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Críticas ordenadas por utilidad
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6,6
36.631
7
12 de febrero de 2013
12 de febrero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert Zemeckis, un director adelantado en el uso de la tecnología digital (Who Framed Roger Rabbit, “La muerte le sienta bien” o la oscarizada Forrest Gump) filma con soltura y mucho dramatismo el turbulento vuelo y posterior aterrizaje de emergencia del avión capitaneado por Whip Whitaker, un papel hecho a la medida del gran Denzel Washington y sobre quién se soporta las más de dos horas de esta aceptable película que pudo dar para mucho más.
Porque además de Washington, Don Cheadle, Bruce Greenwood y el brillante, en esta ocasión, John Goodman dan buena forma al séquito que busca sacar a Whip de sus problemas con la justicia por haber pilotado el fallido vuelo luego de una larga noche de alcohol, drogas y sexo. Pero también está Nicole (una intrascendente Kelly Reilly), la yonqui fotógrafa con su particular drama presentado en paralelo a la escena del avión, que no aporta nada ni a la historia ni al carácter del protagonista. Por el contrario, es la responsable del innecesario metraje de mitad de la cinta.
A pesar de ello, la actuación de Washington y los vaivenes de su personaje mantienen la tensión. Tiene algunas secuencias destacables (el botellín de vodka en el hotel, por ejemplo) y una cuidada selección musical acorde con varias escenas como el chute de Nicole mientras suena “Sweet Jane” o la genial irrupción del camello Goodman con la voz de Jagger de fondo cantando “Please allow me to introduce myself…”.
Porque además de Washington, Don Cheadle, Bruce Greenwood y el brillante, en esta ocasión, John Goodman dan buena forma al séquito que busca sacar a Whip de sus problemas con la justicia por haber pilotado el fallido vuelo luego de una larga noche de alcohol, drogas y sexo. Pero también está Nicole (una intrascendente Kelly Reilly), la yonqui fotógrafa con su particular drama presentado en paralelo a la escena del avión, que no aporta nada ni a la historia ni al carácter del protagonista. Por el contrario, es la responsable del innecesario metraje de mitad de la cinta.
A pesar de ello, la actuación de Washington y los vaivenes de su personaje mantienen la tensión. Tiene algunas secuencias destacables (el botellín de vodka en el hotel, por ejemplo) y una cuidada selección musical acorde con varias escenas como el chute de Nicole mientras suena “Sweet Jane” o la genial irrupción del camello Goodman con la voz de Jagger de fondo cantando “Please allow me to introduce myself…”.

7,9
120.130
8
2 de febrero de 2013
2 de febrero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelve el Tarantino de siempre, el de diálogos imposibles y largas escenas de permanente tensión. Tal como hizo con las artes marciales y el género bélico, su particular visión del western no nos presenta la típica pelea de indios contra vaqueros o de justicieros sheriff y amenazadores delincuentes; se trata más bien de las andanzas de un esclavo negro en los tiempos previos a la Guerra de Secesión, que consigue su liberación gracias a un cazarecompensas alemán.
De estructura lineal, la película se puede dividir en tres partes, como si fueran capítulos independientes de una larga novela. La primera muestra el encuentro y posterior asociación entre el siempre educado y poco ortodoxo Dr. King Schultz (otra brillante y deliciosa interpretación de Christoph Waltz) y el recio Django (protagonizado por un magnífico Jamie Foxx) con dotes naturales para el revólver y con mucha sed de venganza. La segunda parte está dedicada a la búsqueda de la mujer de Django en la plantación Candyland, propiedad de Calvin Candie (con la convincente actuación de Leonardo DiCaprio) y la tercera es la resolución de la película con un Django desatado, llevando su revancha hasta las últimas consecuencias.
La película incluye otras señas de identidad de Tarantino como una soberbia banda sonora (mezclando el moderno hip-hop con las partituras del mítico Ennio Morricone), un cuidado diseño de vestuario (los trajes que usa el liberado Django pueden convertirse en nuevos íconos de la moda) y el cameo propio en la última parte del film. Mucha sangre, mucha violencia pero también mucho arte. Casi tres horas para seguir amando el buen cine.
De estructura lineal, la película se puede dividir en tres partes, como si fueran capítulos independientes de una larga novela. La primera muestra el encuentro y posterior asociación entre el siempre educado y poco ortodoxo Dr. King Schultz (otra brillante y deliciosa interpretación de Christoph Waltz) y el recio Django (protagonizado por un magnífico Jamie Foxx) con dotes naturales para el revólver y con mucha sed de venganza. La segunda parte está dedicada a la búsqueda de la mujer de Django en la plantación Candyland, propiedad de Calvin Candie (con la convincente actuación de Leonardo DiCaprio) y la tercera es la resolución de la película con un Django desatado, llevando su revancha hasta las últimas consecuencias.
La película incluye otras señas de identidad de Tarantino como una soberbia banda sonora (mezclando el moderno hip-hop con las partituras del mítico Ennio Morricone), un cuidado diseño de vestuario (los trajes que usa el liberado Django pueden convertirse en nuevos íconos de la moda) y el cameo propio en la última parte del film. Mucha sangre, mucha violencia pero también mucho arte. Casi tres horas para seguir amando el buen cine.

5,8
5.269
6
9 de abril de 2015
9 de abril de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El que espera ver una súper comedia, de continuos gags y carcajadas interminables, mejor que vaya a ver otra película. Parte de la decepción que algunos espectadores pueden tener al salir de la sala tiene que ver con la publicidad del film: “Del director de ‘Pagafantas’ y coguionista de ‘Ocho apellidos vascos’”. Ambas referencias han sido de las mejores comedías españolas de los últimos años, pero esta vez Borja Cobeaga –una de las mentes más creativas del País Vasco- quiere hacernos sonreír pero de una forma más esporádica y nerviosa.
Cobeaga sigue desmontando tópicos y buscándole la gracia a cualquier situación, como fue la frustrada negociación con ETA durante el primer gobierno de Zapatero. Su interpretación libre de los vaivenes del representante del gobierno con los líderes etarras tiene cuotas de tragedia, mucha sensación de soledad y largos silencios en dónde la brillante caracterización de Ramón Barea –hombre de teatro y uno de los mejores actores de su generación- nos transmite con autenticidad las tribulaciones y la impotencia de su quijotesco personaje.
Al protagonismo de Barea se suman secundarios con acierto como Carlos Areces –¡actuando por fin!- y varios cameos como el del carismático Raúl Arévalo –la sola presencia de su inmutable rostro provoca una de las pocas risas del auditorio- y el graciocete Secun de la Rosa apoyando la escena con la mayor carcajada de todo el film. Es un guión serio, de ritmo pausado, con pizcas de surrealismo dentro de una extravagante realidad.
De minimalista ambientación, Cobeaga experimenta con la cámara para mostrarnos planos peculiares y hace una edición que por ratos peca de insulsa y sin mayor efectismo. Asumo que el bajo coste de producción provoca anacronismos evidentes –se supone que los hechos se desarrollan alrededor del 2005- como un cartel de la gira de Raphael del año pasado, pegatinas de TripAdvisor en la puerta del restaurante y coches de última generación estacionados en el parking del hotel.
“Negociador” puede ser un punto de quiebre en el cine de Cobeaga. Él decidirá si sigue siendo considerado como un realizador taquillero o si se convierte en un representante del a veces malentendido cine de autor. O quizás como muchos otros, aprovechará de los éxitos mediáticos para embarcarse en proyectos más personales.
http://kikemorey.wordpress.com
Cobeaga sigue desmontando tópicos y buscándole la gracia a cualquier situación, como fue la frustrada negociación con ETA durante el primer gobierno de Zapatero. Su interpretación libre de los vaivenes del representante del gobierno con los líderes etarras tiene cuotas de tragedia, mucha sensación de soledad y largos silencios en dónde la brillante caracterización de Ramón Barea –hombre de teatro y uno de los mejores actores de su generación- nos transmite con autenticidad las tribulaciones y la impotencia de su quijotesco personaje.
Al protagonismo de Barea se suman secundarios con acierto como Carlos Areces –¡actuando por fin!- y varios cameos como el del carismático Raúl Arévalo –la sola presencia de su inmutable rostro provoca una de las pocas risas del auditorio- y el graciocete Secun de la Rosa apoyando la escena con la mayor carcajada de todo el film. Es un guión serio, de ritmo pausado, con pizcas de surrealismo dentro de una extravagante realidad.
De minimalista ambientación, Cobeaga experimenta con la cámara para mostrarnos planos peculiares y hace una edición que por ratos peca de insulsa y sin mayor efectismo. Asumo que el bajo coste de producción provoca anacronismos evidentes –se supone que los hechos se desarrollan alrededor del 2005- como un cartel de la gira de Raphael del año pasado, pegatinas de TripAdvisor en la puerta del restaurante y coches de última generación estacionados en el parking del hotel.
“Negociador” puede ser un punto de quiebre en el cine de Cobeaga. Él decidirá si sigue siendo considerado como un realizador taquillero o si se convierte en un representante del a veces malentendido cine de autor. O quizás como muchos otros, aprovechará de los éxitos mediáticos para embarcarse en proyectos más personales.
http://kikemorey.wordpress.com

7,4
38.928
5
10 de marzo de 2014
10 de marzo de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fuera del circuito independiente, el cine norteamericano puede considerarse como una industria del entretenimiento en contraposición con la consideración más artística del cine europeo. Mientras en los EE.UU. los guiones suelen seguir la estructura clásica de planteamiento, nudo y desenlace –aunque todo se resuelva en los últimos cinco minutos- en Europa su esquema es más caótico, no hay una diferencia clara de las partes y los finales son frecuentemente más abiertos. Esto puede provocar que al espectador promedio una obra maestra para los críticos como “La Gran Belleza” no sea más que una hermosa experiencia visual y poética aunque, en mi caso, la recuerde más como una película larga y sin mayor trascendencia.
La belleza de la capital italiana brilla gracias a la cinematografía de Luca Bigazzi y a los planos generales que nos ofrece el director y guionista Paolo Sorrentino. Dentro de esa Roma de la clase alta, de noches de desenfreno y bailes al ritmo de Raffaella Carra samplerizada, surge la figura del escritor y periodista Jep Gambardella –notable actuación de Toni Servillo- quien a sus 65 años se replantea su acomodada vida de bohemia y fugaces relaciones para embarcarse en la búsqueda de algo diferente, digno de ser reseñado en una nueva novela. Durante esta transformación interactúa con personajes falsos, vacíos, de mucha imagen pero con poco contenido interior. Así es como desfilan frente a la cámara artistas de vanguardia, intelectualoides y altos representantes del clero, todos ellos bajo la crítica mirada y ácida lengua de Gambardella.
A pesar del interés que suscita los primeros minutos la cinta transcurre de manera cansina y repetitiva, como una serie de episodios aislados que no llevan a ningún destino concreto. Se dice que el primer corte de la película duraba más de tres horas. A mí la última media hora de los 140 minutos finales se me hizo interminable. La teatral voz pausada de Gambardella está llena de poesía, quizás demasiada para alguien más cercano a la prosa. Y el film está bañado de una grandilocuencia del cual muchos han disfrutado –todos los premios recibidos certifican su calidad- pero que a mí me pareció artificialmente inflada. Casi como la caricaturizada sociedad que la película pretende desenmascarar.
http://kikemorey.wordpress.com/category/cine/
La belleza de la capital italiana brilla gracias a la cinematografía de Luca Bigazzi y a los planos generales que nos ofrece el director y guionista Paolo Sorrentino. Dentro de esa Roma de la clase alta, de noches de desenfreno y bailes al ritmo de Raffaella Carra samplerizada, surge la figura del escritor y periodista Jep Gambardella –notable actuación de Toni Servillo- quien a sus 65 años se replantea su acomodada vida de bohemia y fugaces relaciones para embarcarse en la búsqueda de algo diferente, digno de ser reseñado en una nueva novela. Durante esta transformación interactúa con personajes falsos, vacíos, de mucha imagen pero con poco contenido interior. Así es como desfilan frente a la cámara artistas de vanguardia, intelectualoides y altos representantes del clero, todos ellos bajo la crítica mirada y ácida lengua de Gambardella.
A pesar del interés que suscita los primeros minutos la cinta transcurre de manera cansina y repetitiva, como una serie de episodios aislados que no llevan a ningún destino concreto. Se dice que el primer corte de la película duraba más de tres horas. A mí la última media hora de los 140 minutos finales se me hizo interminable. La teatral voz pausada de Gambardella está llena de poesía, quizás demasiada para alguien más cercano a la prosa. Y el film está bañado de una grandilocuencia del cual muchos han disfrutado –todos los premios recibidos certifican su calidad- pero que a mí me pareció artificialmente inflada. Casi como la caricaturizada sociedad que la película pretende desenmascarar.
http://kikemorey.wordpress.com/category/cine/

6,3
48.166
8
5 de febrero de 2014
5 de febrero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que tiene de todo y todo lo tiene bastante bien. Brillantes actuaciones y la impecable dirección de uno de los mejores cineastas de la actualidad, David O. Russell, quién consiguió resultados similares el año pasado con “Silver Linings Playbook”. Bajo el pretexto de unos estafadores que trabajan para el FBI se esconde un triangulo amoroso sobre el que se soporta los mejores momentos de la película.
Hay amor, pasión, drama, comedia, intriga y cine negro en el entretenido guión que firma el propio Russell y el casi novato Eric Singer. Pero son los actores quienes se llevan las mayores palmas: un irreconocible Christian Bale (¿este es el Batman de Nolan?) con una panza tan enorme como su propia interpretación; una deliciosa Amy Adams con tantos registros que te hacen olvidar, sólo por ratos, sus sensuales escotes; el cada vez más actor, y menos guaperas, Bradley Cooper con unos rizos imposibles –además de ser uno de los productores del film- y completan la lista Jennfier Lawrence como la voluble y voluptousa esposa de Bale, y un relegado Jeremy Renner quien sin embargo tiene uno de los personajes más interesantes: el alcalde de New Jersey que busca siempre lo mejor para su comunidad.
Excelente diseño de producción y una banda sonora precisa y oportuna, que se incorpora al guión como si fuera un personaje más, como el coro que intervenía en las clásicas tragedias griegas. La presentación de Bale bajo las primeras notas de “A horse with no name” de América, el “Does Anybody Really Know What Time It Is?” de Chicago como fondo para el primer encuentro de Bale y Adams, y en especial, la frenética interpretación de “Live and let die” por Lawrence son escenas inolvidables cuyas melodías siguen retumbando en la cabeza varias horas después de haber salido del cine, tal cual lo hizo Russell el año pasado con “My cherie amour” de Stevie Wonder.
http://kikemorey.wordpress.com/category/cine/
Hay amor, pasión, drama, comedia, intriga y cine negro en el entretenido guión que firma el propio Russell y el casi novato Eric Singer. Pero son los actores quienes se llevan las mayores palmas: un irreconocible Christian Bale (¿este es el Batman de Nolan?) con una panza tan enorme como su propia interpretación; una deliciosa Amy Adams con tantos registros que te hacen olvidar, sólo por ratos, sus sensuales escotes; el cada vez más actor, y menos guaperas, Bradley Cooper con unos rizos imposibles –además de ser uno de los productores del film- y completan la lista Jennfier Lawrence como la voluble y voluptousa esposa de Bale, y un relegado Jeremy Renner quien sin embargo tiene uno de los personajes más interesantes: el alcalde de New Jersey que busca siempre lo mejor para su comunidad.
Excelente diseño de producción y una banda sonora precisa y oportuna, que se incorpora al guión como si fuera un personaje más, como el coro que intervenía en las clásicas tragedias griegas. La presentación de Bale bajo las primeras notas de “A horse with no name” de América, el “Does Anybody Really Know What Time It Is?” de Chicago como fondo para el primer encuentro de Bale y Adams, y en especial, la frenética interpretación de “Live and let die” por Lawrence son escenas inolvidables cuyas melodías siguen retumbando en la cabeza varias horas después de haber salido del cine, tal cual lo hizo Russell el año pasado con “My cherie amour” de Stevie Wonder.
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