Una película que promete en los primeros quince minutos hasta que comienza a desbarrancarse sin remedio. Esta es una demostración de lo que pueden provocar un mal libreto, un protagonista deficiente y un flojo director que por exceso de ambición e indefinición (este es un engendro que no alcanza a ser drama ni comedia); factores que terminan malogrando una producción costosísima, con formidables escenarios venecianos, vestuarios y música impecables. Heath Ledger (como se estrañan las composiciones que Delón, Sutherland y Mastroianni hicieron del impar personaje!) lleva la peor parte componiendo con escaso talento a un tonto sin remedio que desmerece el fascinante personaje de Giácomo Casanova, en tanto que el resto del elenco hace lo que puede con un guión tedioso y escaso de acción que que termina provocando en el espectador que se anime a llegar al final algo parecido a la verguenza ajena. Una lástima.

Menuda tarea se ha echado A. Díaz Yanes al cargarse en cine la hermosa saga del Capitán Alatriste. Para los que leímos apasionadamente los libros de Pérez Reverte, la síntesis resulta mas que gratificante. Hay mucho amor y respeto en el guión (aunque imagino que a los que no lo han leído la obra se les puede tornar farragoso el argumento), también en la puesta en escena, con escenarios y vestuarios bellos, coloridos y creíbles. Aunque el comienzo es algo lento, la sabia mano del director la lleva a un crecimiento sin pausas, con duelos y batallas muy bien filmados, que no aburren. Viggo Mortensen cumple con el personaje del Capitán Alatriste aunque la voz no lo acompañe; personalmente hubiera esperado una Angélica de Alquézar mas seductora y maligna y un Duque de Olivares de mas carácter. Ariadna Gil luce irregular, aunque se reinvindica al final. Enrico Lo Verso se acerca a Malatesta sin explotarlo demasiado. El rol de Francisco de Quevedo está inmejorable y el resto del elenco cumple con mayor o menor solvencia. La fotografía, la música y los efectos especiales también están muy logrados. En síntesis, una muy superproducción fílmica que nos permite acercarnos a la Historia de la mano del último héroe de capa y espada. Lo que no es poco.

Va a ser difícil superar esta obra maestra del terror. Coppola reinventó a Drácula, insuflándole nueva vida a un personaje manoseado hasta el hartazgo por directores de cuarta categoría. Poco importan los pocos agregados que, mas allá de lo que digan los puristas, en absoluto traicionan la genial novela de Bram Stocker. Aquí hay un auténtico vampiro (excelente Gary Oldman) seductor y despiadado, dispuesto a todo por el amor de Lucy (Winona Ryder, de insuperable belleza romántica). El resto del elenco cumple con solvencia (¡si hasta el matungo de Keanu Reeves parece vivo!). Los escenarios, de sorprendente belleza gótica, acarician sugestivamente nuestros sentidos sin lograr distraernos de la apasionante historia. Los efectos especiales resultan, a su vez, tan contundentes como la banda de sonido. ¿Y que decir de la dirección? Admirable, 100% Coppola. Todo un banquete.

Burman nos sorprende con cada uno de sus filmes, cuyo denominador común son los lazos de familia en la siempre convulsionada Argentina. Entiendo perfectamente que algunas personas esperaran otra cosa (¿quizá algo mas hollywoodense?), pero lo cierto es que esta es una muy buena pelìcula especialmente porque sus protagonistas (extraordinarios Borges y Gasalla en sus papeles de hermanos solos y en decadencia) transitan uno de esos períodos de la vida en donde ya no pasa demasiado, en donde el resentimiento y el tedio suelen ser el pan de cada día. El director y sus libretistas le dan una vuelta de tuerca muy creíble al asunto y convierten a este fresco en una pelìcula con momentos melancólicos y risueños -logrados con belleza y evitando los excesos- muy a tono con estos sesentones que se disponen realizar la que quizá sean sus ùltimas experiencias vitales que los ayuden justificar una golpeada existencia.
La dirección de actores, las acertada ambientación y los bucólicos paisajes de la costa uruguaya completan este logrado film de Daniel Burman, quien desde los lugares mas insólitos nos sigue sorprendiendo sin traicionar a la verdad.

Aquellas personas que hayan frecuentado los ambientes anarquistas pueden dar fe de la veracidad de este tipo de historias. El guion es simple y efectivo: un grupo de jóvenes realiza una serie de atentados simbólicos que derivan en el secuestro de un satisfecho señor burgués que deberá convivir con sus captores, respondiendo a ciertos cuestionamientos ideológicos. El final, aunque previsible -cada uno responde desde sus propios valores- está cinematográficamente logrado.
Una película reconfortante, bien actuada y dirigida, con un argumento que nos deja pensando. Ni más ni menos que una bocanada de aire fresco en medio de tanta basura complaciente.