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7,0
16.993
3
18 de enero de 2024
18 de enero de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría ser la clásica boutade por mi parte pero, sin embargo, lo juro como lo siento: es la cruda realidad, la que vi mientras veía la película, y aseguro que las películas domésticas que rueda Sammy Fabelman, el primogénito de la familia, y alter ego de Steven Spielberg, y con su misma e inquebrantable afición por el cine son, realmente, lo más destacado de Los Fabelman.
Sí, porque el joven Sammy Fabelman, irónicamente, no encuentra rival en el viejo Steven Spielberg, en sus ñoñerías, en su pulso firme pero facilón, en esos terribles momentos casi de verguenza ajena e infantiles, pero sin que los niños (¡qué habrán hecho los pobres!) tengan nada que ver con ello y a los que nada les falta, digo a los "momentos", ni tan siquiera ese estomacante aroma a potitos para bebés que acaban de dejar la teta a un lado.
Sí, porque en Los Fabelman asistimos a un peculiar parricidio. La Criatura (Sammy Fabelman) se ha merendado a su Creador.(sí, a Steven Spielberg), y es que las películas que Sammy rueda son una cosa muy diferente. En ellas también se cuentan las peripecias de los Fabelman pero con otro tono, más sugerente, ambicioso. Y todo a pesar de las inevitables (las rueda un aficionado que aún no se afeita) hechuras domésticas que lucen. Filmadas en color pero en formato súper 8. Sin sonido. Y con un montaje inequívocamente casero.
Pero en ellas nos es dado descubrir un bonito homenaje al Blow-up antonioniano, en ese romance oculto, sincero, largo y apasionado que vive la madre de Sammy con el mejor amigo de la familia. Y es en esos momentos cuando Los Fabelman (gracias al arte de Sammy) despegan y crecen, cuando Los Fabelman tiran para arriba, y la película se monta sobre sus hombros y sube también, cuando huelo, entonces, a un cine-para-mayores, de raíces europeas, serio, emocionante, cuando la papilla va a parar donde siempre debió estar: en el cubo de la basura.
Aunque, por desgracia, esos instantes no duran mucho. ¡Ay! Y es, entonces, cuando Steven toma las riendas de la función (lo que es un decir porque sus manos tiemblan como las de un deshauciado enfermo de Parkinson), y la película se inclina hacia abajo, hacia un precipicio de palomitas-y-gominolas donde el sueño se empeña, con una terquedad digna de mejor causa, en cerrarme los ojos (y que Erice me perdone).
Sí, porque el joven Sammy Fabelman, irónicamente, no encuentra rival en el viejo Steven Spielberg, en sus ñoñerías, en su pulso firme pero facilón, en esos terribles momentos casi de verguenza ajena e infantiles, pero sin que los niños (¡qué habrán hecho los pobres!) tengan nada que ver con ello y a los que nada les falta, digo a los "momentos", ni tan siquiera ese estomacante aroma a potitos para bebés que acaban de dejar la teta a un lado.
Sí, porque en Los Fabelman asistimos a un peculiar parricidio. La Criatura (Sammy Fabelman) se ha merendado a su Creador.(sí, a Steven Spielberg), y es que las películas que Sammy rueda son una cosa muy diferente. En ellas también se cuentan las peripecias de los Fabelman pero con otro tono, más sugerente, ambicioso. Y todo a pesar de las inevitables (las rueda un aficionado que aún no se afeita) hechuras domésticas que lucen. Filmadas en color pero en formato súper 8. Sin sonido. Y con un montaje inequívocamente casero.
Pero en ellas nos es dado descubrir un bonito homenaje al Blow-up antonioniano, en ese romance oculto, sincero, largo y apasionado que vive la madre de Sammy con el mejor amigo de la familia. Y es en esos momentos cuando Los Fabelman (gracias al arte de Sammy) despegan y crecen, cuando Los Fabelman tiran para arriba, y la película se monta sobre sus hombros y sube también, cuando huelo, entonces, a un cine-para-mayores, de raíces europeas, serio, emocionante, cuando la papilla va a parar donde siempre debió estar: en el cubo de la basura.
Aunque, por desgracia, esos instantes no duran mucho. ¡Ay! Y es, entonces, cuando Steven toma las riendas de la función (lo que es un decir porque sus manos tiemblan como las de un deshauciado enfermo de Parkinson), y la película se inclina hacia abajo, hacia un precipicio de palomitas-y-gominolas donde el sueño se empeña, con una terquedad digna de mejor causa, en cerrarme los ojos (y que Erice me perdone).
27 de septiembre de 2023
27 de septiembre de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro monstruo viene a verme, ¡y menos mal que es "otro"! Porque en su humildad y buen quehacer, la criatura de Rocío Mesa, a pesar de alguna "moderneta" secuencia que debería de haber desaparecido en la mesa de montaje (sobre todo, ese innecesario, ¿y en b/n!?, baile que se marca Lupiañez) da sopas con onda a la criatura que Bayonas nos enseñó en su soporífera película. En Mesa se puede, y debemos, confiar. Tiene pulso y genio narrativo. Nosotros cruzaremos los dedos, y que su próxima película supere a esta estimulante opera prima.
14 de diciembre de 2024
14 de diciembre de 2024
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Según estás viendo Divorcio a la italiana enseguida te das cuenta que la película es algo diferente a lo que hasta entonces has visto, algo muy especial. Y es que, en sus mejores muestras, el cine italiano de esa época prodigiosa (1945-1965) era algo muy grande, al que el talento se le caía de entre los dedos. Por eso sentimos todavía con intensidad esas aventuras y desventuras que sufre Cece, ¡grande Marcello!, por Ángela, ¿pero quién no se enamoraría de ella, de esa criatura angelical- y valga la redundancia- de 15 añitos? Que levante la mano... Y no veo ninguna.
Y añadiría que comparar ese gran cine con el que en esos mismos años se realizaba en nuestra piel de toro, tal y como algunos sesudos críticos se empeñan hoy en continuar haciendo, no tiene un pase, exceptuando al señero Berlanga, por supuesto. Y aunque en algunos detalles Divorcio a la italiana se muestre un tanto demodé, reconozcámoslo: la pellícula de Germi continúa siendo una joyita de primer nivel.
Y añadiría que comparar ese gran cine con el que en esos mismos años se realizaba en nuestra piel de toro, tal y como algunos sesudos críticos se empeñan hoy en continuar haciendo, no tiene un pase, exceptuando al señero Berlanga, por supuesto. Y aunque en algunos detalles Divorcio a la italiana se muestre un tanto demodé, reconozcámoslo: la pellícula de Germi continúa siendo una joyita de primer nivel.

6,4
2.871
6
31 de agosto de 2024
31 de agosto de 2024
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Que el mal no existe podría haberlo dicho Schopenhauer hace 150 años, luego en eso Hamaguchi no aporta nada realmente nuevo. Tampoco su lenguaje sereno y reposado sería una gran novedad desde que el maestro, Ozu, puso su ojo en el visor de una cámara de cine. Pero incluso, admitidas estas premisas, a mí la película de Hamaguchi me envolvió de una forma realmente cariñosa. Aunque no por ello al final su cariño me supiera a poco. Cuando tenía que despegar, Hamaguchi no batió las alas, y se dejó ir: perezoso, cansado, lentamente, mientras yo no me cansaba de pedir más.

5,8
420
5
26 de agosto de 2024
26 de agosto de 2024
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Detective la vi cmo complemento a Alphaville: cine negro + Godard. Aunque es obvio que, salvo honrosísimas excepciones (Historie(s) du Cinema), Jean-Luc fue perdiendo chispa con los años. Pero aquí, ya desde el título, Detective, nos anima, como en una de sus grandes boutades, a abandonar el estático papel de espectador apalancado y a vestirnos con la capa a cuadros, la lupa y patear la calle (el hotel) tratando de averigüar lo que quiere contarnos con sus imágenes.
Aunque yo, por lo menos, nunca llego a conclusiones fiables. Soy un simple espectador, perdón, el detective del hotel, sí, pero muchas cosas de esta película se me escapan entre sus infinitas paredes.
Aunque yo, por lo menos, nunca llego a conclusiones fiables. Soy un simple espectador, perdón, el detective del hotel, sí, pero muchas cosas de esta película se me escapan entre sus infinitas paredes.
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