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Uma
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Críticas 215
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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7 de abril de 2010
45 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mayoría de críticas a esta película se centran en el mensaje. Que si el opus está muy bien, o que si son unos integristas, etc. A mí este tema me trae sin cuidado. Mi crítica es estrictamente cinematográfica, y en este sentido, la película me parece verdaderamente mala, y a ratos, molesta.
Adolece de entrada de uno de los grandes defectos del cine español: un guión que funciona a base de calzador. Y da igual si está basado en hechos reales o no, el cine exige ser creíble en sí mismo. En esta película no se trata de que cuadre la acción física, sino la emocional. Buscar (burxar, como decimos en Catalunya) las emociones escarbando donde no debería haberlas, fabricando momentos emotivos por la cara, porque sí y punto, resulta moralmente (en términos cinematográficos) censurable. Véase a modo de ejemplo esa alucinada acción paralela entre los acontecimientos que ocurren en una clínica y los que ocurren durante una obra de teatro, donde la telepatía, o el cosmos (otra cosa no se explica), mueven los hilos de los personajes.
La aventura que propone "Camino" es de un lacrimógeno desmedido. La formula no es tan complicada. Busca una niña y póstrala en el lecho de muerte. Luego le situas encima una cámara y le pones unos diálogos a tono. Alarga eso cuanto puedas y tendrás Camino.
Esta película es el llanto porque sí, es un reality de ficción, poniendo de telón de fondo la censura a una orden religiosa. Y me importa un rábano que explique una historia conmovedora. ¡Estamos hablando de cine, jolín! Si al cancer infantil le añades, como si de sal y pimienta se tratara, un poco de supuesta injusticia al uso, un poco de integrismo (así lo plantea, sin ninguna objetividad), un poco de impotencia, un algo de incomprensión, unos detalles de inocencia infantil, un ramillete de tragedia y un puñadito de amor platónico, tienes la cena lista. Ojalá no se te indigeste con tanta lágrima.
Camino solo provoca lloros. Es imposible evitarlo, aunque la odies. Es una puñalada cochina y traicionera al corazón del espectador. Solo pueden salvarse las interpretaciones, en especial la de la niña. Al director le diría que con intenciones tan perversas y tan pobres intelectualmente, no deberían dejarle hacer cine.
Uma
25 de marzo de 2010
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El amor es la estrella de la mañana y de la tarde". Una frase tan reluciente en boca de Elmer Gantry, como falsa al mismo tiempo, y como auténtica y definitoria del personaje que la dice. Pura paradoja. Esta película es un torrente imparable, el que inyecta uno de los personajes más conseguidos y complejos del cine americano, lleno de contradicciones, de vicios y también de belleza. ¡Qué gran granuja! ¡Qué tipo entrañable! ¡Y como logra todos esos matices un fantástico Burt Lancaster! Su interpretación no está reconocida hoy como se merece, debería figurar entre las mejores de todos los tiempos. Puede que Lancaster sea el mismísimo Elmer Gantry, de otro modo, parece un prodigio. Richard Brooks, uno de esos directores que, incomprensiblemente no figuran en el olimpo de los dioses del cine (quizás por hacer películas demasiado inteligentes) dirige una orquesta sin fisuras al servicio del personaje, y el efecto es brillante. La película no tiene un momento de pausa, y las emociones de los personajes estan permanentemente a flor de piel, y con ellos, las de los espectadores. Gantry vive cada instante como si le fuera la vida en ello. Ama de verdad, compadece, peca, engaña, predica poniendo en ello cada centímetro de su cuerpo... "El amor es la estrella de la mañana y de la tarde", tan falso, y tan verdadero.
Solo hay que ver la secuencia inicial, cuando la primera página de una novela de Sinclair Lewis empieza a narrar una historia: Elmer Gantry estaba borracho, elocuentemente borracho...
La película avanza a base de fuerza pero también a base de sutileza. El amor surge con una naturalidad que emociona, enfrentado al deber, a la causa, y fluctuan los personajes Elmer y la adorable hermana Sharon, entre uno y otro, atrapados a veces por el amor y otras por la misión que creen encomendada. Y en ello, apenas se rozan, haciendo su amor imposible.
En superficie aparece brillantemente tratado el tema de los mesías de nuestro tiempo, de las iglesias que captan a los ingénuos. Se plantean temas teológicos que añaden atractivo a la trama. Pero más allá de eso, está esa lucha entre el deber y el amor, y el certero retrato de lo que es en esencia un ser humano: una criatura simple y hermosa, enamoradiza, gamberra, tierna, apasionada, capaz de crear y de destruir llevada por sus propias obsesiones, capaz de errar, arrepentirse, aprender, y volver a errar. Y después de caer, volver a levantarse para seguir adelante. "I am on my way", canta Elmer, dejando que el camino le lleve.
El amor es la estrella de la mañana y de la tarde, esa es en realidad la esencia de la vida, tan cierto como falso, tan bello como ridículo, depende solo de creer en ello.
Uma
9 de junio de 2010
29 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adictos. Como muchos de nosotros a FA, donde nos dejamos las pestañas releyendo críticas de tipos que viven en Perú o en Lleida. Adictos al cine, y no solo a las películas, sino a la imagen, a lo que significa, al tiempo que se atrapa con ella, al color, al movimiento... adictos a la imposible tarea de atrapar la vida. Adictos a la droga, que como el cine, te dispara yo que sé a donde. Adictos a la compañía, como Cecilia a Eusebio, y Eusebio a Cecilia, que no pueden prescindir uno del otro, hasta que les abducen sus propias adicciones individuales. Como yo a mi gordita y mi gordita a mí. Adictos a Lourdes. Adictos a la estupidez. Adictos a...

Esta película va de adictos, evidentemente, como lo era Ivan Zulueta. Crónica anunciada de su muerte. Las adicciones son obsesiones, nos cogen y no nos sueltan, o no las soltamos, no se. Lo dejamos todo en ellas, toda la energía, lo demás importa una mierda. Nos consumen, nos envejecen. La vida es una adicción, por eso envejecemos, por eso morimos. Somos adictos a emplearla en algo, a conocerla, a verle el sentido. La adicción nos quita la vida, pero es a la vez lo que le da sentido. Se puede ver esta película como una historia de locos drogadictos obsesionados con el cine, o como una metáfora de la vida. Allá cada cual.

Muy filosófico estoy. Vamos a otra cosa.

Arrebato no es solo eso. O mejor dicho, es eso, porque hay un millón de cosas que llevan a eso. A primera vista, la película habita en la anarquía. Y aun así, aun desprendiendo esa sensación, su coherencia interna es impecable. Compatibilizar ambos extremos es un logro singular. En realidad es una película muy precisa, donde el empleo del espacio y del tiempo rayan en lo magistral, pues sin perder nunca el sitio, sin provocar mayor confusión que la que busca, consigue narrar con naturalidad hechos de aquí, de allá, de hoy, de hace un año, o del mes que viene. Parece fácil y no lo es en absoluto. La complejidad estructural merece un diez.

Las "células" que visten esta estructura son obra de un adicto al cine. Cada imagen, cada encuadre, cada sencillo plano por corto que sea, está trabajado, no para resultar extraordinario en si mismo, sino para participar del viaje. En este contexto, Zulueta escoge una ruta elemental, sin paranoias (al margen de las imagenes en super 8, claro), lo que le permite emplear pocos plano, y trabajarlos al máximo, sacarles todo el jugo. Hay planos muy buenos, con gran fuerza visual, más efectivos que si contara lo mismo con una batería de 10 imágenes. De modo que, al fin y al cabo, planos que sirven al conjunto, terminan resultando en si mismos extraordinarios. Se cierra el círculo y todo cuadra. Estamos cansados de ver películas que hacen el viaje al revés, y todo se va al traste. El cine es síntesis por la sencilla razón que el cine es imagen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todos los elementos que configuran Arrebato están trabajados y funcionan, lo cual hace pensar que el rodaje de esta película debió ser mucho más serio de lo que cuentan las leyendas. Los actores están estupendos y precisos. Los efectos de sonido, si bien se puede decir que parecen excesivos en algún momento, resultan muy eficaces. La fotografía se ajusta en cada momento al ánimo de la película, y el guión, además de ser estructuralmente brillante, contiene diálogos certeros y fieles a los personajes, y está lleno de pequeños círculos, de minúsculas obsesiones que se encadenan y hacen fluir la historia para que no te des cuenta de que estás viendo una película. Como debe ser.

Para terminar, una de adictos: este usuario, adicto al cine, ve esta película, y nada podrá sacarle de su sillón. Su escena favorita es cuando Cecilia Roth se disfraza de Betty Boop y baila para Eusebio Poncela. Es adicta a él, y al sexo con él, y a las drogas con él. En su baile (maravillosamente filmado y coreografiado, por cierto), la chica se interpone entre el proyector y la pantalla, se interpone en la adicción de Eusebio, que es el cine. En su adicción, Eusebio asiste al climax adictivo de otro personaje, Will More, quien ante él, sucumbe, envejece, se consume. Se completa así una cadena de adictos, en la que cada uno de los personajes observa en sus adicciones su propio destino. Una secuencia compleja y extraordinariamente concebida.

Una película cerrada, hecha de lo que cuenta, de obsesiones, donde se nos explican cosas que nadie nos había dicho antes, que no pegan en nuestro mundo de bienestar, cosas como que sin nuestras adicciones no somos nada. Una interesante y atípica visión de la vida la del señor Zulueta.
Uma
19 de mayo de 2010
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me voy a despachar a gusto. Esta película no vale ni el rollo de negativo en que fue rodada. Es un cero patatero porque no hay nada en ella que sume. De hecho, merece algo así como un -3. Eso se puede soportar, lo que verdaderamente molesta, lo que hace que me tiemble el labio en un espasmo incontrolable es la indecencia cabalgante que veo en ella. Que nadie se confunda. Hablo de la indecencia de aquellos que ponen dinero o deciden en un despacho que un proyecto como éste tira para adelante. No porqué estén malgastando el dinero del contribuyente, eso es una estupidez, al menos alimenta a técnicos, actores, caterings o lo que sea. Bien empleado en ese aspecto. Lo indecente está en hacer del cine español un cagarro, porque ese es el nivel que tiene ahora mismo. Tipos que detrás de un despacho se frotan las manos pensando en hacer pelis con los actores de las series de Antena 3 o Tele 5 y asegurarse así unos ingresos, a los cuales les importa un pepino la calidad de sus productos, siempre que puedan ganar dinero, me provocan virulentas urticarias. La avaricia rompe el saco, en este caso, para nuestro fastidio, el saco es una cinematografía que anda sin rumbo, y cuyo prestigio está por los suelos. El cine español da pena por tipos como los que ponen en marcha películas como ésta.

Y es que es para llorar. Por los patéticos directores de este bodrio, porque penita tienen ya con saberse tan pésimos directores y guionistas. Si no es así, andan tan engañados que más penita dan aún. Por los actores, porque flaco favor se les hace a su carrera, porque caen en manos de pésimos personajes que de dirigir actores saben menos que yo de física cuántica y en manos de productores que prometen el humo de sus cigarros. ¡Qué dura es la profesión de actor! Si son buenos, no lo sabremos nunca por películas como ésta.

Y hay que llorar por el cine español, encallado en tierras pantanosas. En el pantano de las productoras, para ser exactos, en el pantano de la avaricia, tan viscoso como mi estómago en días de resaca. Y los muy jodidos, pasan por completo desapercibidos, nadie les señala, nadie les ve, escondidos en el humo de sus cigarros. Hacen y deshacen elegremente, y de paso, entre partida de golf y sesión de masaje, se cargan el cine español. Ya los odiaba Orson Welles, y todos los grandes del cine clásico. Aquí nadie se atreve a odiarlos, y con ello, nos vamos a la mierda.

Lo más grave de todo, ahondando en el tema, no es su avaricia (que también), sino su estupidez. Porque el talento, la belleza, la creatividad, el arte... es lo que al final, termina ganando (y dando dinero). Siempre.

Por último, hay que llorar por esos pobres directores y guionistas españoles con ideas atípicas, extrañas, nuevas, cuyos sueños se encallan sin remedio en la ciénaga.

Ah, y un saludo al corrector más puntilloso de FA!
Uma
3 de mayo de 2021
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno siente a veces que es un bicho raro, y es que cada vez es más frecuente que me gusten películas que la crítica profesional aborrece, y a la inversa. No sé qué habrá de "tinglado" en las reseñas que hacen algunos grandes medios de ciertas películas de estudios muy poderosos, que tienen que triunfar sí o sí, "por el bien de la industria". Está claro que nadie ha untado a los críticos en relación a esta película, y se han despachado a gusto.

Pues a mí me gustó, y mucho, aunque vistas las críticas, tenía ya el listón bastante bajo. Me gustó de un modo natural, sin esfuerzo, acompañé a la película felizmente, disfrutando de ella. Es esta una película de gestos y personajes amables que se hacen querer. La cultura japonesa, tan formal, tan contenida, transpira, precisamente por esa contención, una emoción poderosa que la película sabe captar y aprovechar: hay un momento de la película en que, en el curso de una educadísima conversación entorno a una mesa, sentados en el suelo, en una humilde vivienda japonesa, el fotógrafo solicita tomar una foto de una enferma. El "no" que le dice la familia, me aceleró el pulso. Hay muchas cosas concentradas en ese "no". Y hay otros momentos parecidos, porque la película se infiltra en una cultura gobernada por el respeto al antagonista en un momento en que se ve forzada al conflicto.

Hay muchas cosas estéticas que confieren atractivo a esta película: un fotógrafo borracho y anárquico, una revista mítica (LIFE), unos años maravillosos (1971), todo ello compuesto por una excelente fotografía y diseño de los espacios. Se añade un homenaje muy sentido a la imagen analógica, la de esas cámaras con las que cada imagen era única, había mucho trabajo detrás de cada fotografía, y era irrepetible. Perder esas fotos no tenía remedio: es casi un acto de amor que se concreta en muchos detalles: la materia que hay delante del objetivo, que al final, esta película (afortunadamente) no deja de poner en primera fila, porque es en esencia lo verdaderamente importante; la cámara, una simple caja de metal que deja entrar luz durante una fracción de segundo; el revelado, en un cuarto rojo donde se cuecen las imágenes - y más cosas - que luego LIFE convierte en iconos que consiguen cambiar el mundo.

Destaco la interpretación de Depp. No es espectacular, pero cumple, y consigue que el personaje termine por enternecer. El personaje da bastante de sí, por el proceso que hace, o mejor dicho, por como los hechos van puliendo a ese tipo ya desapegado de todo. Depp lo transmite inequívocamente. La actriz, Minami Hinase, (me quedo con el nombre) está fabulosa, es de esas actrices que imprimen algo a la película, hasta hacerse abrumadoramente presente en ella. Es posible que sea lo que más recuerde de esta peli, además de una foto icónica.

Esta película tiene la virtud de respetar todos los elementos que participan en ella, dándoles su espacio, sin comerse unos a otros, al revés, conviviendo, incluso los antagonistas. Y eso es digno de admirar, porque todo tiene su puesto y hace su recorrido. Acaso sea eso una acertadísima aplicación al cine del modo japonés de ver la vida. Y ello combinado con un concepto analógico de la vida, en el que cada cosa, como las imágenes icónicas, necesita de un gran esfuerzo, de mil detalles, de un largo proceso previo que bien vale una película entera.
Uma
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