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España España · El Puerto de Santa María
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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
16 de noviembre de 2009
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
1972. Scorsese, anónimo en las butacas del Kodak Theatre, se lleva las manos a la cara al ver cómo Marlon Brando rechaza una estatuilla. Sólo vuelve a moverlas para saludar con media sonrisa a Coppola, colega aventajado que ya es galardonado con el título de mejor película por “El Padrino”.
Durante más de treinta años soñaría con manosear aquél falo dorado alimentando sus curtidos deseos fetichistas.
Ya le llegaría el turno. Pero antes tendría que curtir el estilo que le caracteriza: Italia + New York = Catolicismo + Gángsters + Violencia. Constantes que nacen progresivamente en sus primeros trabajos fílmicos.
Buscar el Scorsese de hoy en “Boxcar Bertha” sólo es posible sabiendo que sacamos al feto prematuramente (distinguiremos extremidades pero quizá no pueda separar los dedos aún). Las virtudes de su estilo cuajarían con la madurez y, sobre todo, con el aprendizaje y la evolución de un lenguaje (“freeze frame” y HENRY “Que yo recuerde, desde que tengo uso de razón, siempre he querido ser un gángster”).
Barbara Hershey (actual pareja del “lostie” Sayid) y el inmortal onanista David Carradine protagonizan el segundo largometraje del retaco italoamericano en una de esas genuinas producciones de Roger Corman que tanto ayudaron en las carreras de aquellas “nuevas” generaciones.
En un contexto rural (alejado del retrato newyorkino posterior), Scorsese filma un manifiesto ideológico bizarro (hay dudosos apoyos a la prostitución) pero atractivo en su inocente “carpe diem” y antifanatismo. Lo primero que llama la atención es el tono onírico apoyado en una ceremoniosa puesta en escena (evidente en los numerosos desnudos pero visible desde la secuencia inicial con los rítmicos presos, los paletos inertes y el rascamiento de pierna: ¡menudo ritual para el aterrizaje de una avioneta!) y un montaje de sonido rudimentario pero muy expresivo (a resaltar los silbidos del tren que nos impiden oír algunos diálogos).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Este tono irreal y estilizado se refuerza en un montaje de irregularidades. Largos planos conjunto para personajes que hablan, dilatación y sobredramatización de escenas intrascendentes y, por el contrario, fragmentación abusiva en otras y una especie de “tic nervioso” con el corte inoportuno-inesperado muy ligado al indie de los 70 (véase también la caducada escena de créditos inicial o los coloridos “zooms” prehistóricos).
¨La mano del realizador es omnipresente durante todo el metraje. La cámara no tiene pudor, se destaca en sus movimientos (contrasta el estatismo-dinamismo) y en sus posiciones-composiciones (destacan los primeros términos, el más representativo el de un ventilador en un plano casi cenital en una habitación). Pone acentos (los planos detalle NO pueden contarse con las manos) y diéresis (lentes con doble foco). Scorsese empieza a escribir.
Cuestionable su uso de la elipsis. El relato es un continuo con pocas pistas para la cronología. El único eje constante es el tren: temporal, espacial, narrativo y dramático (bonito paralelismo final, al único tren que no llega es al que transporta el cuerpo sin vida de Carradine, redimido Jesucristo).
Muy interesante la figura del perseguidor infalible sin presencia similar en tratamiento al convoy justiciero de “Dos hombres y un destino” (con la que comparte temática, estética y la fotogenia de dos actrices, Hershey y Katharine Ross, con un aura de belleza anclado en los setenta).
2007. Spielberg, Lucas y Coppola convocan al más bajito de los habitantes de la “little Italy” al estrado de las estrellas.
“Freeze frame”. SCORSESE “Que yo recuerde, desde que tengo uso de razón, siempre he querido ser un gángster”. Con la sonrisa de un veterano, levanta ahora la estatuilla apuntando a Leo Dicaprio, siguiente en la cadena de talentos ignorados.
5 de septiembre de 2006
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y es que es muy difícil ver una película y, posteriormente, cada vez que oyes algo de ella, desear de una forma irracional volver a verla. Sólo pasa con las aclamadas "obras maestras" del cine, personalmente con varias de Billy Wilder, Polanski, y parte de la antigua ciencia ficción.

Tras la estupenda "La Mosca" llegó "Dead Ringers", título original de esta cinta. Con Jeremy Irons en la cabeza, en un doble papel, y Geneviève Bujold en el opuesto femenino.

¿Temática? La total caída psicológica de este par de gemelos, a la par que la física (característica principal del cine del canadiense). El entorno laboral de los protagonistas, ginecología, permite mostrarnos toda esa experimentación física y su inevitable deformación a medida que la historia avanza.

La música, del inseparable de David: Howard Shore, aclamado tras componer para Peter Jackson. La relación entre David y Cronenberg es semejante a la de G.Lucas/Spielberg y Williams, que nacen desconocidos y escalan paralelamente hasta alcanzar la cima, en una simbiosis artística.

En la cinta, Howard nos muestra toda una gama de composiciones siniestras, que reducen la claridad de la imagen, haciendo de la oscuridad principal medio sonoro y visual. Posteriormente, en otras películas como "El Maquinista" de Brad Anderson, se ha utilizado este acompañamiento acústico en la degradación del personaje. El uso de chirriantes strings corresponde a las escenas de aislamiento y depresión y los pianos y "atmospheres" suaves a las escenas de sexo o más mórbidas (tal y como ya hizo en "Crash"). Recalco, de nuevo, el paralelismo, o quizás la inspiración, de Roque Baños de esta película, que no quiere decir plagio, puesto que nos ofrece algo tan diferente como original.

En definitiva, un goce visual y sonoro que da mucho que pensar y que ahonda más en el estudio de la psicología humana-animal llevada desde el primer corto de Cronenberg, grande entre grandes.
17 de octubre de 2016
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Na Hong-Jin hace películas únicas en su especie. El director de The Chaser (que compitió en sección oficial en Sitges 2008) y de The Yellow Sea (que ganó “mejor director” en Sitges 2011) ha vuelto a encandilar al público de su festival favorito.

The Wailing (traducida aquí como El Extraño) cuenta la historia de un pueblo cuya tranquilidad se pervierte con la llegada de un misterioso japonés. Lo interesante de la historia es cómo va mutando en su tono. Durante todo su primer acto es una comedia negra muy divertida (de lagrimones), luego pasa a ser un cuento tradicional con entes sobrenaturales, y acaba siendo una carnicería chamánica con un ritmo que avasalla.

Comedia. Drama. Terror. Thriller policíaco. Gore. En otras manos hubiera salido un gazpacho mutante, aquí es la combinación de ingredientes perfecta. Y a pesar de sus más de dos horazas y media, los personajes y el universo que construye Hong-Jin son tan entrañables que uno no quiere que la proyección se acabe nunca.

En la sala de prensa ya se hacen apuestas de cara al palmarés y éste es uno de los títulos que más se nombra.

The Wailing se estrenará en salas españolas el 18 de noviembre distribuida por La Aventura. No os la podéis perder.
21 de enero de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de viajes en el tiempo suelen pecar de pretenciosas o, por el contrario, de infantiles en sus tramas. Y, casi siempre, vemos en su máquina transportadora un diseño megalítico o completamente hortera (¡un Delorean intertemporal!). Todas las historias tratan el tema de una forma científica, con sus teorías, sus paradojas y sus conflictos morales, pero pocos de forma verosímil. Y es “La Jetee” la que, con su sobriedad, nos regala un testimonio de lo que ha podido, es y será viajar en el tiempo.
Como en aquél maravilloso capítulo de la cuarta temporada de “Lost” titulado “La constante”, el protagonista de este cortometraje francés (como todo drama francés, alargado y con su punto de pedantería) tiene en su retina cerebral un “momento” en su infancia que, impregnado ahora en su edad adulta, sirve a unos científicos holocausticos para, progresivamente, hacerlo volver al pasado, primero a través de sus recuerdos y luego físicamente. Faraday enunciaba una ecuación para viajar entre dos puntos del tiempo, con sus incógnitas y gradaciones, pero con un elemento común: un sentimiento, una imagen, una relación, un objeto, una localización. Con ese pilar cubierto, es posible el billete de ida y vuelta. Y es que la estructura cíclica en este tipo de películas es muy común. Ya lo dijo Vigalondo en “Los Cronocrímenes”, la pescadilla que se muerde la cola es una posibilidad, pero la “marca del zorro” en la que varios ejes temporales coexisten en un mismo eje espacial es rizar un rizo que ve en “Primer” su máxima cota de complejidad.
Nuestro protagonista recuerda vivazmente ese recuerdo infantil porque está presenciando su propia muerte. Un giro predecible, efectista y paradójico tratado con frialdad en un tratamiento formal que es el que le da originalidad.
Lo que se reproduce cuando visionamos “La Jetee” es un audiovisual, sí, pero no con imágenes en movimiento. Son fotogramas congelados de momentos representativos que van conformando escenas narradas por una voz en off seca y expositiva, apoyada en ciertas partes por música, sencilla y secundaria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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A través de estas imágenes la historia avanza como si en la presentación de las diapositivas fotográficas de un viaje nos encontrásemos. El personaje principal vive hasta su edad adulta una estancia feliz en el mundo, pero tras la tercera guerra mundial se retira con los supervivientes al subsuelo de la ciudad. A partir de ahí, y gracias a ese recuerdo tan vivo, viaja al pasado y al futuro mediante un simple mecanismo de sugestión. Un simple trapo cableado sobre sus ojos sirve para enlazar su cuerpo con otras épocas.
Y el resto del metraje transcurre con fotografías en blanco y negro hasta el final, en el que una pequeña ilusión de movimiento se produce por el desdoblamiento del punto de vista: como adulto, muere tras regresar al pasado para vivir con esa mujer de la que se ha enamorado, y, como niño, vive ese momento que quedaría plasmado entre sus recuerdos hasta volver al mismo sitio y al mismo tiempo donde moriría y se vería morir a la vez.
Salvando el impacto de la paradoja, el tratamiento en su conjunto de todos los elementos que componen “La Jetee” sigue una misma dirección durante sus veinte y seis minutos: crear una atmósfera realista mediante el uso de fotografías propias de material de archivo, una voz en off muy relacionada con el documental narrado, la crudeza de la fotografía en blanco y negro y la falta de elementos sonoros y su consecuente sensación de silencio (que más que seguir el realismo evoca un futuro de pesimismo subterráneo).
En definitiva, esta pequeña obra audiovisual puede recomendarse sobre todo por ser una alternativa visceral de toda la ciencia ficción colorida e inflada promovida por las innumerables adaptaciones de H. G. Wells (con la impronta del dólar de George Pal). De una cadencia pausada, el espectador tiene tiempo para digerir un contenido de temática fantástica tratado de forma seria, que augura la nueva corriente del fantástico europeo actual. Y, para el que se quede con hambre, “12 monos”, de Terry Gilliam.
3 de octubre de 2009
14 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una nueva apuesta de Tele5 en el apartado de coproducciones. “Hierro” cuenta la historia de una madre que pierde a su hijo viajando hacia la isla de El Hierro y de cómo la locura puede apoderarse de una mujer en situaciones límite. Dirigida por Gabe Ibáñez, recordado en esta ciudad por su “Máquina” (un cortometraje que comenta de forma muy caliente el uso que le da una chica a una peculiar máquina que tiene entre las piernas) y muy contento de proyectar su película en la pantalla de Sitges donde dice ha visto “Blade Runner” o “2001”. “Hierro” viene de la “semana de la crítica de Cannes” donde perdió la virginidad y volvió a ser editada por lo que lo que se proyecta en Sitges es la verdadera versión comercial. Su atmósfera oscura y penetrante y su imaginería narcisista dividieron opiniones aunque no de forma radical. Otra pequeña aportación de la industria española al fantástico donde se demuestra lo bien que sabemos hacer las cosas con el dinero justo y el talento suficiente.
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