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Críticas ordenadas por utilidad
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6,0
1.474
6
9 de diciembre de 2011
9 de diciembre de 2011
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Puncture” toma un caso real llevado a la corte de Estados Unidos y lo transforma en más que un film sobre eso. No sólo trata de poner en evidencia la corrupción de las grandes empresas del rubro de la salud, sino que propone una mirada reflexiva sobre las consecuencias en el mundo entero sobre este manejo.
“La luz más brillante puede nacer del lugar más oscuro” es una de las frases que se repite en el film y sobre la cual se trabaja relatando los vaivenes del caso desde el personaje principal, Mike Weiss, un abogado adicto a las drogas que lucha por la causa y contra sí mismo. El contraste entre personajes y situaciones y las contradicciones morales son explotadas para generar sensaciones encontradas: podemos odiar, elogiar, sentir lástima, o indignarnos con un mismo personaje, todo en poco más de hora y media.
Salvo algunos juegos de distorsión de luces y uno que otro plano que ofician de descanso “artístico” entre secuencias, el resto del film presenta una escritura más bien clásica y una musicalización muchas veces enfatizando el ambiente de oscuridad sobre el que transita Mike. Sobre el final, la temática central de la película se refuerza con datos reales sobre el caso, sobre sus personajes y sobre la situación actual.
“Puncture” tiene lo atractivo de una buena película basada en hechos reales, un ritmo acertado sin caer en la lentitud de muchos films de dramas personales y una temática tratada con respeto y reflexión, que aún no está cerrada y que nos involucra a todos.
“La luz más brillante puede nacer del lugar más oscuro” es una de las frases que se repite en el film y sobre la cual se trabaja relatando los vaivenes del caso desde el personaje principal, Mike Weiss, un abogado adicto a las drogas que lucha por la causa y contra sí mismo. El contraste entre personajes y situaciones y las contradicciones morales son explotadas para generar sensaciones encontradas: podemos odiar, elogiar, sentir lástima, o indignarnos con un mismo personaje, todo en poco más de hora y media.
Salvo algunos juegos de distorsión de luces y uno que otro plano que ofician de descanso “artístico” entre secuencias, el resto del film presenta una escritura más bien clásica y una musicalización muchas veces enfatizando el ambiente de oscuridad sobre el que transita Mike. Sobre el final, la temática central de la película se refuerza con datos reales sobre el caso, sobre sus personajes y sobre la situación actual.
“Puncture” tiene lo atractivo de una buena película basada en hechos reales, un ritmo acertado sin caer en la lentitud de muchos films de dramas personales y una temática tratada con respeto y reflexión, que aún no está cerrada y que nos involucra a todos.

4,2
1.378
3
23 de noviembre de 2012
23 de noviembre de 2012
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘The day’ se sitúa en un futuro cercano post apocalíptico. Al principio, vemos caminar a cinco personajes sucios, cansados, armados y con miedo, como asechados por algo que está rondando por ahí afuera. Uno de ellos está enfermo y deciden parar en una casa abandonada. Hasta aquí, el drama, la intriga y el suspenso acompañan medianamente bien a lo único destacable de este film: su estética, caracterizada por colores desaturados y tonalidades extremas (casi al monocromo de día, prácticamente azul de noche) donde sobresale siempre el rojo de la sangre.
Luego entendemos que se trata de un futuro donde el canibalismo es la única solución para los carnívoros, donde el hombre es la única fuente de carne. Y de aquí en más, el film se convierte en una horrible concreción de la idea que ya había propuesto ‘The road (La carretera)’ de John Hillcoat en 2009 (con Viggo Mortensen y Charlize Theron). “Hacia el final, puede que te encuentres pensando 'bien, podría haber sido peor'. Y lo dirás como un piropo” (Elizabeth Weitzman: New York Daily News)
Terror y acción barata dignos de estar en una hipotética vuelta a la TV de ‘Sábados de Súper Acción’. Pésima caracterización de personajes acompañada de flojísimas actuaciones. El director Douglas Aarniokoski se mantiene en la línea de su espantosa filmografía (‘Animals’ en 2008 y ‘Los inmortales: Juego final’ en 2000), cuya única excepción parece ser la dirección de cinco capítulos de la buena serie ‘Mentes criminales’. El reparto está encabezado por Dominic Monaghan, más conocido como Charlie de ‘Lost’ (‘El señor de los anillos’), Shawn Ashmore (‘X-Men’), Ashley Bell (‘El último exorcismo’), Cory Hardrict (‘Gran Torino’) y Shannyn Sossamon (‘40 días y 40 noches’).
www.quecinemirar.blogspot.com
Luego entendemos que se trata de un futuro donde el canibalismo es la única solución para los carnívoros, donde el hombre es la única fuente de carne. Y de aquí en más, el film se convierte en una horrible concreción de la idea que ya había propuesto ‘The road (La carretera)’ de John Hillcoat en 2009 (con Viggo Mortensen y Charlize Theron). “Hacia el final, puede que te encuentres pensando 'bien, podría haber sido peor'. Y lo dirás como un piropo” (Elizabeth Weitzman: New York Daily News)
Terror y acción barata dignos de estar en una hipotética vuelta a la TV de ‘Sábados de Súper Acción’. Pésima caracterización de personajes acompañada de flojísimas actuaciones. El director Douglas Aarniokoski se mantiene en la línea de su espantosa filmografía (‘Animals’ en 2008 y ‘Los inmortales: Juego final’ en 2000), cuya única excepción parece ser la dirección de cinco capítulos de la buena serie ‘Mentes criminales’. El reparto está encabezado por Dominic Monaghan, más conocido como Charlie de ‘Lost’ (‘El señor de los anillos’), Shawn Ashmore (‘X-Men’), Ashley Bell (‘El último exorcismo’), Cory Hardrict (‘Gran Torino’) y Shannyn Sossamon (‘40 días y 40 noches’).
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6,4
5.323
7
17 de agosto de 2013
17 de agosto de 2013
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘The Iceman’ tiene algo grandioso: su protagonista. Parte de la magia del cine, de lo inexplicable, de su diferencia con el teatro, tiene que ver “el da o no da” del actor en pantalla. Michael Shannon, casi siempre secundario, ha sido en muchas películas el dueño de la tensión y, por ende, de la atención (del espectador) que le correspondía a los protagonistas. Por suerte, alguien se dio cuenta y en estos últimos años ha tenido protagónicos donde ha demostrado, aparte de sus dotes actorales, su fotogenia. ‘Take Shelter’, ‘Premium Rush’, ‘The Iceman’ y el General Zod en el inicio de una nueva saga de Superman, ‘Man of Steel’.
“Tú y yo estamos demasiado locos para tener familia” le dice su hermano. Basada en hechos reales (se cree que The iceman -Richard Kuklinski- ha asesinado más de 100 personas entre las décadas del 60 y 80) el film apunta a empatarnos, más que con Ritchie (Shannon), con la idea de la doble moral, la del devoto padre de familia y el asesino a sueldo. A inicios del film, en la escena donde un hombre insulta a su prometida luego de perder un partido de pool, suponemos que Ritchie se va a encabronar y le dará una paliza, pero no imaginamos que le cortará la garganta, tan livianamente. Escena siguiente, Ritchie en el hospital recibiendo a su primera hija, Anabel. Esta frialdad, esta falta de empatía propia del psicópata, lleva a Ritchie a abandonar su trabajo como doblador de películas porno (él decía a su mujer que doblaba películas de Disney) para convertirse en matón de la mafia para Roy Demeo (cuando no, Ray Liotta). De ahí en más, como en toda película de gángsters, vemos el ascenso del antihéroe, la creación del mito.
A lo largo del film hay algunas frases claves, sembradas inteligentemente por el director Ariel Vromen de manera que el espectador las pueda recuperar más adelante: “no creo en la mala suerte”; “Dios no tiene nada que ver”. Y serán justamente estos imponderables, actantes del destino, los que marquen el final del mito. Hay una escena genial (la mejor para mí): Ritchie, a punto de asesinar al personaje interpretado por James Franco, lo obliga a rezar para que Dios interceda. Soberbio y desafiante sí, pero un poco también buscando de verdad una respuesta. Cierra con un “supongo que Dios está ocupado”, y dispara. Por supuesto, esto no será gratuito para el grandulón, es el punto de quiebre, el que marca el inicio de la cuesta abajo. Aquí también conoce a otro personaje clave, un irreconocible Chris Evans.
“Un hombre se agranda y olvida lo que es verdad” le dice Roy Demeo. Luego, se nos anticipa el cierre, cuando vemos a Ritchie en el mismo hospital donde nació Anabel, esta vez atropellada adrede por la mafia. Ya en prisión, Ritchie no se arrepiente de nada, salvo de haber lastimado a su familia, lo único que significa algo (todo) para él. Puede que ‘The Iceman’ caiga en algún que otro lugar común (como el “no mato mujeres ni niños”, que poco importa si lo vemos descuartizar y congelar cuerpos) y que no ofrezca nada nuevo dentro del género (¿quién podría con las grandes películas de gángsters que se hicieron?), pero su solidez narrativa, la no existencia de escenas inútiles y la construcción de un personaje que mantuvo a su familia al margen de la verdad durante veinte años (lo que habla también, por debajo, de la familia estadounidense, del “sueño americano”, del rol de la mujer/esposa/madre en una cierta época) confluyen en una película que termina siendo más que atractiva.
Lee más en www.quecinemirar.blogspot.com.ar
“Tú y yo estamos demasiado locos para tener familia” le dice su hermano. Basada en hechos reales (se cree que The iceman -Richard Kuklinski- ha asesinado más de 100 personas entre las décadas del 60 y 80) el film apunta a empatarnos, más que con Ritchie (Shannon), con la idea de la doble moral, la del devoto padre de familia y el asesino a sueldo. A inicios del film, en la escena donde un hombre insulta a su prometida luego de perder un partido de pool, suponemos que Ritchie se va a encabronar y le dará una paliza, pero no imaginamos que le cortará la garganta, tan livianamente. Escena siguiente, Ritchie en el hospital recibiendo a su primera hija, Anabel. Esta frialdad, esta falta de empatía propia del psicópata, lleva a Ritchie a abandonar su trabajo como doblador de películas porno (él decía a su mujer que doblaba películas de Disney) para convertirse en matón de la mafia para Roy Demeo (cuando no, Ray Liotta). De ahí en más, como en toda película de gángsters, vemos el ascenso del antihéroe, la creación del mito.
A lo largo del film hay algunas frases claves, sembradas inteligentemente por el director Ariel Vromen de manera que el espectador las pueda recuperar más adelante: “no creo en la mala suerte”; “Dios no tiene nada que ver”. Y serán justamente estos imponderables, actantes del destino, los que marquen el final del mito. Hay una escena genial (la mejor para mí): Ritchie, a punto de asesinar al personaje interpretado por James Franco, lo obliga a rezar para que Dios interceda. Soberbio y desafiante sí, pero un poco también buscando de verdad una respuesta. Cierra con un “supongo que Dios está ocupado”, y dispara. Por supuesto, esto no será gratuito para el grandulón, es el punto de quiebre, el que marca el inicio de la cuesta abajo. Aquí también conoce a otro personaje clave, un irreconocible Chris Evans.
“Un hombre se agranda y olvida lo que es verdad” le dice Roy Demeo. Luego, se nos anticipa el cierre, cuando vemos a Ritchie en el mismo hospital donde nació Anabel, esta vez atropellada adrede por la mafia. Ya en prisión, Ritchie no se arrepiente de nada, salvo de haber lastimado a su familia, lo único que significa algo (todo) para él. Puede que ‘The Iceman’ caiga en algún que otro lugar común (como el “no mato mujeres ni niños”, que poco importa si lo vemos descuartizar y congelar cuerpos) y que no ofrezca nada nuevo dentro del género (¿quién podría con las grandes películas de gángsters que se hicieron?), pero su solidez narrativa, la no existencia de escenas inútiles y la construcción de un personaje que mantuvo a su familia al margen de la verdad durante veinte años (lo que habla también, por debajo, de la familia estadounidense, del “sueño americano”, del rol de la mujer/esposa/madre en una cierta época) confluyen en una película que termina siendo más que atractiva.
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5,9
22.657
5
26 de octubre de 2012
26 de octubre de 2012
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Sinister’ es efectiva cuando tiene que hacerte saltar de la butaca, en parte gracias a las apariciones súbitas y, sobre todo, gracias a un manejo excelente del sonido. También, el registro y las proyecciones en súper 8 aportan desde la puesta en escena (por lo menos algo creativo, y no solo abuso de oscuridad y efectos especiales) para sembrar el miedo. Por lo demás, a ‘Sinister’ le faltó poco para terminar de ser una buena película de terror. Le faltó otro final. En los últimos 10/15 minutos la película desbarranca: pasa de una muy buena combinación de asesinatos en serie, obsesión, drama matrimonial y sucesos paranormales al divague extremo final de demonios y fantasmas del súper 8.
Seguí leyendo en http://quecinemirar.blogspot.com.ar/2012/10/sinister-2012-usa.html
Seguí leyendo en http://quecinemirar.blogspot.com.ar/2012/10/sinister-2012-usa.html

5,1
5.717
6
1 de julio de 2013
1 de julio de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
“No importa quién dirija las películas que protagoniza, porque Jason Statham siempre –bueno, el 98% de las veces– logra transformar un producto mediocre en un gran acontecimiento cinematográfico” (Maia Debowicz: El Amante). No es el caso de ‘Hummingbird (Redemption)’, aunque Statham logra transformar una porquería de Steven Knight en algo, al menos, mediocre (y hasta un poquito más). Ahora queda claro que ‘Promesas del este’ fue puro Cronenberg. Knight (guionista de aquél film de 2007), ahora director, repite tópicos como la mafia (china en esta caso), la trata de blancas y la realidad social del submundo que habita en una gran ciudad como Londres, pero no hace más que ponerlo todo en una licuadora, junto con el calvo de traje negro (o sea, Frank Martin de ‘El transportador’) y una monja del este de Europa , y que salga lo que salga.
Joey Smith (Jason Statham) supo ser un soldado de las fuerzas especiales británicas en Afganistán. Ahora, fugado de un hospital mental, es un vagabundo alcohólico que alucina con picaflores (de ahí el título). Golpe de suerte mediante, cae (literalmente) en casa de un fotógrafo de clase alta, la cual estará deshabitada desde enero hasta octubre. Serán estos los meses de la rehabilitación, puesta a punto, venganza y caída del antihéroe que, lejos de buscar redención (el título, creo, hace más referencia al personaje femenino), se acepta a sí mismo como una máquina para matar creada por el Estado británico. “Me dijeron que suba a una montaña y matara gente… ¿qué esperaban que baje?”. Hipocresía, el tema central por el que intenta rondar Steven Knight. A veces lo logra, como cuando pone en escena la doble moral del ya rehabilitado Joey, ahora gángster, quien gana buen dinero trabajando para la mafia china pero lo usa para alimentar a sus ex compañeros vagabundos y para su hija. Otras veces la embarra, y hasta da vergüenza ajena, como cuando utiliza al galán británico para calentar a una monja, vestirla de seda roja y emborracharla en una exposición de fotos de penes, para que termine rogando por un beso del dolape.
Redención es lo que busca Cristina, la monja vivaracha de pasado turbio que huyó del este de Europa para misionar por los pobres, no Joey, personaje que sólo aprovecha una cuestión momentánea del azar para solucionar el presente de pobreza de su ex mujer y la hija que dejó “huérfana”, y para un ajuste de cuentas con el asesino de una amiga vagabunda. “Ahora no sólo eres el ‘ángel Joey’, sino Dios todopoderoso aplicando justicio” (Cristina, reprochándole su soble moral). Joey sabe que, sobrio, es una máquina letal y que la única manera de no hacer daño a los demás es desactivándose con alcohol y abandono. Joey empezó el film ya transformado, por la guerra, y sin posibilidad de reinserción social. Esta es lo poco de lectura extra superficial que me deja ‘Hummingbird’, por lo demás, sigo disfrutando de un Statham que pelea con su cuerpo como casi ningún otro actor lo puede hacer (con facha, estilo y cara de malo), y con armas, hasta con una cuchara.
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Joey Smith (Jason Statham) supo ser un soldado de las fuerzas especiales británicas en Afganistán. Ahora, fugado de un hospital mental, es un vagabundo alcohólico que alucina con picaflores (de ahí el título). Golpe de suerte mediante, cae (literalmente) en casa de un fotógrafo de clase alta, la cual estará deshabitada desde enero hasta octubre. Serán estos los meses de la rehabilitación, puesta a punto, venganza y caída del antihéroe que, lejos de buscar redención (el título, creo, hace más referencia al personaje femenino), se acepta a sí mismo como una máquina para matar creada por el Estado británico. “Me dijeron que suba a una montaña y matara gente… ¿qué esperaban que baje?”. Hipocresía, el tema central por el que intenta rondar Steven Knight. A veces lo logra, como cuando pone en escena la doble moral del ya rehabilitado Joey, ahora gángster, quien gana buen dinero trabajando para la mafia china pero lo usa para alimentar a sus ex compañeros vagabundos y para su hija. Otras veces la embarra, y hasta da vergüenza ajena, como cuando utiliza al galán británico para calentar a una monja, vestirla de seda roja y emborracharla en una exposición de fotos de penes, para que termine rogando por un beso del dolape.
Redención es lo que busca Cristina, la monja vivaracha de pasado turbio que huyó del este de Europa para misionar por los pobres, no Joey, personaje que sólo aprovecha una cuestión momentánea del azar para solucionar el presente de pobreza de su ex mujer y la hija que dejó “huérfana”, y para un ajuste de cuentas con el asesino de una amiga vagabunda. “Ahora no sólo eres el ‘ángel Joey’, sino Dios todopoderoso aplicando justicio” (Cristina, reprochándole su soble moral). Joey sabe que, sobrio, es una máquina letal y que la única manera de no hacer daño a los demás es desactivándose con alcohol y abandono. Joey empezó el film ya transformado, por la guerra, y sin posibilidad de reinserción social. Esta es lo poco de lectura extra superficial que me deja ‘Hummingbird’, por lo demás, sigo disfrutando de un Statham que pelea con su cuerpo como casi ningún otro actor lo puede hacer (con facha, estilo y cara de malo), y con armas, hasta con una cuchara.
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