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Críticas ordenadas por utilidad
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8,0
159.875
10
6 de agosto de 2010
6 de agosto de 2010
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta casi demasiado obvio que no hay un escenario más complejo que la mente humana. Nada de lo imaginado por nadie igualará nunca a la suma de todo aquello que se agazapa en nuestro pensamiento consciente y, sobre todo, en nuestro inconsciente, esa parcela inaccesible de nuestro cerebro donde descansan las ideas y los sentimientos básicos.
Solo la ciencia ficción (bendita sea) podía permitir y dar cabida a un espectáculo tan soberbio y alucinante como "Origen". Nolan se aferra visualmente a las pautas del cine de acción más clásico pero retuerce el escenario con maestría para proponernos no una misión al estilo James Bond, sino un viaje al interior del inconsciente de un ser humano para implantar una sencilla idea en lo más profundo de su psique.
Para ello, define una compleja mitología de especulación científica que describe los elementos que han de combinarse para llevar a cabo dicha incursión, que, como resulta lógico solo puede consumarse cuando la mente del objetivo se encuentra en su momento más vulnerable: el sueño.
El intrincado planteamiento de las bases, que el espectador trata de asimilar con rapidez para no perderse en la compleja trama, conduce a un viaje sin precedentes en la historia del cine, en el que Nolan retuerce la realidad, alarga el tempo narrativo cinematográfico, invierte las leyes de la física, da forma palpable a las ideas y desafía sin descanso nuestra inteligencia y nuestra capacidad de asimilación. Y mientras la acción más pura se dilata y se encoge en secuencias desacompasadas temporalmente desarrolladas en los diversos niveles del sueño, en las que los personajes se multiplican al atravesar capas de conciencia y viajar hacia lo más profundo de la mente, el espectador nota como se le eriza el vello al comprender no solo la forma, sino el objetivo del viaje: vincularnos a lo onírico para permitirnos descender a lo más profundo de nuestra mente, donde habitan la emociones más básicas: el miedo, la culpabilidad, el rencor...
La espectacular banda sonora de soberbio Hans Zimmer alimenta con maestría esté soberbio clímax para dejarnos petrificados, adheridos a la butaca del cine, obnubilados por la experiencia y con la mente trabajando a mil por hora, buscando la forma de encajar las piezas, de comprender cada concepto, cada símbolo, cada intrincada pista del retorcido laberinto construido por este genio del séptimo arte. No hay duda, acabamos de despertar de un sueño.
Una obra maestra absoluta.
Solo la ciencia ficción (bendita sea) podía permitir y dar cabida a un espectáculo tan soberbio y alucinante como "Origen". Nolan se aferra visualmente a las pautas del cine de acción más clásico pero retuerce el escenario con maestría para proponernos no una misión al estilo James Bond, sino un viaje al interior del inconsciente de un ser humano para implantar una sencilla idea en lo más profundo de su psique.
Para ello, define una compleja mitología de especulación científica que describe los elementos que han de combinarse para llevar a cabo dicha incursión, que, como resulta lógico solo puede consumarse cuando la mente del objetivo se encuentra en su momento más vulnerable: el sueño.
El intrincado planteamiento de las bases, que el espectador trata de asimilar con rapidez para no perderse en la compleja trama, conduce a un viaje sin precedentes en la historia del cine, en el que Nolan retuerce la realidad, alarga el tempo narrativo cinematográfico, invierte las leyes de la física, da forma palpable a las ideas y desafía sin descanso nuestra inteligencia y nuestra capacidad de asimilación. Y mientras la acción más pura se dilata y se encoge en secuencias desacompasadas temporalmente desarrolladas en los diversos niveles del sueño, en las que los personajes se multiplican al atravesar capas de conciencia y viajar hacia lo más profundo de la mente, el espectador nota como se le eriza el vello al comprender no solo la forma, sino el objetivo del viaje: vincularnos a lo onírico para permitirnos descender a lo más profundo de nuestra mente, donde habitan la emociones más básicas: el miedo, la culpabilidad, el rencor...
La espectacular banda sonora de soberbio Hans Zimmer alimenta con maestría esté soberbio clímax para dejarnos petrificados, adheridos a la butaca del cine, obnubilados por la experiencia y con la mente trabajando a mil por hora, buscando la forma de encajar las piezas, de comprender cada concepto, cada símbolo, cada intrincada pista del retorcido laberinto construido por este genio del séptimo arte. No hay duda, acabamos de despertar de un sueño.
Una obra maestra absoluta.

7,7
138.106
1
28 de febrero de 2009
28 de febrero de 2009
37 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que ganan con un segundo visionado, pero el caso de Slumdog Millionaire es exactamente el contrario, cuanto más se medita esta mediocre y ampulosa farsa cinematográfica, más se evidencian sus viles trampas y con cuanta habilidad manipula al espectador. Y, por supuesto, si se visiona por segunda vez, la pantomima se desarma y todas las trampas de Boyle se desmoronan, evidenciando no sólo lo mala película que es, sino lo profundamente ofensiva que resulta dada su elevada cantidad de demagogia barata y violencia gratuita.
Que semejante bodriete se haya encumbrado con 8 Oscars de la academia de Hollywood (una película que no tenía ni una sola candidatura en las categorías de actores, lo cual ya dice mucho de ella) y que haya desbancado a prodigios cinematográficos como Benjamin Button o The Reader, no hace sino evidenciar el politiqueo sucio y barato que mueve a la Academia a la hora de conceder los premios (hay que reconciliarse con el tercer mundo, que ya es hora) .
Slumdog Millionaire es un desalmado retrato de una India sórdida y lamentable, en la que los niños son tratados como escoria y manipulados con fines viles y deleznables por puñados de psicópatas. A lo largo de su metraje, el continuo sufrimiento de sus protagonistas, su violencia intrínseca y ofensivamente explícita (véase como ejemplo la escena de la tortura del principio), así como su repugnante manipulación de la compasión para vincular emocionalmente al espectador con sus desgraciados personajes resultaría tan vomitivo que a uno casi le dan ganas de levantarse y marcharse del cine.
Otra cosa hubiera sido que se hubiera construido un drama de denuncia, en el que se evidenciara toda esa situación, lamentable, ciertamente.
Pero no. Boyle nos una de las cintas más violentas de las últimas décadas camuflada de ampuloso pastel, y, sobre todo, con un mensaje ofensivo y peligroso embadurnado a brochazos con cancioncitas y paisajes filmados con la cámara torcida (por eso de dejar claro el sello independiente). La al parecer intencionada fábula sobre el destino nos incita a dejar de preocuparnos: dejemos tranquilos a los pobres y desgraciados porque, al fin y al cabo, pueden hacerse millonarios en cualquier momento.
Esta claro que en estos tiempos de crisis una película en la que el dinero se muestra como el remedio de todos los males triunfe entre el publico de a pie. Afortunadamente, parte de los cinéfilos no se han dejado engañar por este bodrio cubierto de nata (rancia, por cierto) y son conscientes de lo inverosímil, tramposa, burda y ridícula que resulta esta estúpida película, que ya ha pasado, por derecho propio, a ocupar lo alto del podium de las mayores injusticias jamás cometidas en una ceremonia de entrega de los Oscars (Button se merecía los 13 a los que estaba nominada).
Completamente horrorosa. Y además el crío protagonista es un imbécil que no cae bien. Y la supuesta princesita india es una actriz mediocre con cara de boba.
Lamentable.
Que semejante bodriete se haya encumbrado con 8 Oscars de la academia de Hollywood (una película que no tenía ni una sola candidatura en las categorías de actores, lo cual ya dice mucho de ella) y que haya desbancado a prodigios cinematográficos como Benjamin Button o The Reader, no hace sino evidenciar el politiqueo sucio y barato que mueve a la Academia a la hora de conceder los premios (hay que reconciliarse con el tercer mundo, que ya es hora) .
Slumdog Millionaire es un desalmado retrato de una India sórdida y lamentable, en la que los niños son tratados como escoria y manipulados con fines viles y deleznables por puñados de psicópatas. A lo largo de su metraje, el continuo sufrimiento de sus protagonistas, su violencia intrínseca y ofensivamente explícita (véase como ejemplo la escena de la tortura del principio), así como su repugnante manipulación de la compasión para vincular emocionalmente al espectador con sus desgraciados personajes resultaría tan vomitivo que a uno casi le dan ganas de levantarse y marcharse del cine.
Otra cosa hubiera sido que se hubiera construido un drama de denuncia, en el que se evidenciara toda esa situación, lamentable, ciertamente.
Pero no. Boyle nos una de las cintas más violentas de las últimas décadas camuflada de ampuloso pastel, y, sobre todo, con un mensaje ofensivo y peligroso embadurnado a brochazos con cancioncitas y paisajes filmados con la cámara torcida (por eso de dejar claro el sello independiente). La al parecer intencionada fábula sobre el destino nos incita a dejar de preocuparnos: dejemos tranquilos a los pobres y desgraciados porque, al fin y al cabo, pueden hacerse millonarios en cualquier momento.
Esta claro que en estos tiempos de crisis una película en la que el dinero se muestra como el remedio de todos los males triunfe entre el publico de a pie. Afortunadamente, parte de los cinéfilos no se han dejado engañar por este bodrio cubierto de nata (rancia, por cierto) y son conscientes de lo inverosímil, tramposa, burda y ridícula que resulta esta estúpida película, que ya ha pasado, por derecho propio, a ocupar lo alto del podium de las mayores injusticias jamás cometidas en una ceremonia de entrega de los Oscars (Button se merecía los 13 a los que estaba nominada).
Completamente horrorosa. Y además el crío protagonista es un imbécil que no cae bien. Y la supuesta princesita india es una actriz mediocre con cara de boba.
Lamentable.

7,9
131.630
10
19 de agosto de 2008
19 de agosto de 2008
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás algún día, dentro de muchos siglos, el cine será algo obsoleto y los seres humanos se entretengan con espectáculos tridimensionales y con máquinas conectadas directamente a su cerebro. Tal vez no haya enfermedades graves y la vida de los humanos se habrá prolongado muchos años, quizá demasiados.
Quizás podamos almacenar recuerdos en cristales y grabar sueños en prismas multicolores, y tal vez haya ciudades que cubran más de la mitad de nuestro mundo y habrá que cruzar enormes distancias para contemplar los restos de los mares y los océanos moribundos. Quizás la luz el sol habrá cortado la atmósfera y los continentes estén protegidos por cúpulas tornasoladas, y tal vez la fauna de los cinco continentes habite en enormes reservas orbitales fabricadas para salvaguardar las especies de una extinción segura.
Quizá la gente ya no salga de sus casas, el ser humano haya perdido la capacidad de comunicarse y sólo se enviarán emails y sms. No habrá fiestas, ni celebraciones. Todo será frío, mecánico, aséptico, sin alma... Ya no se amará con caricias, sino con pulsos electrónicos, y los besos serán dibujos digitales sobre pantallas multicolores.
Tal vez sea así o tal vez no.
Pero si es así nos convendría mirar entre los restos de nuestro mundo, entre aquello que destruimos con desdén, entre los escombros de sociedades orgullosas devastadas por su propia ignorancia.
Y tal vez allí, en medio de las ruinas, dos pequeñas máquinas hayan descubierto aquello que nosotros perdimos: la capacidad de amar. Y quizá entre sus sencillos circuitos les quede la nobleza y el valor suficiente para recordar al ser que las construyó lo que jamás debe perderse, aquello que mueve y da sentido a la vida de todos y cada uno de los seres vivos de este mundo: la capacidad de sentir… y de vivir.
Pixar eres grande,
Inmensa…
Quizás podamos almacenar recuerdos en cristales y grabar sueños en prismas multicolores, y tal vez haya ciudades que cubran más de la mitad de nuestro mundo y habrá que cruzar enormes distancias para contemplar los restos de los mares y los océanos moribundos. Quizás la luz el sol habrá cortado la atmósfera y los continentes estén protegidos por cúpulas tornasoladas, y tal vez la fauna de los cinco continentes habite en enormes reservas orbitales fabricadas para salvaguardar las especies de una extinción segura.
Quizá la gente ya no salga de sus casas, el ser humano haya perdido la capacidad de comunicarse y sólo se enviarán emails y sms. No habrá fiestas, ni celebraciones. Todo será frío, mecánico, aséptico, sin alma... Ya no se amará con caricias, sino con pulsos electrónicos, y los besos serán dibujos digitales sobre pantallas multicolores.
Tal vez sea así o tal vez no.
Pero si es así nos convendría mirar entre los restos de nuestro mundo, entre aquello que destruimos con desdén, entre los escombros de sociedades orgullosas devastadas por su propia ignorancia.
Y tal vez allí, en medio de las ruinas, dos pequeñas máquinas hayan descubierto aquello que nosotros perdimos: la capacidad de amar. Y quizá entre sus sencillos circuitos les quede la nobleza y el valor suficiente para recordar al ser que las construyó lo que jamás debe perderse, aquello que mueve y da sentido a la vida de todos y cada uno de los seres vivos de este mundo: la capacidad de sentir… y de vivir.
Pixar eres grande,
Inmensa…

5,6
10.242
8
20 de julio de 2010
20 de julio de 2010
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La escasísima repercusión comercial de esta joya es una muestra clara del bajísimo nivel de calidad al que está acostumbrado el espectador medio. The invention of liying (cuya traducción al castellano es, una vez más, una paja mental perpetrada por algún comercial tarugo e ignorante) es, probablemente, una de las mejores comedias de lo que va de siglo, y, probablemente, una de las más ingeniosas y brillantes críticas a algo tan ridículo como es la religión. La sola invención de este curioso mundo en el cual no existe la mentira supone no solo un alarde de originalidad, sino el establecimiento y la creación de una base argumental que permite no solo evidenciar las virtudes e inconvenientes del saber mentir, sino recrear situaciones y diálogos tremendamente ingeniosos que ponen en tela de juicio muchas de las absurdas bases que, como animales sociales que somos, hemos tomado como válidas sin plantearnos nunca si son en realidad acertadas.
La absurda necesidad de creer una mentira para ser feliz, por poner un ejemplo, o el propio poder mediático de la mentira como promesa de bienestar construye una especie de fábula agridulce en la que uno se plantea hasta qué punto somos felices a base de creernos lo que queremos creernos, sin evidenciar la realidad que acecha tras nuestra continuamente disimulada infelicidad.
Además, la película está repleta de ideas ingeniosas y diálogos irónicos y corrosivos sobre temas no solo trascendentes, sino puramente mundanos (ojo a los chistes de la Coca Cola), que arrancarán la sonrisa del espectador atento y capaz de leer entre líneas la feroz crítica social que esconde su elaborado y perfectamente escrito guión.
Para terminar, si hubiera que hacerle una pequeña crítica a esta joya esta se centraría en los quince últimos minutos de cinta, donde quizás el exceso de romanticismo empaña un poco todo el mensaje precedente, pero, aun así, la conclusión no consigue herir de muerte a la película, que deja un sabor de boca más que bueno tras su visionado.
La absurda necesidad de creer una mentira para ser feliz, por poner un ejemplo, o el propio poder mediático de la mentira como promesa de bienestar construye una especie de fábula agridulce en la que uno se plantea hasta qué punto somos felices a base de creernos lo que queremos creernos, sin evidenciar la realidad que acecha tras nuestra continuamente disimulada infelicidad.
Además, la película está repleta de ideas ingeniosas y diálogos irónicos y corrosivos sobre temas no solo trascendentes, sino puramente mundanos (ojo a los chistes de la Coca Cola), que arrancarán la sonrisa del espectador atento y capaz de leer entre líneas la feroz crítica social que esconde su elaborado y perfectamente escrito guión.
Para terminar, si hubiera que hacerle una pequeña crítica a esta joya esta se centraría en los quince últimos minutos de cinta, donde quizás el exceso de romanticismo empaña un poco todo el mensaje precedente, pero, aun así, la conclusión no consigue herir de muerte a la película, que deja un sabor de boca más que bueno tras su visionado.

7,9
145.677
10
31 de julio de 2009
31 de julio de 2009
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas no sirve de nada utilizar meras palabras.
Nada de lo que se escriba, nada de lo que se argumente le hará justicia a esta completa total y absoluta obra de arte del cine. Los de Pixar son genios, llevan años demostrándolo, pero los niveles de calidad de Up son tan estratosféricos en tantos aspectos diferentes que lo único que se puede decir es que su visionado es, probablemente, una de las experiencias más memorables de la vida de cualquier ser humano.
Encerrar en esa hora y media de metraje tantas emociones, tanto talento, tanta originalidad, tanta sabiduría cinematográfica, tanto virtuosismo narrativo, tanta espectacularidad medida y dosificada de forma magistral; en resumen, crear una de las películas más hermosas, frescas, emocionantes, divertidas y grandiosas de toda la historia del séptimo arte merece no una alabanza, sino una parcela en el olimpo de los genios absolutos de ese grandioso arte llamado cine.
Es casi imposible destacar ni un solo minuto entre tanta perfección y sobriedad, pero, si se ha de hacer el esfuerzo, qué decir tiene: esos diez minutos iniciales que deberían, a partir de hoy, ser lección de cine obligatoria en escuelas y academias del planeta entero; la primera aparición de los perros, cima universal de la comedia a partir de ahora; la persecución entre las rocas, que deja técnicamente ridícula a la producción completa de Dreamworks; pero, sobre todo y sin duda, el hermosísimo momento en el que el anciano protagonista mira el libro de recortes: un instante que quedará grabado a fuego en la memoria colectiva de la humanidad por su sencillez, su sobriedad, su belleza, y, ante todo, el hermosísimo mensaje que trasmite. Indescriptible, sublime e irrepetible. Pone los pelos de punta.
Up es grandiosa, por supuesto, se adentra en el corazón y se aferra a él con fuerza. Una nueva joya del cine que perdurará siglos y que entrará a formar parte del legado cinematográfico de la historia de nuestra especie para las generaciones venideras, que seguirán amándola y alabándola hasta que el Sol muera y la vida en la Tierra se extinga, como se merece.
Un puñado de globos, una casa y ser humano solitario buscando su destino y consumar la aventura de su vida. Qué gran aventura es vivir, pero vivir con el cine de Pixar, por supuesto.
Larga vida a Pixar.
Hasta el infinito y más alla.
Nada de lo que se escriba, nada de lo que se argumente le hará justicia a esta completa total y absoluta obra de arte del cine. Los de Pixar son genios, llevan años demostrándolo, pero los niveles de calidad de Up son tan estratosféricos en tantos aspectos diferentes que lo único que se puede decir es que su visionado es, probablemente, una de las experiencias más memorables de la vida de cualquier ser humano.
Encerrar en esa hora y media de metraje tantas emociones, tanto talento, tanta originalidad, tanta sabiduría cinematográfica, tanto virtuosismo narrativo, tanta espectacularidad medida y dosificada de forma magistral; en resumen, crear una de las películas más hermosas, frescas, emocionantes, divertidas y grandiosas de toda la historia del séptimo arte merece no una alabanza, sino una parcela en el olimpo de los genios absolutos de ese grandioso arte llamado cine.
Es casi imposible destacar ni un solo minuto entre tanta perfección y sobriedad, pero, si se ha de hacer el esfuerzo, qué decir tiene: esos diez minutos iniciales que deberían, a partir de hoy, ser lección de cine obligatoria en escuelas y academias del planeta entero; la primera aparición de los perros, cima universal de la comedia a partir de ahora; la persecución entre las rocas, que deja técnicamente ridícula a la producción completa de Dreamworks; pero, sobre todo y sin duda, el hermosísimo momento en el que el anciano protagonista mira el libro de recortes: un instante que quedará grabado a fuego en la memoria colectiva de la humanidad por su sencillez, su sobriedad, su belleza, y, ante todo, el hermosísimo mensaje que trasmite. Indescriptible, sublime e irrepetible. Pone los pelos de punta.
Up es grandiosa, por supuesto, se adentra en el corazón y se aferra a él con fuerza. Una nueva joya del cine que perdurará siglos y que entrará a formar parte del legado cinematográfico de la historia de nuestra especie para las generaciones venideras, que seguirán amándola y alabándola hasta que el Sol muera y la vida en la Tierra se extinga, como se merece.
Un puñado de globos, una casa y ser humano solitario buscando su destino y consumar la aventura de su vida. Qué gran aventura es vivir, pero vivir con el cine de Pixar, por supuesto.
Larga vida a Pixar.
Hasta el infinito y más alla.
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