo nombre no quiero acordarme) que perpetran los papeles de John Connor y su novia (el cara de palo y la histérica gritona), mejor me callo: son todo un ejemplo de hasta qué punto un mal reparto puede, él solo, joder una película…
Aún y todo, muy recomendable. Entretenimiento puro.

7,6
165.320
7
27 de agosto de 2009
27 de agosto de 2009
47 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quisiera hablaros de una de las películas más brillantes que he visto, una maravilla con el más memorable final que recuerdo. Trataré de hacer la sinopsis sin reventarla: el personaje protagonista, tras superar una traumática experiencia, comienza a ser perseguido por extrañas y terroríficas visiones fantasmales hasta que finalmente que se descubre en realidad estaba m…
Si, en efecto, lo habéis adivinado. Se trata de “El Carnaval de las Almas”, la obra maestra de Herk Harvey.
¿Qué…? Ah, que no estabais pensando en esa… Claro, es lógico. Esa película es casi desconocida, un clásico de los sesenta. Vosotros sin duda estabais pensando en otra formidable película mucho más actual: la maravillosa “La escalera de Jacob”, de Adrian Lyne… O no…
Bueno, luego hay otro curioso refrito de estas (y en parte de media docena más) bastante efectista llamada “El sexto sentido”. Pero yo, puestos a elegir, prefiero siempre el original a la copia…
---
Porque, sí; tengo una mala noticia: si eres de los que siempre ha pensado que “El Sexto Sentido” es el culmen de la originalidad, lamento comunicarte que todo, absolutamente todo lo que valoras del argumento, incluido el final, estaba ya en “El Carnaval de las Almas”; rodado cuarenta años antes. Es más, se podría decir sin exagerar demasiado que Shyamalan hizo un remake parcial: cambio personajes, localización y desarrollo, pero, salvo por el niño, dejo intacto el núcleo argumental. La relación con “La Escalera de Jacob”, lo reconozco, es mucho más tangencial. Pero precisamente por eso la prefiero a ésta: al menos le dieron a la cuestión una estética y un enfoque totalmente distinto y no se limitaron a fusilar a Harvey.
Pero… Hablemos del niño, de la única diferencia sustancial que introduce Shyamalan. Veamos: un niño con poderes psíquicos, que ve lo que nadie más ve y que se comunica con los muertos… Eso me suena… ¡Coño!, Tony; el crío de “El Resplandor”. “El Resplandor” y unas once mil películas de “Serie B” más, claro…
Vamos, en resumen, que el secreto de Shyamalan se podría resumir en esto:
----
Receta para un “peliculón” de miedo:
Tómense tres cucharadas soperas de “El Carnaval de las Almas” (principio, final, protagonista perseguido por visiones fantasmales, golpes de efecto, tratamiento y maquillaje) y añádase un buen pedazo del niño de “El Resplandor” (sin que se note demasiado el sabor a rancio). Póngase una pizca de la típica historia del fantasma que no puede descansar en paz hasta que sea haga justicia a su asesinato –de Hamlet hasta ahora ni te cuento…- y, al gusto, efectismo -cabezas reventadas, sesos al aire, vómitos…-.
Sírvase frio a un público poco resabiado, no demasiado puesto en el género.
---
La película no está mal: es entretenida y muy efectiva. Y Bruce Willis, las cosas como son, está como para ponerle un piso. Pero, creedme, el Terror sobrenatural existía antes de Shyamalan.
Si, en efecto, lo habéis adivinado. Se trata de “El Carnaval de las Almas”, la obra maestra de Herk Harvey.
¿Qué…? Ah, que no estabais pensando en esa… Claro, es lógico. Esa película es casi desconocida, un clásico de los sesenta. Vosotros sin duda estabais pensando en otra formidable película mucho más actual: la maravillosa “La escalera de Jacob”, de Adrian Lyne… O no…
Bueno, luego hay otro curioso refrito de estas (y en parte de media docena más) bastante efectista llamada “El sexto sentido”. Pero yo, puestos a elegir, prefiero siempre el original a la copia…
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Porque, sí; tengo una mala noticia: si eres de los que siempre ha pensado que “El Sexto Sentido” es el culmen de la originalidad, lamento comunicarte que todo, absolutamente todo lo que valoras del argumento, incluido el final, estaba ya en “El Carnaval de las Almas”; rodado cuarenta años antes. Es más, se podría decir sin exagerar demasiado que Shyamalan hizo un remake parcial: cambio personajes, localización y desarrollo, pero, salvo por el niño, dejo intacto el núcleo argumental. La relación con “La Escalera de Jacob”, lo reconozco, es mucho más tangencial. Pero precisamente por eso la prefiero a ésta: al menos le dieron a la cuestión una estética y un enfoque totalmente distinto y no se limitaron a fusilar a Harvey.
Pero… Hablemos del niño, de la única diferencia sustancial que introduce Shyamalan. Veamos: un niño con poderes psíquicos, que ve lo que nadie más ve y que se comunica con los muertos… Eso me suena… ¡Coño!, Tony; el crío de “El Resplandor”. “El Resplandor” y unas once mil películas de “Serie B” más, claro…
Vamos, en resumen, que el secreto de Shyamalan se podría resumir en esto:
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Receta para un “peliculón” de miedo:
Tómense tres cucharadas soperas de “El Carnaval de las Almas” (principio, final, protagonista perseguido por visiones fantasmales, golpes de efecto, tratamiento y maquillaje) y añádase un buen pedazo del niño de “El Resplandor” (sin que se note demasiado el sabor a rancio). Póngase una pizca de la típica historia del fantasma que no puede descansar en paz hasta que sea haga justicia a su asesinato –de Hamlet hasta ahora ni te cuento…- y, al gusto, efectismo -cabezas reventadas, sesos al aire, vómitos…-.
Sírvase frio a un público poco resabiado, no demasiado puesto en el género.
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La película no está mal: es entretenida y muy efectiva. Y Bruce Willis, las cosas como son, está como para ponerle un piso. Pero, creedme, el Terror sobrenatural existía antes de Shyamalan.

8,1
46.605
9
23 de mayo de 2010
23 de mayo de 2010
34 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras escribo estas líneas, tengo la nausea instalada en el estómago y el sabor de la hiel me llena la boca. Llevaba años sin revisitar está película. Algo, un rechazo tan inconsciente cómo visceral, me impedía animarme volver a verla; no encontraba el valor. Y eso que casi no la recordaba… Pero resulta que hoy me la he encontrado a traición, en una emisión televisiva, y ahora sé de sobra los motivos de mi rechazo: hay demasiada verdad en ella, más de la que puedo soportar. Si Dios quiere, no volveré a encontrarmela nunca.
Porque pocas veces en la historia, jamás desde luego en el, por lo general bochornoso, cine español, se ha mostrado un retrato tan insoportablemente fiel, tan fotográfico, de una sociedad y de un tiempo como el que nos vomita ésta obra maestra. Un tiempo, por desgracia, y para vergüenza de los españoles, horriblemente cercano, cuyos coletazos y rencores aún se perciben en las zonas más deprimidas de Andalucía y Extremadura. Y todo ello, para más escarnio, sin aspamientos; narrado con la insoportable contención de quien enumera una verdad evidente.
“Los Santos Inocentes” es un espejo colocado frente al rostro de España que nos muestra con toda crudeza y sin estridencias su imagen más aberrante, el reflejo de la que hasta, como quien dice ayer, fue la nación más atrasada de Europa occidental; un lugar dónde el caciquismo, la pobreza y el analfabetismo han sido, no sólo la regla, sino sinónimo de “orden y buenas costumbres”; lo “deseable”. Una película, por qué no decirlo, que entre tanto sucio revisionismo–en especial por parte de ciertos sectores de la derecha, empeñados en falsificar lo evidente- y para enmendar la plana a los que proclaman cínicamente el fin de las ideologías –Curiosamente, los que lo dicen suelen tener una ideología perfectamente “reconocible”-, se permite recordarnos mediante un severo puntapié en la entrepierna quiénes se enfrentaron en nuestra Guerra Civil y por qué luchaban.
Una película, además, que es un autentico portento artístico; que, por si fuera poco la magistral dirección de Camus, cuenta con algunas de las actuaciones más impagables de la historia del cine. Alfredo Landa, siempre solvente pero con una innegable tendencia al histrionismo, se muestra aquí, en cambio, absolutamente contenido, en su sitio, dándole a su personaje una verosimilitud y grado patetismo que resultan insoportables; Paco Rabal, inolvidable -¿quién no recuerda aquello de “Milana guapa”-.Y sobre todo, un Juan Diego en estado de gracia, que da vida y alma a uno de los personajes más odiosos y repugnantes de las historia del cine –quizás sólo superado por el capitán franquista de “El laberinto del fauno”-. Todos ellos magistrales, al igual que los secundarios.
En definitiva, una película tan imprescindible como dolorosa. La mejor película de la historia del cine español.
Porque pocas veces en la historia, jamás desde luego en el, por lo general bochornoso, cine español, se ha mostrado un retrato tan insoportablemente fiel, tan fotográfico, de una sociedad y de un tiempo como el que nos vomita ésta obra maestra. Un tiempo, por desgracia, y para vergüenza de los españoles, horriblemente cercano, cuyos coletazos y rencores aún se perciben en las zonas más deprimidas de Andalucía y Extremadura. Y todo ello, para más escarnio, sin aspamientos; narrado con la insoportable contención de quien enumera una verdad evidente.
“Los Santos Inocentes” es un espejo colocado frente al rostro de España que nos muestra con toda crudeza y sin estridencias su imagen más aberrante, el reflejo de la que hasta, como quien dice ayer, fue la nación más atrasada de Europa occidental; un lugar dónde el caciquismo, la pobreza y el analfabetismo han sido, no sólo la regla, sino sinónimo de “orden y buenas costumbres”; lo “deseable”. Una película, por qué no decirlo, que entre tanto sucio revisionismo–en especial por parte de ciertos sectores de la derecha, empeñados en falsificar lo evidente- y para enmendar la plana a los que proclaman cínicamente el fin de las ideologías –Curiosamente, los que lo dicen suelen tener una ideología perfectamente “reconocible”-, se permite recordarnos mediante un severo puntapié en la entrepierna quiénes se enfrentaron en nuestra Guerra Civil y por qué luchaban.
Una película, además, que es un autentico portento artístico; que, por si fuera poco la magistral dirección de Camus, cuenta con algunas de las actuaciones más impagables de la historia del cine. Alfredo Landa, siempre solvente pero con una innegable tendencia al histrionismo, se muestra aquí, en cambio, absolutamente contenido, en su sitio, dándole a su personaje una verosimilitud y grado patetismo que resultan insoportables; Paco Rabal, inolvidable -¿quién no recuerda aquello de “Milana guapa”-.Y sobre todo, un Juan Diego en estado de gracia, que da vida y alma a uno de los personajes más odiosos y repugnantes de las historia del cine –quizás sólo superado por el capitán franquista de “El laberinto del fauno”-. Todos ellos magistrales, al igual que los secundarios.
En definitiva, una película tan imprescindible como dolorosa. La mejor película de la historia del cine español.
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