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Críticas ordenadas por utilidad
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8,2
11.406
10
17 de noviembre de 2007
17 de noviembre de 2007
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luchino Visconti no podía faltar a su cita con el neorrealismo. Dostoiewski está presente en su tratamiento dramático. Todo empieza con ese microcosmos tribal que conlleva la emigración, en este caso el de una familia siciliana, que lentamente se enfrenta a la nueva cultura urbana de un Milán hostil, frío y neblinoso. Empiezan los desarraigos. Una madre grandilocuente sujeta a su primitivismo, que trata de conservar los valores tradicionales de la familia. La intrusión de Nadia la prostituta que da lugar a una historia de amor tortuosa, y que desembocará en el crimen. Rocco es el resultado de una bondad irresponsable, dañina para todos. En especial para Nadia y Simone... Katina Paxinou, abandona las Américas y su inglés macarrónico. Visconti la convierte en Anna Magnani. Nace Annie Girardot. Su interpretación es antológica. Alain Delon parece el Myshkin de "El Idiota" de Dostoiewski (su papel es lúcido y conmovedor) y Renato Salvatori es Rogosin. Salvatori realiza el mejor ejercicio creativo del film. Degradado por su dependencia pasional hacia Nadia, hay en él una riqueza de detalles que van de la limpieza de su mirada a la más afilada dureza. Puede ser brutal, pero, tras la tragedia, su regreso nos pone la piel de gallina. Visconti nos extasía con el temblor de Salvatori. Ese Simone desvalido jamás podrá ser olvidado. Es mi actor preferido. Hubiésemos deseado más Viscontis con él. Sabemos que fue la película preferida del gran Luchino. ¡3 Hurras por ambos!

6,9
3.591
8
19 de noviembre de 2007
19 de noviembre de 2007
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera y única aventura europea del gran Howard Hawks. Rocambolesca recreación del sueño faraónico que movió al críptico Keops a construir la gran Pirámide. Tiene ese cierto encanto turbulento que posee Hawks. Obsesiones, misterios, magnificencias y una especie de delirium tremens frente a los encantos juveniles de Joan Collins. Un mundo inventado, pero creíble. La construcción de la Gran Pirámide impecablemente diseccionada. Todos los personajes, incluido el faraón, se convierten en víctimas de su propia historia. ¿Pudo ser? ¡Jamás lo sabremos! Pero siempre es positiva la revisión de los acontecimientos históricos en manos de talentos como el de este magnífico directorde "westerns" y "thrillers". No es un film grandioso, pero el espectáculo, pese a extrapolar la verdad histórica, palpable merced al monumento funerario del que se hace eco, se goza a tope.

7,5
4.416
10
8 de diciembre de 2007
8 de diciembre de 2007
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Utilización esplendorosa del mejor Cinemascope por el genial Anthony Mann. La trama conlleva aires de tragedia griega. Pero posee un ritmo desasosegante, que no decae ni por un momento. La más pura esencia del mejor western es sometida a un rigor casi inhumano. Es tortuosa y delirante. Tres protagonistas excepcionales, carne exquisita del film: James Stewart arrastra su carga de amargura con absoluta esplendidez. Donald Crisp, gigantesco como padre vengativo, entona su requiem personal por todos aquellos latifundistas americanos a los que devorara el cáncer de sus ambiciones. Arthur Kennedy se enfrenta a todo y a todos, se desdobla continuamente, y, como nos tenía acostumbrados, se marca él solito un desenlace con suspense, dado su dualismo malévolo y bien dosificado. Su enfrentamiento dialogístico con Crisp es un "morceaux de bravure" inolvidable. Al menos para mí. Y es que Kennedy, ¡qué actorazo!, sabía como nadie poner cara de santo inocente al principio, y acabar luego siendo un villano áspero e implacable. No es sólo un western arrebatador. Es aún mejor. Y el Cinemascope, como ya dije, ¡de muerte!...

6,8
1.525
10
17 de noviembre de 2007
17 de noviembre de 2007
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fedor Dostoievski recreado por Richard Brooks. Los traumas existenciales y morales del hombre son su especialidad. Al adaptar "Los hermanos Karamazov", largo y azaroso relato, rebosante de tiempos y avatares, crea, sin pretenderlo, un "western" discordante, de iras y emociones. Su mundo ruso parece un film del Oeste, pero repleto de los verdes y rojos de Eisenstein en "La conjura de los Boyardos". Yul Brynner no es el Dmitri de Dostoievski: ¡es un "cowboy" de Saloon!. Pero nos encanta, tiene cara de ruso de verdad, es un actor magnífico, y sus pasiones son felinas. María Schell tampoco es la Grushenka de la novela, pero es bellísima, sarcástica y dulce. ¡Actriz soberbia! El doblaje español lastró su personalidad. Oirla en inglés, con esa voz entrecortada, serafinesca y apaciguada, la convierte en un ángel malicioso. Cuando baila parece una Marilyn Monroe balcánica (su danza medio rusa, medio zíngara, es una antología del disparate bailoteado. Pero no por ello nos deja indiferentes: sus movimientos enloquecidos alrededor de Brynner, su blanca chambra cegadora tras la cual se cimbrean sus pechos, y su largo tirabuzón rubio, blandido al ritmo de los ¡ayes! gitanos, son uno de los recuerdos más imborrables de aquella Schell hollywoodense). Richard Basehart es el Iván perfecto (su interpretación es de las que tampoco se olvidan). ¡Lee. J. Cobb es un Fiódor de Oscar! El Aliosha de William Shatner nos conmueve. Claire Bloom cumple, pero no es papel para una "mantis religiosa" como ella. Siempre la recordaremos en “Mirando hacia atrás con ira” y “En el espía que surgió del frío”. Los aires zíngaros de la música de Bronislau Kaper son un torbellino. Personalmente, adoro esta película. ¡Un consejo, jamás la disfrutéis con el viejo doblaje Metro! Fue de los peores, destrozó la fuerte personalidad de todos sus intérpretes.
8 de diciembre de 2007
8 de diciembre de 2007
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi obra preferida de Carson McCullers. Leída y releída sin cansarme jamás de ella. Simon Callow logra, por momentos, ese clímax único que poseían aquellos polvorientos pueblos del profundo sur Norteamericano. Vanessa Redgrave está sublime. Es la auténtica Mrs. Amelia "marimacho" parida por el indiscutible genio de Ms. Carson. Keith Carradine, pintoresco y bonachón enamorado al principio, despechado luego, se permite, a su regreso, ese desmán que conllevan todas las venganzas soñadas. Su cinismo burlón, atractivo y cruel (como pocas veces se ha visto en la pantalla) no ha lugar para augurios felices. La autodestrucción de Ms. Amelia al enfrentarse a él en el Café Triste se pone en marcha. Todos los actos que precedieran la existencia despótica de su lesbianismo controvertido y oscuro, son sometidas a esa nueva medida que impone la masculinidad de ambos cónyuges. Cork Hubbert como el primo Lymon es todo un descubrimiento. La mascarada que acompañan los actos de este enano sombrío y lobuno inciden en una tremebunda traca final. La imagen espectral de Vanessa Redgrave desde el ventanal entreabierto del ya polvoriento Café Triste, resquebrajado sobre sus propios cimientos de odio y esperanza, es el más desgarrador silencio de la soledad propalada a los cuatro vientos de aquella América profunda que parecía muerta para todo lo humano. Así nos lo contó Carson McCullers. Y Vanessa Redgrave, antológica, al recrear ese pozo de oscuridad, hipocresía, y, finalmente, encubierta ternura, en que se sumiera Miss Amelia, nos ofrece la respuesta a ese gran interrogante de la existencia: "¿No es el hombre el mayor enemigo de sí mismo?"... El film es casi un incunable. De atmósfera algo ampulosa y titubeante, pero de especial curiosidad. En manos de John Huston podría haber sido una auténtica gloria. Atención a la música del estupendo Richard Robbins, que compuso todas las bandas sonoras de James Ivory. Os recordará a "Lo que queda del día".
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