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Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
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Críticas 323
Críticas ordenadas por utilidad
9
10 de diciembre de 2014
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Saló o los 120 días de Sodoma” (Italia, 1975) del gran maestro Pasolini, basada parcialmente en la obra “Los 120 días de Sodoma” del marqués de Sade. Esta es una de las películas más duras de ver, no sólo porque machaca los sentidos del espectador sino también por su alto contenido simbólico que exige de éste que lea varias cosas antes y después del filme si desea tener una mejor comprensión. En este sentido, la película está lejos de ser cine-sexo, aunque este componente siempre esté presente. Es más bien cine político. Se trata, sintetizando, de un retrato macabro del fascismo italiano y sus perversiones, donde la vida (representado por lo sexual) degenera en depravación. Los torturadores asumen nombres de por sí bien dicientes: el Presidente (poder central), el Duque (poder heredado), el Obispo (la religión) y el Magistrado (burocracia del Estado). Éstos deciden, para su placer, torturar a un grupo de jóvenes. El espectáculo es grotesco (como lo fue la experiencia fascista de la República de Saló, 1944-1945), todo lo cual termina por generar insensibilidad en los actores, como bien lo analizó Arendt con el concepto de “banalidad del mal”. Quedé impresionado, por demás, de la amplísima literatura académica que se ha escrito en torno a este filme, lo que hace más difícil cualquier reseña. Sin embargo, más que entrar en erudiciones, considero que a las personas que les gusta el cine que rete su comprensión y no tengan problemas con las escenas fuertes, no pueden dejar de ver este clásico, grotesco pero astuto, que representa la perversión política de las posturas extremas, que logran desocultarse con facilidad en la sexualidad, dado que ha sido el factor humano más reprimido por las relaciones de poder (aquí entra perfectamente la referencia a Sade). La recomiendo con los matices ya vistos. 10-12-2014.
Andres Botero
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8
20 de febrero de 2024
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “The Zone of Interest” (Zona de interés, 2023, Reino Unido-Estados Unidos-Polonia), dirigida y escrita por Jonathan Glazer [1965-], quien se basó a su vez en una novela de Martin Amis. El reparto está encabezado por Sandra Hüller (aplausos), la música es mérito de Mica Levi y la fotografía de Lukasz Zal (aplausos). Esta cinta es un drama en torno al Holocausto nazista durante la Segunda Guerra Mundial. Narra cómo el comandante del campo de exterminio de Auschwitz (que realmente era un conjunto de campos de concentración), Rudolf Höss, y su esposa, Hedwig, mantienen una hermosa casa con jardín a las afueras del complejo, generándose un contraste escalofriante entre dos mundos. Pero antes de hacer mi habitual análisis, pasemos revista a los componentes técnicos. En primer lugar, la fotografía es magnífica, igual que el sonido: logran golpear al auditorio, para crear sensaciones encontradas según el requerimiento del guion. En segundo lugar, la edición merece un premio, con escenas muy bien logradas, donde el espectador se siente conmovido por los contrastes, las escenas en negativo, la banda sonora y el final documental (muy metafórico, por demás) de mujeres haciendo aseo en el museo de Auschwitz en la actualidad. Eso sí, la narración se entrecorta varias veces, apareciendo líneas narrativas que no se desarrollan y que se dejan a la imaginación del espectador, y situaciones que aparecen y desaparecen sin una explicación que permita hilar una historia completa. Estamos más ante un filme enfocado en la imagen que en la historia que cuenta. No obstante, ¿esta falencia narrativa puede interpretarse como un elemento más de la normalidad y la banalización del mal de la que hablaré más adelante? En fin, esta película no es para cualquier espectador, pues no busca entretener con una narración con un principio, un desenlace y un fin. Aquí, estas reglas narrativas ceden ante la contundencia de las imágenes y el sonido.
Ahora pasemos a una reflexión a partir de la obra. El drama aparece con el contraste entre el mundo privado (el espacio vital, concepto tan caro para el nazismo, de la familia) y el mundo político (el espacio vital alemán que llevó a la puesta en funcionamiento de una fábrica de muerte de todo aquél considerado como inferior por el nazismo). El mundo privado, como he querido denominarlo, da cuenta de una mujer concentrada en asentar un espacio hogareño, ameno y hermoso, con jardines exuberantes, salones limpios, adornos hermosísimos y comida exquisita. Pero este mundo normal en lo privado está justo al lado de un mundo político que se muestra aquí como sombra del primero, como un telón de fondo. El primer mundo parece funcionar como si el segundo no existiese, pero los personajes y el espectador saben que el uno y el otro están unidos profundamente desde la cabeza del hogar, Rudof Höss, hasta el más pequeño de los personajes que hacen parte del espacio familiar; por demás, recomiendo leer el relato de Höss sobre cómo funcionaba esa fábrica de muerte (cito aquí la versión que leí: Höss, R. Yo, comandante de Auschwitz, trad. J.E. Fassio. Barcelona: Ediciones B, 2009), texto que él escribió antes de ser ejecutado por sus crímenes de guerra y que sirve de prueba tanto de la brutalidad nazi, como de la banalidad del mal (concepto de H. Arendt) que se ve, especialmente, en la normalidad con la que el mal atraviesa los mundos, privados o políticos, del momento.
La esposa, Hedwig, es la protagonista: ella sabe del mundo anormal, pero se comporta como si el mal que allí se hace fuese algo cotidiano o, peor aún, necesario. Pero ella no solo se hace la de la vista gorda, pues a veces, ella da muestra de su maldad cuando horroriza a sus domésticas esclavizadas. Un mundo del hogar y otro político, pero en ambos la maldad se enseñorea como algo normal, como algo debido, como algo necesario, aunque en un mundo lo hace de forma soterrada (en el hogar, la maldad, que se muestra como normal, se esconde en la faceta de lo entrañable), en el otro es más que evidente, con sus cámaras de gas y las chimeneas siempre escupiendo los restos de sus víctimas. Creo que el espectador le sacará mucho más contenido a esta cinta si ve el drama como fruto del encuentro, no siempre armónico, de los dos mundos antes señalados.
Así las cosas, está claro que este filme se ganó un sitio entre las mejores de este año, pero más por su calidad técnica y estética, y por el reto político que le impone al espectador de descifrar el drama en un encuentro de mundos, que por una historia bien contada. Quedó faltando, a mi modo de ver, un mejor desenlace narrativo, contar mejor una historia al público. Pero, insisto, una gran película, con una gran lección: nunca olvidar, para evitar que ese horror normalizado llegue a repetirse, independientemente de la bandera con que se presente, de nuevo, un mal banalizado y normalizado.
Andres Botero
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3
11 de diciembre de 2014
12 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Espartaco” (USA, 1960) dirigida por Stanley Kubrick y cuyo guion está basado en una novela histórica (muy cuestionada) de Howard Fast. La película fue uno de los mayores éxitos comerciales de Hollywood en toda su historia, gracias a que siguió a la letra el formato de las superproducciones de aquella época: una banda sonora exagerada (casi todo tiene música) de grandes orquestas, un gran número de extras (lo que trae muchos problemas pues nunca falta la escena donde hay un extra desubicado, sonriendo, perdido, etc.), grandes estrellas (poco importa que no puedan encarar bien a su personaje), retratos históricos muy moralizados (no se intenta retratar el pasado sino afirmar los prejuicios morales del presente), una narración llena de vacíos pero que el espectador perdona por las colosales escenas con cientos de extras, etc. En fin, toda una pérdida de tiempo (tres horas aproximadamente) para el espectador contemporáneo amante del cine de calidad. Esta película es todo un fracaso estético, hasta el punto que el propio director siempre despotricó de la misma y acusó del desastre a la presión que sobre él ejercieron los productores. Y es cierto: la mano personal de Kubrick no se ve por ningún lado. Agrego, con mi sensibilidad de historiador, que la película no retrata ni cercanamente a la Roma de la época. Basta ver cómo se evita tratar el tema del homosexualismo en la Roma republicana, para no ofender al espectador gringo cristiano hasta los tuétanos. Hubo una escena donde esto se sugirió tangencialmente y fue censurada. ¡Espartaco, prácticamente, es retratado como un cristiano! Además, la película da saltos tremendos en la trama que un espectador crítico no se cree cómo se pasa de un tema a otro, así como así. Kirk Douglas (quien ya había trabajado con Kubrick en la gran obra “Path of Glory”, 1957) se quedó corto ante el papel de Espartaco: no es creíble ni por su aspecto físico ni por su interpretación. En fin, todo un fracaso (salvo en lo comercial) pero que, para bien o para mal, se convirtió en un filme relevante en la historia del séptimo arte a un punto tal que se ha relanzado agregando algunos minutos que le fueron quitados por censura. La recomiendo sólo para quien esté interesado en conocer la evolución de su hobby. 11-12-2014.
Andres Botero
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