Recién comenzada la década de los 90, Clint Eastwood demostró con “Sin perdón” y “Un mundo perfecto” que era capaz de dar lo mejor de sí mismo como profesional del cine. “Los puentes de Madison”, rodada a continuación de las dos citadas, no sólo no decepcionó sino que trajo la sorpresa de ver al duro actor californiano metido de lleno en un melodrama sentimental que poco o nada tenía que ver con su filmografía anterior. En los albores ya del último tramo de su existencia, su personaje es capaz de descubrir el amor cuando aparentemente poco o nada podía esperar de la vida. La película nos devuelve el cine clásico de siempre, el de “Breve encuentro” y otros títulos grandes que ya son historia . Junto a Eastwood, una Meryl Streep que no agota sus recursos para el drama.

Lo mejor.- La sensibilidad de Eastwood para explorar los sentimientos humanos y la química entre la pareja protagonista.

Lo peor.- Hay unas cuantas veces en que parece que la película va a terminar y no lo hace.

La penúltima película de Hitchcock supuso el inesperado regreso del maestro a Inglaterra, su país natal, del que salió en 1.940 para filmar “Rebeca” en tierra americana. “Frenesí”, al ser un film inglés, está hecho con más libertad por parte del director, sin la rígida censura en el tratamiento del sexo y de la violencia, y sin el glamour de guapas estrellas, esta vez inexistentes. Sin embargo, se trata de la mejor de la última etapa de Hitchcock, la que comienza con “Marnie, la ladrona” y termina con “La trama”. A pesar de tratar un tema de por sí desagradable, “Frenesí” está hecha con la elegancia y la sabiduría narrativa hitchcockiana, de tal modo que, aunque el espectador conoce la identidad del asesino a la media hora de proyección, el interés no decae en ningún momento hasta el contundente y seco plano final. Recordemos una vez más aquello de que “lo importante no es lo que se cuenta sino el cómo se cuenta”. ¡Demos una vez más un voto de confianza a Hitchcock y a “Frenesí”!

Lo mejor.- El dominio narrativo de Hitchcock, que sabe contar con su maestría habitual, y sin que el espectador se dé cuenta, una historia varias veces contada: el falso culpable, la fragilidad de las apariencias y las casualidades del destino.

La frase.- La última que se escucha en la película. No se puede citar aquí por no desvelar el final.

Es prácticamente imposible resumir en pocas líneas el argumento de « Los miserables », la novela de Victor Hugo considerada hoy una de las cumbres de la literatura universal. Al adaptarse al cine y a la TV en numerosas ocasiones es inevitable simplificar mucho la historia y los personajes, ya que la novela llega casi a las 1500 páginas. La versión reciente es una adaptación del célebre musical que ha aguantado en escena años y años en las grandes ciudades. La película, en concreto, aunque se queda en muy poco en comparación con el texto original, es un alarde de buen gusto : en la espectacularidad, en la recreación de ambientes, en la interpretación de los principales actores, en la profunda emotividad de muchos momentos y, especialmente, en la gran calidad de la música y de las canciones. El ritmo es continuo y no decae. El espectáculo es completo. Poco más se puede pedir.

Ganó 3 Oscars en 2013 : mejor actriz de reparto (Anne Hathaway), mejor maquillaje y mejor sonido. Evidentemente la música, maravillosa en todo momento, no fue premiada porque no fue creada para la película, sino que es la misma de la obra musical.

Absorbente thriller de inquietante comienzo y tenso desarrollo. Más allá de un relato de intriga que engancha al espectador de principio a fin, es en definitiva una reflexión sobre el peso de la culpa, el precio de la verdad y la necesidad de redención. Dirigida con pulso firme por el británico John Madden (“Shakespeare enamorado”, “El exótico hotel Marigold”), cuenta también en su haber con un sólido trabajo actoral, en especial las dos actrices que interpretan al mismo personaje con muchos años de distancia en el tiempo: la veterana Helen Mirren (“La reina”) y la emergente Jessica Chastain.

Lo mejor: La estructura narrativa de la película que, sin resultar novedosa, llega a ser del todo eficaz, al mezclar dos tiempos: los años 60 en Alemania y los 90 en Israel. Al principio, puede crear cierta confusión, pero sirve para ir desvelando el grave peso del pasado en los personajes y el secreto que permanecía oculto.

Lo peor: En los últimos 15 minutos se acumulan tantas casualidades que el final llega un tanto traído por los pelos, aunque consiga el impacto buscado.

La frase: “Los judíos nunca supisteis matar; sólo sabéis morir” .

En los años 30, en los momentos más duros de la Gran Depresión, una familia de granjeros de Oklahoma, como tantos otros que han perdido sus tierras, embargadas por el banco, decide emigrar a California con la esperanza de encontrar trabajo.

Extraordinario ejemplo de cine social y, al mismo tiempo, una magistral adaptación de una gran novela de John Steinbeck. Al igual que el buen vino, no ha envejecido con los más de 80 años transcurridos y menos en estos momentos de crisis que estamos viviendo. De un realismo sin concesiones, sobrecogedor en muchos momentos, cercano al documental, es un canto de amor a la justicia, a la igualdad de oportunidades, a la dignidad del ser humano, a la familia como signo de unidad para salir adelante, y, en definitiva, a la lucha por la vida. En los tiempos que corren, es fácil identificarse con los débiles y rechazar a los poderosos que se enriquecen a costa de aquéllos.

Lo mejor.- La maestría narrativa de Ford, el personaje de la madre (la mujer fuerte con resonancias bíblicas) y la interpretación de Henry Fonda.

El título.- Se refiere al sueño de la tierra prometida, de los campos fértiles y llenos de viñedos y, al mismo tiempo, a la ira que provocan el paro y la explotación.

Premios Oscar: mejor director (John Ford) y mejor actriz de reparto (Jane Darwell).