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Críticas 123
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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11 de diciembre de 2015
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno de mis amigos estudió un máster en Administración y Dirección de Empresas (o MBA), tuve a bien decirle que había ganado tanta confianza en sí mismo durante ese curso, que su forma de ser se había vuelto en cierto modo más desagradable. Le puse algunos ejemplos de lo que antes no hacía y entonces sí. A saber: su tono de voz ante personas que no conocía era más directo, altivo y cortante; cuando algo no le interesaba lo decía claramente a quien correspondiera; si le llevaban la contraria en algo su reacción iba cargada con mayor irritabilidad. En definitiva, la seguridad que había adquirido era tan fuerte que hacía a los de su alrededor perder la suya propia. Supongo que esa es la clave para llevar bien una empresa.

Si bien Bloodsucking Bastards no aspira a ser otra cosa que una comedia (apenas una sátira), en realidad su crítica social (de ahí hasta el nombre) apunta a los economistas, las empresas, sus trabajadores y los dirigentes. A todo el círculo. Pero claro, al hacerlo con humor también lo hace un poco con cariño, o sin malas intenciones. Es lo bueno de este género (dirán algunos), que aunque vaya cargado de mala leche, al final es sólo eso, la pretensión de hacer reír. Su (posible) mensaje no provoca malestar en el que mira, incluso aunque pueda verse reflejado entre las críticas. En el fondo no hay mucho más, porque todo simbolismo que se esconde tras esta historia de vampiros dirigiendo una compañía para hacerla más eficiente y productiva, no sugiere otra cosa que entretenimiento, nunca exige de un momento reflexivo, aunque llegues a admitir algún momento bueno por encima de la media.

Bloodsucking Bastards es, en el fondo, como un episodio largo de cualquier serie o sitcom norteamericana. Está plagado de gags, cada uno de distinto calado y nivel, y todas las situaciones y diálogos están destinados a encontrar la carcajada por encima de la burla, con escasa conexión entre una escena y otra, más allá de mantener los personajes. No niega su condición de producto intrascendente pero entretenido, fácil de ver y mucho más si es entre amigos, pero al entramar un escenario donde la crítica va implícita y a veces también explícita, el hecho de que esta esté basada en los vampiros es de lo más destacable del guion. Que luego no dé miedo, que no te rías demasiado o que te cuestiones el porqué de que al principio los vampiros tengan una fuerza sobrehumana para dar sopapos a sus víctimas y que después esta desaparezca al combatir contra los protagonistas… es sólo cosa tuya. Depende de tus exigencias, porque hasta los productores de esta comedia de terror saben para quién va dirigida. Para eso habrán pagado a sus responsables de márquetin, habrán pedido un informe de la situación a recursos humanos y habrán gestionado los contratos como les fuese a resultar mejor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un saludo a todos los compañeros de carrera, sobre todo a los que el primer día aseguraron que la decisión principal para estudiar Economía se basaba en lo que (creían) iban a aprender sobre la Bolsa y sobre cómo enriquecerse cuanto antes a través de ella. Otro saludo a los profesores con mensajes optimistas sobre el ciclo económico, incapaces de predecir las consecuencias de la crisis y de la burbuja una vez rota, pero los primeros en decir que lo sabían y lo presagiaron. A Keynes, al que estudié durante 4 años hasta que dijeron que estaba equivocado y debía de estudiar a Hayek. Y un saludo a mi amigo (el del MBA), porque ahora curra cada día 13 horas, aunque sólo cobra por las 8 y aun así da gracias porque, a veces, alguno de sus jefes le lleva en coche a casa, o le da las gracias por cerrar la contabilidad siendo domingo a través de un mensaje de WhatsApp.

Todos somos un poco chupasangres.

Con humor,

Fendor
29 de abril de 2016
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque al parecer no es algo único ni novedoso, debo confesar que desde niño me dan bastante miedo los payasos. Tengo guardado en la memoria un momento de mi infancia en un circo (de las pocas veces que iría), y el recuerdo más vívido dentro de él coincide con la salida de los payasos y su subida y bajada por las escaleras donde estaba el público. Mi mayor temor era que se pararan a mi lado y me miraran, o que tuvieran intención de hablarme o bromear conmigo. Un miedo similar al que uno tiene cuando un profesor pide salir a la pizarra a resolver un problema del que no tienes ni idea, pero mucho más irracional e incomprensible para uno mismo, que no es capaz de vislumbrar a la persona que se esconde detrás de tanto maquillaje.

Es posible que todo se debiera a eso, al maquillaje, las pelucas y las ropas llamativas; al disfraz que les creaba otra identidad indescifrable y misteriosa. Sin embargo, Chocolat, el payaso que interpreta Omar Sy, la desarrolló sin necesitar de otro disfraz que su sonrisa y el color de su piel, dos ingredientes que llamaron la atención del público de principios del siglo XX, época final del colonialismo y en la que estaban más que acostumbrados al entretenimiento de tintes racistas. Durante más de 10 años Chocolat y el payaso Footit se convirtieron en los payasos estrellas del circo más importante y moderno de París y, una vez allí, después de festejar todo lo bueno que les trajo el dinero, surgieron las primeras preocupaciones sobre la dignidad del primer artista de circo negro en Francia.

Roschdy Zem, realizador de Monsieur Chocolat, dramatiza la vida del cubano Rafael Padilla, alias Chocolat, hasta el punto de crear una duda interior que hace plantearse al espectador si lo que se muestra es de verdad lo que pasó, y llegando a la conclusión de que se trata de una libre interpretación de la biografía de Padilla y de los hechos acontecidos entre 1895 y 1917. Lo más llamativo, en este sentido, es ver cómo juega con el personaje de Footit (James Thiérrée, nieto de Charles Chaplin) y crea una rivalidad entre ellos que posiblemente existiera, pero cuya explicación en la película no coincide con la cronología real, y así también ocurre con muchos otros pasajes de la historia de estos dos payasos que triunfaron hasta que ambos decidieron trabajar en solitario (cada uno a su manera).

Por ese motivo, es recomendable ver Chocolat sin pensar en si coincidirá o no con lo ocurrido de verdad, y plantearse sus 110 minutos de duración como lo hace su protagonista: un entretenimiento que se recrudece a medida que comprobamos la verdad tras el telón rojo. La mayor virtud del film, más allá de cumplir su función como divertimento que se toma en serio, está en su recreación, tanto en las escenas de circo como en las coreografías, realizadas con bastante acierto, y sobre todo en haber creado un personaje principal que no es perfecto, retratando una evolución e incluso una explicación sobre su personalidad y su vida, y que genera problemáticas lógicas incluso a día de hoy, donde uno se puede cuestionar si degradarse para hacer reír al personal no es en el fondo una degradación bastante seria y preocupante.
22 de noviembre de 2015
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco después de que Alejandro González Iñárritu acabara de estrenar Babel, recuerdo que un amigo mexicano me contó que entre el famoso director y Guillermo Arriaga —su guionista hasta aquel entonces— existía cierto resquemor porque el primero se jactó (más o menos) de ser el gran causante de las buenas críticas de sus películas. A Arriaga le gustaron poco sus palabras y, por este motivo o por otro que yo desconozco, sus trabajos colaborativos terminaron. Guillermo Arriaga dirigió Lejos de la tierra quemada en 2008 e Iñárritu hizo Biutiful en 2010. Las críticas de ambas cintas hablaban de la desaparición del otro, aunque las consideraran buenas por separado. Se echaba de menos que el producto conjugara ambos discursos.

Noah Baumbach, por su parte, ha ido forjando su carrera en solitario con cierto éxito de crítica —Kicking and Screaming, su ópera prima, es una prueba de ello—, pero parece que ha necesitado de la presencia y la contribución de Greta Gerwig para dar mayor prestancia a su labor. La estrecha colaboración y suma de ideas le ha llevado a mejorar su obra, a hacerla más universal. Su visión neoyorquina de la vida, esa que tanto hemos visto en el cine y que él, en cierto modo, renueva con el suyo, ha ido un paso más allá con dos películas: Frances Ha y Mistress America. Nadie parece negar que sean sus productos más completos. Como si la honestidad que él destilaba anteriormente en Una historia de Brooklyn o en Margot y la boda no estuviera tan bien acabada (a pesar de las buenas opiniones). Mezclaba drama y comedia y creaba poco a poco un discurso propio y reconocible, pero nunca total, nunca lo suficientemente generacional o extensible a un público más ecuménico. No sabemos cuánto durará esta peculiar visión global de Nueva York creada por Baumbach y Gerwig, pero esperamos que no sufran de los problemas de ego que tuvieron los autores mexicanos mencionados.

En Kicking and Screaming, que como he dicho, es su primer largometraje, se puede ver ese talento ya aceptado para los diálogos ingeniosos, simultáneos y hasta hirientes, su inteligencia para desplegar un guion ágil y cercano a través de la cámara, pero también se notan sus debilidades y defectos mucho más. Su tendencia al modernismo o hipsterismo (palabras válidas para decir lo mismo, aunque hablemos de 1995), su burbuja más impermeable y, claro, más afectada que la que nos muestra ahora. Pero es lógico, como cuando estás conociendo a alguien que te atrae y procuras parecerle interesante. Te exhibes, pero con cuidado y con pudor, intentas darte a conocer en todos tus ángulos posibles, pero dejando con la intriga de saber qué más habrá detrás de lo que puede ver en ti. Así también parece funcionar esta ópera prima, que intenta condensar todas sus neuras en tan sólo 90 minutos, como si temiera no volver a hacer nunca otra obra más. Es mejor intentarlo por si acaso y, si tienes suerte, aprender de los errores o fracasos.

Kicking and Screaming se centra en otros ámbitos más lejanos a los luego vistos, y aunque en realidad son partes de una misma cosa (el crecimiento personal de estar perdido), aquí también se siente como algo más coral, sin una estrella principal que dé con todo. Una búsqueda mayor, más visiones sobre la falta de ambición o la incapacidad para saber qué es lo que estamos esperando de la vida ni lo que queremos conseguir de ella. La idea de que sólo hay dos caminos que tomar a cierta edad, especialmente a partir de los 18 años, cuando es hora de decidir si sigues estudiando o empiezas a currar (considerando que la opción de acomodarte con tus padres sin futuro es más perjudicial). La memoria de tiempos pasados, cuando aún se es joven, las esperanzas y las amistades del momento. Baumbach evidencia aquí un intento de voz propia y visión subjetiva, y un intento de desarrollar historias con un pequeño toque existencialista sin grandilocuencia y con humor. Nada nuevo, pero apreciable por su humanidad, aunque se dediquen sólo a hablar.
9 de abril de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empiezo a escribir esta opinión mientras tarareo La Bicyclette, de Yves Montand, una canción ligera, alegre y festiva y uno de los dos temas que aparece en la película Moliere en bicicleta (en francés Alceste à bicyclette). El otro es Il Mondo, del italiano Jimmy Fontana, una canción triste, melancólica y reflexiva. Estos seis adjetivos mezclados podrían resumir perfectamente lo que es esta película, sus pretensiones y ante qué tipo de comedia nos encontramos.

El film lo protagonizan Fabrice Luchini y Lambert Wilson y lo dirige Philippe Le Guay (parece que le hayamos puesto un apodo en pleno motín de Aranjuez). A Luchini le pudimos ver no hace mucho protagonizando la película En la casa (2012), una de las más populares de aquél año y por la que estuvo nominado a Mejor Actor en los Premios César de 2012, galardón que no obtendría hasta el año siguiente gracias a la actuación en esta Moliere en bicicleta que nos ocupa. Wilson, por su parte, puso voz al oso Ernest en la maravillosa película de animación Ernest & Célestine (2012), protagonizó De dioses y hombres (2010) y ha participado en varias producciones norteamericanas, y además presentará la ceremonia del Festival de Cannes de este año. La carrera de Le Guay, en cambio, no ha sido tan popular fuera de su país, a pesar de estar muy ligada a la carrera de Luchini (han participado juntos en multitud de películas y la idea original de ésta es obra de ambos); en España le conocíamos más que nada por la comedia Las chicas de la sexta planta, que contaba con mayoría española dentro de su coral reparto. En un segundo plano también tenemos a Maya Sansa (segundo no por su aportación, sino por sus minutos en pantalla), que con esa cara y esa sonrisa (que ya vimos en La mejor juventud) es siempre un desencadenante y una consecuencia en las decisiones de los protagonistas masculinos.

Moliere en bicicleta es la típica película para que los que dicen “el cine francés me aburre” lo sigan diciendo y para que el resto disfrute de un buen rato de cine, con interesantes reflexiones sobre el mundo de la actuación, de la amistad, con algunos buenos diálogos, grandes actuaciones y un uso del paisaje y los pueblos que los franceses saben hacer muy bien (y sino, ¿por qué yo ahora quiero vivir en un molino?). En este sentido la película guarda muchas similitudes con Conversaciones con mi jardinero, otra de esas películas que alegran el alma de uno de manera puntual con algunas conversaciones, siendo al final un producto interesante. Lo que más me ha gustado es cómo muestran el proceso por parte del actor para dotar de personalidad un personaje, cómo muestra la importancia que cada uno pone en dónde debe hacer hincapié en sus frases, la importancia de cómo entiendas a tu personaje, sus gestos, las entonaciones (diferencias entre teatro, televisión y cine) y otras formas de construir un personaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Acabo de escribir tarareando Zazie Fait De La Bicyclette, del grupo Plastiscines, y es que en este rato me ha dado por escuchar otras canciones para/sobre montar en bicicleta, porque lo primero que me vino a la mente cuando sonó La Bicyclette, de Yves Montand fue Juntos, nada más, otra película francesa, aunque en ésta no montaban en bicicleta, sino que se iban de viaje con Paulette (Paulette es parte de la canción). Il Mondo me ha recordado a la británica Una cuestión de tiempo, porque aún la tengo reciente. Agradezco en cualquier caso que hayan escogido la versión original en italiano del año 1965 y no la versión en español del año 2004 perpetrada por Efecto Mariposa.
11 de diciembre de 2015
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que está tan de moda la nostalgia, os confiaré una cosa de la mía. De niño yo quería ser un vaquero, o en su defecto un templario en las cruzadas. La mayor parte del deseo fue desarrollado, creo, a través del juego con los clics de Playmobil. El fuerte y dos castillos que vendían y que coleccionamos con la ayuda de los años y los Reyes Magos.

Pero no hay justicia. En este mundo no hay justicia. No llegué a cumplir mis sueños, pero la verdad es que yo ya no los quiero. Este mundo ya es bastante peligroso sin que yo le busque más costuras. Sin embargo en el cine, lugar donde disfrutar también de adulto, acepto el sufrimiento y la alegría de las historias bien contadas, que me implican en los hechos que acontecen, que se olvidan de las fuentes y me ofrecen algo nuevo y que cuentan con un impresionante actor como protagonista y con unos más que buenos secundarios, todos ellos bebedores de cazalla y fumadores de puracos. Algo necesario en el Oeste.

The Salvation es el Oeste que yo me imaginaba siendo niño. Un lugar en el que había malos que con su presencia ya te daban miedo, que con su mirada ya sentías… les creías capaces de hacer cualquier cosa, sin miramientos. Pero The Salvation también da más que eso: una historia que no oculta nuestra condición humana, a pesar de un argumento muy sencillo y en el fondo un poco visto (quizás porque funciona). Donde la felicidad, la tristeza, la lealtad, el odio, la venganza y la dureza de la vida en un desierto de oro negro se interrelacionan fácilmente entre las luchas personales. Donde cada acto obtiene su reflejo en la propia sociedad, el pueblo, los alcaldes y los sheriffs. Los bandidos, criminales y los héroes que, sin serlo, se mueven solamente guiados por sus sentimientos.

Hacer partícipe al espectador de todos los sentimientos por los que pasa el personaje protagonista no es sencillo, aunque este sea Mads Mikkelsen. Hablo de hacerlo sin subir de más la música, como con el terror. Emociones más profundas que pocas veces vemos y que salen de repente en una hora y media de metraje. Desconfianza, temor, impotencia, rabia, la violencia que sale de dentro. Todo realizado con una determinación no muchas veces vista, con una dirección fría y seca, pero dura e inclusiva. Kristian Levring ha dirigido un Western que no huele a otros anteriores demasiado, con carácter propio, con un guion bastante consistente e impresionable para hacerlo impresionante, capaz de ser creíble más allá de lo que uno pueda suponer que fue el Oeste, y tuvo que ser algo parecido a esto. Una producción noruega que lanza un mensaje: los europeos se han pasado toda su historia peleando, los estadounidenses (europeos fuera de circulación, como las antiguas pesetas) se liaron a matarse nada más llegar, primero a matar a otros, luego entre ellos mismos y después por las tierras y ferrocarriles: la riqueza. Se crearon bandas y bandidos, leyes nuevas, la posibilidad de ir con la pistola por la calle y de impartir justicia. Aunque la justicia siempre llegue tarde.

De niño yo quería que ganara el bueno y no lo meditaba todo tanto. La rectitud era algo objetivo para mí y, aunque mi creatividad jugaba sólo en base a una sensación, la diversión, seguramente mis personajes poco articulables personificaban estas mismas impresiones, las que he visto en The Salvation. Así que perdonad si me emociono, pero es que he pasado un rato bien bueno y también un poco malo, pero absorbente siempre.
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