You must be a loged user to know your affinity with Gunnar Hansen
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

5,6
11.949
5
31 de mayo de 2010
31 de mayo de 2010
23 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mitad de este inusitado auge de los remakes, Romero parece dispuesto a revisitar su filmografía más clásica. Ya en los 90, dirigiendo el mago de los FX Tom Savini, se lanzó una buena y salvaje revisión de su pionera película La Noche de los Muertos Vivientes. Hace no mucho, Zack Snyder rodaba guión de Romero para una libre reinterpretación del Amanecer de los Muertos. Ahora, Romero recupera su cuarta película, The Crazies, para adecuarla al fluir de los tiempos modernos y regalarnos una nueva obra de terror, más acorde a la sincronía actual, momento temporal de turbulencias y tribulaciones en cierta manera próximo al contexto histórico en que se gestó el original. Es esa proximidad histórica entre dos períodos de crisis (años 60-70, presente) la que habilita este asombroso resurgir del terror, las pandemias víricas y apocalipsis varios.
The Crazies, versión 2010, es una actualización y puesta al día del terror de Romero. Sus prístinas obsesiones, ese poder corrupto y despótico, casi omnímodo en su despliegue y praxis en contraste con los impotentes ciudadanos, la ausencia de seguridad en un mundo violento, egoísta y salvaje, la soledad extrema a que se enfrentan los protagonistas, una sociedad vacía, insustancial e incapaz de enfrentar cooperativamente los problemas hasta el punto de convertirse en su propia ejecutora y verdugo... son tan actuales como parecen indicar la proliferación de títulos apologéticos del final de los tiempos, de crisis económica y del desamparo de los ciudadanos ante gobiernos inoperantes y autócratas. En esta coyuntura de decaimiento anímico, Romero, atento como siempre, produce esta película que condensa su imaginario particular.
Si bien la obra de referencia era fácil de superar dados sus escasos y puntuales méritos, amén del irrisorio presupuesto que casi la rebajara a nivel aficionado, la versión que nos ocupa no lo hace con la solvencia esperada. Arranca bien, con premisa manida pero satisfactoria para el fan del género: un pueblo medio de EE.UU., estilo de vida usamericano, verá como sus amables y ufanos habitantes comienzan a ser menos ufanos y amables para emprenderla a tiros, hachazos, con fuego o con la misma horca de la portada de la cinta, si la ocasión lo merece, con sus aturdidos convecinos. La causa, que se nos revelará a lo largo del metraje, no es otra que la típica contaminación del agua por agentes patógenos experimentales del gobierno.
¿A alguien le suena? A partir de aquí, la tríada protagonista huye tanto de un ejército ineficaz y hostil como de sus enajenados coterráneos que les acosarán en el cercado villorrio. El empaque tópico del producto no termina de desmerecer la totalidad de la obra, con buenos momentos en su desarrollo que la salvan del naufragio aunque, eso sí, sin elevarla mucho más allá de la media.
Considero, se podía haber pedido más a uno de los puntales del terror contemporáneo así como padre putativo, entre otros, del gótico americano. Entretiene sin más.
The Crazies, versión 2010, es una actualización y puesta al día del terror de Romero. Sus prístinas obsesiones, ese poder corrupto y despótico, casi omnímodo en su despliegue y praxis en contraste con los impotentes ciudadanos, la ausencia de seguridad en un mundo violento, egoísta y salvaje, la soledad extrema a que se enfrentan los protagonistas, una sociedad vacía, insustancial e incapaz de enfrentar cooperativamente los problemas hasta el punto de convertirse en su propia ejecutora y verdugo... son tan actuales como parecen indicar la proliferación de títulos apologéticos del final de los tiempos, de crisis económica y del desamparo de los ciudadanos ante gobiernos inoperantes y autócratas. En esta coyuntura de decaimiento anímico, Romero, atento como siempre, produce esta película que condensa su imaginario particular.
Si bien la obra de referencia era fácil de superar dados sus escasos y puntuales méritos, amén del irrisorio presupuesto que casi la rebajara a nivel aficionado, la versión que nos ocupa no lo hace con la solvencia esperada. Arranca bien, con premisa manida pero satisfactoria para el fan del género: un pueblo medio de EE.UU., estilo de vida usamericano, verá como sus amables y ufanos habitantes comienzan a ser menos ufanos y amables para emprenderla a tiros, hachazos, con fuego o con la misma horca de la portada de la cinta, si la ocasión lo merece, con sus aturdidos convecinos. La causa, que se nos revelará a lo largo del metraje, no es otra que la típica contaminación del agua por agentes patógenos experimentales del gobierno.
¿A alguien le suena? A partir de aquí, la tríada protagonista huye tanto de un ejército ineficaz y hostil como de sus enajenados coterráneos que les acosarán en el cercado villorrio. El empaque tópico del producto no termina de desmerecer la totalidad de la obra, con buenos momentos en su desarrollo que la salvan del naufragio aunque, eso sí, sin elevarla mucho más allá de la media.
Considero, se podía haber pedido más a uno de los puntales del terror contemporáneo así como padre putativo, entre otros, del gótico americano. Entretiene sin más.

5,6
2.269
7
4 de enero de 2009
4 de enero de 2009
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy yo demasiado fan de David Mamet. Tampoco, por el contrario, podría afirmar que sea detractor de su obra. Simple y llanamente, es un autor que me es indiferente, un creador que, en mi opinión, da una de cal y otras muchas de arena. Centrado en la escritura y, más ocasionalmente, en la dirección, sus películas terminan pasando sin pena ni gloria, desapercibidas en el caudaloso mainstream hollywoociense. De vez en cuando, alguna despunta con mayor fuerza aunque, eso sí, sin abandonar ese carácter minoritario que tiene en general toda su creación. Si Edmond o American Buffalo son dos pequeñas joyas (escasamente rutilantes entre los cegadores destellos de otras grandes firmas), dos piezas maestras de las que se podría afirmar que representan lo mejor de Mamet, otras muchas se pueden aducir como desastres o simples películas del montón, con ramplón espíritu comercial. Con estos precedentes, podréis comprender que no me emocioné al prepararme para ver Redbelt. Podría ser uno de esos esporádicos grandes momentos de su director/escritor o fácilmente pudiera resultar otro tedioso ejercicio de cine, previsible y fiel a los clichés de la industria norteamericana, de los que pueblan su filmografía.
Sin embargo, no es así. Cinturón Rojo es una pequeña gran obra, una película sencilla que narra de manera convincente una historia poco creíble. Y ahí radica su mejor acierto y es donde, según mi criterio, denota su valía: hacer que una historia inverosimil por sí misma, una historia que difícilmente podría ocurrir o parecer siquiera admisible, se nos presente como plausible y nos mantenga atrapados mientras se va tejiendo lentamente. Los personajes nos son cercanos, factibles, definidos y fieles a su idiosincrasia durante todo el metraje. Por otro lado, el mundo de las artes marciales nos es mostrado sin trampa ni cartón, sin grandes saltos ni acrobacias, sin desbocados movimientos a cámara rápida ni vuelos con patadas mortales a cámara lenta. La lucha es simplemente el telón de fondo que arropa a los personajes y sus circunstancias, el ornamento que vincula, acentúa y destaca la fuerza de las diferentes historias que la película nos presenta.
El argumento, centrado en torno al propietario de un gimnasio de artes marciales, nos habla más de la fidelidad a nuestros principios y a nosotros mismos, de la integridad ante la corrupción o de la entereza que hay que tener cuando todo nuestro mundo se derrumba que de lucha y violencia en sí. Es ante todo un guión humano que se desarrolla pausadamente, tomándose el tiempo necesario para madurar y concluir dejándonos con ganas de unos minutos más. Y esto último es más y mejor de lo que de muchas otras supuestamente grandes películas puede decirse.
Redbelt nos devuelve al Mamet creador de historias y perfiles humanos, ese Mamet que periódicamente aflora y da lo mejor de sí, al Mamet de Edmond o la ya mentada American Buffalo. Pese a mis reticencias, debo admitir que es más que recomendable.
Sin embargo, no es así. Cinturón Rojo es una pequeña gran obra, una película sencilla que narra de manera convincente una historia poco creíble. Y ahí radica su mejor acierto y es donde, según mi criterio, denota su valía: hacer que una historia inverosimil por sí misma, una historia que difícilmente podría ocurrir o parecer siquiera admisible, se nos presente como plausible y nos mantenga atrapados mientras se va tejiendo lentamente. Los personajes nos son cercanos, factibles, definidos y fieles a su idiosincrasia durante todo el metraje. Por otro lado, el mundo de las artes marciales nos es mostrado sin trampa ni cartón, sin grandes saltos ni acrobacias, sin desbocados movimientos a cámara rápida ni vuelos con patadas mortales a cámara lenta. La lucha es simplemente el telón de fondo que arropa a los personajes y sus circunstancias, el ornamento que vincula, acentúa y destaca la fuerza de las diferentes historias que la película nos presenta.
El argumento, centrado en torno al propietario de un gimnasio de artes marciales, nos habla más de la fidelidad a nuestros principios y a nosotros mismos, de la integridad ante la corrupción o de la entereza que hay que tener cuando todo nuestro mundo se derrumba que de lucha y violencia en sí. Es ante todo un guión humano que se desarrolla pausadamente, tomándose el tiempo necesario para madurar y concluir dejándonos con ganas de unos minutos más. Y esto último es más y mejor de lo que de muchas otras supuestamente grandes películas puede decirse.
Redbelt nos devuelve al Mamet creador de historias y perfiles humanos, ese Mamet que periódicamente aflora y da lo mejor de sí, al Mamet de Edmond o la ya mentada American Buffalo. Pese a mis reticencias, debo admitir que es más que recomendable.

7,3
10.345
9
18 de marzo de 2009
18 de marzo de 2009
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Dogville suponía un descarnado y amargo acercamiento a la decadencia moral y social norteamericana, la continuación de la proyectada trilogía sobre Estados Unidos del director danés (uno de los pioneros del manifiesto DOGMA), Manderlay, no suaviza para nada la visión oscura y pesimista de Lars von Trier. Nuevamente el film juega con formas visuales ajenas a las tradicionales y a través de Grace, personaje protagonista en la primera parte, nos involucra en otro de los grandes problemas sociales del país norteamericano: la esclavitud, el racismo y sus acerbas consecuencias. En este nuevo ensayo sobre la condición humana, nadie sale bien parado. El pesimismo antropológico del danés queda patente en cada personaje y sus motivaciones, en las situaciones que surgen resultado de los intentos de Grace de construir una sociedad más ecuánime. A cada uno de ellos sigue una reacción desastrosa que no conduce al fin que la protagonista persigue y desea. El supuesto mundo justo que a la fuerza quiere imponer la hija del mafioso, colisiona constantemente con una condición humana depravada, soez y egoísta que hace hundirse cada tentativa en la procelosa realidad humana. No hay finales felices posibles para esta obra y la sensación de desasosiego que deja su visionado solo se puede borrar proyectándola parte de un programa doble junto con El Jefe de Todo Esto, película siguiente del danés y comedia con la que von Trier parece querer escapar a la desolación de su amarga visión del mundo.
Altamente recomendable para pesimistas y detractores de la condución humana.
Altamente recomendable para pesimistas y detractores de la condución humana.
4 de febrero de 2009
4 de febrero de 2009
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien vaya a ver Marebito con pretensión de ver una película de terror, saldrá seguramente profundamente defraudado. Nada más alejado de sus anteriores obras. Shimizu da un vuelco inesperado a su anodina filmografía, una pléyade de Maldiciones a la oriental y la occidental, para adentrarse en la experimentalidad más indigesta y malsana. En esta obra hay mucho de Cronenberg y su concepto de la Nueva Carne antes que del cine de terror oriental contemporáneo. Esto último implica que no es una película para todos los gustos y su deformación estética, su textura enfermiza, un desarrollo sofocante y la línea argumental, alucinógena y febril, contribuyen a ello. Shinya Tsukamoto (sí, el director de la clásica Tetsuo) es un hombre obsesionado con las imágenes de un suicidio que captó con su cámara. Enajenado con la mirada del suicida y lo que esta revela, incia un periplo por espacios de pesadilla, primigenios lugares de horror sin nombre poblados por unos misteriosos y letales seres. Su cámara nos conduce a un oscuro mundo bajo el nuestro, un submundo poblado por Seres Extraños, en un experimental viaje solo apto para enfermos y psicóticos hastiados de la normalidad morfológico-narrativa de las películas tradicionales. Imágenes cautivadoramente extrañas, situaciones viciadas y excesos visuales se combinan estructuralmente para armar una obra perturbadora y potencialmente dañina que termina dejando abiertas más preguntas que respuestas ofrece. Solo recomendable para fans del primer Cronenberg, Lynch o Svankmajer.

6,2
11.349
5
6 de marzo de 2009
6 de marzo de 2009
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de dar el salto al otro lado del charco y afincarse en la placentera y suntuosa comodidad de Hollywood, Aja realizó un par de pequeñas obras de terror europeo. Pequeñas en lo que se refiere a producción, ya que, mediante un estilo simple y sencillo a la par que elegante y eficaz, este francés de crueles gustos nos legó, al menos en lo que respecta a Alta Tensión, un genial ejercicio de terror con elevadas dosis de adrenalina.
Impresionante arranque y desarrollo inicial de película que mantiene en verdadera Alta Tensión al espectador, reducido éste a mero vouayer que acude impotente a un desfile de situaciones opresivas y violentas, sintiendose violado por la genial puesta en escena del francés Aja. Todo trascurre dentro de un más que satisfactorio esquema de terror psicológico con ciertas dosis de gore y brutales sobresaltos. El avance de la película nos sofoca y envuelve en la angustia más feroz y claustrofóbica, aval de que todo funciona como debiera funcionar. Con mano maestra, Aja va tejiendo un sudario que nos atrapa dentro de la agonía compartida con los protagonistas. Pero algo ocurre, algo se desmorona al final del film. Tras una virtuosa narración visual, un argumento simple pero efectivo (aunque algo manido), un tempo brillante que te eriza los pelos y una ambientación musical-atmosférica certera (todas ellas piezas suficientes para concluir una buena pieza de terror contemporáneo) debe llegar el colofón, un final que cierre la obra con suficiente contundencia y credibilidad como para convencer. Y esto es lo que, en mi opinión, no ocurre. El giro final, buscando la sorpresa en el espectador, resulta totalmente inverosímil y carente de sentido, dejando al descubierto bastantes errores que, con otra conclusión, no hubieran saltado a la luz. Una innecesaria búsqueda de originalidad que, en géneros como el terror donde los fans incondicionales no la demandamos, demuele lo que pudiera haber sido con otro final un genial film.
Habría que esperar a Las Colinas Tienen Ojos para que Aja se resarciera con enorme poderío del error final que en Alta Tensión le ha costado una mejor nota.
Impresionante arranque y desarrollo inicial de película que mantiene en verdadera Alta Tensión al espectador, reducido éste a mero vouayer que acude impotente a un desfile de situaciones opresivas y violentas, sintiendose violado por la genial puesta en escena del francés Aja. Todo trascurre dentro de un más que satisfactorio esquema de terror psicológico con ciertas dosis de gore y brutales sobresaltos. El avance de la película nos sofoca y envuelve en la angustia más feroz y claustrofóbica, aval de que todo funciona como debiera funcionar. Con mano maestra, Aja va tejiendo un sudario que nos atrapa dentro de la agonía compartida con los protagonistas. Pero algo ocurre, algo se desmorona al final del film. Tras una virtuosa narración visual, un argumento simple pero efectivo (aunque algo manido), un tempo brillante que te eriza los pelos y una ambientación musical-atmosférica certera (todas ellas piezas suficientes para concluir una buena pieza de terror contemporáneo) debe llegar el colofón, un final que cierre la obra con suficiente contundencia y credibilidad como para convencer. Y esto es lo que, en mi opinión, no ocurre. El giro final, buscando la sorpresa en el espectador, resulta totalmente inverosímil y carente de sentido, dejando al descubierto bastantes errores que, con otra conclusión, no hubieran saltado a la luz. Una innecesaria búsqueda de originalidad que, en géneros como el terror donde los fans incondicionales no la demandamos, demuele lo que pudiera haber sido con otro final un genial film.
Habría que esperar a Las Colinas Tienen Ojos para que Aja se resarciera con enorme poderío del error final que en Alta Tensión le ha costado una mejor nota.
Más sobre Gunnar Hansen
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here