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Cortometraje

5,1
64
7
20 de julio de 2019
20 de julio de 2019
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aldous Huxley escribió en 1932 Un mundo feliz, una obra culmen en su literatura y que con el paso del tiempo es, junto con 1984 de Orson Welles, la referencia a la hora de examinar hacia qué tipo de sociedad estamos yendo. Frente a la vigilancia opresiva de Welles, Huxley reflejaba una forma de vida más parecida a la actual, de hecho, en el que el ser humano se aísla de problemas psicológicamente y en el que de manera colectiva solo se busca la uniformidad, el orden mediante estratos sociales, el entretenimiento mediante drogas e inhibición sexual y la ausencia de cultura, arte o diversidad que pueda generar preguntas incómodas. De esto último parece beber la representación hecha en el corto que paso a comentar: Ipdentical, dirigido por Marco Huertas y protagonizado por Manuela Vellés, en el que la homogeneidad termina por ahogar la alegría de vivir.
Antes de nada, es importante para lo que se comentará posteriormente decir que esta obra ha sido producida de la mano y por iniciativa de la EUIPO, la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea, lo que explica su mensaje y sentido final. Con una estética totalmente aséptica, uniforme y neutra, el cortometraje nos presenta a una joven trabajadora en la piel de Manuela Vellés, quien, con el mismo traje que se intuye llevan sus compañeros de trabajo y el resto de habitantes de este universo, hace su rutina diaria y aburrida en una oficina, con una interpretación por otro lado parca en gestos pero sensible y natural en la forma de transmitir el hastío y aburrimiento diario que cualquiera de nosotros podría sentir en una situación vital así, de la que se observa cómo trata de escapar aunque sea para volver después, tras beber agua del oasis del desierto cultural en el que vive, dentro de una sociedad distópica en la que las fuentes de entretenimiento son todas exactamente iguales.
Ese detalle se refleja de manera eficaz mostrando que todas las canciones se titulan The song o todas las películas, The movie. De manera contrapuesta, merced a un diseño de producción y artístico sencillamente magistral por lo ilustrativo que supone en la puesta en escena, como ya se ha avanzado con el detalle de canciones y films, entre otros, el director Marco Huertas orquesta y conecta con acierto narrativo dos escenarios bien diferenciados, para potenciar el mensaje de la EUIPO con fuerza por el contraste visual, artístico e interpretativo. Una moraleja final que nos acerca aún más al mundo feliz, en el fondo infeliz, de Huxley: sin propiedad intelectual no puede haber creatividad ni diversidad ni cultura. En condiciones como esta, ni siquiera los deseos de cambiar o de redescubrir el arte pueden durar durante mucho tiempo.
Por un lado, tenemos el mundo infeliz, lleno de personajes secos, fríos e impersonales, que no muestran sentimientos. Un universo del que la chica quiere tratar de huir esporádicamente de alguna forma, con una fotografía gris, totalmente urbana y artificial, con colores y tonos azules, pasteles, tranquilos, prácticamente sin brillo ni iluminación, que no incitan a nada, rodado además con planos generales sin mucho movimiento y con un vestuario, maquillajes y peluquerías fríos, ejecutivos, para reflejar en su máxima expresión la seriedad, formalidad y a la vez la ingenuidad de una sociedad en la que todo es igual, por lo que no existen preocupaciones derivadas de diversidad, culturalidad o variedad de opiniones, de manera muy cercana a la obra de Huxley y en la que todo parece resumirse en vivir para trabajar sin una auténtica desconexión.
Por otro lado, el pasado mejor, formado por los recuerdos que ella alberga de su infancia junto al que se entiende que era su padre, en el que el ambiente y la fotografía tenían tonos más alegres por los colores cálidos, rojos y amarillos en especial, que inundan la habitación donde ambos jugaban y se mostraban felices. Es este por tanto un mundo más cerrado, privado y personal, en el que la música que inunda la estancia es diferente, bailable y no parece salir de un tono de llamada, una canción ya olvidada y perdida y que ella ahora trata de encontrar en cualquier sitio, si es que aún existe. Además, en estas escenas con aire onírico se usan planos en movimiento, dinámicos, que reflejan vida, más cerrados y enfocados en los personajes dentro del encuadre. El maquillaje y vestuario representan y ayudan a conformar de este modo a unas personas normales, contentas, que disfrutan los momentos en familia.
En el sentido de todo lo dicho, la parte técnica es una muy sólida base que lleva en volandas a la narración de historia, unos mimbres que en los presentes Premios Fugaz ya han granjeado a Ipdentical nominaciones en las categorías de Dirección de producción, de fotografía, de arte, Efectos visuales, Vestuario y Maquillaje y peluquería. Sin duda, sería una muy buena vencedora, ya que estamos, en definitiva, ante un ejercicio sublime de estilo a la hora de crear mundos enfrentados y de contraponer unas sensaciones frente a otras. Si lo veis, tenéis que tenerlo claro. Sin creatividad ni diversidad, no tendríamos auténtica vida ni un mundo feliz.
También disponible en: https://www.premiosfugaz.com/el-infeliz-mundo-feliz/
Antes de nada, es importante para lo que se comentará posteriormente decir que esta obra ha sido producida de la mano y por iniciativa de la EUIPO, la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea, lo que explica su mensaje y sentido final. Con una estética totalmente aséptica, uniforme y neutra, el cortometraje nos presenta a una joven trabajadora en la piel de Manuela Vellés, quien, con el mismo traje que se intuye llevan sus compañeros de trabajo y el resto de habitantes de este universo, hace su rutina diaria y aburrida en una oficina, con una interpretación por otro lado parca en gestos pero sensible y natural en la forma de transmitir el hastío y aburrimiento diario que cualquiera de nosotros podría sentir en una situación vital así, de la que se observa cómo trata de escapar aunque sea para volver después, tras beber agua del oasis del desierto cultural en el que vive, dentro de una sociedad distópica en la que las fuentes de entretenimiento son todas exactamente iguales.
Ese detalle se refleja de manera eficaz mostrando que todas las canciones se titulan The song o todas las películas, The movie. De manera contrapuesta, merced a un diseño de producción y artístico sencillamente magistral por lo ilustrativo que supone en la puesta en escena, como ya se ha avanzado con el detalle de canciones y films, entre otros, el director Marco Huertas orquesta y conecta con acierto narrativo dos escenarios bien diferenciados, para potenciar el mensaje de la EUIPO con fuerza por el contraste visual, artístico e interpretativo. Una moraleja final que nos acerca aún más al mundo feliz, en el fondo infeliz, de Huxley: sin propiedad intelectual no puede haber creatividad ni diversidad ni cultura. En condiciones como esta, ni siquiera los deseos de cambiar o de redescubrir el arte pueden durar durante mucho tiempo.
Por un lado, tenemos el mundo infeliz, lleno de personajes secos, fríos e impersonales, que no muestran sentimientos. Un universo del que la chica quiere tratar de huir esporádicamente de alguna forma, con una fotografía gris, totalmente urbana y artificial, con colores y tonos azules, pasteles, tranquilos, prácticamente sin brillo ni iluminación, que no incitan a nada, rodado además con planos generales sin mucho movimiento y con un vestuario, maquillajes y peluquerías fríos, ejecutivos, para reflejar en su máxima expresión la seriedad, formalidad y a la vez la ingenuidad de una sociedad en la que todo es igual, por lo que no existen preocupaciones derivadas de diversidad, culturalidad o variedad de opiniones, de manera muy cercana a la obra de Huxley y en la que todo parece resumirse en vivir para trabajar sin una auténtica desconexión.
Por otro lado, el pasado mejor, formado por los recuerdos que ella alberga de su infancia junto al que se entiende que era su padre, en el que el ambiente y la fotografía tenían tonos más alegres por los colores cálidos, rojos y amarillos en especial, que inundan la habitación donde ambos jugaban y se mostraban felices. Es este por tanto un mundo más cerrado, privado y personal, en el que la música que inunda la estancia es diferente, bailable y no parece salir de un tono de llamada, una canción ya olvidada y perdida y que ella ahora trata de encontrar en cualquier sitio, si es que aún existe. Además, en estas escenas con aire onírico se usan planos en movimiento, dinámicos, que reflejan vida, más cerrados y enfocados en los personajes dentro del encuadre. El maquillaje y vestuario representan y ayudan a conformar de este modo a unas personas normales, contentas, que disfrutan los momentos en familia.
En el sentido de todo lo dicho, la parte técnica es una muy sólida base que lleva en volandas a la narración de historia, unos mimbres que en los presentes Premios Fugaz ya han granjeado a Ipdentical nominaciones en las categorías de Dirección de producción, de fotografía, de arte, Efectos visuales, Vestuario y Maquillaje y peluquería. Sin duda, sería una muy buena vencedora, ya que estamos, en definitiva, ante un ejercicio sublime de estilo a la hora de crear mundos enfrentados y de contraponer unas sensaciones frente a otras. Si lo veis, tenéis que tenerlo claro. Sin creatividad ni diversidad, no tendríamos auténtica vida ni un mundo feliz.
También disponible en: https://www.premiosfugaz.com/el-infeliz-mundo-feliz/
16 de julio de 2019
16 de julio de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘LA LLORONA’ – MEJOR REÍR POR NO LLORAR
El riesgo de explotar algunas cosas hasta la saciedad es que, aunque puedan resultar rentables en taquilla, terminan cansando. Este sería nuestro caso. Posiblemente La Llorona, sin el mensaje publicitario de estar relacionada con Annabelle y las historias de los Warren, no dejaría de ser otra peli más que a ratos entretiene, de susto fácil, final previsible e historia desaprovechada.
La saga temática iniciada por el director James Wan, uno de los más activos y rentables de estos últimos años (Fast and Furious 7, Aquaman), continúa. Hasta la fecha La Monja era la última película que ampliaba el universo Warren, generado a raíz del éxito de Expediente Warren: The Conjuring, inspirada en los hechos reales que tuvieron que afrontar Ed y Lorraine Warren, un matrimonio de investigadores paranormales. Desde entonces, se han producido una secuela directa y tres spin off basados en los oscuros personajes de Annabelle y del espíritu de la novicia, además de la que ahora nos ocupa, La Llorona.
No obstante, el guion patina en este sentido. Resulta extraño introducir a esta como parte de dicho universo cinematográfico. En otras palabras, se hace con un hilo demasiado fino y que resulta ser más un ejercicio de marketing para atraer a más gente del mercado hispano y a seguidores de previas franquicias.
El film, localizado en la actualidad norteamericana, se inspira libremente en la leyenda latinoamericana del espíritu de una mujer que vaga errante en busca de sus hijos, a los que asesinó, o de unos sustitutos. Pero conforme avanza el metraje vemos que solo es una excusa para representar a otro fantasma con exorcista de por medio para intentar ahuyentarlo. El folclore, la profundidad o historia que pudiera haber detrás de La Llorona se simplifica hasta tal punto que podrían haber cambiado el título sin problemas sin que hubiera variación en el relato o en la narración.
Otra oportunidad perdida en el guion radica en la profesión de la madre protagonista. Inicialmente, se nos presenta como asistente social como si fuera a ser importante en la trama para después ser totalmente indiferente, desde el momento en que las líneas de guion comienzan a inundarse de clichés, escenas de ausencia o subidón de sonido y sustos con mayor o menor efectividad pero especialmente previsibles, que rompen la tensión y la atmósfera demasiado a menudo a causa de repetirse.
Incluso hay determinadas situaciones y frases que no vienen a cuento terminan provocando pérdida de de ritmo, algo que no aligera al espectador si no que le provoca una risa nerviosa y de extrañeza. Como digo al principio, no es que a ratos no entretenga, que sí que lo hace. Es que se queda a medias conforme avanza y se repite hasta el exceso.
Detrás de la obra, se nota que esta vez el director no es James Wan, quien en The Conjuring y El Caso Enfield lograba un ambiente turbio, pesadillesco, de mucha oscuridad y fuerza visual en la representación de las criaturas que trataba de mostrar y en la narración de sus historia. Al contrario. Relegado Wan a la producción esta vez, Michael Chaves, realizador de La Llorona, termina firmando un producto lineal, convencional, no muy distinto de cualquier otro film comercial de terror, más efectista a la hora de infundir miedo que preocupado en elaborar una narración atrayente para el espectador, que inquiete y que pueda conservar la tensión sin perder tanto el ritmo.
Respecto a la parte técnica, palidece en comparación con sus compañeras de saga, merced a un montaje más plano que otras veces para una historia sin tantos flashbacks o saltos temporales, un sonido y banda sonora que por ausencia en momentos clave está peor aprovechado y que no ayuda a inquietar cuando aparece y unos efectos especiales y un diseño artístico de escenarios y personajes que visualmente no infunden el respeto y temor que podía percibirse en las películas protagonizadas por Patrick Wilson y Vera Farmiga y dirigidas por Wan. El exceso de primeros planos para mostrar el terror de La Llorona acaba perjudicando al resultado por repetitivo y previsible.
Del reparto, poco que decir. Cumple con corrección y sin grandes alardes ni sobreactuaciones con unos personajes propios de este tipo de films, sencillos y poco profundos. Además del propio Amendola, enlace con la saga, destaca la madre protagonista, Linda Cardellini, y el más conocido para el gran público, Raymond Cruz, aquí irreconocible y más icónico como Tuco Salamanca de Breaking Bad.
En definitiva, para ver un domingo por la tarde o noche en vuestra casa si no tenéis nada mejor que hacer o si sois muy fans de la saga de los Warren.
También disponible en: https://creativekatarsis.com/la-llorona-expediente-warren-presenta-otro-producto-derivado/
El riesgo de explotar algunas cosas hasta la saciedad es que, aunque puedan resultar rentables en taquilla, terminan cansando. Este sería nuestro caso. Posiblemente La Llorona, sin el mensaje publicitario de estar relacionada con Annabelle y las historias de los Warren, no dejaría de ser otra peli más que a ratos entretiene, de susto fácil, final previsible e historia desaprovechada.
La saga temática iniciada por el director James Wan, uno de los más activos y rentables de estos últimos años (Fast and Furious 7, Aquaman), continúa. Hasta la fecha La Monja era la última película que ampliaba el universo Warren, generado a raíz del éxito de Expediente Warren: The Conjuring, inspirada en los hechos reales que tuvieron que afrontar Ed y Lorraine Warren, un matrimonio de investigadores paranormales. Desde entonces, se han producido una secuela directa y tres spin off basados en los oscuros personajes de Annabelle y del espíritu de la novicia, además de la que ahora nos ocupa, La Llorona.
No obstante, el guion patina en este sentido. Resulta extraño introducir a esta como parte de dicho universo cinematográfico. En otras palabras, se hace con un hilo demasiado fino y que resulta ser más un ejercicio de marketing para atraer a más gente del mercado hispano y a seguidores de previas franquicias.
El film, localizado en la actualidad norteamericana, se inspira libremente en la leyenda latinoamericana del espíritu de una mujer que vaga errante en busca de sus hijos, a los que asesinó, o de unos sustitutos. Pero conforme avanza el metraje vemos que solo es una excusa para representar a otro fantasma con exorcista de por medio para intentar ahuyentarlo. El folclore, la profundidad o historia que pudiera haber detrás de La Llorona se simplifica hasta tal punto que podrían haber cambiado el título sin problemas sin que hubiera variación en el relato o en la narración.
Otra oportunidad perdida en el guion radica en la profesión de la madre protagonista. Inicialmente, se nos presenta como asistente social como si fuera a ser importante en la trama para después ser totalmente indiferente, desde el momento en que las líneas de guion comienzan a inundarse de clichés, escenas de ausencia o subidón de sonido y sustos con mayor o menor efectividad pero especialmente previsibles, que rompen la tensión y la atmósfera demasiado a menudo a causa de repetirse.
Incluso hay determinadas situaciones y frases que no vienen a cuento terminan provocando pérdida de de ritmo, algo que no aligera al espectador si no que le provoca una risa nerviosa y de extrañeza. Como digo al principio, no es que a ratos no entretenga, que sí que lo hace. Es que se queda a medias conforme avanza y se repite hasta el exceso.
Detrás de la obra, se nota que esta vez el director no es James Wan, quien en The Conjuring y El Caso Enfield lograba un ambiente turbio, pesadillesco, de mucha oscuridad y fuerza visual en la representación de las criaturas que trataba de mostrar y en la narración de sus historia. Al contrario. Relegado Wan a la producción esta vez, Michael Chaves, realizador de La Llorona, termina firmando un producto lineal, convencional, no muy distinto de cualquier otro film comercial de terror, más efectista a la hora de infundir miedo que preocupado en elaborar una narración atrayente para el espectador, que inquiete y que pueda conservar la tensión sin perder tanto el ritmo.
Respecto a la parte técnica, palidece en comparación con sus compañeras de saga, merced a un montaje más plano que otras veces para una historia sin tantos flashbacks o saltos temporales, un sonido y banda sonora que por ausencia en momentos clave está peor aprovechado y que no ayuda a inquietar cuando aparece y unos efectos especiales y un diseño artístico de escenarios y personajes que visualmente no infunden el respeto y temor que podía percibirse en las películas protagonizadas por Patrick Wilson y Vera Farmiga y dirigidas por Wan. El exceso de primeros planos para mostrar el terror de La Llorona acaba perjudicando al resultado por repetitivo y previsible.
Del reparto, poco que decir. Cumple con corrección y sin grandes alardes ni sobreactuaciones con unos personajes propios de este tipo de films, sencillos y poco profundos. Además del propio Amendola, enlace con la saga, destaca la madre protagonista, Linda Cardellini, y el más conocido para el gran público, Raymond Cruz, aquí irreconocible y más icónico como Tuco Salamanca de Breaking Bad.
En definitiva, para ver un domingo por la tarde o noche en vuestra casa si no tenéis nada mejor que hacer o si sois muy fans de la saga de los Warren.
También disponible en: https://creativekatarsis.com/la-llorona-expediente-warren-presenta-otro-producto-derivado/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La relación y el nexo se deben a que uno de los sacerdotes que aparece en Annabelle, el interpretado por Tony Amendola, hace lo propio aquí.
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