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Críticas ordenadas por utilidad
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6,3
18.523
8
6 de noviembre de 2016
6 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lawrence Kasdan, uno de los directores con prestigio en Hollywood cuya carrera da fe de ser alguien que entiende muy bien la mecánica del cine adulto y clásico al mismo tiempo, logró que el género del western no acabase olvidado gracias a su mega clásico contemporáneo llamado “Silverado”. Aunando potencial y un reparto coral en estado de gracia consiguió labrarse el mérito de tener madera para la tarea. Pero como ya se ha dicho en más de una ocasión el género siempre ha estado en una espiral de resurgimiento – hundimiento que nunca cesa y así están las cosas. En los noventa llegó “Bailando con lobos” y justo después “Sin perdón”. Mirándolo fríamente Kasdan tomaría la esencia de estas 2 superproducciones, tanto en forma como en fondo a fin de cuentas, y se atrevió a rodar la (posiblemente) versión definitiva sobre uno de los iconos populares de la historia de la cultura popular americana: Wyatt Earp.
A día de hoy la película funciona por sí misma a pesar de contar con, quizás, un metraje un tanto excesivo contando además con cierta arritmia en algunos pasajes debido a una solemnidad impresionante, como si de esta forma se madurara mejor este biopic casi crepuscular. Las 3 horas de metraje sirven para exponer la base y esencia de la vida del personaje, es decir, un hombre que es presentado desde chaval con la intención de hacer justicia y hacer cumplir la ley. Mamotreto coral con un sinfín de rostros conocidos en el star system hollywoodiense siendo Quaid el más acertado con permiso de un enorme Hackman, actor que nació para suministrar cinematografía actoral en todas las películas que ha participado, “Wyatt Earp” es un claro ejemplo de realización elegante y comedida junto a un tono clásico para una realización templada, casi contemplativa, siendo más un vehículo expositivo de la vida y milagros del personaje pero sin dejar a un lado arranques de violencia seca (muy bien expuestos) con los tiroteos en su justa medida pero sin ser estos los que dirijan la historia o sean el centro de atención aún siendo un western en toda su esencia.
Wyatt Earp, tal como está expuesta y realizada, es una especie de radiografía donde el director no repara en gastos para contar todos los detalles posibles de una figura legendaria y que debido a la estirpe y leyenda sobre la misma necesitaba una versión así. Quizás la elección de Costner no sea la mejor de ellas pero es imposible obviar o apartar de la ecuación el carisma con el que cuenta el actor y, si bien es cierto sus justas dotes interpretativas no acaban de congeniar del todo, logra transmitir cierta mítica al personaje que le da al mismo una aura de pose muy lograda. Interesante como Kasdan hunde a Wyatt en el lodazal de la depresión y la autodestrucción para hacerlo partir de cero resurgiendo de sus propias cenizas cual ave Fenix y convirtiéndolo en un defensor de la ley a ultranza, un hombre familiar hasta el final (“Lo que cuenta es la sangre“) a pesar de sus problemas amorosos, casi tortuosos, rudo pero con el gatillo certero. Según indica la propia historia ni una sola bala acabó con él, quizás mitad realidad mitad leyenda pero da al personaje mayor relevancia y eco en la historia.
Película episódica que si uno pierde cinco minutos en leer la historia de Wyatt Earp descubrirá que el director es bastante fiel y fidedigno a la realidad, logrando así darle a este biopic el empaque necesario, la seriedad requerida y la verdad exigida para que no sea el típico filme maniqueo (aunque tratándose de una leyenda siempre viene bien dotarle de cierto espectáculo, más aún tratándose de un western). Quizás el único problema es que le falta cierto ritmo. También es lógico que empleando 3 horas (largas) es muy difícil conseguir uniformidad sin caer en algo de arritmia pero no hace mella en el conjunto. A fin de cuentas el producto es contundente, metódico, detallista y sobre todo está muy que logrado, con la inspiración de los grandes westerns como base de fondo pues en su haber se pueden encontrar un montón de escenas conseguidas y muy bien expuestas como todas en las que aparece Gene Hackman, quien dejará a Wyatt, su hijo, los ideales por los cuales luchar, la enfermedad del tifus que padece su esposa, la aparición de los búfalos y las montañas de pieles al igual que todos y cada uno de los duelos (el más famoso: el acontecido en el OK Corral, más escueto de lo que pueda parecer pero con un despliegue de medios sin igual), la emboscada entre los trenes donde las siluetas recortan el humo de una forma magistral o el duelo entre Wyatt y el indio en el interior del bosque, con el montaje en estado de gracia.
Owen Roizman, director de fotografía, lograría un trabajo de altura, dándole a la película el tono necesario para conseguir el aroma clásico necesario, dando con el tono exquisito al emplear luz natural, casi documental junto con los tonos terrosos y los juegos de luces y sombras entre la humareda, aparte de enfatizar los colores vivos y naturales de los propios parajes demostrando sin lugar a dudas ser uno de los mejores casos al respecto dentro del propio género, al igual que la batuta de Newton Howard, con una partitura llena de vida y logrando un tema central pletórico, casi vitalista, aunando épica y mimetismo a partes iguales. “Wyatt Earp” se erige como un western en estado de gracia que sin obviar las miserias del propio personaje decide dar cabida a todos los episodios para comprender la magnitud de una leyenda que se fue forjando a base de comprender que la ley estaba para cumplirla, al precio que fuese, y demostrar que para hacerse un nombre hay que sacrificarse por la lucha a pesar de pagar un alto precio por ello. Muy recomendable sin lugar a dudas.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/11/06/critica-wyatt-earp-lawrence-kasdan-1993-la-leyenda-del-heroe/
A día de hoy la película funciona por sí misma a pesar de contar con, quizás, un metraje un tanto excesivo contando además con cierta arritmia en algunos pasajes debido a una solemnidad impresionante, como si de esta forma se madurara mejor este biopic casi crepuscular. Las 3 horas de metraje sirven para exponer la base y esencia de la vida del personaje, es decir, un hombre que es presentado desde chaval con la intención de hacer justicia y hacer cumplir la ley. Mamotreto coral con un sinfín de rostros conocidos en el star system hollywoodiense siendo Quaid el más acertado con permiso de un enorme Hackman, actor que nació para suministrar cinematografía actoral en todas las películas que ha participado, “Wyatt Earp” es un claro ejemplo de realización elegante y comedida junto a un tono clásico para una realización templada, casi contemplativa, siendo más un vehículo expositivo de la vida y milagros del personaje pero sin dejar a un lado arranques de violencia seca (muy bien expuestos) con los tiroteos en su justa medida pero sin ser estos los que dirijan la historia o sean el centro de atención aún siendo un western en toda su esencia.
Wyatt Earp, tal como está expuesta y realizada, es una especie de radiografía donde el director no repara en gastos para contar todos los detalles posibles de una figura legendaria y que debido a la estirpe y leyenda sobre la misma necesitaba una versión así. Quizás la elección de Costner no sea la mejor de ellas pero es imposible obviar o apartar de la ecuación el carisma con el que cuenta el actor y, si bien es cierto sus justas dotes interpretativas no acaban de congeniar del todo, logra transmitir cierta mítica al personaje que le da al mismo una aura de pose muy lograda. Interesante como Kasdan hunde a Wyatt en el lodazal de la depresión y la autodestrucción para hacerlo partir de cero resurgiendo de sus propias cenizas cual ave Fenix y convirtiéndolo en un defensor de la ley a ultranza, un hombre familiar hasta el final (“Lo que cuenta es la sangre“) a pesar de sus problemas amorosos, casi tortuosos, rudo pero con el gatillo certero. Según indica la propia historia ni una sola bala acabó con él, quizás mitad realidad mitad leyenda pero da al personaje mayor relevancia y eco en la historia.
Película episódica que si uno pierde cinco minutos en leer la historia de Wyatt Earp descubrirá que el director es bastante fiel y fidedigno a la realidad, logrando así darle a este biopic el empaque necesario, la seriedad requerida y la verdad exigida para que no sea el típico filme maniqueo (aunque tratándose de una leyenda siempre viene bien dotarle de cierto espectáculo, más aún tratándose de un western). Quizás el único problema es que le falta cierto ritmo. También es lógico que empleando 3 horas (largas) es muy difícil conseguir uniformidad sin caer en algo de arritmia pero no hace mella en el conjunto. A fin de cuentas el producto es contundente, metódico, detallista y sobre todo está muy que logrado, con la inspiración de los grandes westerns como base de fondo pues en su haber se pueden encontrar un montón de escenas conseguidas y muy bien expuestas como todas en las que aparece Gene Hackman, quien dejará a Wyatt, su hijo, los ideales por los cuales luchar, la enfermedad del tifus que padece su esposa, la aparición de los búfalos y las montañas de pieles al igual que todos y cada uno de los duelos (el más famoso: el acontecido en el OK Corral, más escueto de lo que pueda parecer pero con un despliegue de medios sin igual), la emboscada entre los trenes donde las siluetas recortan el humo de una forma magistral o el duelo entre Wyatt y el indio en el interior del bosque, con el montaje en estado de gracia.
Owen Roizman, director de fotografía, lograría un trabajo de altura, dándole a la película el tono necesario para conseguir el aroma clásico necesario, dando con el tono exquisito al emplear luz natural, casi documental junto con los tonos terrosos y los juegos de luces y sombras entre la humareda, aparte de enfatizar los colores vivos y naturales de los propios parajes demostrando sin lugar a dudas ser uno de los mejores casos al respecto dentro del propio género, al igual que la batuta de Newton Howard, con una partitura llena de vida y logrando un tema central pletórico, casi vitalista, aunando épica y mimetismo a partes iguales. “Wyatt Earp” se erige como un western en estado de gracia que sin obviar las miserias del propio personaje decide dar cabida a todos los episodios para comprender la magnitud de una leyenda que se fue forjando a base de comprender que la ley estaba para cumplirla, al precio que fuese, y demostrar que para hacerse un nombre hay que sacrificarse por la lucha a pesar de pagar un alto precio por ello. Muy recomendable sin lugar a dudas.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/11/06/critica-wyatt-earp-lawrence-kasdan-1993-la-leyenda-del-heroe/

7,2
44.058
9
27 de octubre de 2016
27 de octubre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] Bill Peet, el hombre de confianza de Walt, sugirió que para la siguiente película tenían que convertir en película animada “El libro de la selva” (o también conocido como “El libro de las tierras vírgenes”) del famoso escritor (y poeta) Rudyard Kipling. Era una de las obras atemporales de la literatura universal que encerraba leyendas y moralejas, temas complejos, moralmente atractivos pero siempre a través de la naturaleza de la propia selva para hacer pensar al lector y a su vez ser lo más didáctico y entretenido posible [...]. De ahí que para empezar decidieran quedarse con las partes más importantes del libro, dejar fuera las menos significativas y así concebir un libreto de cabeza, nudo y desenlace [...].
Tristemente, para todos los integrantes de lo que representaba el apellido Disney, aquella película se acabaría convirtiendo en la última que supervisaría el maestro pues desgraciadamente Walt moriría diez meses antes de su estreno en las salas de cine. Nunca llegaría a contemplar una de las grandes obras maestras que formaron parte de su legendaria filmografía como director de un estilo, un equipo y un sueño [...]. Desde luego si hay algo que destila “El libro de la selva” es amor por el arte, dedicación por el detalle, perfección por el movimiento y mimo por la narrativa [...]. Para empezar el sistema Xerox, que no era otro que utilizar el diseño o esbozos originales para emplearlos en la animación final seguía dando ese toque rústico y menos limpio (en principio) pero a su vez desarrollaba un formato cercano, sencillo y muy accesible, como si los bocetos tuvieran vida propia [...]. Adentrándonos de lleno en la película lo que más llama la atención es que los títulos de crédito no vienen acompañados de una canción apoteósica o de melodía clásica sino de una banda sonora que nos mete en un tono sinuoso, casi insinuante, como si nos metiéramos en el interior de lo salvaje, nunca mejor dicho.
[...] Tan sólo hay que ver el detallismo de la profundidad de campo para comprender que estamos ante un trabajo de animación que es pura artesanía. Una voz en off rompe la hegemonía de la ambientación para descubrirnos que el protagonista de la función no es otro que Mowgli, un niño huérfano abandonado en el interior de la selva y que queda al cuidado de una manada de lobos, una forma como otra cualquiera de exponer la leyenda del hombre al cuidado de la naturaleza, en todo su esplendor, acogiéndolo para que sea uno de los suyos. Lo que más sorprende en esta película es que el “cachorro humano”, aún siendo el protagonista, casi podría vérsele como un secundario. El primer personaje principal será Bagheera, una pantera sabia, llena de conocimientos y buenas intenciones, transformada en una especie de Pepito Grillo salvaje que siempre está ahí y cuya corrección y sapiencia sirve como contrapunto para comprender que quien lleva el don de mando es ella y no el humano, subordinado a ser alguien que tiene que obedecer.
Eso demuestra cómo Disney jugaba con lo establecido, en este caso la naturaleza y el estado salvaje de los propios animales, pues ablanda y transforma el reflejo animal de supervivencia en el instinto protector del dibujo animado pues Bagheera decide proteger a Mowgli dejándolo al cuidado de los lobos [...]. Aquí los personajes implícitos demuestran una compenetración perfecta tanto en forma como en fondo. Claro, ante un metraje ajustado no había tiempo que perder. Shere Khan, el tigre, ha regresado y si el niño se le cruza en el camino acabará con él. Al villano de esta función no logramos verle el rostro hasta casi la mitad del metraje y no llegamos a comprender su nivel de maldad hasta casi el final [...].
Una vez pantera e infante parten hacia la meta la película no cesa jamás, es de ritmo constante, sabiendo en todo momento qué personaje presentar, qué historia exponer y que aventuras vivir. A poco que uno analice el libreto se dará cuenta que el filme está formado por episodios que deparan un conjunto completo y cada una de esas piezas exponenciales cuenta con un personaje secundario. En sí también podría verse como una especie de documental sobre la fauna salvaje de la selva. Tenemos a modo de narrador a la pantera Bagheera con esa introducción a través de la voz en off, los lobos reuniéndose como manada para decidir qué hacer con Mowgli (una escena perfecta tanto en diseño como exposición e iluminación) o la serpiente Kaa, sibilina, manipuladora, que recurre a la hipnosis para acabar con sus presas [...]. Uno de los momentos más angustiantes del personaje y que plasma a la perfección el nivel de detallismo de la naturaleza del animal es cuando el reptil oprime a base de constricción el cuerpo del niño con intención de comérselo. También contamos con la marcha de los elefantes, la cual cuenta con un tono cómico que intenta parodiar el sentido militar. Hay que añadir que el diseño variopinto de los paquidermos es de una exquisitez asombrosa jugando en todo momento con la comedia bufonesca y los rasgos caricaturizados para darles un empaque homogéneo.
Pero está claro que el personaje que acaba convirtiéndose en estandarte de una forma de ser es Baloo, el oso. Su carácter desenfadado, juerguista, vividor con aires de grandeza, encantado de conocerse, de buenos sentimientos y que disfruta cada momento a través de la buena vida es un leitmotiv en sí mismo, demostrando que, como cita una de sus canciones, hay que “buscar lo más vital”, que no es otra cosa que la felicidad en todo su esplendor. Sin ir más lejos el propio rol es una declaración de principios e intenciones. Es el contrapunto a la corrección de Bagheera, convirtiéndose en la parte canalla, la que se aparta de la norma establecida [...].
- continúa en spoiler -
Tristemente, para todos los integrantes de lo que representaba el apellido Disney, aquella película se acabaría convirtiendo en la última que supervisaría el maestro pues desgraciadamente Walt moriría diez meses antes de su estreno en las salas de cine. Nunca llegaría a contemplar una de las grandes obras maestras que formaron parte de su legendaria filmografía como director de un estilo, un equipo y un sueño [...]. Desde luego si hay algo que destila “El libro de la selva” es amor por el arte, dedicación por el detalle, perfección por el movimiento y mimo por la narrativa [...]. Para empezar el sistema Xerox, que no era otro que utilizar el diseño o esbozos originales para emplearlos en la animación final seguía dando ese toque rústico y menos limpio (en principio) pero a su vez desarrollaba un formato cercano, sencillo y muy accesible, como si los bocetos tuvieran vida propia [...]. Adentrándonos de lleno en la película lo que más llama la atención es que los títulos de crédito no vienen acompañados de una canción apoteósica o de melodía clásica sino de una banda sonora que nos mete en un tono sinuoso, casi insinuante, como si nos metiéramos en el interior de lo salvaje, nunca mejor dicho.
[...] Tan sólo hay que ver el detallismo de la profundidad de campo para comprender que estamos ante un trabajo de animación que es pura artesanía. Una voz en off rompe la hegemonía de la ambientación para descubrirnos que el protagonista de la función no es otro que Mowgli, un niño huérfano abandonado en el interior de la selva y que queda al cuidado de una manada de lobos, una forma como otra cualquiera de exponer la leyenda del hombre al cuidado de la naturaleza, en todo su esplendor, acogiéndolo para que sea uno de los suyos. Lo que más sorprende en esta película es que el “cachorro humano”, aún siendo el protagonista, casi podría vérsele como un secundario. El primer personaje principal será Bagheera, una pantera sabia, llena de conocimientos y buenas intenciones, transformada en una especie de Pepito Grillo salvaje que siempre está ahí y cuya corrección y sapiencia sirve como contrapunto para comprender que quien lleva el don de mando es ella y no el humano, subordinado a ser alguien que tiene que obedecer.
Eso demuestra cómo Disney jugaba con lo establecido, en este caso la naturaleza y el estado salvaje de los propios animales, pues ablanda y transforma el reflejo animal de supervivencia en el instinto protector del dibujo animado pues Bagheera decide proteger a Mowgli dejándolo al cuidado de los lobos [...]. Aquí los personajes implícitos demuestran una compenetración perfecta tanto en forma como en fondo. Claro, ante un metraje ajustado no había tiempo que perder. Shere Khan, el tigre, ha regresado y si el niño se le cruza en el camino acabará con él. Al villano de esta función no logramos verle el rostro hasta casi la mitad del metraje y no llegamos a comprender su nivel de maldad hasta casi el final [...].
Una vez pantera e infante parten hacia la meta la película no cesa jamás, es de ritmo constante, sabiendo en todo momento qué personaje presentar, qué historia exponer y que aventuras vivir. A poco que uno analice el libreto se dará cuenta que el filme está formado por episodios que deparan un conjunto completo y cada una de esas piezas exponenciales cuenta con un personaje secundario. En sí también podría verse como una especie de documental sobre la fauna salvaje de la selva. Tenemos a modo de narrador a la pantera Bagheera con esa introducción a través de la voz en off, los lobos reuniéndose como manada para decidir qué hacer con Mowgli (una escena perfecta tanto en diseño como exposición e iluminación) o la serpiente Kaa, sibilina, manipuladora, que recurre a la hipnosis para acabar con sus presas [...]. Uno de los momentos más angustiantes del personaje y que plasma a la perfección el nivel de detallismo de la naturaleza del animal es cuando el reptil oprime a base de constricción el cuerpo del niño con intención de comérselo. También contamos con la marcha de los elefantes, la cual cuenta con un tono cómico que intenta parodiar el sentido militar. Hay que añadir que el diseño variopinto de los paquidermos es de una exquisitez asombrosa jugando en todo momento con la comedia bufonesca y los rasgos caricaturizados para darles un empaque homogéneo.
Pero está claro que el personaje que acaba convirtiéndose en estandarte de una forma de ser es Baloo, el oso. Su carácter desenfadado, juerguista, vividor con aires de grandeza, encantado de conocerse, de buenos sentimientos y que disfruta cada momento a través de la buena vida es un leitmotiv en sí mismo, demostrando que, como cita una de sus canciones, hay que “buscar lo más vital”, que no es otra cosa que la felicidad en todo su esplendor. Sin ir más lejos el propio rol es una declaración de principios e intenciones. Es el contrapunto a la corrección de Bagheera, convirtiéndose en la parte canalla, la que se aparta de la norma establecida [...].
- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
[...] La forma en cómo enlazan una escena de puro relax como esa donde los dos nuevos amigos gozan de las bondades de la vida en todo su esplendor (la plasmación del agua es perfecta) con el secuestro del niño por parte de los monos para presentar al Rey Louie es magistral, toda una clase de cómo ir al grano sin entorpecer el guión. Una vez conocemos el mundo de este lunático orangután el movimiento, la acción, el ritmo y la pericia en el campo de la animación es impresionante. Pero si por algo es recordada toda la escena es por la mítica canción “Quiero ser como tú” donde jazz y swing van de la mano pero también por ese mensaje sutil de cómo el fuego es poder, dominio, control y en parte destrucción. Una pequeña pincelada expuesta a través de querer ser el líder del grupo a través de algo que hace daño. Esa intención del mono de querer conseguir el fuego para ser humano es impresionante [...].
Más allá del centro del metraje hace acto de presencia, en todo su esplendor, por primera vez en toda la película, Shere Khan, uno de los mejores villanos de la factoría Disney. Su diseño es maravilloso. No sólo por la plasmación de la naturaleza en su fisonomía, de rasgos angulares, pérfidos, gruesos sino también por sus sutiles gestos cómo el mostrar las uñas o cómo pone los ojos, entornándolos según la escena para así dotar al personaje de una villanía letal y a la vez animal [...]. Ya en el último tercio el color, el tono y el ritmo se vuelven más melancólicos, casi dramáticos. El paraje es desolador, solitario, al igual que ese niño desvalido que no tiene nadie en quien confiar. Todo es de color gris, como la soledad (podría incluso verse como un páramo parecido al pantano de la tristeza de “La historia interminable”). Hasta este instante todo el metraje había sido color, vida, risas y aventuras pero el dramatismo más absoluto se hace patente a través de la soledad de Mowgli. De ahí que los secundarios sean unos buitres, cuyo look es muy parecido al de los Beatles [...]. Lógicamente el clímax no podía ser de otra forma: el hombre contra la naturaleza en su pleno apogeo y en todo su esplendor. Es una pieza fiera, rodada con rabia y una tensa acción donde el villano más pérfido y el amigo más leal, en este caso Baloo, quien aparecerá en el último instante para proteger y defender a su amigo (y por ende casi su hijo adoptivo), lucharán a muerte [...].
Sin lugar a dudas, si durante todo el metraje hemos visto que el niño desea mantener un estilo de vida despreocupado, jugando en todo momento al son de la alegría que procede de no tener problemas ni nada que provoque preocupación, son los últimos minutos, cual colofón final, los que encierran la lección más importante de todas, una realidad más grande que la vida misma. Se trata de la presentación de la niña, al son de “en mi hogar”, una canción muy cálida, que le enseña a Mowgli el camino a ese mundo que tanto ha estado evitando, uno que desconocía y temía y que ahora desea conocer como sea. El hipnotismo en el que se encuentra él ante la belleza inocente y profunda de esa niña es tan potente, tan fuerte, que no duda ni un segundo en abandonar todo por lo que ha luchado convirtiéndose, con esa entrada tímida en la aldea del hombre, en un futuro hombre de bien. Un broche de oro que encierra la realidad más absoluta: la vida sigue su curso y cierra un ciclo [...].
[...] Sin lugar a dudas la película fue el canto de cisne de un maestro en todos los sentidos. Tristemente él no pudo comprobar el perfeccionismo alcanzado en esta obra de arte pero sirvió como colofón para resumir el legado de un apellido marcado a fuego en generaciones enteras y en un estilo propio, inimitable e irrepetible. Sin lugar a dudas, Disney convirtió la animación en el leitmotiv y tagline de la propia película: lo más vital.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/10/26/critica-el-libro-de-la-selva-wolfgang-reitherman-1967-lo-mas-vital/
Más allá del centro del metraje hace acto de presencia, en todo su esplendor, por primera vez en toda la película, Shere Khan, uno de los mejores villanos de la factoría Disney. Su diseño es maravilloso. No sólo por la plasmación de la naturaleza en su fisonomía, de rasgos angulares, pérfidos, gruesos sino también por sus sutiles gestos cómo el mostrar las uñas o cómo pone los ojos, entornándolos según la escena para así dotar al personaje de una villanía letal y a la vez animal [...]. Ya en el último tercio el color, el tono y el ritmo se vuelven más melancólicos, casi dramáticos. El paraje es desolador, solitario, al igual que ese niño desvalido que no tiene nadie en quien confiar. Todo es de color gris, como la soledad (podría incluso verse como un páramo parecido al pantano de la tristeza de “La historia interminable”). Hasta este instante todo el metraje había sido color, vida, risas y aventuras pero el dramatismo más absoluto se hace patente a través de la soledad de Mowgli. De ahí que los secundarios sean unos buitres, cuyo look es muy parecido al de los Beatles [...]. Lógicamente el clímax no podía ser de otra forma: el hombre contra la naturaleza en su pleno apogeo y en todo su esplendor. Es una pieza fiera, rodada con rabia y una tensa acción donde el villano más pérfido y el amigo más leal, en este caso Baloo, quien aparecerá en el último instante para proteger y defender a su amigo (y por ende casi su hijo adoptivo), lucharán a muerte [...].
Sin lugar a dudas, si durante todo el metraje hemos visto que el niño desea mantener un estilo de vida despreocupado, jugando en todo momento al son de la alegría que procede de no tener problemas ni nada que provoque preocupación, son los últimos minutos, cual colofón final, los que encierran la lección más importante de todas, una realidad más grande que la vida misma. Se trata de la presentación de la niña, al son de “en mi hogar”, una canción muy cálida, que le enseña a Mowgli el camino a ese mundo que tanto ha estado evitando, uno que desconocía y temía y que ahora desea conocer como sea. El hipnotismo en el que se encuentra él ante la belleza inocente y profunda de esa niña es tan potente, tan fuerte, que no duda ni un segundo en abandonar todo por lo que ha luchado convirtiéndose, con esa entrada tímida en la aldea del hombre, en un futuro hombre de bien. Un broche de oro que encierra la realidad más absoluta: la vida sigue su curso y cierra un ciclo [...].
[...] Sin lugar a dudas la película fue el canto de cisne de un maestro en todos los sentidos. Tristemente él no pudo comprobar el perfeccionismo alcanzado en esta obra de arte pero sirvió como colofón para resumir el legado de un apellido marcado a fuego en generaciones enteras y en un estilo propio, inimitable e irrepetible. Sin lugar a dudas, Disney convirtió la animación en el leitmotiv y tagline de la propia película: lo más vital.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/10/26/critica-el-libro-de-la-selva-wolfgang-reitherman-1967-lo-mas-vital/

6,5
80.256
8
2 de octubre de 2016
2 de octubre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] Para empezar “101 dálmatas” fue un antes y un después. Con ella se pasó a la animación o proceso Xerox, una técnica pionera por así decirlo a la hora de plasmar la animación. Tristemente la sección de entintado pasó a mejor vida. Todo lo que veíamos en pantalla dejaba de tener esa calidad impoluta a la hora de ver los trazos pero con las nuevas técnicas se ganaba cercanía y un estilo más acorde a bocetos y diseños originales. No fue una decisión aceptada en su mayor tiempo pues chocaba muchísimo con el resultado pulcro e impoluto de los anteriores clásicos. El Xerox concebía un estilo y un carácter mucho más desenfadado, mucho más contemporáneo, como si se quisiese crear un formato mucho más vanguardista y a su vez algo mucho más acorde con los nuevos tiempos. Sea como fuere, “101 dálmatas” fue la siguiente producción a estrenar. Según la historia, el propio Walt Disney no estuvo muy contento con la nueva tecnología empleada. Y se puede llegar a comprender los motivos de sus dudas y su desaprobación. Aquello chocaba o eliminaba por completo un estilo y un formato muy entroncado en ciertos cánones visuales durante tanto tiempo. El candor y la iluminación nítida con la que contaban sus anteriores obras eran erradicados de un plumazo para dar salida a un nuevo estilo, muy alejado de la finura vista hasta la fecha [...].
“101 dálmatas” se alejaba un poco de la calidad animada de los clásicos imperecederos pero marcaba el terreno en demostrar que no era necesaria perfección para concebir un auténtico despliegue de diseños más entrañables y a su vez mucho más fidedignos a la realidad. Cierto es que “La bella durmiente” empezaba a marcar la tendencia en cuanto a las líneas marcadas y los ángulos cerrados de los diseños pero es aquí donde vemos el punto álgido del cambio. Tan sólo hay que fijarse que las líneas no están reñidas con la candidez o la ternura marca de la casa. Huelga decir, a favor de la película, que consigue transmitir el contraste entre la vida rutinaria y las costumbres diarias de la ciudad frente a la vida y riesgos de la propia naturaleza en lugares más inhóspitos como son los pueblos rurales, donde granja y animales son expuestos como más accesibles y a su vez mucho más cercanos. De ahí que la primera parte esté unida a la arquitectura fría pero plácida de la urbe mientras que la segunda el enfoque es mucho más vivo y arriesgado al sufrir los protagonistas las inclemencias del tiempo o la sensación de peligro al enfrentarse a las mismas.
Cuando uno ve una película animada lo primero que salta a los ojos es el diseño de personajes, el carácter que estos tienen, las aventuras o desgracias que puedan sucederles y si los héroes están a la altura de las circunstancias de los propios villanos en cuestión. Pero “101 dálmatas” juega en una liga mucho más sutil a la par que contiene una crítica eficaz sólo que con bajo una pátina mucho menos incisiva. Por un lado vemos que el filme es un vehículo de lucimiento de los tiempos que corrían por la época con la implantación de la televisión en los hogares (no es que fuese históricamente un botón de muestra pero sí sirve como ejemplo). La caja tonta era uno de los elementos de entretenimiento por antonomasia a tenor de los seriales y programas / concursos a los cuales son seguidores tanto los perros como los esbirros de Cruella. Y aunque es cierto que Londres es presentada, también de forma un tanto sutil, como si se tratase de una gran urbe de América de localización indefinida, la sensación de dejar a un lado el tono edulcorado y almibarado de los cuentos infantiles en los clásicos anteriores es más que patente a la par que plausible.
Lógicamente, el elemento crítico que aquí aparece de una forma cruel y despiadada, nunca mejor dicho, es aquel al que está unido la villana del espectáculo: hacerse un abrigo con las pieles de 99 cachorros dálmata. Si bien es cierto que las intenciones y los planes de los villanos de los clásicos Disney siempre son realmente grotescos, maquiavélicos, pérfidos a la vez que retorcidos éste es de los pocos títulos, hasta la fecha, en el cual podemos llegar a ver la auténtica maldad humana hacia algo cercano como es una mascota: sacrificar cachorros para lucir su piel. De esta forma pone al espectador en una situación incómoda, más aún si se tiene un perro como animal de compañía a la par que la idea de conseguir un atuendo a costa de sacrificar cachorros es moralmente deleznable [...].
Queda claro que aquí, una vez más de tantas, juegan muy bien los dibujantes con el personaje de Cruella de Vil. Con menor participación y presencia de lo que uno pudiera imaginarse (analizando el metraje uno se da cuenta que sus apariciones son muy esporádicas y más bien distanciadas), sus intenciones pesan mucho más que su presencia y son lo suficientemente impactantes como para que esté presente de forma subjetiva sin necesidad de ver su figura en pantalla. Es lógico admitir que el personaje que se lleva el protagonismo es ella. Su aparición viene precedida por su vehículo, un auténtico coche diseñado para marcar tendencia al igual que es un elemento que acentúa el suspense y la sensación de peligro. Cruella es una villana contemporánea, adicta a las pieles, fumadora compulsiva, de pelo teñido en dos colores, de delgadez extremada, soltera, solitaria, encantada de conocerse y muy retorcida. Una mujer que dispone de dinero, que firma talones, que fuma en boquilla y que disfruta humillando sin reparar en el daño infligido por sus palabras. Su aparición es a través de una canción y su silueta aparece a través de la puerta, desdibujada, como si nunca supieses cual será su siguiente paso o decisión. Un personaje que causa temor en los humanos y auténtico pavor en los animales. Marc Davis hizo un excelente trabajo en ella concibiéndola como una mujer siniestra y sin escrúpulos, maquinadora y compulsiva.
- sigue en spoiler -
“101 dálmatas” se alejaba un poco de la calidad animada de los clásicos imperecederos pero marcaba el terreno en demostrar que no era necesaria perfección para concebir un auténtico despliegue de diseños más entrañables y a su vez mucho más fidedignos a la realidad. Cierto es que “La bella durmiente” empezaba a marcar la tendencia en cuanto a las líneas marcadas y los ángulos cerrados de los diseños pero es aquí donde vemos el punto álgido del cambio. Tan sólo hay que fijarse que las líneas no están reñidas con la candidez o la ternura marca de la casa. Huelga decir, a favor de la película, que consigue transmitir el contraste entre la vida rutinaria y las costumbres diarias de la ciudad frente a la vida y riesgos de la propia naturaleza en lugares más inhóspitos como son los pueblos rurales, donde granja y animales son expuestos como más accesibles y a su vez mucho más cercanos. De ahí que la primera parte esté unida a la arquitectura fría pero plácida de la urbe mientras que la segunda el enfoque es mucho más vivo y arriesgado al sufrir los protagonistas las inclemencias del tiempo o la sensación de peligro al enfrentarse a las mismas.
Cuando uno ve una película animada lo primero que salta a los ojos es el diseño de personajes, el carácter que estos tienen, las aventuras o desgracias que puedan sucederles y si los héroes están a la altura de las circunstancias de los propios villanos en cuestión. Pero “101 dálmatas” juega en una liga mucho más sutil a la par que contiene una crítica eficaz sólo que con bajo una pátina mucho menos incisiva. Por un lado vemos que el filme es un vehículo de lucimiento de los tiempos que corrían por la época con la implantación de la televisión en los hogares (no es que fuese históricamente un botón de muestra pero sí sirve como ejemplo). La caja tonta era uno de los elementos de entretenimiento por antonomasia a tenor de los seriales y programas / concursos a los cuales son seguidores tanto los perros como los esbirros de Cruella. Y aunque es cierto que Londres es presentada, también de forma un tanto sutil, como si se tratase de una gran urbe de América de localización indefinida, la sensación de dejar a un lado el tono edulcorado y almibarado de los cuentos infantiles en los clásicos anteriores es más que patente a la par que plausible.
Lógicamente, el elemento crítico que aquí aparece de una forma cruel y despiadada, nunca mejor dicho, es aquel al que está unido la villana del espectáculo: hacerse un abrigo con las pieles de 99 cachorros dálmata. Si bien es cierto que las intenciones y los planes de los villanos de los clásicos Disney siempre son realmente grotescos, maquiavélicos, pérfidos a la vez que retorcidos éste es de los pocos títulos, hasta la fecha, en el cual podemos llegar a ver la auténtica maldad humana hacia algo cercano como es una mascota: sacrificar cachorros para lucir su piel. De esta forma pone al espectador en una situación incómoda, más aún si se tiene un perro como animal de compañía a la par que la idea de conseguir un atuendo a costa de sacrificar cachorros es moralmente deleznable [...].
Queda claro que aquí, una vez más de tantas, juegan muy bien los dibujantes con el personaje de Cruella de Vil. Con menor participación y presencia de lo que uno pudiera imaginarse (analizando el metraje uno se da cuenta que sus apariciones son muy esporádicas y más bien distanciadas), sus intenciones pesan mucho más que su presencia y son lo suficientemente impactantes como para que esté presente de forma subjetiva sin necesidad de ver su figura en pantalla. Es lógico admitir que el personaje que se lleva el protagonismo es ella. Su aparición viene precedida por su vehículo, un auténtico coche diseñado para marcar tendencia al igual que es un elemento que acentúa el suspense y la sensación de peligro. Cruella es una villana contemporánea, adicta a las pieles, fumadora compulsiva, de pelo teñido en dos colores, de delgadez extremada, soltera, solitaria, encantada de conocerse y muy retorcida. Una mujer que dispone de dinero, que firma talones, que fuma en boquilla y que disfruta humillando sin reparar en el daño infligido por sus palabras. Su aparición es a través de una canción y su silueta aparece a través de la puerta, desdibujada, como si nunca supieses cual será su siguiente paso o decisión. Un personaje que causa temor en los humanos y auténtico pavor en los animales. Marc Davis hizo un excelente trabajo en ella concibiéndola como una mujer siniestra y sin escrúpulos, maquinadora y compulsiva.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Como antes indicaba, la película está formada por dos tonos completamente distintos. El primero es el más liviano, el más accesible, por la razón de que no hay muchos altibajos más allá de la comedia desenfadada a causa de las intenciones de Pongo por tal de que su dueño siente la cabeza y por la forma en cómo se presenta la vida de un soltero cualquiera, con la casa patas arriba, con el desorden como mantra y porque Roger, el dueño y personaje secundario, está absorto en su trabajo que es ser compositor de música jazz, otro de los elementos que demuestran los cambios culturales, musicales y sociales por los cuales pasaba la sociedad en general. Una vez los cachorros toman participación y presencia en la película es cuando el suspense no tarda en llegar [...].
Pero que no haya alegrías no significa que no haya comedia. Lógicamente estamos hablando de un producto Disney. Ahí es donde entra en acción los dos esbirros de Cruella: Horacio y Gaspar. Dos ladrones de medio pelo, tontos, de fisonomía característica (uno gordo y bajito y el otro delgado y alto) que son el hazmerreír en persona gracias a sus métodos toscos y que son creados para aliviar las situaciones comprometidas como pueden ser esas donde no dudan en decir de viva voz los métodos a emplear para matar a los perritos. Pero como suele suceder nunca podrán llevar a cabo sus planes pues 1) son torpes, 2) sus patochadas están enfocadas para jugar con el género del slapstick (reciben golpes, caídas, coces, arañazos, sustos, mordidas, etc.) y 3) son el ejemplo claro de lo que significa ser un esbirro patán y como tales nunca podrán llevar a cabo sus planes [...].
[...] Siguiendo con la trama, el suspense durante el tercio central juega muy bien con la sensación de peligro malsano. El episodio del aullido nocturno sirve como presentación de contrastes entre la agitada urbe y la apacible vida pueblerina en las afueras de la ciudad sirve como preludio para que la cámara vaya viajando de un lugar tras otro hasta pararse en el castillo de Cruella, el cual es presentado con un halo de lugar siniestro y malsano. Su diseño es excelente, como si de un lugar de terror victoriano se tratase, una mansión excéntrica y rodeada de vegetación marchita, funesta arquitectura y ambientación de cuento de terror. Y a pesar de que el interior no es otra cosa que una fría, austera y pobre casa habitada por los dos ladrones rodeados de los cachorros robados, todo está puesto al servicio de un suspense adictivo que juega siempre con dos elementos: el tour de force con el tiempo a contrarreloj del episodio televisivo mientras los perritos intentan escapar y la persecución de los dos esbirros a través de las estancias como si de un juego de fantasmas se tratase [...].
Las aventuras también tienen razón de ser y es el último episodio donde la tensión juega todas las cartas a una sola: la aparición de Cruella en el pueblo, el intento de fuga a través de un disfraz (los perros impregnados en hollín) y la persecución por carretera donde el ritmo es realmente frenético y la sensación de peligro constante es más que patente como es la escena y plano del perro saltando al vacío salvado en el último segundo. Ver como De Vil acaba transformándose en una especie de diablo sobre ruedas, que no tendrá duda ninguna en intentar dar caza a su presa y que intentará aniquilar a todo ser que se ponga por delante, es uno de los elementos animados más acertados tanto en forma como en fondo. Su coche acabará convirtiéndose en una prolongación de su maldad y a su vez en una auténtica máquina de matar [...]. El tiempo la ha colocado en su sitio dotándola de la esencia Disney pues aunque cuenta con un envoltorio completamente radical, el fondo del asunto es que sigue siendo un producto de facturación exquisita y una plasmación que todo sigue igual, sólo cambia el envoltorio.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/10/03/critica-101-dalmatas-varios-directores-1961-ladridos-de-calidad/
Pero que no haya alegrías no significa que no haya comedia. Lógicamente estamos hablando de un producto Disney. Ahí es donde entra en acción los dos esbirros de Cruella: Horacio y Gaspar. Dos ladrones de medio pelo, tontos, de fisonomía característica (uno gordo y bajito y el otro delgado y alto) que son el hazmerreír en persona gracias a sus métodos toscos y que son creados para aliviar las situaciones comprometidas como pueden ser esas donde no dudan en decir de viva voz los métodos a emplear para matar a los perritos. Pero como suele suceder nunca podrán llevar a cabo sus planes pues 1) son torpes, 2) sus patochadas están enfocadas para jugar con el género del slapstick (reciben golpes, caídas, coces, arañazos, sustos, mordidas, etc.) y 3) son el ejemplo claro de lo que significa ser un esbirro patán y como tales nunca podrán llevar a cabo sus planes [...].
[...] Siguiendo con la trama, el suspense durante el tercio central juega muy bien con la sensación de peligro malsano. El episodio del aullido nocturno sirve como presentación de contrastes entre la agitada urbe y la apacible vida pueblerina en las afueras de la ciudad sirve como preludio para que la cámara vaya viajando de un lugar tras otro hasta pararse en el castillo de Cruella, el cual es presentado con un halo de lugar siniestro y malsano. Su diseño es excelente, como si de un lugar de terror victoriano se tratase, una mansión excéntrica y rodeada de vegetación marchita, funesta arquitectura y ambientación de cuento de terror. Y a pesar de que el interior no es otra cosa que una fría, austera y pobre casa habitada por los dos ladrones rodeados de los cachorros robados, todo está puesto al servicio de un suspense adictivo que juega siempre con dos elementos: el tour de force con el tiempo a contrarreloj del episodio televisivo mientras los perritos intentan escapar y la persecución de los dos esbirros a través de las estancias como si de un juego de fantasmas se tratase [...].
Las aventuras también tienen razón de ser y es el último episodio donde la tensión juega todas las cartas a una sola: la aparición de Cruella en el pueblo, el intento de fuga a través de un disfraz (los perros impregnados en hollín) y la persecución por carretera donde el ritmo es realmente frenético y la sensación de peligro constante es más que patente como es la escena y plano del perro saltando al vacío salvado en el último segundo. Ver como De Vil acaba transformándose en una especie de diablo sobre ruedas, que no tendrá duda ninguna en intentar dar caza a su presa y que intentará aniquilar a todo ser que se ponga por delante, es uno de los elementos animados más acertados tanto en forma como en fondo. Su coche acabará convirtiéndose en una prolongación de su maldad y a su vez en una auténtica máquina de matar [...]. El tiempo la ha colocado en su sitio dotándola de la esencia Disney pues aunque cuenta con un envoltorio completamente radical, el fondo del asunto es que sigue siendo un producto de facturación exquisita y una plasmación que todo sigue igual, sólo cambia el envoltorio.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/10/03/critica-101-dalmatas-varios-directores-1961-ladridos-de-calidad/

7,1
34.712
7
6 de septiembre de 2016
6 de septiembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La Cenicienta” salvó los muebles (y la casa) a Walt Disney. Por así decirlo fue un antes y un después de tantos por los que ha pasado la empresa. Gracias a ella, gracias al éxito cosechado, el maestro pudo hacer realidad uno de los sueños que llevaba acariciando desde los primeros días en los que el mundo de la animación fue su vida: dar vida a través de la animación la obra literaria “Alicia en el país de las maravillas”. Por así decirlo un deseo dorado [...]. Tanta era su admiración por esa obra que antes de hacer “Blancanieves y los siete enanitos” pensó en llevar a la gran pantalla la obra de “Alicia en el país de las maravillas”. Se llegaron a hacer tests de pantalla con la actriz Mary Pickford pero en 1933 se comenzó la producción de una versión con guión de Joseph L. Mankiewicz y contaba con la participación de estrellas del calibre de Gary Cooper y Cary Grant entre otros. Eso llevó a que Walt aparcara momentáneamente su deseo de llevarla a la gran pantalla. En 1945, después de la guerra, intentó realizar una película al más puro estilo “Los Tres caballeros”, con Ginger Rogers como protagonista, pero tampoco tuvo éxito en su propuesta.
No fue hasta 1951 que pudo estrenar la versión animada, basada en “Alicia en el país de las maravillas” y “Alicia a través del espejo”. La película volvió a contar con la dirección de Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske, los artífices tras la cámara del mega éxito “La Cenicienta” y con las artes pluscuamperfectas de “los nueve ancianos”. Pero el hecho de contar con nada menos que 13 guionistas (algo que sorprende precisamente por la ingente cantidad de personas) haría que el resultado fuese desde luego algo variopinto y no tan homogéneo como podría haberse esperado. Desde luego “Alicia en el país de las maravillas” no es un producto al uso. Aún siendo un cuento muy popular y una de las obras más atemporales de todos los tiempos exigía por parte del espectador algo bastante importante: concentración completa y aceptación de lo que Disney, a través de su equipo, proponía. Por así decirlo la película, en las formas, era más semejante a casos como “Fantasía” o incluso a las películas paquete de la década de los 40 que a “Blancanieves y los siete enanitos”, “La Cenicienta” o incluso “Pinocho”. Desde el principio, una vez Alicia entra por la madriguera de conejo no hay una historia definida o coherente, no hay un hilo narrativo claro más allá de vivir una serie de aventuras y desventuras sin un propósito concreto aparte de adentrarse en un mundo enajenado y carente de toda lógica. Incluso si se desea hilar más fino el filme se puede llegar a contemplar como una serie de pequeñas píldoras o cortos que forman un conjunto [...].
Una vez más, la obra animada está trufada de una galería excelente de secundarios. Eso, lógicamente, jugaba en los dos filos de la navaja. Por un lado la protagonista, Alicia, cuenta con un carácter poco empático precisamente por ser una adolescente mimada, consentida, un tanto encarada y bastante maleducada desde cualquier prisma posible. Su forma de ser entre inquisitivo y poco agradecido, precisamente por las resolutivas hacia su persona, hacen que sea un personaje de difícil calado y poco atractivo, a pesar de demostrarse que en Disney la fisonomía femenina cada vez iba ganando en detalles, matices y ante todo en belleza. Por el otro contamos con secundarios que definitivamente son más interesantes por su diseño, por su carácter, por la locura de la cual son dueños y víctimas al mismo tiempo y que conciben un formato realmente novedoso y atractivo en lo que a diseños se refiere. Es imposible no quedarse prendado por personajes como el conejo blanco que siempre está corriendo porque llega tarde, el sombrerero loco y la liebre de marzo que se encuentran en una fiesta de no cumpleaños perenne a base de bailes, canciones y té a todas horas, el gato “risón” que aparece y desaparece a su antojo o la reina de corazones, inestable, compleja y que disfruta decapitando a sus súbditos. Son personajes realmente definidos en su carácter abiertamente trastornado y que además de disfrutar de ello nos hacen disfrutar a nosotros. Es imposible no sentir, en cierta manera, la enfermedad mental como un objeto de análisis y color a partes iguales [...].
Tristemente la crítica fue cruda y dura con el resultado. Los puristas de la obra original no vieron la fidelidad exigida a la hora de llevar una de sus obras favoritas a la gran pantalla, tachando a la película de “americanizar” a Alicia y sus personajes. Lógicamente el propio Walt no se sintió defraudado con la crítica pues sus intenciones siempre fueron hacerla de corte familiar. Dado que trasladar el estilo y formato de las ilustraciones de John Tenniel, las láminas que acompañaban a la obra de Carroll, hubiese sido una obra faraónica e imposible se decidió implantar un estilo personal demostrando haber hecho un trabajo excelente al respecto. Tan sólo hay que ver que en la memoria colectiva ha quedado patente la calidad de los personajes antes citados. Incluso el picaporte fue cosecha propia pues éste no existía en el cuento. Otro problema importante fue el empleo de hasta 14 canciones, la banda sonora con más temas hasta la fecha en la factoría Disney, muchas de las cuales eran los poemas de la obra sólo que musicalizados. Eso hacía que quienes no fueran proclives o adeptos con una de las idiosincrasias de las películas Disney iba a encontrarse con un muro difícil de sortear. Podría decirse que casi cada escena tiene su propia canción, sin posibilidad de evitarlo. Lógicamente, al contar con tres directores y un exceso de guionistas hizo que el producto se resintiera de una forma brutal, haciendo que unas escenas fuesen más impactantes que las anteriores donde el resultado final resultara un tanto irregular o por así decirlo no tan homogéneo como podía esperarse de una película Disney.
- Continúa en spoiler -
No fue hasta 1951 que pudo estrenar la versión animada, basada en “Alicia en el país de las maravillas” y “Alicia a través del espejo”. La película volvió a contar con la dirección de Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske, los artífices tras la cámara del mega éxito “La Cenicienta” y con las artes pluscuamperfectas de “los nueve ancianos”. Pero el hecho de contar con nada menos que 13 guionistas (algo que sorprende precisamente por la ingente cantidad de personas) haría que el resultado fuese desde luego algo variopinto y no tan homogéneo como podría haberse esperado. Desde luego “Alicia en el país de las maravillas” no es un producto al uso. Aún siendo un cuento muy popular y una de las obras más atemporales de todos los tiempos exigía por parte del espectador algo bastante importante: concentración completa y aceptación de lo que Disney, a través de su equipo, proponía. Por así decirlo la película, en las formas, era más semejante a casos como “Fantasía” o incluso a las películas paquete de la década de los 40 que a “Blancanieves y los siete enanitos”, “La Cenicienta” o incluso “Pinocho”. Desde el principio, una vez Alicia entra por la madriguera de conejo no hay una historia definida o coherente, no hay un hilo narrativo claro más allá de vivir una serie de aventuras y desventuras sin un propósito concreto aparte de adentrarse en un mundo enajenado y carente de toda lógica. Incluso si se desea hilar más fino el filme se puede llegar a contemplar como una serie de pequeñas píldoras o cortos que forman un conjunto [...].
Una vez más, la obra animada está trufada de una galería excelente de secundarios. Eso, lógicamente, jugaba en los dos filos de la navaja. Por un lado la protagonista, Alicia, cuenta con un carácter poco empático precisamente por ser una adolescente mimada, consentida, un tanto encarada y bastante maleducada desde cualquier prisma posible. Su forma de ser entre inquisitivo y poco agradecido, precisamente por las resolutivas hacia su persona, hacen que sea un personaje de difícil calado y poco atractivo, a pesar de demostrarse que en Disney la fisonomía femenina cada vez iba ganando en detalles, matices y ante todo en belleza. Por el otro contamos con secundarios que definitivamente son más interesantes por su diseño, por su carácter, por la locura de la cual son dueños y víctimas al mismo tiempo y que conciben un formato realmente novedoso y atractivo en lo que a diseños se refiere. Es imposible no quedarse prendado por personajes como el conejo blanco que siempre está corriendo porque llega tarde, el sombrerero loco y la liebre de marzo que se encuentran en una fiesta de no cumpleaños perenne a base de bailes, canciones y té a todas horas, el gato “risón” que aparece y desaparece a su antojo o la reina de corazones, inestable, compleja y que disfruta decapitando a sus súbditos. Son personajes realmente definidos en su carácter abiertamente trastornado y que además de disfrutar de ello nos hacen disfrutar a nosotros. Es imposible no sentir, en cierta manera, la enfermedad mental como un objeto de análisis y color a partes iguales [...].
Tristemente la crítica fue cruda y dura con el resultado. Los puristas de la obra original no vieron la fidelidad exigida a la hora de llevar una de sus obras favoritas a la gran pantalla, tachando a la película de “americanizar” a Alicia y sus personajes. Lógicamente el propio Walt no se sintió defraudado con la crítica pues sus intenciones siempre fueron hacerla de corte familiar. Dado que trasladar el estilo y formato de las ilustraciones de John Tenniel, las láminas que acompañaban a la obra de Carroll, hubiese sido una obra faraónica e imposible se decidió implantar un estilo personal demostrando haber hecho un trabajo excelente al respecto. Tan sólo hay que ver que en la memoria colectiva ha quedado patente la calidad de los personajes antes citados. Incluso el picaporte fue cosecha propia pues éste no existía en el cuento. Otro problema importante fue el empleo de hasta 14 canciones, la banda sonora con más temas hasta la fecha en la factoría Disney, muchas de las cuales eran los poemas de la obra sólo que musicalizados. Eso hacía que quienes no fueran proclives o adeptos con una de las idiosincrasias de las películas Disney iba a encontrarse con un muro difícil de sortear. Podría decirse que casi cada escena tiene su propia canción, sin posibilidad de evitarlo. Lógicamente, al contar con tres directores y un exceso de guionistas hizo que el producto se resintiera de una forma brutal, haciendo que unas escenas fuesen más impactantes que las anteriores donde el resultado final resultara un tanto irregular o por así decirlo no tan homogéneo como podía esperarse de una película Disney.
- Continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por desgracia, el propio Walt no quedó contento con el resultado. A pesar de creer en que los sueños se hacían realidad éste fue más bien una pesadilla. Hay que sumarle que la película, a pesar de ser un fracaso en taquilla, acabó resultando un éxito entre círculos selectos en la década de los 60 y sobre todo en ciertas universidades pues, debido a la ingesta de drogas y con el estado psicotrópico que éstas ofrecían, el filme resultaba algo atractivo y de cierto calado social en la conocida “cultura de la droga”. Disney no deseaba que su obra estuviese relacionada con algo tan funesto y acabó retirando las copias de las universidades [...], no se puede negar que “Alicia en el país de las maravillas” no es una película para todos los paladares. Igual que en su momento “Fantasía” fue un rotundo fracaso por no ser hija de su tiempo, la obra que aquí contemplamos tampoco tuvo la suerte que merecía. Si bien es cierto que su guión resulta demasiado rompedor, se alejaba por completo de los cánones establecidos y ante todo de la coherencia narrativa es, ante todo y después de todo, un viaje a la aventura desconocida y la fantasía más primigenia [...].
Dejando a un lado si el producto merece ser considerado uno de los clásicos mayores, de los menores o si posee las calidades necesarias para ser considerada un arriesgado ejercicio de estilo fuera de toda formalidad, “Alicia en el país de las maravillas” es un exponente de que hay cosas que es muy difícil lograr, ya sea atrapar al conejo blanco, salir indemne (y cuerdo) de una conversación con la locura personificada o lograr salir de un laberinto sin más escapatoria que convertirse en uno más de los locos que pueblan este retorcido, fascinante y embriagador mural donde Kafka y Freud disfrutarían de lo lindo siendo los amos y señores de sus fantasías convertidas en película. Es cierto que el filme no debe tomarse como una película más al uso. Hacerlo sería dañarla o relegarla a un producto fallido. Todo lo contrario [...].
Pero contemplar un picaporte tragarse, literalmente, un mar de lágrimas, un dodo como maestro de dirección, una historia realmente funesta con una morsa, un carpintero y unas ostras realmente entrañables como protagonistas, una fiesta de no cumpleaños con los mejores personajes en la mejor escena de toda la función (su tipo de comedia serviría, no lo dudo, de inspiración para cómicos posteriores), una oruga fumadora empedernida, un bosque encantado que alberga una infinidad de criaturas a cual más original, un gato cósmico que posee la aparición más interesante de todas, un concierto de flores perfecto, una reina que se convierte en uno de los villanos más esperpénticos, agresivos y ante todo enajenados de toda la factoría Disney (atención al juicio sin razón posible) o ese ejército de cartas que demuestra las dotes maestras de dibujantes en estado de gracia, todos en su conjunto (la lagartija deshollinador o el conejo siguen siendo personajes de muy alta calidad), hacen que no sea una película más, que no sea tomada como una película inferior aunque no ofrezca, en principio, lo que se espera de ella por estar bajo el sello Disney. Siempre he considerado “Alicia en el país de las maravillas” uno de los viajes más estimulantes, gratificantes, un tanto arriesgados y en cierta forma fuera de toda lógica posible (valga la redundancia) de toda la filmografía de Walt Disney como artífice y como marca registrada. Es cierto que por no poder darle una coherente historia pueda llegar a dar la impresión de producto outside pero estamos ante uno de los mejores productos con más carácter que ha deparado el cine mainstream de la animación norteamericana. Que no es poco. Porque después de un sueño lo único que nos queda es volver a la realidad. Plana y monótona realidad que desde luego no ofrece viajes como éste.
Crítica completa: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/09/06/critica-alicia-en-el-pais-de-las-maravillas-varios-directores-1951-viaje-al-surrealismo/
Dejando a un lado si el producto merece ser considerado uno de los clásicos mayores, de los menores o si posee las calidades necesarias para ser considerada un arriesgado ejercicio de estilo fuera de toda formalidad, “Alicia en el país de las maravillas” es un exponente de que hay cosas que es muy difícil lograr, ya sea atrapar al conejo blanco, salir indemne (y cuerdo) de una conversación con la locura personificada o lograr salir de un laberinto sin más escapatoria que convertirse en uno más de los locos que pueblan este retorcido, fascinante y embriagador mural donde Kafka y Freud disfrutarían de lo lindo siendo los amos y señores de sus fantasías convertidas en película. Es cierto que el filme no debe tomarse como una película más al uso. Hacerlo sería dañarla o relegarla a un producto fallido. Todo lo contrario [...].
Pero contemplar un picaporte tragarse, literalmente, un mar de lágrimas, un dodo como maestro de dirección, una historia realmente funesta con una morsa, un carpintero y unas ostras realmente entrañables como protagonistas, una fiesta de no cumpleaños con los mejores personajes en la mejor escena de toda la función (su tipo de comedia serviría, no lo dudo, de inspiración para cómicos posteriores), una oruga fumadora empedernida, un bosque encantado que alberga una infinidad de criaturas a cual más original, un gato cósmico que posee la aparición más interesante de todas, un concierto de flores perfecto, una reina que se convierte en uno de los villanos más esperpénticos, agresivos y ante todo enajenados de toda la factoría Disney (atención al juicio sin razón posible) o ese ejército de cartas que demuestra las dotes maestras de dibujantes en estado de gracia, todos en su conjunto (la lagartija deshollinador o el conejo siguen siendo personajes de muy alta calidad), hacen que no sea una película más, que no sea tomada como una película inferior aunque no ofrezca, en principio, lo que se espera de ella por estar bajo el sello Disney. Siempre he considerado “Alicia en el país de las maravillas” uno de los viajes más estimulantes, gratificantes, un tanto arriesgados y en cierta forma fuera de toda lógica posible (valga la redundancia) de toda la filmografía de Walt Disney como artífice y como marca registrada. Es cierto que por no poder darle una coherente historia pueda llegar a dar la impresión de producto outside pero estamos ante uno de los mejores productos con más carácter que ha deparado el cine mainstream de la animación norteamericana. Que no es poco. Porque después de un sueño lo único que nos queda es volver a la realidad. Plana y monótona realidad que desde luego no ofrece viajes como éste.
Crítica completa: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/09/06/critica-alicia-en-el-pais-de-las-maravillas-varios-directores-1951-viaje-al-surrealismo/

6,7
17.875
7
29 de agosto de 2016
29 de agosto de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1964 Walt Disney Pictures presentó a todo el mundo “Mary Poppins”, basada en el libro mundialmente famoso de P.L. Travers y dirigida por Robert Stevenson, uno de los apellidos afianzados en la empresa desde tiempos inmemoriales y con una larga lista de títulos que son todos auténticos clásicos por derecho propio. La película fue un taquillazo imbatible y se convirtió, de la noche a la mañana, en un título de culto que hasta el día de hoy sigue siendo todo un referente del cine familiar y con una calidad que sigue siendo irresistible por muchos motivos. Lo que no se sabía es que Walt Disney, en persona, tardó nada menos que 20 años en conseguir los derechos pues la propia escritora se negaba a venderlos vez tras vez. La historia de ese periplo, de toda esa odisea, de ese obstáculo casi imposible de franquear es lo que da vida a este filme que en manos de John Lee Hancock se convierte en toda una clase de compostura, elegancia y buen ritmo.
El mensaje de la historia es claro y sencillo: los problemas de nuestra vida se pueden sortear como uno quiera. Y ese es el leitmotiv en cuestión de “Al encuentro de Mr. Banks”. Más allá de todos y cada uno de los aspectos artísticos, técnicos de una obra cinematográfica que tardó demasiado en ver la luz, fuera de las entrevistas y encuentros entre dos personas completamente opuestas (una era el intimismo personificado y la otra era la ambición de un empresario) en base a un guión con o sin modificaciones, gustos personales de la Sta. Travers y la cabezonería y lucha de Walt Disney, el rey Midas indiscutible en el campo de la animación y del cine familiar aún a día de hoy, el hombre que convirtió un apellido en un símbolo, en un imperio, en todo un universo particular de gusto y disfrute de generaciones enteras, más allá de todo esto se encuentra una historia en ciernes sobre la escritora de Mary Poppins y cómo cada pieza de esa historia está basada en una parte de su vida pasada, de su infancia, de sus vivencias y de sus recuerdos [...].
Uno descubre que el Sr. Banks está basado en el padre de Travers, que Mary Poppins es su tía, que los míticos dos peniques no son simplemente dos monedas sin valor sino que por culpa de insignificante calderilla y lo que fue a comprar la autora del libro con ella representó una auténtica tragedia personal al no poder despedirse de su padre quien estaba enfermo de tuberculosis. Porque la película no escatima en hechos y situaciones dramáticas [...]. Todo está mostrado a partir de flashbacks repartidos a lo largo (y ancho) de toda la historia. La esencia de esa relación que mantienen están reflejados en los momentos más aclamados o icónicos de la versión de Robert Stevenson pues son la vida de Travers. De esta forma, a través de “Al encuentro de Mr. Banks” podemos descubrir que eran reales y no fruto de una mente fantasiosa sino con una razón detrás para ser expuestos [...].
Otro de los elementos clave para hacer que la película resulte convincente es la conseguida ambientación junto con un diseño de producción espectacular el cual logra transmitir la época de buenas intenciones, amabilidad, sentimientos, una época cargada de magia en el aire, de un Hollywood glamouroso y de una felicidad mal enfocada o por así decirlo más hipócrita de lo que uno pueda creer. En sí podría decirse que es un émulo o una exposición del propio Disney a fin de cuentas. Del apellido y de la empresa. Todo lo que a ello concierne está realmente logrado pues desde los despachos que representan la parte menos alegre y la más mecánica hasta el parque de atracciones, símbolo y representación de un mundo de felicidad completa, está expuesto sin hurgar profundamente ni hacer una crítica incisiva pero sin obviar exponer al hombre que veía su mundo como un imperio, como una empresa, como una marca, como una fantasía y que a fin de cuentas, a pesar de ser el jefe de un macro universo casi inalcanzable, seguía siendo el hombre de familia que se supone era. Cierto es que no van a tirar piedras sobre su propio tejado al tratarse de la piedra de toque de un imperio pero aún siendo un guión magnánimo con la figura del creador de un bastión inquebrantable, también logra atisbarse la ambición que contenía ante cualquier cosa que oliera a éxito en taquilla y el punto de vista que poseía sobre todo lo que creía pudiera reportarle beneficios contantes y sonantes aunque la realización de “Mary Poppins” fuese una promesa hecha a sus propias hijas.
Tom Hanks, uno de los pocos actores que representan el Hollywood clásico en pleno siglo XXI, logra plasmar y construir un Walt Disney creíble, dándole el énfasis y los matices necesarios para conseguir todos los ámbitos posibles que rodeaban al apellido de uno de los iconos más ilustres del s. XX. Se nota que el actor se esfuerza en tratarlo con respeto en todo momento pero sin resultar adulador en exceso pues a pesar de que el maestro era conocido por su pasión por su trabajo también era un tiburón sin escrúpulos a la hora de conseguir cualquier cosa. Lógicamente estamos hablando de una película de corte académico y las intenciones no son destripar a ser despiadado sino intentar ser consecuentes y equilibrado. Lo mismo sucede con Emma Thompson quien, a través de su compostura, logra plasmar la rigurosidad británica ajena por completo a toda esa fantasía colorista (y en cierto sentido vacua) que es la vida de un director de cine empecinado en convertir su apellido en una maquinaria de hacer dinero y arte a partes iguales [...]. La escena más lograda al respecto y que expone a la perfección todos estos aspectos es aquella donde Disney le expone a Travers, sin tapujos pero con sentimiento, la realidad de la vida, la forma en cómo uno puede afrontar las experiencias dolorosas del pasado y que detrás de cada persona hay una historia, quizás, más dolorosa que la nuestra y que por eso merece la pena ser contada y conocida.
- continúa en spoiler -
El mensaje de la historia es claro y sencillo: los problemas de nuestra vida se pueden sortear como uno quiera. Y ese es el leitmotiv en cuestión de “Al encuentro de Mr. Banks”. Más allá de todos y cada uno de los aspectos artísticos, técnicos de una obra cinematográfica que tardó demasiado en ver la luz, fuera de las entrevistas y encuentros entre dos personas completamente opuestas (una era el intimismo personificado y la otra era la ambición de un empresario) en base a un guión con o sin modificaciones, gustos personales de la Sta. Travers y la cabezonería y lucha de Walt Disney, el rey Midas indiscutible en el campo de la animación y del cine familiar aún a día de hoy, el hombre que convirtió un apellido en un símbolo, en un imperio, en todo un universo particular de gusto y disfrute de generaciones enteras, más allá de todo esto se encuentra una historia en ciernes sobre la escritora de Mary Poppins y cómo cada pieza de esa historia está basada en una parte de su vida pasada, de su infancia, de sus vivencias y de sus recuerdos [...].
Uno descubre que el Sr. Banks está basado en el padre de Travers, que Mary Poppins es su tía, que los míticos dos peniques no son simplemente dos monedas sin valor sino que por culpa de insignificante calderilla y lo que fue a comprar la autora del libro con ella representó una auténtica tragedia personal al no poder despedirse de su padre quien estaba enfermo de tuberculosis. Porque la película no escatima en hechos y situaciones dramáticas [...]. Todo está mostrado a partir de flashbacks repartidos a lo largo (y ancho) de toda la historia. La esencia de esa relación que mantienen están reflejados en los momentos más aclamados o icónicos de la versión de Robert Stevenson pues son la vida de Travers. De esta forma, a través de “Al encuentro de Mr. Banks” podemos descubrir que eran reales y no fruto de una mente fantasiosa sino con una razón detrás para ser expuestos [...].
Otro de los elementos clave para hacer que la película resulte convincente es la conseguida ambientación junto con un diseño de producción espectacular el cual logra transmitir la época de buenas intenciones, amabilidad, sentimientos, una época cargada de magia en el aire, de un Hollywood glamouroso y de una felicidad mal enfocada o por así decirlo más hipócrita de lo que uno pueda creer. En sí podría decirse que es un émulo o una exposición del propio Disney a fin de cuentas. Del apellido y de la empresa. Todo lo que a ello concierne está realmente logrado pues desde los despachos que representan la parte menos alegre y la más mecánica hasta el parque de atracciones, símbolo y representación de un mundo de felicidad completa, está expuesto sin hurgar profundamente ni hacer una crítica incisiva pero sin obviar exponer al hombre que veía su mundo como un imperio, como una empresa, como una marca, como una fantasía y que a fin de cuentas, a pesar de ser el jefe de un macro universo casi inalcanzable, seguía siendo el hombre de familia que se supone era. Cierto es que no van a tirar piedras sobre su propio tejado al tratarse de la piedra de toque de un imperio pero aún siendo un guión magnánimo con la figura del creador de un bastión inquebrantable, también logra atisbarse la ambición que contenía ante cualquier cosa que oliera a éxito en taquilla y el punto de vista que poseía sobre todo lo que creía pudiera reportarle beneficios contantes y sonantes aunque la realización de “Mary Poppins” fuese una promesa hecha a sus propias hijas.
Tom Hanks, uno de los pocos actores que representan el Hollywood clásico en pleno siglo XXI, logra plasmar y construir un Walt Disney creíble, dándole el énfasis y los matices necesarios para conseguir todos los ámbitos posibles que rodeaban al apellido de uno de los iconos más ilustres del s. XX. Se nota que el actor se esfuerza en tratarlo con respeto en todo momento pero sin resultar adulador en exceso pues a pesar de que el maestro era conocido por su pasión por su trabajo también era un tiburón sin escrúpulos a la hora de conseguir cualquier cosa. Lógicamente estamos hablando de una película de corte académico y las intenciones no son destripar a ser despiadado sino intentar ser consecuentes y equilibrado. Lo mismo sucede con Emma Thompson quien, a través de su compostura, logra plasmar la rigurosidad británica ajena por completo a toda esa fantasía colorista (y en cierto sentido vacua) que es la vida de un director de cine empecinado en convertir su apellido en una maquinaria de hacer dinero y arte a partes iguales [...]. La escena más lograda al respecto y que expone a la perfección todos estos aspectos es aquella donde Disney le expone a Travers, sin tapujos pero con sentimiento, la realidad de la vida, la forma en cómo uno puede afrontar las experiencias dolorosas del pasado y que detrás de cada persona hay una historia, quizás, más dolorosa que la nuestra y que por eso merece la pena ser contada y conocida.
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spoiler:
Algo que consigue “Al encuentro de Mr. Banks” es, precisamente, darle mayor protagonismo o enfocar la esencia de la historia no en Mary Poppins, la niñera mágica sino precisamente en el Sr. Banks, quizás el personaje que siempre pasó más desapercibido y que encerraba muchos más matices de los que uno pudiera imaginar. De esta forma llegamos a verlo desde la perspectiva correcta aunque quienes hemos visto “Mary Poppins” decenas de veces sirve para descubrir un episodio completamente desconocido. Conocer que la pieza clave o el elemento fundamental para poder entender mejor la historia es éste sorprende muchísimo. De esta forma vemos a un padre amoroso y no tan rudo o estricto como se nos presentó siempre. Ver a Mary Poppins más como un puente que une o repara la brecha rota entre los padres y sus hijos es algo que da que pensar. Pero la película esconde mucho más. Interesante poder descubrir qué elementos y escenas quería eliminar Travers del montaje final y que por suerte para todos nadie dispuesto a obedecer. De no haber claudicado Disney con los deseos de la escritora no hubiésemos conocido las canciones atemporales que todos hemos cantado en infinidad de ocasiones casi como un mantra. No hubiésemos podido disfrutar de esos fragmentos mágicos donde Bert baila con pingüinos (quizás uno de los momentos más desternillantes, originales y divertidos y que ella encontraba fuera de lugar por considerarlo un tanto bufo). O no hubiésemos tenido el gusto de conocer al Sr. Banks con bigote, un detalle común pero realmente fundamental para la historia.
Otro de los elementos clave para que la película logre transmitir toda la viveza que contiene ya de por sí “Mary Poppins” es la plasmación rigurosa y bastante acertada de los compositores (y hermanos) Sherman. Verles tocar las primeras notas de canciones que son parte de la cultura popular, cómo llegaron a crear auténticas joyas para un tesoro en sí mismo al igual que verles salir de sus propias casillas ante el estricto e irritante carácter de la Srta. Travers son de los mejores momentos al igual que esa escena donde ella, por fin, logra conectar y comprender la esencia y el punto de vista de Disney y su equipo uniéndose al baile y felicidad (momentánea) para dar su beneplácito son pequeños ejemplos de un trabajo formidable de ambientación y logro. Porque no hay mejor plano y escena donde ella, en un dilema crucial comprendiendo que el dinero es necesario para vivir pero a su vez no quiere “vender” su obra más querida, decide abrazarse a un muñeco de Mickey Mouse. Una forma como otra cualquiera de dar a entender que cualquiera puede estar en contra del imperio Disney por verlo como es y la parte que se esconde tras unos personajes encantadores y unas películas atemporales pero mucho que uno quiera luchar contra la parte capitalista del producto uno acaba, quiera o no, aceptándolo como parte de su vida. Es algo tan inevitable como sonreír complacido ante algo tan eterno como Mary Poppins. Porque descubrir la parte íntima de un producto destinado a ser mainstream lo hace más accesible y cercano y comprender que nadie puede resistirse a los encantos de alguien que dominaba el mundo del espectáculo a la perfección por mucho que se oponga resistencia. Desde luego, “Al encuentro de Mr. Banks”, es un claro ejemplo de que los problemas siempre van a formar parte de uno pero también los recuerdos y que no hay nada más suculento para un visionario que tener un deseo y una meta en mente.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/08/29/critica-al-encuentro-de-mr-banks-john-lee-hancock-2013-todo-icono-tiene-detras-una-historia/
Otro de los elementos clave para que la película logre transmitir toda la viveza que contiene ya de por sí “Mary Poppins” es la plasmación rigurosa y bastante acertada de los compositores (y hermanos) Sherman. Verles tocar las primeras notas de canciones que son parte de la cultura popular, cómo llegaron a crear auténticas joyas para un tesoro en sí mismo al igual que verles salir de sus propias casillas ante el estricto e irritante carácter de la Srta. Travers son de los mejores momentos al igual que esa escena donde ella, por fin, logra conectar y comprender la esencia y el punto de vista de Disney y su equipo uniéndose al baile y felicidad (momentánea) para dar su beneplácito son pequeños ejemplos de un trabajo formidable de ambientación y logro. Porque no hay mejor plano y escena donde ella, en un dilema crucial comprendiendo que el dinero es necesario para vivir pero a su vez no quiere “vender” su obra más querida, decide abrazarse a un muñeco de Mickey Mouse. Una forma como otra cualquiera de dar a entender que cualquiera puede estar en contra del imperio Disney por verlo como es y la parte que se esconde tras unos personajes encantadores y unas películas atemporales pero mucho que uno quiera luchar contra la parte capitalista del producto uno acaba, quiera o no, aceptándolo como parte de su vida. Es algo tan inevitable como sonreír complacido ante algo tan eterno como Mary Poppins. Porque descubrir la parte íntima de un producto destinado a ser mainstream lo hace más accesible y cercano y comprender que nadie puede resistirse a los encantos de alguien que dominaba el mundo del espectáculo a la perfección por mucho que se oponga resistencia. Desde luego, “Al encuentro de Mr. Banks”, es un claro ejemplo de que los problemas siempre van a formar parte de uno pero también los recuerdos y que no hay nada más suculento para un visionario que tener un deseo y una meta en mente.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/08/29/critica-al-encuentro-de-mr-banks-john-lee-hancock-2013-todo-icono-tiene-detras-una-historia/
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