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Críticas 149
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de diciembre de 2009
14 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa película con unas miradas entre los personajes, en especial Julia Ormond, que no está al alcance de todos los cineastas lograr. Hay colosalismo, pero no se come al intimismo, y la historia de amor es de las más bonitas del cine reciente. En cuanto a la recreación de la Rusia zarista y su pretendida apología, que tanto oigo cuando se habla de esta película, me gustaría saber en qué consiste exactamente. Hay alegría de vivir, sí, pero no creo que el zar quede bien parado, precisamente. Claro que es estéticamente complaciente, gusta de que en la pantalla lo que se ve sea bonito, y haya buenos encuadres. Es cine clásico en ese sentido. Qué curioso, no me gusta demasiado el cine, pero siempre recuerdo con especial intensidad las historias de amor de Mikhalkov: la rusa manchando la pared con lágrimas, (Ojos negros); y Julia Ormond haciendo arder la pantalla con la mirada. Impresionante. En cuanto a que es muy larga, pues sí, ¿y qué? Es verdad, seguramente sobra algo, pero hay momentos de una intensidad que no recuerdo en la mayoría del cine moderno. Para mí, maravillosa.
24 de mayo de 2011
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
He leído en otra crítica que si el niño va descubriendo el mundo, que si profunda historia de amistad...No puedo estar más en desacuerdo. Para empezar, un niño del siglo XVIII que ya camina solo de noche por esos mundos de Dios, y que baja a criptas llenas de bandidos sin demasiado miedo ya tiene mucho recorrido hecho. Menos mal que, en su extrema pureza, sigue siendo niño. Por eso es imposible que sea amigo de Fox. Simplemente, el adulto se redime en él. Nunca llega ese abrazo esperado.
¡Señoras, señores! ¡Qué manera de meternos en materia! Los diez primeros minutos de brumosa película son de una intensidad ya delirante, en hechos, modos, miradas, climas...La escena, (de "terror romántico", al más puro estilo del cuento gótico anglosajón), de la horca con los dos niños debajo, al margen de que ha inspirado alguna otra, (¿puede ser en "los señores del acero", de Verhoeven?, no me acuerdo), insiste en la única bondad pura posible, la de la infancia; y, además, es cortísima, para no abusar ni lo más mínimo de un hallazgo que cualquier otro director hubiera subrayado mucho más. Y sigue la inocencia primigenia enfrentada a la Maldad, al hastío, a la podredumbre. ¡¡¡QUé manera de hacer, de conducir, cuando el niño llega a la reunión de borrachos del antaño esplendoroso "manor" familiar!!! Ahí, de repente, canta el niño una tontísima canción escuchada por los lobos. Es un momento de los más tristes que recuerdo haber visto, jamás, en ninguna película. Es menos espeluznante que aquella escena de "Los pazos de Ulloa" donde emborrachan a un pequeño, pero mucho más triste.
Lo malo es la parte de acción. El realismo era parte imprescindible aquí para sostener la lírica, y es todo muy chapucero, (no me refiero sólo a la ridícula pelea con el hacha; también están esos bandidos que al final actúan bajo una especie de código de honor, con lo sencillo que hubiera sido darle fin a Fox).
Maravilloso el clima gótico, el recuerdo a los grabados de Hogarth para dar ambiente; perfecto el pasotismo, el hastío de Sanders, (al parecer no fingido, próximo ya su suicidio en la vida real). Y, sobre todo, destacar a uno de los mejores actores que yo he visto: Stewart Granger. ¿Por qué? Porque siempre me convence, por filtrar más verdad, a través de su frivolidad y socarronería, que otros mucho más consagrados y peores, (se me ocurre ahora mismo James Stewart, ya que acabo de ver "Vértigo")y por romper una lanza porque siempre que se habla de él es para ponerlo a parir. En "Moonfleet" está inmenso.
¡¡¡Ay, niños inocentes que se movían por el mundo!!! ¡¡¡Qué distintos a los niños resabiados pero encerrados en institutos todo el año!!!
30 de marzo de 2015
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Huyamos de los grandes titulares: "En la lista de las mejores películas de la historia", "Cumbre del fantástico", "Obra genial del cine mudo", "Precursora de tal y tal.." Huyamos, porque aquí no hay que vender nada. La película es buena, pero como hay miles. Sí es admirable que sea precursora de algunas cosas, no solo de efectos especiales, sino también del tratamiento psicológico de la imagen, (esto es, que la imagen diga más de lo que, simplemente, se ve), con que los cineastas nórdicos iban a entrar en el alma para ejemplo de tantos imitadores cercanos o lejanos aún en el tiempo. Quién sabe si Woody Allen, por irnos lejos, jamás hubiera existido sin este primer eslabón sjostromniano. Pero ser precursor de algo no es siempre un valor artístico añadido, al menos no para mí. Otro día hablamos de por qué tengo razón.
Tiene mérito, una película rodada hace casi 100 años con una estructura narrativa tan compleja, con tan logrados ambientes fúnebres, con esas poderorísimas actuaciones naturalistas, mantenidas en quietud por la cámara, nada de los histrionismos habituales del cine mudo, (la actuación del propio Sjöstrom, para las antologías, impresionante). Resulta premonitorio el tratamiento sobrio de cada escena, despojada de atrezzo, de distracciones, de movimiento; resulta abrumador el retrato de la angustia existencial, la desesperación con que todo se baña, por más que haya moralejas dickensianas que ni el realizador se cree... los nórdicos, siempre igual...les falta luz y alegría; pronto Dreyer, Bergman...
Por supuesto, como en todo melodrama desaforado, también hay elementos chirriantes. Para qué entrar con spoiler. Precisamente, en esa vertiente "melodrama desaforado" es donde más peros se pueden poner, no por vieja, sino por desaforada.
Nada que objetar a la vertiente "fantastique", ideal para visionar en solitario en una lúgubre noche de invierno con la lluvia pegando en los cristales y en una buena tele, (porque lo que es en el cine, la llevas clara); y estupenda la vertiente moralista, con un retrato del alcoholismo a la altura de "Días de vino y rosas", pero más sucio, sin esa falsa brillantez en la realización; y otro retrato de la posesión masculina sobre la hembra que nos da pistas de lo antigua que es la lacra de la violencia de género.
Así que, no por tener 100 años es una bisabuela. Se mantiene todo lo joven que un buen cinéfilo, (y solo un buen cinéfilo, huyan los demás), sepa ver, con los ojos adecuados.
19 de diciembre de 2012
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Nos encontramos ante un folletín? Sí y no. Si es un folletín, está bañado en puro arte cinematográfico. Si no lo es , esto es la filmación del éxtasis místico de Santa Teresa, por lo menos.
Como en los caminos que se borran con niebla, no encontramos líneas bien marcadas en ninguna parte de esta película. Todo está difuminado: un amor incontenible y enfermizo procede de alguien que murió; la niebla se come la ciudad por la que deben ir otros paseantes reales, que han desaparecido o pasan a toda velocidad. La luz es huidiza, salvo cuando estalla en el rostro de la loca. Los viajes en tren pasan por sitios de nombre real, pero desdibujados en cartones; una melancolía inaprehensible lo baña todo; la noria del Prater, símbolo claro en algunas otras películas, no se sabe bien si existe aquí. El niño encantador vive la vida del que va hacia la fatalidad, y no hace falta que llegue la escena de la despedida en la estación para entenderlo. Una sociedad convencional protesta de vez en cuando antes de volver a sumergirse en niebla y arrebato. Y sigue la difuminación: la música llega a través de paredes, y los sonidos tienen a veces más importancia que las imágenes. Sólo la muerta se empeña en hacerse notar, por eso aparece de negro en medio de la blancura de la nieve.
Y luego está ese amor fou, quizá como nunca se vio en una pantalla. Sólo existe un personaje en la película: ella. Stefan Brand es sólo la imaginación de la perturbada, y las pocas cosas que vamos sabiendo de él son las visiones de ella. Idealizadas, casi siempre; un poco más de mujer de carne y hueso desde que aparece el niño, el cual no sale mucho pero es definitivo en la deriva de Lisa.
La película, (que tiene mucho en común con "Madame De..."), es el retrato de una obsesión psicológica enfermiza, por más que la cara de Fontaine se bañe en luces radiantes que le eliminan los defectos, como en un photoshop primitivo. Los modernos directores que van de atrevidos en el retrato de un amor más allá del equilibrio, (como el último Almodóvar, el de "La piel que habito"), palidecen ante el retrato en neblina que se nos ofrece aquí. Es el terreno límite entre lo ridículo y lo sublime, terreno pantanoso donde el gordo manchego se hunde, patético, y Ophuls nos arrebata. Basta recordar dos escenas de ambas películas que tienen que ver con escaleras, para descojonarse en Almodóvar y para llorar en Ophuls. (Lo que le gustan a este hombre los palcos y escaleras de ópera).
En fin, nos encontramos con un prodigio de sutileza, como en esa otra escalera del castillo de Blois donde Mansart rompió una cúpula para edificar otra encima, pero dejando ver mucho de la anterior. De manera análoga, el retrato de él lo vemos a través del de ella; para,al final, ver el de él solamente, que toma su decisión definitiva mirando hacia ella. Y todo sin arrancar la piel a nadie. La cúpula de arriba y la de abajo, con sendos espejos apuntándose, artificio también barroco del más barroco de los directores, del que injustamente sólo se señala su barroquismo para referirse a la sinfonía de imágenes de cada película suya. Artificio romántico también, porque el efecto es arrebatador y las lágrimas saltan en ese final.
El amor fou, loco, doloroso, tan enajenado que los poseídos ya no saben que están locos y los cuerdos tienen vocación de alcanzar, para enloquecer a su vez. La locura y la muerte a través de una Viena borrada, entrevista. El hijo como recuerdo terrible, punzante. Una película arrebatadora, irrepetible, que se irá clavando como aguja conforme vayan pasando los días después de verla. Sólo con su sonido original, por favor.
4 de noviembre de 2012
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravilloso retrato femenino enmedio de la Francia de finales del siglo XIX: sus salones, sus afeites, sus militares, sus palcos. Nunca la ambientación de una película tuvo tanto que ver con los caracteres de los personajes que la pueblan. Se lo digo yo que he leído mucho sobre ese siglo y además soy muy mayor. Aquí, no son actores en un decorado, sino seres vivientes de aquel siglo. Nada sobra, y usted nunca tendrá la sensación de que la gente que pasa por la calle son extras. Pero, ojo, los personajes son aristócratas y clases dirigentes, y del siglo XIX además, así que se comportan como tales, (en vez de, como en tantas películas modernas, como usted o yo vestidos con ropas carísimas y yendo a la ópera en coche de caballos). Louise de Vilmorin, la autora de la novela, era ella misma aristócrata, y coleccionista de amantes, (alguno famosos como Cocteau, Malraux o Saint-Exupery, ahí es nada). Ella misma presentó en su salón, (ya se sabe el significado de la palabra salón para estas gentes) a Max Ophüls.
El retrato psicológico de la protagonista, (fría, como siempre, Darrieux, pero aquí queda de perlas), es uno de los mejores que recuerdo. Pero no le va a la zaga el marido, con una interpretación de antología de Charles Boyer. Más discreta es la actuación de Vittorio de Sica, con su sempiterno aspecto de peluquero. También hay una pequeña colección de personajes secundarios que resultan hondos, veraces, casi sin proponérselo, como la criada y confidente.
No hay argumento que contar, apenas; referencias a Bovary y Karenina, pero con mucho más hielo. Y un ballet cinematrográfico por parte de Ophüls, que nos lleva volando de los armaritos y los pequeños frascos de perfume a los grandes palcos de la ópera, siempre destilando vida en cada plano.
¿Por qué, por tanto, no un diez? Será por alguna sensación extraña, difícil de explicar, algo relacionado con el frío.
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