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Críticas 127
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
16 de junio de 2008
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía mi abuelo que "quien nace lechón muere marrano". Para lo bueno y para lo malo, supongo. Lumet reafirma el dicho con ésta su última obra. Existen películas que sin hacer nada grandioso ni espectacular demuestran, precisamente en eso y en el inmenso conjunto y en la genial globalidad su grandeza. Podría decir de "Antes que el diablo..." que no tiene nada, pero entonces rememoro a Hawks, a Ford, a Huston y me hago la misma pregunta: ¿qué tenían de especial "Río Bravo", "El hombre tranquilo", "El halcón maltés"...? Nada y todo; no fue el guión, ni los actores, ni la puesta en escena, ni el retrato de personajes, ni la dirección, ni la planificación... Todo esto en su punto justo le otorga Lumet al trabajo que nos ha dejado como herencia (aparte de una Marisa Tomei que gana enteros con el paso de los años). "Antes que el diablo..." rezuma el aroma de los clásicos de antaño en su perfecta sincronización, en la ausencia de todo lo prescindible, y seguro que dentro de unos años aún será recordada.

Gracias Lumet, porque he vuelto a ver la luz en Hollywood tras grandes y despiadadas derrotas.
4 de abril de 2008
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Coppola sobre Apocalypse Now que no era un film acerca de la guerra sino la guerra. Ese es uno de los mayores aciertos de "La batalla de Hadiza", que no el único. Soy reconocido fan del cine bélico y quitando la maravilla de "Cartas desde Iwo Jima" me resulta difícil encontrar en mucho tiempo un film de estas características y con esta crudeza que no haga apología de algo o vaya en contra de otro algo (¿tal vez "La colina de la hamburguesa"?). Los últimos ejemplos podrían ser "Redacted" o "En el valle de Elah" (y que conste que son dos film que encuentro más que interesantes, especialmente el segundo). Será que esta peli no es made in USA.
Broomfield ha demostrado ser una persona inteligente con otro de los puntos fuertes del film: la total ausencia de maniqueísmo (los únicos malos del todo -opinión que comparto a rajatabla- son los que, de un bando o de otro, no se juegan la vida y toman las decisiones); y para ello contó como protagonistas con marines reales licenciados de la guerra de Irak, y eso se nota y mucho en el inusual realismo en las escenas más duras.
Si una película consigue hacer que un reconocido anti-invasión como yo se meta en la piel de un marine es que se merece un notable alto. Hasta yo esperaba que en cualquier momento un disparo de no sé que bando atravesara la sala y me mandara al otro barrio.
7 de octubre de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque tan sólo cuatro pelagatos sepan poner correctamente el nombre de Nagisa Oshima, la cosa cambiaría notablemente de color si se hace referencia a uno de sus filmes, que sin duda más de uno habrá gozado -en todas las acepciones de la palabra- o al menos ha oído hablar a propios y extraños: “El imperio de los sentidos” (1976).

Podría decirse que es una verdadera desgracia que Oshima se haya hecho mundialmente famoso gracias a dicha cinta erótica que rompiera moldes en su día y a la que se recurre por sistema para nombrar determinados géneros y escenas procaces, cuando, en realidad, el trasfondo de la película es un meridiano puñetazo al centro del conservadurismo de la sociedad nipona. Aspecto que, con precisión quirúrgica, nos señala el director japonés en “El ahorcamiento” (también llamada “Muerte por ahorcamiento”).

En la década de los 60, Francia era sin duda el referente internacional en el séptimo arte debido, entre otras cosas, a las geniales inventivas y reformulaciones cinéfilas de Truffaut o Godard. No obstante, en el otro lado casi del mundo, Japón continuaba dando rienda suelta a un cine comprometido, pero escasamente personal y rompedor con el estilo clásico, aunque a nivel global contara con magníficos ejemplos que crearan obras maestras del cine, sobre todo del género de terror y de drama psicológico: “Samurai” (Masaki Kobayashi, 1962), “La mujer de arena” (Hiroshi Teshigahara, 1964), Onibaba (Kaneto Shindo, 1964), “El ángel negro” (Yasuzo Masumura,1966)...

Entonces apareció Oshima quien, junto con el genial Shôhei Imamura (“La mujer insecto”, 1963), acogió con beneplácito algunos aspectos realistas, de narración objetiva y semidocumentales del cine francés, principalmente de Godard, y decidieron crear una serie de películas que aún hoy resulta del todo increíble que pudieran ver la luz en la estructurada y conservadora sociedad del país del sol naciente. Obviamente, “El ahorcamiento” es una de ellas.
Cartel original de la película

Ya de entrada, en un prólogo de datos estadísticos, Oshima muestra sus cartas: en una encuesta realizada durante la Segunda Guerra Mundial, el 71% de la población japonesa era contraria a la abolición de la pena de muerte, que a día de hoy sigue siendo legal en el país para casos de homicidio y traición. Partiendo del poco creíble hecho de un condenado a la horca que sobrevive milagrosamente a la ejecución, narrada en género documental, el director desbroza con una primera hora magnífica a partir de una curiosa representación teatral que trata por todos los medios de encontrar motivos para volver a ejecutar al preso, todas las fobias y taras de Japón, desde el puritanismo hasta la xenofobia hacia el pueblo de Corea, las cuales unidas en amor y compaña, llevan a la justificación de la pena de muerte de determinados sectores sociales y políticos mientras, al tiempo, busca excusas para pergeñar sus propias maldades.

La segunda hora, mucho más espesa, cargada de alegorías y de un carácter netamente surrealista que rompe el esquema al que se acogía, no desmerece, aunque condensa demasiadas ideas y procesos a partir de determinados personajes del todo simbólicos con los que el director culmina su crítica demoledora a cualquier atisbo de comprensión hacia la pena capital. En un final de nuevo curioso e impactante, la voz en off se dirige al espectador tras agradecer al jurado, al juez, al verdugo, su participación en la ejecución sumaria: y (gracias) a ti, y a ti, y a ti...

Gracias a ti, Oshima, por esta más que por “El imperio de los sentidos”, aunque el goce halla de ser distinto.
29 de octubre de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los melodramas me producen urticaria y como uno no está especialmente dispuesto a sufrir picores a menos que se considere estrictamente necesario o sea debido a una vil equivocación tan sólo me acojo al primer supuesto (o a estar de sobremesa en casa de mi madre y tener que tragarme el culebrón de turno de Antena 3) a la hora de decidirme a cortarme las venas anticipadamente. 'Que el cielo la juzgue' es estrictamente necesaria y gracias a mis soberanos esfuerzos en gratas ocasiones me encuentro con un gozo como éste, de dimensiones místicas y que se encuentra sin pizca de remordimiento en los anales del género y como una de sus obras maestras durante su apogeo allá por la década de los 40 del pasado siglo.

'Que el cielo la juzgue' se nos muestra con un registro inclasificable y sería casi una ofensa enmarcarla de bonito dentro de un sólo género cinematográfico; la triste personalidad de Ellen (una indescriptible e inconmensurable Gene Tierney en lo bello y en lo interpretativo) y sus apasionados y crueles actos como mujer celotípica sin extremos ni fin a la hora de hacer y hacerse estragos con tal de poseer a la persona amada andan mucho más cercanos al thriller y al cine negro, algo nada usual por aquel entonces. Dos escenas brillantes y dramáticas de las que es tanto causante como deseada víctima son paradigmas de ello y de que Stahl maneja con inusitada perfección el tempo narrativo del suspense a pesar de su mayor y casi exclusivo bagaje en filmes de género dramático* (spoiler).

Pero no nos confundamos, Gene Tierney realiza un papel tan brillante y desesperanzado que, al igual que su prima Ruth en una de las escenas del filme, no nos queda más remedio que reconocer que 'es la mujer más sujeta de lástima que hemos conocido'. Es odiosa, pero no como la Bette Davis de 'La loba', sino de manera ahogada y seca, amarga e impotente... Una femme fatale para todos aquellos seres a los que ama y desea poseer sobre todas las cosas y más allá de la vida y la cordura, pero sobre todo fatal para sí misma en una excelente representación de todas las facetas y características psicológicas de una persona superada y vencida por los celos, partiendo rotundamente de la dependencia afectiva hacia su padre que comienza a mostrarse desde las primeras imágenes y que será origen y consecuencia directa de todos los actos y decisiones que irán marcando el devenir de Ellen a lo largo de la cinta.

Excelente fotografía en color, magníficos secundarios, un original flashback inicial que crea aún más incertidumbre y expectativas acerca de lo que se verá a continuación... pero ¿por qué no un 10? Nombre tiene y se llama Cornel Wilde, un actor resultón, que mantiene la dignidad y el pulso, pero que se muestra o demasiado triste o en exceso melodramático, ausente aunque presente con su rostro de cordero a punto de ser degollado y que al lado de Tierney a veces parece más un borrón que un alterego. Mas es igual, y no me apetece lastrar una maravilla clásica por una mácula, 'Que el cielo la juzgue' es un peliculón. Como la copa de un pino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
* La secuencia del ahogamiento del hermano de Rick mientras Ellen observa impasible y su amarga y desesperada decisión de lanzarse escaleras abajo para perder al hijo que habita en su seno.
3 de junio de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo prácticos y absolutamente pragmáticos, podríamos decir que el mero hecho de contemplar a una jovencísima y debutante Greta Garbo ya es aliciente más que sobrado para decidirse a visionar sin estrés estas tres magníficas horas clásicas de cine mudo.

Diciendo también la verdad, más honda y profunda, es de rigor asegurar que sin Mauritz Stiller y su contemporáneo Victor Sjöström el cine sueco no habría alcanzado las altas cotas que consiguió con Bergman, que tanto debe en su visión de moralidad religiosa al primero y en su metafísica al segundo. Curiosamente, también Sjöström realizó un magnífico filme basado en otra obra de Selma Lagerlöf: 'La carreta fantasma'.

'Gösta Berlings saga' no tiene nada que envidiar ni a 'Intolerancia' de Griffith ni a 'Avaricia' de Stroheim, curiosamente mucho más conocidas y aclamadas. Todos los recursos cinematográficos, particularmente un excepcional montaje paralelo, se reúnen de manera paradigmática en esta obra de Stiller. Su desgracia... Pérdidas y restauraciones; circulan diferentes versiones de la misma obra y con numerosos cortes y variaciones lo que hace que en alguna ocasión el montaje pierda fuerza. Recomiendo pues la versión más completa de algo más de tres horas y en la que se aprecia con más calidez la cuadratura del círculo.

Una gratísima sorpresa. para coger con ganas, como los inmensas superproducciones de Griffith, pero más que necesaria.
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