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Críticas ordenadas por utilidad
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7,7
52.901
8
26 de enero de 2020
26 de enero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay demasiadas películas en la historia del cine que hayan tratado la Primera Guerra Mundial, pero si por algo destacan las realizadas, es por su gran calidad cinematográfica. Haciendo memoria me vienen a la cabeza "Alas" ("Wings" 1927, William A. Wellman), "Sin novedad en el frente" ("All quiet in the western front" 1930, Lewis Milestone), "Camino a la gloria" ("The road to glory" 1936, Howard Hawks), "Senderos de gloria" ("Paths of glory" 1957, Stanley Kubrick) o la más reciente "War Horse" (2011, Steven Spielberg). Ahora, otro ilustre director, el inglés Sam Mendes nos vuelve a sumergir en la primera gran guerra en su última película "1917", todo un espectáculo visual que, sin embargo, adolece de un mayor tratamiento narrativo.
"1917" es la historia de una importante misión que deben llevar a cabo dos soldados ingleses, Blake (Dean Charles-Chapman) y Schofield (George McKay). Ambos deberán llevar un mensaje urgente al coronel MacKenzie (Benedict Cumberbatch) responsable de un destacamento de 1600 hombres del ejército británico, los cuales se enfrentan a una trampa mortal si no son avisados a tiempo de ello. Por si la presión fuera poca para los protagonistas, uno de los soldados cuya vida depende de su rapidez, es el propio hermano de Blake.
El director Sam Mendes usa la técnica del plano secuencia continuo, ya visto en otras películas como "La soga" ("The rope" 1948, Alfred Hitchcock) o más recientemente "Birdman" (2014, Alejandro González Iñarritu) y en la que los cortes entre las diferentes escenas se disimulan de varias maneras, para dar la impresión de estar toda la película rodada en una sola toma. Esto hace que el trabajo de planificación de las escenas sea mucho más laborioso y complicado, pero el resultado es realmente espectacular.
Hay secuencias realmente complicadas con la cámara moviéndose en todas las direcciones cubriendo toda la acción que sucede en la pantalla y sin llegar a marear en ningún momento. Además el ritmo conseguido en todo momento por Mendes es tremendo, no hay casi respiro para un espectador que se involucra activamente en la película debido a la tensión a la que están sometidos los protagonistas, la cual traspasa la pantalla.
La película destaca también por la recreación, tanto de las trincheras donde vivían los soldados esperando una orden para avanzar, como de los diferentes uniformes y armas usados en la contienda. Los primeros 20 minutos son todo un espectáculo visual, en los que el ojo del espectador no llega a abarcar todos los detalles que aparecen en pantalla al mismo tiempo. Así mismo, el uso del plano secuencia obliga a que los diferentes escenarios tengan que ser mucho más trabajados y realistas, que si se usara un montaje más convencional.
Los dos actores protagonistas, llevan todo el peso de la película sobre sus hombros y solventan tal responsabilidad de forma correcta, sin llegar a destacar especialmente. De los dos actores, es George McKay el que se lleva la mejor nota, y al que se le ve con una mayor experiencia delante de una cámara de cine, mientras que Dean Charles-Chapman adolece de expresividad, por lo que su labor no llega a las cotas requeridas en una obra de esta magnitud.
El guión, firmado por el director Sam Mendes junto a Kristy Wilson-Cairns, es sin duda la parte más floja del film. Su trama central es la misión que se le encarga a los soldados, salpicada con escaramuzas varias que encuentran en su camino y sazonada por varias anécdotas que se cuentan los soldados entre ellos. Todo ello está sacado de los recuerdos que el abuelo de Sam Mendes le contó durante su infancia y que el director británico magnifica en el guión de la película. Falta un mayor tratamiento narrativo de la historia, la cual se queda muy corta en comparación con los logros técnicos del film.
En definitiva, una película muy disfrutable, la cual recomiendo ver en pantalla grande, para poder saborearla en toda su magnitud. Un espectáculo visual, con muy buenas escenas de acción y con una recreación física de escenarios realmente apabullante. Una película en la que apenas hay efectos por ordenador y que recuerda a esas grandes películas bélicas que se hacían a mediados del siglo pasado.
Gabriel Menéndez Piñera
https://historiasdelceluloide.elcomercio.es
"1917" es la historia de una importante misión que deben llevar a cabo dos soldados ingleses, Blake (Dean Charles-Chapman) y Schofield (George McKay). Ambos deberán llevar un mensaje urgente al coronel MacKenzie (Benedict Cumberbatch) responsable de un destacamento de 1600 hombres del ejército británico, los cuales se enfrentan a una trampa mortal si no son avisados a tiempo de ello. Por si la presión fuera poca para los protagonistas, uno de los soldados cuya vida depende de su rapidez, es el propio hermano de Blake.
El director Sam Mendes usa la técnica del plano secuencia continuo, ya visto en otras películas como "La soga" ("The rope" 1948, Alfred Hitchcock) o más recientemente "Birdman" (2014, Alejandro González Iñarritu) y en la que los cortes entre las diferentes escenas se disimulan de varias maneras, para dar la impresión de estar toda la película rodada en una sola toma. Esto hace que el trabajo de planificación de las escenas sea mucho más laborioso y complicado, pero el resultado es realmente espectacular.
Hay secuencias realmente complicadas con la cámara moviéndose en todas las direcciones cubriendo toda la acción que sucede en la pantalla y sin llegar a marear en ningún momento. Además el ritmo conseguido en todo momento por Mendes es tremendo, no hay casi respiro para un espectador que se involucra activamente en la película debido a la tensión a la que están sometidos los protagonistas, la cual traspasa la pantalla.
La película destaca también por la recreación, tanto de las trincheras donde vivían los soldados esperando una orden para avanzar, como de los diferentes uniformes y armas usados en la contienda. Los primeros 20 minutos son todo un espectáculo visual, en los que el ojo del espectador no llega a abarcar todos los detalles que aparecen en pantalla al mismo tiempo. Así mismo, el uso del plano secuencia obliga a que los diferentes escenarios tengan que ser mucho más trabajados y realistas, que si se usara un montaje más convencional.
Los dos actores protagonistas, llevan todo el peso de la película sobre sus hombros y solventan tal responsabilidad de forma correcta, sin llegar a destacar especialmente. De los dos actores, es George McKay el que se lleva la mejor nota, y al que se le ve con una mayor experiencia delante de una cámara de cine, mientras que Dean Charles-Chapman adolece de expresividad, por lo que su labor no llega a las cotas requeridas en una obra de esta magnitud.
El guión, firmado por el director Sam Mendes junto a Kristy Wilson-Cairns, es sin duda la parte más floja del film. Su trama central es la misión que se le encarga a los soldados, salpicada con escaramuzas varias que encuentran en su camino y sazonada por varias anécdotas que se cuentan los soldados entre ellos. Todo ello está sacado de los recuerdos que el abuelo de Sam Mendes le contó durante su infancia y que el director británico magnifica en el guión de la película. Falta un mayor tratamiento narrativo de la historia, la cual se queda muy corta en comparación con los logros técnicos del film.
En definitiva, una película muy disfrutable, la cual recomiendo ver en pantalla grande, para poder saborearla en toda su magnitud. Un espectáculo visual, con muy buenas escenas de acción y con una recreación física de escenarios realmente apabullante. Una película en la que apenas hay efectos por ordenador y que recuerda a esas grandes películas bélicas que se hacían a mediados del siglo pasado.
Gabriel Menéndez Piñera
https://historiasdelceluloide.elcomercio.es

7,2
48.794
7
7 de enero de 2020
7 de enero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el desastre narrativo que fue "Star Wars: Los últimos Jedi" (2017), muchos pensamos que el director Ryan Johnson había sido fagocitado por la industria y, el que fuera realizador de títulos tan interesantes como "Brick" (2005) o "Looper" (2012), ya no volvería a darnos más alegrías a los cinéfilos. Sin embargo, en su último trabajo "Puñales por la espada" ("Knives out", 2019), nos demuestra que no se le ha olvidado hacer buen cine cuando le dan libertad para ello y que, fuera del látigo de Disney, sigue teniendo mucho que decir en el panorama cinematográfico actual.
La mañana después de su 85 cumpleaños, el escritor Harlan Thrombey (Christopher Plummer) aparece degollado en su habitación. A partir de ese momento el detective Benoit Blanc (Daniel Craig) será el encargado de la investigación, la cual tiene como puntos de referencia a los familiares directos del escritor y a la enfermera particular del mismo (Ana de Armas).
La película es un homenaje a las novelas de Agatha Christie, la reina del misterio, creando el director norteamericano un "quien fue el asesino" de manual, en el que las pistas (falsas y verdaderas) aparecen por doquier a lo largo del metraje. Todo ello además, trufado de unos ingeniosos y divertidos diálogos que mantienen al espectador con una sonrisa en la boca en todo momento.
El abultado reparto, algo habitual en este tipo de relatos, realiza su labor en general a gran nivel. Pero es la hipnótica presencia de la actriz hispano-cubana Ana de Armas, la que más llama la atención, en una actuación plena de contención y con muchos detalles ocultos. A su lado, estrellas de la talla de Daniel Craig, Don Johnson, Jamie Lee Curtis, Toni Collette o Chris Evans se ven oscurecidas por el talento de la joven actriz. Unicamente, un casi irreconocible Michael Shannon, el cual nunca defrauda, se mantiene al nivel de Ana de Armas, cuya labor en este film le ha valido (de momento) para recibir una nominación a los Globos de Oro como mejor actriz principal en comedia o musical.
El guión, firmado por el propio Ryan Johnson, adolece de falta de credibilidad, como si la película no se tomara en serio a sí misma desde el primer momento. Algunas situaciones son intencionadamente ridículas, buscando rebajar la tensión del relato y haciendo ver al espectador que "Puñales por la espalda" es únicamente (como si fuera poco) un divertimento relleno de muchísimo talento en su interior. Unos diálogos mordaces y en los que casi nada es lo que parece, completan una historia que, quizás su mayor pecado sea quedarse en medio de ninguna parte, entre la seriedad del tema y el tono jocoso con el que se trata.
La dirección de Ryan Johnson vuelve por los derroteros a los que no tenía acostumbrados antes de su paso por Disney. Un ritmo ágil, se combina con una puesta en escena clásica, pero muy dinámica, en la que la cámara se mueve con prontitud entre los personajes. Esto supone que la película tenga mucho que disfrutar en el aspecto visual, no sólo en el auditivo con esos diálogos brillantes a los que ya me he referido.
Johnson se muestra ácido y casi hasta cruel con sus personajes, a los que desnuda totalmente, de forma que todas sus miserias queden al descubierto. Solamente el personaje de la cándida enfermera parece quedar a salvo de su cruel despiece, aunque quizás tampoco ella sea la santa que parece darnos a entender durante toda la película.
Es "Puñales por la espalda" una película que gustará a un gran espectro de público. Su corte clásico, pero mezclado con una realización técnica moderna y ágil, hace que espectadores de todas las edades puedan disfrutar de esta obra cinematográfica, rara en su especie y más aún en la actual cartelera.
Gabriel Menéndez Piñera
https://historiasdelceluloide.elcomercio.es
La mañana después de su 85 cumpleaños, el escritor Harlan Thrombey (Christopher Plummer) aparece degollado en su habitación. A partir de ese momento el detective Benoit Blanc (Daniel Craig) será el encargado de la investigación, la cual tiene como puntos de referencia a los familiares directos del escritor y a la enfermera particular del mismo (Ana de Armas).
La película es un homenaje a las novelas de Agatha Christie, la reina del misterio, creando el director norteamericano un "quien fue el asesino" de manual, en el que las pistas (falsas y verdaderas) aparecen por doquier a lo largo del metraje. Todo ello además, trufado de unos ingeniosos y divertidos diálogos que mantienen al espectador con una sonrisa en la boca en todo momento.
El abultado reparto, algo habitual en este tipo de relatos, realiza su labor en general a gran nivel. Pero es la hipnótica presencia de la actriz hispano-cubana Ana de Armas, la que más llama la atención, en una actuación plena de contención y con muchos detalles ocultos. A su lado, estrellas de la talla de Daniel Craig, Don Johnson, Jamie Lee Curtis, Toni Collette o Chris Evans se ven oscurecidas por el talento de la joven actriz. Unicamente, un casi irreconocible Michael Shannon, el cual nunca defrauda, se mantiene al nivel de Ana de Armas, cuya labor en este film le ha valido (de momento) para recibir una nominación a los Globos de Oro como mejor actriz principal en comedia o musical.
El guión, firmado por el propio Ryan Johnson, adolece de falta de credibilidad, como si la película no se tomara en serio a sí misma desde el primer momento. Algunas situaciones son intencionadamente ridículas, buscando rebajar la tensión del relato y haciendo ver al espectador que "Puñales por la espalda" es únicamente (como si fuera poco) un divertimento relleno de muchísimo talento en su interior. Unos diálogos mordaces y en los que casi nada es lo que parece, completan una historia que, quizás su mayor pecado sea quedarse en medio de ninguna parte, entre la seriedad del tema y el tono jocoso con el que se trata.
La dirección de Ryan Johnson vuelve por los derroteros a los que no tenía acostumbrados antes de su paso por Disney. Un ritmo ágil, se combina con una puesta en escena clásica, pero muy dinámica, en la que la cámara se mueve con prontitud entre los personajes. Esto supone que la película tenga mucho que disfrutar en el aspecto visual, no sólo en el auditivo con esos diálogos brillantes a los que ya me he referido.
Johnson se muestra ácido y casi hasta cruel con sus personajes, a los que desnuda totalmente, de forma que todas sus miserias queden al descubierto. Solamente el personaje de la cándida enfermera parece quedar a salvo de su cruel despiece, aunque quizás tampoco ella sea la santa que parece darnos a entender durante toda la película.
Es "Puñales por la espalda" una película que gustará a un gran espectro de público. Su corte clásico, pero mezclado con una realización técnica moderna y ágil, hace que espectadores de todas las edades puedan disfrutar de esta obra cinematográfica, rara en su especie y más aún en la actual cartelera.
Gabriel Menéndez Piñera
https://historiasdelceluloide.elcomercio.es

6,3
70
8
25 de noviembre de 2019
25 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas películas dicen tanto sin un guión, pocas historias llegan hasta el fondo sin una sola palabra y pocos personajes nos emocionan tanto sin tener nada en común con ella. "El viaje de Lillian", el primer largometraje de ficción del austriaco Andreas Horvath, es puro cine hecho con un talento increible, a base de improvisar escenas sobre el terreno.
Lillian (Patricja Planik) es una joven rusa que tras unos meses en Nueva York le ha caducado el visado y que decide volver a su país a pie atravesando todo Estados Unidos. En su camino se encontrará con todo tipo de personajes variopintos que la ayudarán (o no) en su largo caminar.
Película rodada durante nueve meses por un reducido equipo de cinco personas, que tras rodar 300 horas de película, han tenido que montarla durante un año y que ha superado todas las expectativas posibles que pudiera tener sobre ella.
Basada en una historia real, "El viaje de Lillian" es dura, honesta, bellísima, crítica, nos sumerge en ella y, a pesar de su silencio, no aburre en ningún momento. Un homenaje al cine en sí mismo, sin adornos argumentales, pero con la suficiente calidad técnica y artística para no resultar indigesto
Gabriel Menéndez Piñera
https://historiasdelceluloide.elcomercio.es
Lillian (Patricja Planik) es una joven rusa que tras unos meses en Nueva York le ha caducado el visado y que decide volver a su país a pie atravesando todo Estados Unidos. En su camino se encontrará con todo tipo de personajes variopintos que la ayudarán (o no) en su largo caminar.
Película rodada durante nueve meses por un reducido equipo de cinco personas, que tras rodar 300 horas de película, han tenido que montarla durante un año y que ha superado todas las expectativas posibles que pudiera tener sobre ella.
Basada en una historia real, "El viaje de Lillian" es dura, honesta, bellísima, crítica, nos sumerge en ella y, a pesar de su silencio, no aburre en ningún momento. Un homenaje al cine en sí mismo, sin adornos argumentales, pero con la suficiente calidad técnica y artística para no resultar indigesto
Gabriel Menéndez Piñera
https://historiasdelceluloide.elcomercio.es

6,5
4.680
6
12 de octubre de 2019
12 de octubre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 1981 el director español Jose Luis Garcí sorprendió a público y crítica al realizar un film de cine negro (algo nada habitual en nuestro cine hasta entonces, salvo honrosas excepciones) y además protagonizado por un Alfredo Landa que, hasta entonces, había habitado casi perennemente en el género cómico tan prolífico (antes y ahora) en nuestro cine. Tras una secuela, al mismo nivel que su predecesora, dos años más tarde, ahora nos regala con "El crack cero" (2019) una nueva historia del detective Germán Areta, esta vez ambientada en noviembre de 1975 (seis años antes de "El crack"), cuando el personaje daba sus primeros pasos como detective privado, tras su dimisión del cuerpo de policía.
Mientras España asiste temerosa al próximo fallecimiento de Francisco Franco, Germán Areta (Carlos Santos) recibe el encargo de investigar la muerte de un conocido sastre, Narciso Benavides, acaecida unos meses antes y que la policía calificó de suicidio. Junto a su secretaria Moli (Luisa Gavasa) y su nuevo ayudante "Moro" (Miguel Angel Muñoz), comenzarán su investigación dirigida principalmente a aquellas personas que podían tener razones monetarias o pasionales para asesinar al difunto sastre.
Lo primero que hay que comentar es que la película sigue paso por paso la misma estructura que sus dos predecesoras. Esto no se si es bueno, malo o peor, pero la verdad es que resulta llamativo la reiteración en el mismo tipo de historia, en la que suceden las mismas circunstancias que en las anteriores entregas. Sin embargo en esta última, le falta algo muy importante en las películas y en el boxeo, que sí tenían las anteriores. Hablo de la pegada, de la capacidad para sorprender o conmocionar al espectador con lo que sucede en la pantalla. Como el propio Areta comentaba en una escena, refiriéndose a un boxeador, si no tienes pegada da igual todo lo demás.
La estructura de las tres películas se puede equiparar al desarrollo del combate que el personaje de Rocky el barbero, contaba a Areta en el primer crack, en la que Rocky Marciano disputaba el título mundial de los pesos pesados. Tras unas escenas de tanteo, el contrincante de Areta comienza a golpearle cada vez más fuerte, llegando a darle donde más le duele y tirándolo a la lona. Sin embargo, cuando parece que ya está derrotado, Areta resurge y, tomándose la justicia por su mano, gana el combate por K.O.
Otro aspecto que me llamó mucho la atención es la ausencia de escenas nuevas rodadas en exteriores, algo debido sin duda, al escaso presupuesto con el que se ha realizado la película. Todas las escenas que aparecen del Madrid de hace 40 años, son tomas de las anteriores películas de la trilogía o de otras películas de Garci. Incluso en una de esas tomas al final de la película se vislumbra a Alfredo Landa al volante de su vehículo, algo que se echa de menos en esta nueva entrega en el personaje interpretado en esta ocasión por Carlos Santos.
El mayor reto al que se enfrentaba esta nueva historia del detective madrileño era encontrar a un actor que hiciese olvidar al espectador el excelso trabajo realizado en su día por Alfredo Landa. Y en este caso, el examen ha sido superado muy satisfactoriamente, ya que Carlos Santos se imbuye en el personaje, sin copiar apenas los gestos de su predecesor. Así mismo Miguel Angel Muñoz nos regala un "Moro" fresco, simpático y muy creíble. Ambos actores además nos presentan unos personajes más "limpios", con una mirada más pura en la que no ha habido el sufrimiento que se percibe en dichos personajes unos años más tarde.
Sin embargo algunos de los personajes secundarios no han tenido la misma suerte con los actores que los interpretan, siendo el principal perjudicado el personaje de Rocky el barbero, interpretado en esta ocasión por un Luis Varela, demasiado mayor para este personaje y al que no pilla el punto en ningún momento.
Tecnicamente la película es bastante desigual, ya que las escenas carecen de continuidad y la ya mencionada ausencia de escenas en el exterior lastra el ritmo de la película. Aún así hay algunas escenas en las que se puede ver el talento de Garci para la colocación de la cámara y para mover ésta con estilo.
Las referencias a la literatura y el cine negro son numerosas, pero en los últimos minutos hay dos que quiero destacar. Una es un homenaje muy claro al film "Tener y no tener" ("To have and have not" 1944) cuyo director Howard Hawks siempre ha sido de los preferidos del director español. Así mismo, el último plano me ha recordado muchísimo a algunos finales de Woody Allen, también muy admirado por Jose Luis Garci.
En definitiva estamos ante una película que igual no hacía falta realizarla, pero que tampoco sobra en nuestra cartelera, ya que aporta un tipo de cine que ya no se realiza. Yo recomiendo su visionado, pero sobre todo si antes se ha visto recientemente las otras dos partes de esta trilogía que homenajea al cine negro en todos sus fotogramas.
Gabriel Menéndez Piñera
https://historiasdelceluloide.elcomercio.es
Mientras España asiste temerosa al próximo fallecimiento de Francisco Franco, Germán Areta (Carlos Santos) recibe el encargo de investigar la muerte de un conocido sastre, Narciso Benavides, acaecida unos meses antes y que la policía calificó de suicidio. Junto a su secretaria Moli (Luisa Gavasa) y su nuevo ayudante "Moro" (Miguel Angel Muñoz), comenzarán su investigación dirigida principalmente a aquellas personas que podían tener razones monetarias o pasionales para asesinar al difunto sastre.
Lo primero que hay que comentar es que la película sigue paso por paso la misma estructura que sus dos predecesoras. Esto no se si es bueno, malo o peor, pero la verdad es que resulta llamativo la reiteración en el mismo tipo de historia, en la que suceden las mismas circunstancias que en las anteriores entregas. Sin embargo en esta última, le falta algo muy importante en las películas y en el boxeo, que sí tenían las anteriores. Hablo de la pegada, de la capacidad para sorprender o conmocionar al espectador con lo que sucede en la pantalla. Como el propio Areta comentaba en una escena, refiriéndose a un boxeador, si no tienes pegada da igual todo lo demás.
La estructura de las tres películas se puede equiparar al desarrollo del combate que el personaje de Rocky el barbero, contaba a Areta en el primer crack, en la que Rocky Marciano disputaba el título mundial de los pesos pesados. Tras unas escenas de tanteo, el contrincante de Areta comienza a golpearle cada vez más fuerte, llegando a darle donde más le duele y tirándolo a la lona. Sin embargo, cuando parece que ya está derrotado, Areta resurge y, tomándose la justicia por su mano, gana el combate por K.O.
Otro aspecto que me llamó mucho la atención es la ausencia de escenas nuevas rodadas en exteriores, algo debido sin duda, al escaso presupuesto con el que se ha realizado la película. Todas las escenas que aparecen del Madrid de hace 40 años, son tomas de las anteriores películas de la trilogía o de otras películas de Garci. Incluso en una de esas tomas al final de la película se vislumbra a Alfredo Landa al volante de su vehículo, algo que se echa de menos en esta nueva entrega en el personaje interpretado en esta ocasión por Carlos Santos.
El mayor reto al que se enfrentaba esta nueva historia del detective madrileño era encontrar a un actor que hiciese olvidar al espectador el excelso trabajo realizado en su día por Alfredo Landa. Y en este caso, el examen ha sido superado muy satisfactoriamente, ya que Carlos Santos se imbuye en el personaje, sin copiar apenas los gestos de su predecesor. Así mismo Miguel Angel Muñoz nos regala un "Moro" fresco, simpático y muy creíble. Ambos actores además nos presentan unos personajes más "limpios", con una mirada más pura en la que no ha habido el sufrimiento que se percibe en dichos personajes unos años más tarde.
Sin embargo algunos de los personajes secundarios no han tenido la misma suerte con los actores que los interpretan, siendo el principal perjudicado el personaje de Rocky el barbero, interpretado en esta ocasión por un Luis Varela, demasiado mayor para este personaje y al que no pilla el punto en ningún momento.
Tecnicamente la película es bastante desigual, ya que las escenas carecen de continuidad y la ya mencionada ausencia de escenas en el exterior lastra el ritmo de la película. Aún así hay algunas escenas en las que se puede ver el talento de Garci para la colocación de la cámara y para mover ésta con estilo.
Las referencias a la literatura y el cine negro son numerosas, pero en los últimos minutos hay dos que quiero destacar. Una es un homenaje muy claro al film "Tener y no tener" ("To have and have not" 1944) cuyo director Howard Hawks siempre ha sido de los preferidos del director español. Así mismo, el último plano me ha recordado muchísimo a algunos finales de Woody Allen, también muy admirado por Jose Luis Garci.
En definitiva estamos ante una película que igual no hacía falta realizarla, pero que tampoco sobra en nuestra cartelera, ya que aporta un tipo de cine que ya no se realiza. Yo recomiendo su visionado, pero sobre todo si antes se ha visto recientemente las otras dos partes de esta trilogía que homenajea al cine negro en todos sus fotogramas.
Gabriel Menéndez Piñera
https://historiasdelceluloide.elcomercio.es

8,3
35.912
9
27 de mayo de 2019
27 de mayo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que John Ford era un genio, creo que es algo que nadie podrá discutir, pero que cada día que pasa en la historia del cine su leyenda debería hacerse más y más grande es algo que habría que reivindicar con fuerza. Ford es como uno de esos amigos al que hace mucho que no ves y que un día quedas con él para tomar algo. Al poco rato te das cuenta que es como si el tiempo se hubiera detenido, como si no hubieran pasado años desde vuestro último encuentro, todo surge frente a ti nuevamente de forma clara, espontánea y maravillosa. En el caso de "El hombre que mató a Liberty Valance" (1962) esto se cumple al 100%, ya que se trata de una obra hipnótica en la que Ford inició el ocaso de su carrera desde el punto más alto posible.
Ramsom Stoddard (James Stewart) y su esposa Hallie (Vera Miles) vuelven ya ancianos al pueblo del oeste en que se conocieron, para rendir honores al difunto Tom Doniphon (John Wayne). El ahora senador de los Estados Unidos relata a unos periodistas locales su historia y como nada más poner un pie en el oeste fue atacado por un bandido llamado Liberty Valance (Lee Marvin).
Lo que primero destaca en este film es que la mayoría de las escenas o son interiores, o son tomas exteriores nocturnas, rodadas en estudio. Es el primer western de John Ford en el que no sorprende al espectador con su habilidad para rodar inmensas panorámicas en exteriores, si no que se centra casi exclusivamente en los diálogos, los personajes y la simbología que encierran. La razón para ello, en mi opinión, era no distraer al espectador de lo que Ford realmente quería contar, la desaparición de un estilo de vida y la llegada de otro que lo sustituye, al menos en parte.
El guión, firmado por James Warner Bellah y Willis Goldbeck, basado en una novela corta de Dorothy M. Johnson es sencillamente fascinante. En él se nos muestra como James Stewart, un hombre sin pistola en el salvaje oeste, consigue conquistar el corazón del pueblo y de la mujer que hasta entonces pertenecían a Tom Doniphon. Tom es el verdadero protagonista de un film que, repleto de simbología, nos acerca a esa figura del vaquero honesto, trabajador y bruto, que se ve desplazado por Ramsom, un nuevo tipo de hombre de leyes, culto y con modales. Pero Tom no lucha contra Ramsom, sino que lo ayuda, lo apoya, es su alma mater continuamente, a pesar de que ve como todo lo que era su mundo hasta ahora, se desvanece entre sus manos.
El reparto protagonista es majestuoso, no se puede imaginar a mejores actores en los papeles que tanto Wayne, como Stewart o Miles bordan de una manera sencillamente exquisita. El único pego es que James Stewart a sus 54 años chirría un poco en su papel de joven abogado recién llegado al Oeste, por mucho maquillaje que le pusieran. Como en todas las películas de John Ford, los personajes secundarios tienen mucha importancia y ahí están Edmond O'Brien, Lee Marvin, Ken Murray o John Carradine para dejar, una vez más, el listón muy alto.
Ya sólo por el guión y los actores merecería la pena ver "El hombre que mató a Liberty Valance"una y otra vez, pero es que el trabajo de John Ford no tiene parangón. Desde el uso de un blanco y negro (por el que tuvo que pelear con el estudio denodadamente) cuyas luces y sombras nos dejan momentos maravillosos, pasando por una puesta en escena que es simplemente brillante y terminando porque su forma de narrar, de componer las escenas, no ha sido nunca superada por ningún otro director.
El tono sombrío del film, como los personajes luchan de una forma muy pasiva, cansada, por lo que persiguen, es una buena muestra del momento del propio director. Ford nos muestra como América (simbolizada en el personaje de Vera Miles), dejó de pertenecer a hombres de verdad, con una honestidad y una hombría a prueba de bombas, para ser sustituidos por petrimetres con buenas intenciones, pero que son capaces de perpetuar una mentira para llevar a cabo sus fines. Sin embargo esa América nunca olvidará en su corazón a esos hombres que la formaron y la acompañaron en su juventud.
Como contrapunto a este tono sombrío y a la ausencia de escenas de acción, Ford recurre (quizás demasiado frecuentemente) al humor, mediante los personajes secundarios. personajes que son como los payasos de un circo de tres pistas; distraen momentáneamente, pero al día siguiente ya nadie se acuerda de ellos, debido a la majestuosidad del espectáculo principal.
John Ford, es uno de los mejores directores de la historia del cine y no, no sólo hizo westerns. Hizo dramas, comedias, cine bélico, cine de aventuras, siempre dentro de un sistema de grandes estudios que le iba como anillo al dedo a su forma de trabajar. Vean cine de John Ford, verán cómo su cabeza empieza a funcionar, cómo una extraña sensación de placer les recorre el organismo y cómo, sin apenas darse cuenta, sonreirán sin saber por qué.
Gabriel Menéndez Piñera
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Ramsom Stoddard (James Stewart) y su esposa Hallie (Vera Miles) vuelven ya ancianos al pueblo del oeste en que se conocieron, para rendir honores al difunto Tom Doniphon (John Wayne). El ahora senador de los Estados Unidos relata a unos periodistas locales su historia y como nada más poner un pie en el oeste fue atacado por un bandido llamado Liberty Valance (Lee Marvin).
Lo que primero destaca en este film es que la mayoría de las escenas o son interiores, o son tomas exteriores nocturnas, rodadas en estudio. Es el primer western de John Ford en el que no sorprende al espectador con su habilidad para rodar inmensas panorámicas en exteriores, si no que se centra casi exclusivamente en los diálogos, los personajes y la simbología que encierran. La razón para ello, en mi opinión, era no distraer al espectador de lo que Ford realmente quería contar, la desaparición de un estilo de vida y la llegada de otro que lo sustituye, al menos en parte.
El guión, firmado por James Warner Bellah y Willis Goldbeck, basado en una novela corta de Dorothy M. Johnson es sencillamente fascinante. En él se nos muestra como James Stewart, un hombre sin pistola en el salvaje oeste, consigue conquistar el corazón del pueblo y de la mujer que hasta entonces pertenecían a Tom Doniphon. Tom es el verdadero protagonista de un film que, repleto de simbología, nos acerca a esa figura del vaquero honesto, trabajador y bruto, que se ve desplazado por Ramsom, un nuevo tipo de hombre de leyes, culto y con modales. Pero Tom no lucha contra Ramsom, sino que lo ayuda, lo apoya, es su alma mater continuamente, a pesar de que ve como todo lo que era su mundo hasta ahora, se desvanece entre sus manos.
El reparto protagonista es majestuoso, no se puede imaginar a mejores actores en los papeles que tanto Wayne, como Stewart o Miles bordan de una manera sencillamente exquisita. El único pego es que James Stewart a sus 54 años chirría un poco en su papel de joven abogado recién llegado al Oeste, por mucho maquillaje que le pusieran. Como en todas las películas de John Ford, los personajes secundarios tienen mucha importancia y ahí están Edmond O'Brien, Lee Marvin, Ken Murray o John Carradine para dejar, una vez más, el listón muy alto.
Ya sólo por el guión y los actores merecería la pena ver "El hombre que mató a Liberty Valance"una y otra vez, pero es que el trabajo de John Ford no tiene parangón. Desde el uso de un blanco y negro (por el que tuvo que pelear con el estudio denodadamente) cuyas luces y sombras nos dejan momentos maravillosos, pasando por una puesta en escena que es simplemente brillante y terminando porque su forma de narrar, de componer las escenas, no ha sido nunca superada por ningún otro director.
El tono sombrío del film, como los personajes luchan de una forma muy pasiva, cansada, por lo que persiguen, es una buena muestra del momento del propio director. Ford nos muestra como América (simbolizada en el personaje de Vera Miles), dejó de pertenecer a hombres de verdad, con una honestidad y una hombría a prueba de bombas, para ser sustituidos por petrimetres con buenas intenciones, pero que son capaces de perpetuar una mentira para llevar a cabo sus fines. Sin embargo esa América nunca olvidará en su corazón a esos hombres que la formaron y la acompañaron en su juventud.
Como contrapunto a este tono sombrío y a la ausencia de escenas de acción, Ford recurre (quizás demasiado frecuentemente) al humor, mediante los personajes secundarios. personajes que son como los payasos de un circo de tres pistas; distraen momentáneamente, pero al día siguiente ya nadie se acuerda de ellos, debido a la majestuosidad del espectáculo principal.
John Ford, es uno de los mejores directores de la historia del cine y no, no sólo hizo westerns. Hizo dramas, comedias, cine bélico, cine de aventuras, siempre dentro de un sistema de grandes estudios que le iba como anillo al dedo a su forma de trabajar. Vean cine de John Ford, verán cómo su cabeza empieza a funcionar, cómo una extraña sensación de placer les recorre el organismo y cómo, sin apenas darse cuenta, sonreirán sin saber por qué.
Gabriel Menéndez Piñera
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